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MALDITO BULO

“Los vacunados no puedan donar sangre porque contaminan las donaciones”: narrativas desinformadoras que circulan sobre las vacunas contra la COVID-19

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Las vacunas contra la COVID-19 son objetivos de los desinformadores. Algunos mensajes en su contra son bulos y otros narrativas desinformadoras. Las narrativas son mensajes desinformadores construidos con una mezcla de bulos, contenidos sacados de contexto y hechos reales. Por ejemplo, para defender falsedades como que “las vacunas tienen grafeno” o que “las vacunas dañan el ADN”. Recopilamos algunas de las más habituales.

Haz click en la narrativa que hayas escuchado​​:

La narrativa de que las vacunas generan graves efectos secundarios

Algunos contenidos intentan sembrar desconfianza hacia las vacunas asegurando que provocan graves efectos secundarios. Sin embargo, los efectos secundarios más frecuentes de la vacuna contra la COVID-19 “son leves, de corta duración y no todas las personas los sufren”: fiebre, dolor en el lugar de la inyección, cansancio, dolor de cabeza, mareos, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). En la mayoría de casos, estos síntomas son un signo normal de que el organismo está creando protección contra la COVID-19.

La narrativa de que las vacunas causan muerte súbita o ‘repentinitis’

“Repentinitis” es un término que usan los contenidos desinformadores para hablar de supuestas muertes “repentinas” causadas por las vacunas contra la COVID-19, como muertes “súbitas” por infartos. Pero la estadística muestra que en España los muertos por miocarditis, pericarditis, enfermedades “súbitas”, del corazón y cerebrovasculares no han aumentado significativamente respecto a 2021, cuando comenzó la campaña de vacunación masiva contra la COVID-19, e incluso en algunos han descendido.

La narrativa de que las vacunas provocan miocarditis y pericarditis

El mito de la ‘repentinitis’ se basa en gran medida en la afirmación de que las vacunas contra la COVID-19 causan miocarditis y pericarditis, inflamación del músculo cardíaco y de la membrana que rodea el corazón, respectivamente. Aunque sí es cierto que hay una relación entre las vacunas de ARN mensajero con la miocarditis y pericarditis, los síntomas de estas inflamaciones suelen mejorar por sí solos y la COVID-19 produce estas afecciones con más frecuencia que las vacunas de ARNm contra la enfermedad.

La narrativa de que las vacunas causan trombos

La narrativa de ‘repentinitis’ también viene tras algunos casos muy raros de trombos que se registraron en algunas personas tras vacunarse con los sueros de AstraZeneca y Janssen. Como decimos, se trata de un efecto secundario muy raro en estas vacunas. Hay otros medicamentos relativamente comunes que aumentan más el riesgo de trombos que estas vacunas como los anticonceptivos hormonales, corticoides y antipsicóticos.

La narrativa de que las vacunas se desarrollaron rápidamente porque están experimentando con la población

El rápido desarrollo de la vacuna contra la COVID-19 fue posible porque, al tratarse la pandemia de una emergencia mundial, toda la comunidad científica centró sus esfuerzos en buscar una solución conjunta (las investigaciones se basaron en conocimientos previos, la financiación fue más abundante de lo habitual y se contó con un gran apoyo político). El desarrollo no partía de cero, lo que permitió, en base a la experiencia previa, que se desarrollaran en paralelo fases de investigación en la experimentación en animales y en humanos que normalmente son consecutivas.

Las agencias de medicamentos, encargadas de autorizar la vacuna, evaluaron los datos conforme se iban generando y se optimizaron todas las etapas del desarrollo: podían usarse de forma inmediata en el momento en el que se autorizaban. Además, se adaptaron las normas de la Unión Europea a la urgencia del momento con el fin de acelerar el desarrollo, la autorización y la disponibilidad de vacunas, manteniendo las garantías de calidad, seguridad y eficacia.

La narrativa de que las vacunas de ARNm alteran nuestro ADN

Las vacunas de ARN mensajero incluye instrucciones para que nuestras células fabriquen las proteínas S del coronavirus. Así entrena a nuestro sistema inmune para que produzca anticuerpos y linfocitos T que destruyen al coronavirus si se produce la infección. Pero las vacunas de ARN no alteran ni interactúan con en el material genético de nuestra células. Además, el ARN mensajero se degrada muy rápido.

La narrativa de que los vacunados con ARN se convierten en patentes de las farmacéuticas

Del bulo anterior viene que los vacunados con ARN mensajero pierden sus derechos humanos al convertirse en “patentes de la corporación que diseñó el fármaco”. Pero ni las vacunas (ni las de ARN mensajero ni ninguna otra) alteran el genoma humano ni las personas pueden ser patentadas ni perder sus derechos humanos por vacunarse.

La narrativa de que las vacunas inoculan microchips

No nos meten microchips junto con las vacunas para controlarnos. Es una teoría de la conspiración que se mueve sin aportar pruebas con varias versiones como que los vacunados son detectables por Bluetooth.

La narrativa de que las vacunas tienen (óxido) de grafeno

El grafeno es una sustancia compuesta por carbono parecido al grafito. No es verdad que las vacunas contengan este compuesto. El supuesto “informe” que se usa para decirlo no lo demuestra ni es de la Universidad de Almería. Tampoco es verdad que el óxido de grafeno, su versión oxidada, esté en las vacunas contra la COVID-19.

La narrativa de que las vacunas nos hacen magnéticos 

Una versión de las narrativas anteriores son los vídeos de personas a las que supuestamente se les pega un imán o una cuchara en la zona donde han recibido la inyección contra la COVID-19 por la composición magnética de la vacuna. Son bulos, ya que es la humedad de la piel o la presión lo que puede hacer que algunos objetos queden pegados un rato en nuestra piel.

La narrativa de que la sangre de los vacunados coagula más rápido

Con un vídeo en el que se ve coagular la sangre de un tubo de ensayo. Se dice que es de una persona supuestamente vacunada y que a los vacunados la sangre les coagula antes. En realidad, el tubo del vídeo está diseñado para que la sangre se coagule y no hay pruebas de que la sangre de los vacunados contra la COVID-19 se coagule más rápido que la de los no vacunados.

La narrativa de que están rechazando la sangre de quien se ha vacunado contra la COVID-19

Ni la Cruz Roja de Estados Unidos, ni la de Japón, ni España ha prohibido donar sangre a los vacunados por COVID-19. Un contenido que afirma que las vacunas de ARN mensajero deberían suspenderse por contaminar las donaciones de sangre es un artículo sin revisión científica, tiene numerosos fallos y ha sido financiado por asociaciones antivacunas.

La narrativa de que las vacunas han sido prohibidas en muchos países

Una resolución de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa que insta a los países de la Unión Europea a informar de que la vacunación contra el coronavirus no es obligatoria se usa para decir que se ha prohibido la vacunación. Tampoco Japón ha prohibido las vacunas, solo han dejado de estar totalmente financiadas por el Gobierno al pasar a ser fármacos “de rutina”. La simplificación de la estrategia de vacunación de la FDA de Estados Unidos se usó para soltar el bulo de que esta agencia había prohibido las vacunas de Pfizer y Moderna.

La narrativa de que las vacunas causan impotencia sexual masculina

Afirmaciones sin pruebas como que algunas vacunas contra la COVID-19 causan impotencia sexual masculina se usan contra la vacuna. Pero no hay evidencias científicas de que cause disfunción eréctil. En cambio, sí hay relación entre la COVID-19 y la impotencia sexual en hombres.

La narrativa de que las vacunas causan esterilidad

Más allá de la disfunción eréctil, también se atribuye a las vacunas provocar problemas de esterilidad. Pero no hay evidencias ni reportes al respecto tras años de vacunación. Un estudio que vio disminuir la calidad del semen tras la vacunación encontró que se recuperaba sola y que nunca bajaba por debajo de los valores que fija la OMS.

La narrativa de que las vacunas provocan abortos y perjudican al feto

A nivel reproductivo, las vacunas también han sido acusadas de matar fetos. Para ello se ha manipulado un titular sobre la COVID-19 que habla de la transmisión del virus al feto para referirse a las vacunas. Otro bulo es que aumentaron los abortos espontáneos en Reino Unido.

Argumentos sobre enfermedades que supuestamente causan las vacunas usadas para desinformar

Además de las narrativas que recopilamos, también se difunden una serie de mensajes desinformadores sobre enfermedades supuestamente causadas por las vacunas. Este es el resumen:

  • La narrativa de que las vacunas producen “turbo cáncer”

La vacuna de Pfizer se hace con fragmentos del código genético de un virus (el SV40) que provoca supuestamente “turbo cáncer”. Pero ni hay pruebas de que el virus SV cause cáncer en humanos, ni la vacuna contiene el virus SV40, ni partículas del virus ni sus componentes vivos. Además, no hay evidencias de que la vacuna contra la COVID-19 aumente el riesgo de cáncer. Tampoco ha crecido “un 5.000%” desde que se administran vacunas contra la COVID-19 en España.

  • La narrativa de que las vacunas causan hepatitis infantil

Con los casos de hepatitis infantil en Reino Unido de origen desconocido en 2022, inicialmente se desinformó para decir que la responsable es la vacuna contra la COVID-19. Pero los primeros casos de esta hepatitis no habían recibido ninguna dosis de la vacuna, por lo que se ha descartado como causa. En Reino Unido, no se ha observado un aumento de esta enfermedad por encima de lo esperado en comparación con años anteriores.

  • La narrativa de que las vacunas causan sida

Los datos de informes oficiales de la la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido se han usado para desinformar afirmando falsamente que el sistema inmune de las personas se degradan progresivamente hasta tener sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida). Pero si los vacunados estuvieran inmunodeprimidos no habría ocurrido el descenso en hospitalizaciones y muertes por COVID-19 que se vivió ni generado anticuerpos.

  • La narrativa de que las vacunas causan enfermedades degenerativas

Se basa en un supuesto estudio científico sobre cómo la vacuna de Pfizer podría causar enfermedades como el alzheimer o la esclerosis lateral amiotrófica. Pero el artículo no aporta ninguna prueba de sus afirmaciones, ha sido publicado en una "revista depredadora" (revistas que publican artículos sin pasar por procedimientos de calidad) y su autor es conocido en Estados Unidos por sus posturas antivacunas. Además, no hay evidencias de que la vacunación contra la COVID-19 cause enfermedades neurodegenerativas.

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