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MALDITA CIENCIA

No, no hay evidencias de que las vacunas causen autismo ni aumenten el riesgo de padecer la COVID-19

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Durante la pandemia de coronavirus se han viralizado múltiples bulos que mencionan como supuesta causa de la COVID-19 la vacuna de la gripe. No hay evidencias de que estas vacunas aumenten el riesgo de infección por coronavirus o de padecer un cuadro clínico más grave. Tampoco de que causen alzhéimer ni autismo, tal y como indican algunos bulos difundidos desde hace años. Os lo explicamos.

No, la vacuna de la gripe no aumenta el riesgo de infección por coronavirus ni de padecer alzhéimer

En Maldita Ciencia hemos desmentido múltiples contenidos falsos sobre la vacuna de la gripe. Por ejemplo, no es cierto que hayan muerto 97 ancianos en una residencia "madrileña" a causa de la vacuna que se les puso "a principios de septiembre". Tampoco que la vacuna de la gripe matara a 50 millones de personas durante la pandemia de gripe de 1918 ni que la primera ministra de Queensland (Australia), Annastacia Palaszczuk, evitara vacunarse. 

Además, no hay evidencias de que la vacuna de la gripe esté relacionada con un mayor riesgo de padecer alzhéimer. Por lo tanto, esta imagen que afirma que "si una persona recibe cinco vacunaciones de la gripe en su vida el riesgo de padecer alzhéimer aumenta un 600%” es un bulo. Lo que sí hay es un estudio publicado en la revista de la Canadian Medical Association que apunta hacia lo contrario: que la exposición a vacunas contra la difteria, el tétanos, la poliomielitis o la gripe podría proteger contra el desarrollo posterior de la enfermedad de Alzheimer.

Durante la pandemia también han circulado en las redes sociales mensajes que indican que la vacuna contra la gripe aumenta el riesgo de infección por coronavirus o de padecer  un caso de COVID-19 más grave. Tampoco hay evidencias científicas de que sea así. 

Uno de los estudios que se han utilizado para defender esta supuesta relación entre la vacunación y la COVID-19 ha sido realizado en el hospital de Barbastro (Huesca). Pero el estudio no dice que la vacuna de la gripe sea la causa de la COVID-19 y es un “texto científico de baja calidad, según contaba a Maldita Ciencia Jorge Carrillo, vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).

En Maldita Ciencia también os hemos hablado de tablas y gráficas que comparan vacunaciones y muertes por coronavirus. Lo primero que hay que aclarar ante este tipo de contenidos es que correlación no implica causalidad. Es decir, que haya relación entre dos fenómenos no significa que uno provoque el otro. Si quieres saber más al respecto, en este artículo explicamos qué quiere decir que correlación no significa causalidad.

No, no hay evidencias de que las vacunas causen autismo

Un bulo histórico que se ha viralizado durante años indica que las vacunas infantiles causan autismo. Esta idea resulta especialmente dañina: es uno de los motivos (aunque no el único) de que en algunos países estén bajando las coberturas de vacunación contra enfermedades que ya estaban controladas y en vías de erradicación. 

Pero en realidad no hay absolutamente ninguna evidencia científica de que las vacunas produzcan autismo. Como ya os hemos contado en Maldita Ciencia, es falso que un informe publicado en Estados Unidos demuestre que hay 89 casos "comprobados" de autismo por culpa de las vacunas. 

Las vacunas pueden tener algunos efectos secundarios que, en la enorme mayoría de los casos son leves y poco duraderos, pero el autismo no se encuentra ni siquiera entre los más graves. Antes de que una vacuna llegue a la población ha pasado por estrictos controles de seguridad y de eficacia. En Maldita Ciencia ya os hemos explicado todas las fases que tiene que pasar una vacuna antes de ser aprobada

¿Cuál es entonces el origen de este bulo? El excirujano Andrew Wakefield fue quien lo puso en marcha. En 1998 publicó un artículo en la revista The Lancet en el que relacionaba la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) con la aparición de autismo y también de problemas intestinales.

La afirmación es gravísima y cunde el pánico. Equipos de investigadores de todo el mundo corren a cumplir con uno de los requisitos imprescindibles de la ciencia: debe ser replicable, es decir, que lo que un científico observa en su laboratorio deben poder observarlo todos los demás si repiten el mismo experimento. Algo que no ocurre en este caso: esa relación no se hace visible en ningún otro experimento.

En 2004, una investigación periodística publicada en el Sunday Times descubre el fraude: Wakefield tenía graves conflictos de intereses económicos en el momento de la publicación del artículo. Los coautores del estudio retiran su firma y Wakefield se queda solo con sus afirmaciones. 

Además, el 28 de enero de 2010, un tribunal compuesto por cinco miembros del Consejo Médico General halló probadas las acusaciones contra WakefieldThe Lancet retiró su artículo y publicó una retractación explicando que los datos habían sido falsificados. Wakefield perdió su licencia para ejercer la medicina.*

Un año después, un artículo y un editorial publicados en The British Medical Journal explicaban que el ya exmédico pretendía lucrarse del pánico suscitado con su falsa investigación creando una empresa que realizase análisis médicos para procedimientos legales iniciados por todos aquellos padres convencidos de que las vacunas habían enfermado a sus hijos.  

“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.


*Hemos editado este párrafo para explicar de forma más precisa las conclusiones del CGM en su informe sobre Andrew Wakefield.


Primera fecha de publicación de este artículo: 24/12/2020

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