Más de una decena de afirmaciones falsas y mentiras en un solo vídeo. Se distribuye en Youtube, dura 55 minutos y se titula 'Un crimen oculto', un "documental que desmonta la falsa pandemia". En él, miembros de la plataforma negacionista de la COVID-19 "Medicos por la verdad" ponen en duda desde la existencia del virus hasta la utilidad de las medidas de prevención como el uso de mascarillas o el confinamiento. Afirmaciones falsas o sin evidencia científica. Os contamos cuáles son.
Las PCR que se utilizan para diagnosticar la COVID-19 son específicas para el SARS-CoV-2
Un argumento que se utiliza para negar la existencia de la pandemia es que supuestamente las pruebas PCR que se utilizan para el diagnóstico son test que pueden detectar muchos virus o bacterias diferentes y que por tanto un positivo en estas pruebas no significa nada.
Hemos explicado en qué consisten las pruebas PCR, en concreto las que se utilizan para diagnosticar la COVID-19, y por qué no es cierto que sean pruebas inespecíficas ni que den positivo por cualquier coronavirus. En algunos casos se están utilizando supuestas declaraciones de Kary Mullis, inventor de la PCR (ganó un Nobel por ello) para apoyar esta teoría de que no sirven para el diagnóstico, pero de hecho no hay pruebas de que lo dijera realmente.
Para desmentir estas afirmaciones falsas y otras similares en Maldita Ciencia hablamos con José Manuel Bautista, catedrático de Biología Molecular que coordinó el laboratorio de detección COVID-19, que nos explicó que "no es cierto que la PCR que se está utilizando ahora sea inespecífica".
“Los cebadores para amplificar (sustancias necesarias en la reacción en que se basa las PCR) son específicos para SARS-CoV-2 (el coronavirus que causa la enfermedad) y no para otros virus. Hay otros PCR generalistas para detectar más coronavirus, pero los que se usan ahora son altamente específicos”, afirma.
No hay evidencias de que haya una relación entre la vacuna de la gripe y la COVID-19
Otro de los argumentos recurrentes de las teorías conspiratorias y negacionistas de la pandemia es que la vacuna de la gripe tiene de alguna forma relación con la COVID-19 y que por eso algunas personas sufren la enfermedad de forma más severa y otros más leve.
Existen muchas desinformaciones distintas en torno a esta teoría, como esta basada en una gráfica de la que no debes fiarte o las que surgieron a raíz de un supuesto estudio científico (aunque de estudio científico tiene poco) que mencionaba un componente, el polisorbato-80, que también se ha convertido en un argumento habitual de las teorías conspiratorias de la pandemia.
Pero como resumen, no hay evidencias de que la vacuna de la gripe aumente el riesgo de contagio por coronavirus ni de que, en caso de contagio, se padezca una versión más grave de la enfermedad.
“Las vacunas antigripales son vacunas muy seguras que siguen controles muy estrictos por parte de las agencias responsables", explicaba Ángela Domínguez, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Barcelona y miembro del grupo de trabajo sobre vacunas de la Sociedad Española de Epidemiología.
No hay ninguna evidencia de que las redes 5G tengan relación con la COVID-19
Otra teoría conspiratoria que hemos oído en distintas versiones en los últimos meses y que se incluye en este documental es que la implementación de redes 5G está relacionada con la aparición y expansión de la COVID-19. Se utiliza como supuesta prueba de esta relación que en los países donde esta tecnología se implementó antes o más ampliamente la enfermedad se ha expandido más. Pero esto no es verdad.
Por un lado, no hay correlación entre los países más afectados por la COVID-19 y los países con más implementación de la red 5G. Para demostrarlo, hicimos un listado con los 10 países con mayor presencia de tecnología 5 G y los 10 países con mayor número de víctimas de COVID-19 por cada millón de habitantes; comparando ambas listas se ve que no hay ninguna correlación entre ambas.
Por otro, no hay pruebas que demuestren un impacto de la tecnología 5G en la salud (en general). Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS), recalca a Maldita Ciencia que no hay ninguna evidencia científica que relacione la tecnología 5G con el COVID-19.
"Un virus tiene un tamaño de alrededor de 100 nanómetros, esto es 0,1 micras o la diezmilésima parte de un milímetro (0,0001 mm). La longitud de onda de la radiación de radiofrecuencia usadas por los teléfonos móviles, también por el 5G, incluso para frecuencias elevadas de 26GHz, no supera el orden de los milímetros", señala el físico. "Por tanto, es imposible conseguir interacción entre este tipo de radiación y los virus, porque sería como intentar enhebrar una maroma de un amarre de un transatlántico a través del ojo de una aguja", añade.
El dióxido de cloro es una variante del MMS y tampoco hay evidencias de su eficacia contra la COVID-19 (ni contra nada)
Otro supuesto remedio mencionado en el documental es el CDS o dióxido de cloro, una variante del MMS (solución mineral milagrosa como la llaman sus defensores, o clorito de sodio, es decir, un tipo de lejía). De ninguna de las dos sustancias hay evidencias sobre su eficacia contra la COVID-19 ni contra nada, y sí sobre sus efectos nocivos para la salud.
El supuesto mecanismo de acción es el siguiente: el clorito de sodio se diluye en agua y se mezcla con un ácido suave (limón, o vinagre, por ejemplo), lo cual termina generando un gas, llamado dióxido de cloro o CDS, que tiene, en teoría un potente efecto desinfectante que destruye todas las bacterias y patógenos, protege las células y refuerza el sistema inmunitario. Para que quede claro: no hay ninguna evidencia científica de estos efectos. Ni siquiera aunque sea un desinfectante capaz de matar los gérmenes que hay en el agua, como hace el clorito de sodio, porque eso no quiere decir que vaya a actuar de la misma forma en nuestro cuerpo.
Ni la OMS no prohibió las autopsias ni los médicos italianos descubrieron que la enfermedad causaba trombos al saltarse la prohibición
El documental se hace eco de otra desinformación de la que ya hemos hablado en Maldita Ciencia: que la OMS prohibió realizar autopsias a las víctimas de la COVID-19 pero que médicos italianos se saltaron esa prohibición y eso permitió descubrir los verdaderos efectos de la enfermedad, como la presencia de trombos. Pero esto no es así.
Para empezar porque la OMS no tiene autoridad para prohibir autopsias. De hecho, no solo no las prohibió a pacientes fallecidos con COVID-19 (como decimos, no podría) sino que publicó una guía para llevarlas a cabo de forma segura.
Sí es cierto que médicos italianos publicaron este verano los resultados de una serie 38 pruebas post mortem realizadas a pacientes fallecidos con COVID-19. Aportaron información científica valiosa pero en ese momento ya se sabía que esta enfermedad provoca problemas de coagulación en la sangre y trombos, y ya se empleaban medicamentos en esta línea, como la heparina, que se menciona en el documental.
El virus del VIH sí existe
En medio de los argumentos que tratan de poner en duda la pandemia de coronavirus, una de las personas que aparece en el documental asegura no creer en la existencia del virus de inmunodeficiencia humana, el VIH causante del sida.
Esta teoría negacionista viene de lejos pero ha recobrado fuerza con la actual pandemia. Ya explicamos que no es verdad: el VIH sí que existe. Desde hace décadas el consenso científico es que el HIV es el causante del sida.
Los infectados asintomáticos también contagian la COVID-19 y las mascarillas reducen el riesgo
En el documental se hacen una serie de afirmaciones que cuestionan el uso de las mascarillas. Una de ellas es que solo hacen falta si tenemos síntomas como tos o estornudos, porque solo entonces podemos transmitir el SARS-CoV-2 a otras personas. Esto no es así: sabemos que personas infectadas por el virus pero que no han desarrollado síntomas pueden transmitir el virus a otras personas, especialmente en sitios cerrados, mal ventilados y donde se habla en voz alta o se grita. Por eso es importante el uso generalizado de la mascarilla y no solo si tenemos síntomas como tos o estornudos.
Como decimos, hay indicios de que mantener una conversación con personas infectadas podría producir suficientes partículas en el aire como para transmitir la infección, aunque carezcan de síntomas, según un estudio de la Universidad de California (Davis, Estados Unidos), publicado en la revista científica Aerosol Science and Technology. ¿Cómo? A través de los aerosoles: partículas lo suficientemente pequeñas como para viajar por el aire. Lo explicamos en profundidad en este artículo y en este otro hablamos del papel que han jugado los asintomáticos en esta pandemia.
Aquí entra en juego la importancia de usar la mascarilla. Según una carta publicada por científicos de la Universidad de California San Diego en la revista Science de la que os hablábamos en este reportaje republicado de la Agencia Sinc, "las personas infectadas asintomáticas pueden liberar partículas de aerosol infecciosas durante la respiración y el habla. Sin mascarillas se maximiza la exposición, mientras que llevarla resulta en una menor exposición".
Las vacunas han erradicado la viruela, reducido otras enfermedades y reducido a la mitad la mortalidad infantil, entre otras mejoras
Tras cargar contra las mascarillas, en el documental se dice que ninguna enfermedad se ha reducido por la vacunación. Pero no es cierto: las vacunas son uno de los grandes avances sanitarios de la historia.
Para empezar, gracias a la aplicación sistemática de la vacuna de la viruela se consiguió erradicar esta enfermedad en 1979, y este mismo año se ha declarado el continente africano libre de polio gracias a la vacunación contra esta enfermedad del 90% de la población (la polio sigue siendo endémica en Pakistán y Afganistán). Según la OMS, cada año se evitan 2,5 millones de muertes por difteria, tétanos, tos ferina o sarampión en todo el mundo. Además, junto a la mejora en la higiene, gracias a las vacunas la mortalidad infantil se ha reducido a la mitad desde los años 90, según UNICEF.
Roger Solanas, experto en ensayos clínicos y maldito que nos ha prestado sus superpoderes argumenta para imaginarse un mundo sin vacunas "bastaría con desplazarse a un país del tercer mundo donde el acceso de las vacunas es más complicado, ya sea por motivos, culturales, religiosos o inaccesibles geográficamente". En estos lugares, enfermedades como el sarampión, que para nosotros "se antojan despreciables", causaron en 2017 más de 100.000 muertes a pesar de los esfuerzos por vacunar a la población. Incluso en países de nuestro entorno como Alemania, Francia o Reino Unido, siguió habiendo transmisión endémica del sarampión el año pasado. No así en España.
No, no hay evidencias de que las vacunas causen autismo
Como todos los fármacos, las vacunas pueden tener efectos secundarios que en la inmensa mayoría de los casos son leves (fiebre, hinchazón en la zona de la inyección) y se solucionan rápidamente. Para asegurar que las vacunas, además de eficaces, son seguras, pasan una serie de controles y pruebas antes de ser aprobadas.
Pero es habitual oír por parte del movimiento antivacunas el argumento de que las vacunas causan autismo dentro de sus efectos secundarios más graves. Ya hemos hablado de ello: no hay evidencias de que esto sea verdad. Es un viejo bulo que procede de un artículo publicado en 1998 y ya retirado en el que, por motivos económicos, el exmédico y cirujano Andrew Wakefield recogía una supuesta relación entre la vacuna de la triple vírica y un mayor riesgo de autismo. Ningún otro investigador consiguió replicar sus resultados, algo que es necesario en cualquier investigación científica.
Después se descubrió que Wakefield pretendía lucrarse del pánico creado a partir de sus revelaciones creando una empresa que realizase análisis médicos para procedimientos legales iniciados por todos aquellos padres convencidos de que las vacunas habían enfermado a sus hijos. Wakefield perdió su licencia médica y el artículo fue retirado, pero ya era tarde: el bulo tenía vida propia y sigue repitiéndose a día de hoy, aunque sigue sin tener evidencia científica ninguna en la que basarse.
Las vacunas son seguras y sus ingredientes no son tóxicos en las cantidades que contienen
Otro argumento habitual que utiliza el movimiento antivacunas y que se puede escuchar en el documental es que las vacunas contienen ingredientes tóxicos.
Como ya hemos dicho, las vacunas pasan exhaustivas fases de pruebas y controles antes de ser aprobadas, de forma que se pueda garantizar su seguridad. Aunque el riesgo nunca es nulo, como con cualquier otro medicamento, los beneficios de la vacunación superan esos posibles efectos secundarios.
En cuanto a los ingredientes que se utilizan en una vacuna, son seguros en las cantidades que se utilizan y son necesarios para garantizar su seguridad y estabilidad, de forma que no proliferen microorganismos y no se estropeen o pierdan eficacia con el tiempo.
Buscar la inmunidad de grupo frente al coronavirus es "un riesgo muy alto dada su mortalidad"
En el vídeo se puede oír el argumento de que la población sana no debería tomar medidas de prevención especial ya que el contacto con el virus ayudará a crear una inmunidad de grupo de forma que las personas más vulnerables se toparían con una versión debilitada del mismo.
La inmunidad de grupo o de rebaño es la protección de una determinada población ante una infección debido a la presencia de un elevado porcentaje de individuos inmunes. De forma natural, cuando se produce un brote, al avanzar la epidemia y aumentar el número de individuos inmunes, disminuye la probabilidad de contacto entre un susceptible y un infectado, hasta que llega un momento en el que se bloquea la transmisión del agente infeccioso.
Para conseguirla, se calcula que entre el 60 y el 70% de la población debe tener anticuerpos contra el patógeno en cuestión. Esto se puede intentar a través de la vacunación (y de hecho es lo habitual ya que hay individuos que no pueden vacunarse de algunas enfermedades por problemas inmunológicos, por ejemplo) pero en caso de la COVID-19, para la que todavía no hay vacuna, tendría que conseguirse por contacto directo con el virus.
Según explicaba la Sociedad Española de Inmunología a Maldita Ciencia en mayo: "Adquirir la inmunización padeciendo la enfermedad supone un riesgo muy importante para la población, si consideramos que aproximadamente el 20% de los infectados requieren ingreso hospitalario y que, de los ingresados, un 5% llegan a fallecer. Desafortunadamente, los tiempos de desarrollo y producción de una vacuna son largos y debemos esperar. Mientras tanto, se deben mantener las medidas de distanciamiento y confinamiento para evitar una infección que ha causado tanta mortalidad en apenas 4 meses".
Hay evidencias del efecto de la hidroxicloroquina en estudios in vitro pero no en humanos
En un momento del documental se mencionan algunos supuestos tratamientos de cura y prevención de la COVID-19. Uno de ellos es la hidroxicloroquina, un conocido tratamiento para la malaria que llenó titulares durante varias semanas, especialmente después de que Donald Trump tuitease que iba a "cambiar las reglas" de la medicina.
Tras algunos primeros estudios pequeños prometedores contra la enfermedad, la hidroxicloroquina entró en el megaestudio SOLIDARITY puesto en marcha por la OMS para investigar posibles medicamentos efectivos por la COVID. El 25 de mayo anunció que detenía esta línea de investigación, el 3 de junio que la retomaba y el 4 de julio que la suspendía definitivamente porque los resultados provisionales mostraban que la hidroxicloroquina produce “poca o ninguna reducción en la mortalidad de pacientes hospitalizados con COVID-19 en comparación con la atención estándar”.
En esta publicación del 2 de junio de la Agencia Española del Medicamento y el Producto Sanitario se explica que "la hidroxicloroquina se ha mostrado eficaz contra el SARS-CoV-2 en estudios in vitro pero todavía no hay evidencia científica solida sobre su eficacia contra la COVID-19 en humanos".
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Roger Solanas, experto en ensayos clínicos.
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