Este ha sido el verano más caluroso desde que hay registros no sólo en España, también en toda Europa. Junto a unas temperaturas inusualmente altas hemos sufrido una sequía que se ha extendido por todo el continente y, con el calor y la falta de lluvias, se han producido incendios forestales que han quemado cientos de miles de hectáreas. Estos fenómenos, que están relacionados directa o indirectamente con el cambio climático, han sido algunos de los principales temas informativos del verano. Cuando se habla mucho de un tema es muy habitual que aparezcan bulos relacionados con él en medio del debate público. Es lo que hemos visto en los últimos meses, un aumento de la desinformación relacionada con la crisis climática.
El negacionismo climático es un fenómeno que se ha estudiado en profundidad desde el mundo académico. Para empezar, el negacionismo se define, según este artículo publicado en el European Journal of Public Health, como “el empleo de argumentos retóricos para dar la apariencia de que hay un debate legítimo donde no lo hay”. En este caso, se trata de dar la impresión de que existe un debate científico en torno al cambio climático cuando el 97% de los científicos que lo han estudiado tienen claro que está sucediendo y está causado por el ser humano. Pero no todos los negacionismos climáticos son iguales. Este estudio publicado en la revista Global Environmental Change habla de dos tipos: el escepticismo epistemológico (niega que exista el cambio climático o que lo provoque el ser humano) y escepticismo sobre la respuesta (niega que las soluciones que se plantean vayan a funcionar).
Este verano, de lo que se ha hablado es de fenómenos relacionados con el cambio climático (olas de calor, sequía e incendios) y no tanto de medidas para frenarlo. Así que la desinformación que hemos visto entra, principalmente, en la primera categoría: negar el problema.
“Siempre ha hecho calor”: el poder de la anécdota y otro caso de ‘cherry picking’
Estos meses se ha repetido mucho la idea de que las olas de calor que se han producido este año no eran nada raro porque siempre ha hecho calor en verano. Se ha hablado de que se alcanzaron 52 grados en Zaragoza según The New York Times, 50 en algún punto de La Mancha según el semanario El Español o 46,6 grados en un mes de julio entre 1901 y 1930 según un viejo almanaque de la AEMET. En los tres casos, las publicaciones son reales pero no hay constancia de que la medición de la temperatura se haya hecho correctamente. De todos modos, aunque esas mediciones antiguas fueran correctas, que en el pasado haya habido picos de calor muy elevados, eso no significa que no se esté produciendo un calentamiento global. Hay que recordar que de lo que alertan los científicos es de la tendencia al alza de la temperatura media, no de momentos puntuales en los que haga mucho calor.
Como decimos, estas desinformaciones cuadran con la primera de las narrativas básicas del negacionismo que han identificado en este estudio publicado en Nature: el cambio climático no está pasando. La idea que se transmite en estas desinformaciones es que si siempre ha hecho calor, si en los años 50 las temperaturas eran incluso mayores que las que se registran ahora, no está sucediendo nada extraño con el clima. Se utiliza una de las tácticas del negacionismo que se describen en artículos como este: el “cherry picking”. ¿En qué consiste el “cherry picking”? Literalmente quiere decir “coger cerezas”. ¿Qué hacemos cuando cogemos cerezas? Escoger las mejores, las que están más maduras. Eso es lo que hacen los negacionistas con los datos. De toda la serie histórica de temperaturas, eligen las que les vienen bien, los picos de calor extremo, y los presentan como una prueba definitiva de que, pese a las olas de calor de este verano, no hay cambios importantes en la evolución del clima.
El investigador de la Universidad de Bristol Stephan Lewandowsky habla del poder de la anécdota para referirse a este tipo de tácticas que toman un hecho aislado para sacar conclusiones sobre la evolución del clima. Lewandowsky usa el ejemplo del senador estadounidense del Partido Republicano, James Inhofe, que en febrero de 2015 se presentó en el hemiciclo del Senado con una bola de nieve. Acababa de nevar en Washington y ese día hacía mucho frío, así que, según Inhofe, esa nieve demostraba que no había calentamiento global. Lewandowsky explica que Inhofe quería poner en duda la validez de un dato sobre el que se hablaba en aquel momento: que 2014 había sido el año más caluroso en Estados Unidos desde que había registros. La nevada no servía para probar que no se estaba produciendo el cambio climático. De hecho, el calentamiento siguió y todos los años entre 2015 y 2019 fueron aún más cálidos que 2014 en Estados Unidos. Pero la acción de Inhofe tenía la fuerza de una imagen inédita: un senador lanzando una bola de nieve en pleno Senado de Estados Unidos.
Otro elemento importante de las desinformaciones que hablan de que “siempre ha hecho calor” es que esa idea se repite varias veces con detalles diferentes. El efecto psicológico de las repeticiones sobre la credibilidad se ha estudiado en profundidad desde el mundo académico. Los investigadores han comprobado que, cuando se escucha muchas veces un argumento, de manera inconsciente, tendemos a creerlo más. Lo llaman el efecto de la “verdad ilusoria”. Cuando alguien escucha o lee algo a lo que ya está acostumbrado su cerebro lo procesa con más facilidad y esa comodidad hace que tenga más confianza en él. Los experimentos que se han realizado comprueban que “las afirmaciones repetidas se califican subjetivamente como más verdaderas que las afirmaciones nuevas comparables, aunque la repetición por sí sola no proporcione información probatoria nueva”.
El “cambio cromático”: una nueva teoría conspirativa
Esta serie de bulos señala que donde están pasando cosas extrañas no es en el clima sino en los mapas del tiempo que usan los canales de televisión. Las desinformaciones comparan los supuestos mapas antiguos de temperaturas con los que las cadenas televisivas usan en la actualidad. Los mapas que identifican como antiguos usan colores verdes u ocres mientras que los nuevos utilizan rojos intensos para representar temperaturas similares. El mensaje es que las televisiones han cambiado el tono de sus mapas meteorológicos para dar la sensación de que la situación es muy grave. Según estas desinformaciones, las temperaturas son muy parecidas a las del pasado pero ahora los medios quieren generar alarma en torno al clima. Durante el verano hemos visto ejemplos de este bulo sobre España, Alemania, Reino Unido, Suecia y Francia. Las comparativas no están bien hechas y manipulan la realidad porque los mapas muestran cosas diferentes y, por eso, usan colores distintos. Además, en algunos casos, hace años ya se utilizaban esos mismos tipos de mapas con los mismos códigos de colores. Incluso en algún caso se comparan mapas de cadenas de televisión diferentes. Hay varias narrativas y tácticas negacionistas relacionadas con esta serie de bulos.
La primera idea que transmiten es la misma que cuando se habla de que siempre ha hecho calor: el clima no está cambiando. En este caso, las temperaturas son similares a las de otros años pero los medios de comunicación han cambiado los colores para hacernos pensar que hay una situación extrema que, en realidad, no existe.
Pero en esta serie de bulos, se le da un papel central a los medios de comunicación. Tal y como lo cuentan los desinformadores, los medios estarían cambiando los colores de los mapas de forma voluntaria para poner en marcha un engaño masivo. Esta idea encaja con una de las tácticas que se atribuyen a los negacionistas climáticos: la de recurrir a las teorías de la conspiración. Los estudios que analizan cómo funcionan las teorías de la conspiración explican que es habitual poner a los medios de comunicación en el punto de mira. Se les presenta como cómplices de las élites que mueven los hilos de la conspiración. En el caso del negacionismo climático, incluso si no se les vincula directamente con una conspiración, se suele acusar a los medios de ser alarmistas sobre el cambio climático.
El recurso a las teorías de la conspiración por parte de los negacionistas climáticos tiene una razón. Necesitan dar una explicación a por qué la inmensa mayoría de los científicos asegura que se está produciendo un calentamiento global. Por eso, es habitual que hablen de una presunta conspiración dirigida por las élites que serían las que llevaban a los científicos a lanzar una alerta sobre algo que no estaría sucediendo.
Hay otra característica importante en las desinformaciones sobre el llamado “cambio cromático”. Este verano hemos visto en las redes sociales de España bulos muy similares que se refieren a, al menos, cinco países diferentes. La sensación que se produce es la de que el intento de engaño no es cosa de una cadena de televisión en un país sino que se trata de una acción internacional y eso alimenta la idea de que hay una conspiración a gran escala para hacernos pensar que el cambio climático es más grave de lo que realmente es.
Incendios y parques eólicos: el poder la imagen para traspasar fronteras y durar más
Este es un ejemplo del poder de la imagen para traspasar fronteras. El bulo asegura que algunos incendios forestales del verano han sido provocados para instalar parques eólicos en la zona quemada. Sin embargo, los molinos de viento ya se pueden instalar en áreas boscosas y un incendio no supondría ninguna ventaja. Pero, por un lado, el bulo desvincula los incendios del cambio climático y, por otro, recurre a una narrativa habitual del negacionismo climático: el ataque a las energías renovables.
En este bulo se usan dos imágenes comparadas. En una aparece un bosque en llamas con una fecha de 2017 y en la otra lo que parece ser la misma zona con un parque eólico y fechada en 2018. Esa comparativa ya te cuenta toda la historia que quieren transmitir los desinformadores y se entiende inmediatamente, de un solo vistazo. Este verano hemos visto que se utilizaba en España como si estuviera relacionada con la ola de incendios forestales que hemos sufrido. Pero, cuando en Maldita.es investigamos de dónde salían las imágenes, descubrimos que su origen era Grecia. Los fact checkers griegos lo desmintieron en 2018. Descubrieron que la zona del incendio estaba cerca pero no era la misma que la del parque eólico y, lo más importante, el parque eólico ya tenía licencia de construcción antes de que se produjera el incendio. Pero las imágenes comparadas cuentan una historia por sí mismas. La historia es falsa pero también es muy fácil de comprender para cualquiera que la vea, sea del país que sea. Por eso, es fácil que pase de un país a otro. Poco después de detectar esta imagen en España, los verificadores de Luxemburgo y los de Alemania también la desmintieron.
La desinformación que encontramos aquí está relacionada con dos de las categorías del trastorno de la información que define la experta en desinformación Claire Wardle en este artículo publicado en la revista Digital Journalism: el contenido manipulado (porque se usan dos imágenes reales para contar una historia que no es cierta) y el contexto falso (porque aunque son imágenes de Grecia de 2017, se han difundido como si fueran de España en 2022).
Es importante que la desinformación use una imagen porque, como ya hemos visto, facilita la comprensión en cualquier país, más allá del idioma, y que, por lo tanto, salte fronteras con agilidad. Pero también se han estudiado las peculiaridades que tienen las imágenes en la psicología de la desinformación. Por un lado, se ha comprobado que la desinformación visual viene "con una garantía implícita de estar más cerca de la verdad que otras formas de comunicación". Es decir, si vemos con nuestros propios ojos una imagen de un incendio y una imagen de un parque eólico situado supuestamente en la misma zona es más fácil que nos creamos la historia de los incendios provocados para poner molinos de viento que si alguien nos lo cuenta en un texto. Además, los bulos que utilizan imágenes tienen un impacto profundo y tienden a perdurar. Hay estudios que afirman que incluso cuando las personas se dan cuenta de la verdadera naturaleza de una falsificación, el impacto dañino de la desinformación en su percepción, memoria, emociones, puntos de vista y actitud hacia un tema puede persistir.
Cifras y estudios sacados de contexto para dudar del consenso científico
Este verano también hemos visto un vídeo lleno de cifras y referencias a estudios que, supuestamente, desmentían que se esté produciendo un calentamiento global. El vídeo incluye datos, gráficos y cita un estudio de la NASA para asegurar que hablar de emergencia climática es una gran exageración. Sin embargo, en realidad se trata de un ejemplo de “cherry picking”. Se eligen una serie de datos sacados de contexto para llegar a la conclusión de que apenas se están produciendo cambios en el clima.
Los datos dan sensación de precisión y las referencias a instituciones respetadas dan una imagen de solidez científica a la argumentación. Aunque el escenario que dibuja no es real, es probable que los espectadores que vean el vídeo no tengan la formación o el tiempo suficiente como para estudiar los datos en profundidad y valorarlos adecuadamente. De hecho, en Maldita.es necesitamos horas de trabajo y un extenso artículo para explicar todas sus inexactitudes.
El vídeo va presentando sus contenidos para dar la sensación de que existe evidencia científica que niega que se esté produciendo el cambio climático. Esta es una de las técnicas habituales del negacionismo: crear dudas sobre el consenso científico. Los académicos que han analizado estas tácticas sostienen que a los negacionistas ni siquiera les hace falta convencer al público. La clave de su estrategia es la duda. Para ellos es suficiente plantear preguntas que convenzan a los espectadores de que no hay consenso entre los científicos.
En este vídeo, para ganar credibilidad se usan referencias a una institución de prestigio como es la NASA. Es otro detalle importante. Las investigaciones sobre psicología de la comunicación explican que la fuente de información proporciona importantes señales sociales que influyen en la formación de creencias. Se ha descubierto que características de la fuente de información como la credibilidad, atractivo o estatus, influyen en la persuasión del mensaje.