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MALDITA CIENCIA

¿Tiene sentido hablar de vacunar al 100% de la población?

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Durante las últimas semanas, el proceso de vacunación avanza con más rapidez. A fecha de 16 de abril, un total de 9.002.054 personas (el 19% de la población) había recibido la primera dosis de alguna de las tres vacunas contra la COVID-19 disponibles en España y 3.328.701 (el 7% de la población) ha hecho lo propio con la pauta completa. Pero, ¿podemos especular sobre cuándo estará vacunado el 100% de la población? ¿Llegará un momento en el que todos los españoles hayan recibido el suero? 

No parece ser así, ya que hay personas y grupos que tardarán más en ser vacunados, y algunos que no se pueden vacunar por distintos motivos. Por ejemplo, por el momento, no se han hecho estudios en menores de 16 años, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) “no recomienda vacunar a niños menores de 16 años, incluso si pertenecen a un grupo de alto riesgo”. Y no es el único ejemplo.

Además, también debe considerarse a aquellas personas que no están dispuestas a que se les administre el fármaco (según los últimos datos del CIS, menos del 10%). 

Por qué no es adecuado hablar de vacunar al 100% de la población 

En primer lugar y por el momento, ni hay estudios de eficacia en determinados colectivos ni se cuenta con vacunas suficientes para la totalidad de la población. Pero es que además, “no es posible vacunar al 100% de una población porque hay situaciones en las que la vacunación no es recomendada o ni siquiera es posible”, señala a Maldita Ciencia Jesús Gil-Pulido, inmunólogo, divulgador y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. 

Gil-Pulido señala que las vacunas se administran a personas en quienes se sabe que no va a haber ningún efecto secundario indeseado, dentro de las propias limitaciones de los ensayos clínicos en fase III. “Por ejemplo, los fenómenos muy infrecuentes no pueden verse hasta la fase IV, en la que ya se ha administrado la vacuna o el medicamento a un grupo muy grande de personas”, recuerda.  

Esto quiere decir que, por el momento, no se deberían vacunar a aquellos grupos sobre los que actualmente no se tienen datos, puesto que no sabemos si en ellos, por sus características, la administración de la vacuna podría tener algún tipo de efecto no deseado. “Esto va a cambiar, por supuesto, a medida que se vayan haciendo más ensayos clínicos en estos grupos poblaciones”, afirma el experto.

Niños, embarazadas y personas alérgicas a los componentes de las vacunas

Un ejemplo son los menores: “actualmente las vacunas no se han probado en niños. Por lo tanto, es un grupo que inicialmente no se va a vacunar”, explica a Maldita Ciencia África González Fernández, catedrática de Inmunología del Centro de Investigaciones Biomédica, de la Universidad de Vigo (Galicia). 

Existen algunos ensayos con niños entre 6 y 18 años que están a la espera de resultados, pero no en neonatos y niños por debajo de esa edad. Además, se ha visto que los niños menores de 10 años no son un grupo especialmente vulnerable [a la COVID-19]: se infectan menos, contagian menos y desarrollan enfermedad leve o incluso de forma asintomática. Por ello, en palabras de González, deberían ser los últimos en vacunarse

Otro ejemplo serían las personas alérgicas a alguno de los componentes de las vacunas. “Hay quienes, por ser alérgicos a alguno de las sustancias de las vacunas, no pueden recibirla. Existen componentes comunes a varias de ellas (como el Polietilenglicol en la de Moderna y Pfizer y el polisorbato en la de AstraZeneca) que se sabe que pueden inducir reacción de anafilaxia en personas alérgicas a estos componentes”, recuerda González. 

Como ya explicamos en Maldita Ciencia, la vacunación no está contraindicada en personas con otras alergias, como las alimentarias, a animales, insectos, alérgenos del ambiente o látex. Tras la administración de la vacuna debe observarse cualquier posible reacción durante al menos 15 minutos.

Las vacunas tampoco se han probado en mujeres embarazadas. Según el Ministerio de Sanidad, “aunque no hay ninguna indicación de problemas de seguridad en la vacunación de embarazadas, no hay evidencia suficiente para recomendar su uso durante el embarazo. En términos generales, debe posponerse la vacunación de embarazadas hasta el final de la gestación”. Ahora bien, añade que, si la embarazada tiene alto riesgo de exposición o alto riesgo de complicaciones, puede valorarse la vacunación de manera individualizada. 

“A esto se unen grupos de personas en las que, por tener patologías previas o recibir determinados tratamientos, la vacunación puede no ser igual de efectiva, por lo que van a tener menor respuesta a las vacunas. Deben vacunarse, pero la protección que van a tener va a ser menor (inmunodeprimidos, trasplantados, en tratamiento inmunosupresor, etc.)”, añade González. 

Por su parte, Gil-Pulido incide en que “es importante destacar que la no administración de una vacuna a un grupo en particular depende del tipo de vacuna del que estamos hablando, ya que con la pandemia de COVID-19, ya nos hemos dado cuenta de que existen distintos tipos de vacunas (de ARNm, de vectores virales, etc.)”.

¿Hay previsiones de que esto cambie? 

En el caso de los alérgicos, se puede intentar emplear otra vacuna que no tenga los componentes que les desencadenan la alergia.

En el de las embarazadas, aunque los ensayos no incluyeron a este tipo de pacientes, en aquellos casos que se han vacunado por motivos de alto riesgo, o que estaban embarazadas al recibir la vacuna y no sabían aún que lo estaban, se ha visto que puede tener muchos beneficios. “La infección por COVID-19 en estos casos puede ser grave y la vacuna protegería no solo a la madre sino también al neonato (protección por anticuerpos maternos que atraviesan la placenta y que se mantienen durante 3-6 meses tras el nacimiento)”, explica la catedrática de inmunología.

La situación de los niños menores de 10 años es diferente. Si fuera un grupo de alto riesgo, tendría sentido vacunarles ahora mismo, pero la baja incidencia, menor contagio y transmisión y al ser en un gran porcentaje asintomáticos, no hacen se trate de un grupo especialmente vulnerable. 

“Si las vacunas protegieran durante muchos años (o incluso toda la vida), podría tener sentido vacunar a los niños: estaríamos protegiéndoles durante mucho tiempo. La existencia de nuevas variantes que pueden condicionar el tener que cambiar tal vez las vacunas en un futuro, creo que deben llevar a la prudencia en este colectivo e ir esperando a tener más datos”, opina González. Añade que es diferente en el grupo de 10 a 18 años: sí pueden contagiar como adultos, y ahora se están haciendo estudios con vacunas para ver su eficacia y seguridad. “Seguramente se incluirá en el futuro como grupo a vacunar”, añade la experta.

¿Es necesario que la totalidad de la población esté vacunada? 

Aunque no parece que vaya a ser posible que el 100% de la población vaya a recibir la vacuna, tampoco esto es imprescindible para reducir o acabar con el impacto de la pandemia. 

Es cierto que, para poner freno a la trasmisión del virus (y más tratándose de un virus respiratorio), cuanta más cantidad de gente esté vacunada, mejor. Sin embargo, aquí irrumpe en escena un concepto del que se ha hablado largo y tendido durante el último año, la inmunidad de grupo o de rebaño

Básicamente, nos viene a decir qué porcentaje de una población tiene que estar vacunado frente a un patógeno en particular para evitar su propagación y crear inmunidad precisamente en esas personas que no pueden vacunarse. 

Para entenderlo, Gil-Pulido propone imaginar un tanque de agua. Cuando no hay inmunidad de grupo, al tirar en él una piedra (un nuevo virus aparece), la onda expansiva (la propagación del virus) se extiende por todo el estanque. Sin embargo, si añadimos paredes u otros elementos en el estanque, al tirar esa misma piedra, la onda expansiva ya no se propaga por todas direcciones: se sigue propagando, sí, pero en menor medida. 

La inmunidad de grupo es variable. Al final, cada patógeno es capaz de infectar con mayor o menor facilidad a las personas. Por ejemplo, en el caso del sarampión, la inmunidad de grupo necesaria es del 95%; pero para la polio es del 80%

“Los cálculos que se habían hecho para este virus es de R de 3 (cada contagiado infectaría a tres personas) e inicialmente se estimaba que se necesitaba un 70% de protección, pero con las nuevas variantes más contagiosas, este porcentaje hay que ir incrementándolo. Si tuviéramos vacunados al 90% de la población, ya sería un éxito”, indica González.

Su conclusión: hay que seguir vacunando con la mayor rapidez posible, sobre todo a los grupos más vulnerables (personas mayores, enfermos crónicos) con todas las vacunas disponibles, que son muy seguras y eficaces.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Jesús Gil-Pulido, inmunólogo y divulgador.

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