Nos habéis preguntado por un vídeo que ha circulado en redes sociales en el que una supuesta doctora a la que se identifica como María Barrientos afirma que la COVID-19 sí tiene cura y que la vacuna contra esta enfermedad no ha sido investigada y provoca convulsiones, síndrome de Guillain-Barré, parálisis de Bell e incluso la muerte. Pero a día de hoy la enfermedad causada por el coronavirus no tiene cura. Además, las vacunas que se están administrando han pasado por múltiples fases de investigación antes de ser aprobadas y no hay pruebas de que provoquen dichos efectos secundarios.
Esta verificación ha sido realizada en el marco del proyecto #VACÚNAte que Maldita.es y la agencia de noticias Servimedia desarrollan contra la desinformación sobre las vacunas de la COVID-19 con el apoyo de Google News Initiative.
No es cierto que las vacunas contra la COVID-19 no hayan sido investigadas
Barrientos menciona que los pacientes que se pongan “vacunas nuevas que no están investigadas” corren el riesgo de morirse. “No hay que ponernos la vacuna del COVID: primero porque es una tecnología nueva nunca antes ocupada en humanos; segundo, ha sido elaborada rápidamente”. Esto es falso.
Aunque hasta la vacuna de Pfizer nunca se había aprobado una vacuna de ARN mensajero, estas vacunas han sido testadas en humanos antes de ser aprobadas y no son terapia genética ni afectan a nuestros genes. Además, se lleva décadas investigando con vacunas de ARN mensajero y se ha estudiado anteriormente para la gripe, el zika, la rabia y el citomegalovirus, tal y como explican los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).
Pero no todas las vacunas contra el coronavirus son de ARN mensajero. La rusa Sputnik V, que se está administrando en países como Argentina y México, es de vectores adenovirales humanos y usa un virus modificado para introducir material genético del virus. También es de este tipo la vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford. Este método se ha usado con anterioridad frente al virus del Ébola y del Zika. La vacuna china de Sinopharm, aprobada en Argentina y Perú, es una vacuna de virus inactivado. Este tipo de vacunas se utilizan desde hace más de un siglo. La vacuna contra la poliomielitis, la rabia y la hepatitis A usan esta tecnología.
Además, no es cierto que todas estas vacunas no hayan sido investigadas. En Maldita.es ya os hemos contado todas las fases de investigación por las que tiene que pasar una nueva vacuna antes de ser aprobada y cómo estas vacunas han pasado la necesaria fase III antes de ser aprobada y ahora se encuentran en la fase IV, llamada de farmacovigilancia, que todos los medicamentos pasan una vez aprobadas.
Por qué se han desarrollado tan rápido las vacunas contra el coronavirus
Barrientos también hace hincapié que la vacuna de la COVID-19 “ha sido elaborada rápidamente”. Es cierto que las primeras vacunas contra el coronavirus SARS-CoV-2 han tardado menos de un año en autorizarse desde que se notificó el primer caso de COVID-19 en China.
Para entender la situación, hay que tener en cuenta el contexto. Antes del coronavirus SARS-CoV-2, hubo candidatos de vacunas frente a otros dos coronavirus: el SARS-CoV que provocó el brote de SARS (síndrome respiratorio agudo severo) y el MERS-CoV causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS).
Un estudio escrito en octubre de 2020 concluye que “las lecciones biológicas y clínicas que aprendimos de las investigaciones sobre SARS-CoV y MERS-CoV, junto con la experiencia en el desarrollo de vacunas que obtuvimos de otras enfermedades, ya nos han guiado para encontrar múltiples soluciones candidatas prometedoras" a la vacuna contra el SARS-CoV-2.
Además, el desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 se ha acelerado en todo el mundo, comprimiendo en el tiempo su desarrollo al aplicar el conocimiento previo de producción de vacunas gracias a las ya existentes, según explica la Agencia Europea de Medicamentos (EMA). Mientras que las fases de desarrollo de vacunas suelen hacerse de forma consecutiva, en el caso de la COVID-19 se han hecho en gran medida de forma paralela.
La Administración de Medicamentos y Alimentos en Estados Unidos (FDA) explica que se coordinaron agencias gubernamentales, organismos internacionales, instituciones académicas, organizaciones sin fines de lucro y farmacéuticas “para priorizar y acelerar” el desarrollo de vacunas sin sacrificar "las normas científicas, la integridad del proceso de revisión de las vacunas o su seguridad". También ha habido más recursos para el desarrollo de estas vacunas, incluyendo inversiones con dinero público y de filantropía.
No existe un tratamiento específico para la COVID-19
En el vídeo, Barrientos también afirma que la COVID-19 tiene cura. No es cierto. En los últimos meses de crisis pandémica se han viralizado múltiples remedios falsos para curar esta enfermedad: desde el reiki al dióxido de cloro. Pero no hay evidencias de que ninguno de estos métodos funcionen.
La Organización Mundial de la Salud indica que no existe ningún medicamento autorizado para curar la COVID-19. Además, desmiente varios remedios falsos. Por ejemplo, indica que añadir pimiento picante a la sopa u otras comidas, beber metanol, etanol o lejía o los suplementos de vitaminas y minerales no previenen ni curan la COVID-19.
El Ministerio de Sanidad de España indica que no existe un tratamiento específico para la COVID-19, pero en algunos casos “se están empleando algunos antivirales y otros medicamentos que han demostrado cierta eficacia según algunos estudios”. Según este organismo, “sí existen muchas opciones terapéuticas para el control de sus síntomas, por lo que la asistencia sanitaria mejora el pronóstico”.
No hay pruebas de que las vacunas contra la COVID-19 causen convulsiones, parálisis de Bell o la muerte
La supuesta doctora también indica que la vacuna de la COVID-19 provoca convulsiones, parálisis de Bell, síndrome de Guillain-Barré o incluso la muerte. No hay pruebas de que sea así.
En las últimas semanas han circulado algunos contenidos que relacionan la vacuna de Pfizer y BioNTech con casos de la parálisis de Bell (un trastorno del nervio que controla el movimiento de los músculos de la cara).
Sin embargo, según la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), "no hay una base clara sobre la que concluir una relación causal" entre la vacuna y esta patología.
Tampoco hay pruebas de que las vacunas contra la COVID-19 causen convulsiones. Tal y como explicaban desde Pfizer a Maldita.es, los trastornos neuromusculares no se han identificado, hasta la fecha, como un efecto adverso de la vacuna.
La situación es similar con la vacuna de Moderna. Ni en los comunicados de la propia farmacéutica ni en el artículo publicado en la revista médica New England Journal of Medicine se describen las convulsiones como un efecto adverso registrado en los ensayos clínicos.
Los CDC indican que “no se han notificado casos del síndrome de Guillain-Barré tras la vacunación en las personas que participaron en los ensayos clínicos de la vacuna de ARNm contra la COVID-19”. Las vacunas de Moderna y de Pfizer son de ARN mensajero. Los CDC señalan que se notificó un caso de este síndrome entre los participantes de la vacuna de Johnson & Johnson pero también hubo un caso entre quienes recibieron placebo.
En el vídeo, Barrientos también menciona que la vacuna puede provocar mielitis transversa, una inflamación de la médula espinal. Esta afirmación proviene de los primeros ensayos publicados por la Universidad de Oxford y AstraZeneca en los que se recogían tres casos de personas afectadas por esta inflamación. Un comité independiente de expertos neurológicos determinó improbable que dos de estos casos tuvieran relación con la vacuna.
En cuanto al otro caso de mielitis transversa, se desconoce si está relacionado o no con la vacuna. Por ello, a día de hoy ni la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) ni la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) incluyen la mielitis transversa entre los efectos secundarios de la inyección de Oxford y AstraZeneca.
Tampoco hay evidencias de que las vacunas contra la COVID-19 puedan provocar la muerte. Jorge Carrillo, vocal de la Sociedad Española de Inmunología e investigador en irsiCAIXA, explicaba a Maldita Ciencia que "ninguna vacuna puede causar muerte de forma directa". Si esto es así, la vacuna nunca alcanzará el mercado.
Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos indican que a fecha del 22 de marzo de 2021 el sistema de notificación de reacciones adversas a las vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), que está administrado por los CDC y la Administración de Medicamentos y Alimentos en Estados Unidos (FDA), “no ha detectado patrones en la causa de la muerte que indiquen un problema de seguridad con las vacunas COVID-19”.
En Maldita.es ya hemos desmentido múltiples desinformaciones que indican que diferentes personas han muerto por recibir la vacuna de la COVID-19. Por ejemplo, no hay pruebas de que en Gibraltar hayan muerto 53 personas tras recibir la vacuna y no es cierto que en España haya habido 1.000 muertes por el mismo motivo.
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