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Por qué hay medicamentos que no podemos tomar 'con agua y de un trago'

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Curiosa esta pregunta que nos habéis planteado y que, muy probablemente, se haya cuestionado más de uno de quienes nos lee. Todos hemos puesto una mueca de asquete al meternos en la boca y dejar actuar determinados medicamentos, en este caso, los liofilizados orales (por ejemplo ejemplo, el ebastel), cuyo uso está así estipulado: tienes que esperar a que se disuelvan con la saliva. ¿Serían estos eficaces en caso de tragarlos como las pastillas a las que estamos más acostumbrados, con un trago de agua? Puede, pero estaríamos desperdiciando su principal ventaja y arriesgando su efectividad.

Para empezar, la liofilización oral “es una forma farmacéutica sólida que tiene como objetivo facilitar la administración de un medicamento mediante la disolución instantánea del mismo en la cavidad bucal, con la consiguiente deglución del contenido por vía oral”, como indica esta tesis doctoral defendida en la Universidad de Barcelona. Estos comprimidos, según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) se deben extraer justo antes de la toma y con las manos secas. Una vez extraído hay que colocarlo sobre la lengua, donde se disolverá rápidamente. Es decir, no es necesario ingerir agua u otro líquido.

Acerca de si este tipo de comprimidos se podría tomar de otra forma, el fabricante probablemente sea claro al respecto: no. “Yo haría caso”, recomienda a Maldita.es Salvador Bergoñón Fuster, profesor en el departamento de Farmacología de la Universidad de Barcelona y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. El Servicio Vasco de Salud indica que estos se podrían “disgregar en pequeñas cantidades de agua pudiendo quedar como partículas en suspensión". Ahora bien, en este caso, según Bergoñón, “la ingesta ha de ser inmediata”: “Si no, corremos el riesgo de que el principio activo se deteriore”.

“Realmente no pasaría nada si se toman con agua”, indica a Maldita.es Xosé María Torres Bouza, farmacéutico especialista en farmacia industrial y maldito que también nos ha prestado sus superpoderes. “Estos se van a disolver en la propia boca, a lo largo del esófago y en el estómago, en cuestión de segundos. De hecho en personas con problemas de boca seca se recomienda que enjuaguen previamente la boca con algo de agua”, añade.

Ahora bien, en opinión de Torres, dado que, en general, son productos algo más caros, si a alguien no le gusta el sabor o la textura, lo lógico sería recurrir a los comprimidos convencionales: “De lo contrario, estaríamos desperdiciando una tecnología punta más cara”.

Esto no solo ocurre con los comprimidos liofilizados, también con los masticables, los sublinguales, los efervescentes, etc... “La idea de que existan tantas alternativas para tomar los comprimidos orales es facilitar que el medicamento llegue al organismo y a los lugares de acción del mismo a los que tiene que llegar”, aclara Bergoñón.

Además, los comprimidos liofilizados “son sólo una parte de los comprimidos bucodispersables [comprimidos no recubiertos destinados a ser colocados en la boca, donde se dispersan rápidamente antes de ser tragados]”, matiza Torres. Estos, añade, están dirigidos fundamentalmente a personas con dificultades de deglución, como son niños, ancianos, enfermos de Parkinson, enfermos de sida, personas con discapacidad mental, etc.

Son distintas las causas por las que hay medicamentos que no se podrían administrar a través de un comprimido ‘normal (los ‘convencionales’, que se toman enteros con medio vaso de agua). “Hay algunos que, por ejemplo, nunca llegarían al lugar de acción, al ser degradados por el ácido del estómago o en otro de los múltiples pasos que implica la deglución y el paso de lo que ingerimos a través del sistema digestivo”, explica Bergoñón. Es por ello por lo que, en ese tipo de casos, interesa ‘proteger el medicamento’, “y la forma adecuada es añadirle una capa de recubrimiento que soporte el paso por el estómago”.

Otro motivo que explica el porqué de que existan tantos tipos de comprimidos lo tenemos en los sublinguales, en los que la idea no es que se deglute el fármaco, sino que se disuelva en el interior de la boca, debajo de la lengua, una zona muy irrigada que lleva el medicamento (evitando el paso por el estómago) al lugar de acción, como explica Bergoñón. En definitiva: “Que haya comprimidos de tantas formas tiene todo el sentido del mundo, ya que así conseguimos la adaptación al principio activo a administrar para que este se ‘presente al organismo’ de la forma más adecuada de cara a llegar al lugar de acción”.

Dicho todo esto, ¿qué ventaja y forma de uso corresponden a los comprimidos liofilizados? La idea, como indica el experto, es que se saquen del ‘blister’ en el momento de tomarlos y se coloquen directamente sobre la lengua. Esto facilita que, gracias al contacto con la saliva, liberen el principio activo y, a través de este líquido, lleguen a lugar de acción a través de la vía digestiva.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Salvador Bergoñón Fuster y Xosé María Torres Bouza.

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