Llega el final del mes de octubre y eso significa que celebramos Halloween. Sangre, cadáveres, payasos diabólicos, zombies… todos forman parte de los elementos propios de esta fiesta y de todos ellos os hemos hablado en Maldita.es. En esta ocasión, os contamos cómo los desinformadores se aprovechan de una de las emociones centrales de Halloween, el miedo, para intentar colártela.
Es común que en situaciones de alarma y emergencia social las desinformaciones se difundan a un ritmo mucho más alto. De hecho, en Maldita.es ya hemos explicado cómo debemos informarnos en los momentos de crisis para que no nos la cuelen (fiarse sólo de fuentes oficiales y no compartir en caso de duda es clave). Sin embargo, los desinformadores son conscientes de que la incertidumbre y el miedo se apoderan de nosotros en estas situaciones y lo aprovechan para que sus bulos lleguen más lejos y poder influir en la opinión pública.
Un ejemplo claro de ello ocurrió en mayo de este 2021, cuando se produjo una entrada masiva de miles de inmigrantes a Ceuta. En total, fueron 24 los bulos y las desinformaciones que identificamos en Maldita.es y que acusaban a estos migrantes de cometer agresiones, violaciones o asaltos a colegios y, como pudimos comprobar, la mayoría de estos bulos los difundieron perfiles creados a última hora que buscaban trolear suplantando a medios de comunicación.
Estos perfiles reconocían en sus mensajes que los tuits que difundían desinformando sobre los migrantes llegados a Ceuta sólo buscaban generar impacto y mentir, sin embargo, las publicaciones alcanzaron miles de retuits aprovechándose del miedo y la confusión que generó una situación ya por sí delicada.
Las catástrofes naturales, los accidentes y los desastres medioambientales son otras de las situaciones en las que las desinformaciones alcanzan una mayor difusión. En estos casos, los bulos, además de apelar a nuestro miedo, repercuten directamente en la salud de las personas. Tanto en la reciente erupción del volcán de Cumbre Vieja, en la isla de La Palma, como durante los incendios que se produjeron en Vigo en octubre de 2017, se difundió que no se podía beber agua del grifo en las zonas aledañas a la catástrofe ya que no era potable. Instituciones y organismos negaron rápidamente que estas afirmaciones fueran ciertas, pero muchas personas ya habían recibido el bulo.
En muchas ocasiones, se utilizan también los robos, las agresiones, las violaciones, las supuestas alertas policiales o los secuestros para generar miedo en la población y provocar que compartamos los contenidos, sea cual sea su formato (audios, imágenes o vídeos), para avisar a nuestros seres queridos sin saber realmente si esos avisos son ciertos o no. En Maldita.es, de hecho, hemos desmentido varias de estas supuestas alertas como que un hombre no había intentado engañar a varias chicas “echándoles líquido en la cara” y “metiéndolas en el coche” en Pinto y Leganés (Madrid), que no se denunciaron dos “intentos de raptos de niños” en el centro comercial Miramar de Fuengirola (Málaga) o la supuesta alerta de la Policía avisando de una banda llamada "Manitas Limpias".
¿Se comparten más los bulos que apelan a nuestro miedo?
Como decimos, las situaciones de crisis en las que el miedo es central las aprovechan los desinformadores conscientes de que sus mensajes llegan más lejos, pero ¿por qué ocurre esto? ¿Se comparten más las desinformaciones que apelan a nuestro miedo? Según los expertos que hemos consultado en Maldita.es, la difusión de bulos o desinformaciones está muy vinculada a las situaciones de crisis ya que puede ser una reacción normal ante la ansiedad, la falta de información y la ambigüedad que se suelen dar estas circunstancias.
Es decir, como explica a Maldita.es el psicólogo Ramón Nogueras, en una situación de incertidumbre, buscamos respuestas y, por tanto, somos más receptivos al emitir y compartir cualquier explicación sin comprobar su veracidad. “Nuestro cerebro está diseñado para encontrar patrones e intentar entender la situación, por lo que en un contexto de alerta y miedo es normal que se produzca más búsqueda de información y que esta se comparta más y con mayor rapidez”, señala, por su parte, Aurora Gómez, de Corio Psicología.
En este sentido, este estudio académico realizado en base a los contenidos que se difundieron en redes sociales tras los atentados de Boston en el año 2013 señala que las personas que viven situaciones de crisis, y por tanto de miedo, tratan de llenar los vacíos de información con sus propias versiones de la realidad y recalcan como un factor clave a la hora de difundir contenidos en momentos de incertidumbre las ganas de ayudar a los demás.
El impacto de las emociones en la difusión y creencia de los bulos
Las investigaciones académicas apuntan a la proximidad emocional como un factor clave en la búsqueda y difusión de contenidos online (independientemente de cuál sea su veracidad) durante una situación de crisis. Según los estudios realizados que investigan cómo se comparte la desinformación, aquellos contenidos que apelan a nuestro sentimientos terminan adquiriendo una mayor difusión.
Guido Corradi, profesor del departamento de Psicología de la Universidad Camilo José Cela (UCJC), remite a Maldita.es, en este sentido, a esta investigación que analiza la psicología de "las noticias falsas". En ella, se indica que los bulos suelen estar orientados a provocar conmoción, miedo o ira y que las personas que informan haber experimentado más emociones durante la investigación, son las que se mostraron más propensas a creer en las desinformaciones. "La clave está en no asumir maldad ni ignorancia en aquellos que difunden los bulos", puntualiza Corradi.
Concretamente en el contexto de la pandemia de la COVID-19, en el que el miedo ha jugado un papel relevante debido al temor sobre un virus, en ese momento, desconocido, una investigación de la Universidad de Texas y de la Católica del Sacro Cuore de Milán señala que el miedo a la COVID-19 se correlaciona directamente con creer en teorías pseudocientíficas.
Pero no sólo el miedo se encuentra entre las emociones que contribuyen a la difusión de los bulos. Este otro estudio académico realizado en Corea del Sur concluye que los participantes en la investigación que expresaron un mayor nivel de ira hacia la COVID-19 estimaron que los contenidos falsos sobre el virus eran científicamente más creíbles, lo que, indican, "generó un mayor grado de intercambio de afirmaciones erróneas".