La pandemia de SARS-Cov-2 ha resultado ser un caldo de cultivo para la desinformación y el 5G ha sido uno de los ingredientes principales. No hay ninguna evidencia científica para decir que el 5G no es seguro, a pesar de que desde antes de la pandemia ya existía una campaña contra él desde la pseudociencia. Pero como os contamos aquí, ni es malo para la salud ni el causante de la COVID-19.
La cuestión es que el 5G es, como bien indica su corto nombre, la quinta generación de una red de comunicaciones con la que hemos convivido durante más de tres décadas. Antes ya había 4G, 3G, 2G y frecuencias anteriores que nos hicieron posible llamar por teléfono, sin ir más lejos. Por tanto, ¿qué son las redes ‘G’ y cómo han surgido?
Redes de comunicación móvil que actúan en distintas frecuencias
Tranquilos, que aunque suene todo a chino vamos a ir pasito a pasito. Todo empieza cuando en los años 80 empiezan a popularizarse los sistemas de comunicaciones móviles en su primera fase. Para evitar que haya tropecientos protocolos en diferentes países, se usa uno englobado bajo el nombre Global System for Mobile Communications (sistema global para las comunicaciones móviles) o GSM. Aquí ya hablamos de 2G o segunda generación, cuyo servicio principal fue el de voz, según nos cuentan desde el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicaciones (COIT), y es cuando empieza a extenderse a gran parte de la población.
Con 3G comenzamos a utilizar servicios de datos, como el correo electrónico o la navegación web, y nos hacemos con smartphones. Con la 4G conseguimos banda ancha móvil y vemos vídeos en streaming y jugamos interactivamente. El 5G es simplemente el siguiente paso para lograr una conectividad más rápida y con más dispositivos a la vez.
Todo esto se consigue añadiendo distintas frecuencias a lo que se conoce como el “espectro radioeléctrico”, un recurso público y escaso, advierte el COIT. Se mide en Herzios (Hz), KiloHerzios (1.000 Hz) o MegaHerzios (1.000.000 Hz).
“La frecuencia es una característica que permite clasificar todos los campos electromagnéticos (además, a mayor frecuencia, mayor energía)”, explica Alberto Nájera, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha y vocal del Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS).
Desde las ondas de radio AM o FM, pasando por la televisión y la radiofrecuencia de móviles o wifis, pero también radiación visible (“sí, lo que ves con tus ojos es un campo electromagnético”, recuerda Nájera), ultravioletas y, ya por encima de todas ellas, radiación que sí que puede ser peligrosa y nociva: la ionizante, como los rayos X, o la radiación gamma, ambas capaces de ionizar átomos y moléculas.
Es por esto que las radiofrecuencias en las que se mueven las comunicaciones de nuestros móviles no supone un problema para nuestra salud, como ha detallado Nájera a nuestras compañeras de Maldita Ciencia en varias ocasiones.
¡Para qué tantas frecuencias!
Nos lo explica el ingeniero de telecomunicaciones Norman López-Manzanares, que nos ha prestado sus superpoderes: “Las frecuencias se agrupan en bandas y se asignan para su uso exclusivo a determinados servicios (canales de televisión, GSM, 3G, 4G, etc). Dentro de las bandas se hace un reparto para los diferentes usuarios. Por ejemplo, en GSM las frecuencias se reparten entre los diversos operadores para su uso exclusivo dentro del territorio nacional: cuantas más frecuencias te asignen, más posibilidad de desplegar servicios en cada zona”.
¿Recuerdas que en mitad de la pandemia de COVID-19 te contamos que se había paralizado la resintonización de la Televisión Digital Terrestre (TDT)? Ese proceso servía para que los canales de la tele “migrasen” a una frecuencia distinta y se hiciese hueco para introducir el 5G. Pero como ves, son varias conexiones inalámbricas las que conviven en el mismo “espacio”, por así decirlo.
“En España, el Cuadro Nacional de Atribución de Frecuencias asigna a cada banda de frecuencia un servicio o conjunto de servicios. Por ejemplo la banda que está entre 470 MHz y 694 MHz está asignada a la TDT. Las bandas centradas en las frecuencias de 900 MHz, 1800 MHz, 1900 MHz, 2100 MHz, 2600 MHz y 3600 MHz están asignados a los servicios de comunicación móvil, en sus diversas generaciones”, enumera el COIT.
¿Cómo llega esa radiofrecuencia a nuestros dispositivos?
Por norma general, la comunicación móvil funciona usando redes de comunicación fijas que se transmiten por cables de un punto a otro. El más próximo al usuario son las estaciones base o lo que comúnmente conocemos como “antenas”, que vemos encima de los edificios o desperdigadas por colinas y campos.
“Esas 'antenas' transmiten ondas radioeléctricas que viajan por el aire (por ello se llama interfaz aire) y son recibidas por los terminales de usuario, nuestros smartphones. De la misma manera nuestros smartphones transmiten vía ondas radioeléctricas a las estaciones base para intercambiar información (es decir, la voz y los datos) con la red”, explican desde el COIT.
Todas las frecuencias transmiten información, la diferencia está en cuál y cuánta
Lo que no podemos pedir es que con las exactas conexiones que llamábamos con un ‘zapatófono’, Netflix se cargue en un pestañeo de ojos o podamos hacer una videollamada con un familiar al otro lado del Atlántico (o ya puestos, retransmitir en vivo una manifestación anti mascarillas para que la vea todo Internet).
Cuantas más prestaciones tenga un dispositivo con algún tipo de conexión inalámbrica, mayor precisión tendrán que tener los equipos para computar más y más información. “Para poder resolver el cuello de botella o el embudo que se montaría en la ‘salida’ y ‘entrada’ de toda esa información a través de la red de telecomunicaciones, necesitamos que ésta tenga más capacidades y prestaciones”, resume Nájera.
El wifi y el bluetooth también son tecnologías inalámbricas pero no entran en la categoría de “telefonía móvil”, precisa López-Manzanares: “Se utilizan aprovechando bandas residuales que no se asignaron a servicios de telecomunicaciones por su baja calidad”. Si te fijas, estos servicios a cierta distancia dejan de funcionar. Y los móviles funcionan aprovechando muchas de esas bandas a la vez, recuerda Nájera.
Al final, los dispositivos van adaptando las nuevas tecnologías sin que estemos del todo al tanto, salvo cuando llega un momento en el que es imposible conectarse a una red 4G o 5G porque nuestro teléfono no está lo suficientemente actualizado.
¿Te suena ver en la barra superior de notificaciones de tu móvil un 3G o 4G? ¿Y que si te adentras en una zona con poca cobertura cambia a H o a E y no hay manera de que cargue la página web que estás mirando? No es más que el dispositivo indicando a qué red se está conectando, como recuerdan los expertos consultados. La ‘E’ se corresponde con el sistema EDGE, una evolución de la 2G al 3G, la ‘H’ con HSPA, la evolución de 3G a 4G.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Norman López-Manzanares.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 11/09/2020.
Primera fecha de publicación de este artículo: 11/09/2020