¡Ya ha llegado el viernes, malditas y malditos! Nos han encantado vuestras reacciones al consultorio de la semana pasada, en especial los que pillasteis la referencia al gran hit musical de las discotecas españolas en 2009. Esperamos que esta semana estemos a la altura para hablar del soliloquio, de estornudos y de bebes que se quitan los calcetines.
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Hablar solo en voz alta es un hábito común para muchas personas. ¿Puede llegar a ser preocupante?
Nos encantó escribir en su día sobre el monólogo interior, cómo funciona la manera de pensar, la comunicación intrapersonal y por qué nos cuesta tanto imaginar cómo piensan otros humanos. Ahora nos habéis consultado por el hábito de hablar en soledad en voz alta, el soliloquio, y si este puede llegar a ser preocupante.
En primer lugar debemos explicar que el soliloquio es una actividad usual y con bastantes beneficios. Este artículo en The Conversation de Paloma Mari-Beffa, profesora de Neuropsicología y Psicología Cognitiva de la Universidad de Bangor, explora en profundidad por qué hablar solo no es un síntoma de trastorno mental sino todo lo contrario. José Ángel Morales, doctor en Neurobiología del Departamento de Biología Celular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, nos confirma que hablar solo es “perfectamente normal y además es muy sano” cuando esa actividad es una reflexión, un pensamiento en alto, un “ordenar tus pensamientos o intenciones” o incluso “recrear una conversación con otra persona”.
Cristina Palmer, psicóloga y neuropsicóloga en el Hospital Infanta Sofía, explica a Maldita.es que el soliloquio “permite expresar emociones y sentimientos, es un hábito común e inconsciente que usamos como una forma de pensar en voz alta, sin esperar respuesta, o incluso como mecanismo de defensa para evitar la soledad”. “En niños es también muy frecuente, pueden llegar a tener amigos imaginarios”, agrega.
¿Hay algún momento en el que ese soliloquio se convierte en problemático? Según opina Morales, el problema aparece si ese pensamiento en voz alta “es consecuencia de que la persona que lo realiza está manteniendo una conversación con alguien que no existe, en cuyo caso ya forma parte de un trastorno mental”. Esto ocurre en algunos trastornos psicóticos, “en el que una persona aparentemente habla sola, pero realmente está manteniendo una conversación con personas o voces que se está imaginando que son reales”. “En este sentido, los soliloquios son síntoma de algunos casos de esquizofrenia”, apunta.
Este soliloquio patológico, apunta Palmer, se diferencia en el contexto y en el contenido del mismo: “Puede llamar la atención cuando es una conducta muy frecuente, cuando no se encuentran argumentos lógicos para explicar las circunstancias, cuando el soliloquio está fuera de contexto o cuando va acompañado de una conducta extraña”. Aun así, este tipo de soliloquio suele desaparecer “con el control farmacológico adecuado”, concluye la neuropsicóloga.
¿Por qué al estornudar (casi) todos cerramos los ojos?
‘¡Achís!’. Estornudar y cerrar los ojos es todo uno. Aunque esta reacción involuntaria es casi universal, hay personas que no lo hacen y se puede entrenar para mantenerlos abiertos. Lo podéis ver en el siguiente vídeo, con el que también desmentimos que cerrar los ojos al estornudar tenga el objetivo de evitar que se nos salgan de las órbitas, como parece preocupar a alguno que nos ha preguntado por ello.
El estornudo es un acto reflejo protector, y por lo tanto, involuntario, destinado a defender nuestras vías respiratorias. Para desencadenar el estornudo se tienen que activar varias vías nerviosas, todas ellas involuntarias, explica a Maldita.es José Ángel Morales, doctor en Neurobiología del Departamento de Biología Celular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. Al estornudar, la mucosa nasal aumenta su secreción y se produce una inspiración previa que potencia la posterior expulsión del aire con el propio estornudo.
Además, el paladar se eleva y el músculo constrictor superior de la faringe se contrae para que el tracto respiratorio inferior (la tráquea y los pulmones) se alejen de la nariz. El diafragma y los músculos abdominales también se contraen, y por último la nasofaringe (la parte superior de la garganta detrás de la nariz) se abre y expulsa el aire, explica Morales. Como consecuencia de este proceso ocurren otras acciones involuntarias como cerrar los ojos. Este cierre de los ojos está mediado por el sistema nervioso autónomo y es independiente de la voluntad de la persona, incide a Maldita.es Rubén Pulido, oftalmólogo y maldito que nos ha prestado sus superpoderes.
Pero hay personas que pueden estornudar con los ojos abiertos, aunque son muy pocas. Se debe a un fallo en ese control reflejo de cerrar los ojos, aclara el neurocientífico José Ángel Morales. En general, si quisiéramos estornudar con los ojos abiertos “tendríamos que esforzarnos y podríamos hacerlo, de hecho, pero nos costaría”, como se ve en el vídeo anterior. Es decir, podemos "reprimir el cierre de los párpados y estornudar con los ojos abiertos o semiabiertos con un esfuerzo variable", añade Pulido.
¿Por qué al mirar a una luz estornudamos?
Y ya que hablamos de estornudar, y antes de llegar al momento del cierre involuntario de los ojos, nos habéis preguntado por qué si miramos al sol directamente (algo que no debemos porque puede dañarnos la vista) o a una luz brillante artificial, eso puede provocar una serie de estornudos seguidos en algunas personas. Os explicamos los posibles mecanismos detrás de este reflejo tan involuntario como cerrar los ojos instantes después de estornudar (aunque lo cierto es que no se sabe mucho sobre el tema).
Resulta que este fenómeno tiene diversos nombres en la literatura científica: reflejo fótico de estornudo (RFE), reflejo solar de estornudo, reflejo lumínico de estornudo o incluso como síndrome ACHOO (síndrome de estornudos heliooftálmicos incoercibles autosómico dominante por sus siglas en inglés). Y, como decimos, no está claro por qué ocurre. Existen tres hipótesis sobre las razones neurofisiológicas detrás de estos estornudos reflejos.
La teoría de la sumación óptico-trigeminal propone que el estímulo de una luz persistente produce fotofobia y lo hace normalmente a través de dos vías de nuestro sistema nervioso. El estornudo fótico se podría producir si se estimula la rama maxilar del nervio trigémino, una de esas vías.
La teoría de la generalización parasimpática afirma que la activación simultánea de ramas parasimpáticas (la parte del sistema nervioso que favorece la relajación) vecinas por un solo estímulo, que sería la luz en este caso, genera el estornudo.
La tercera hipótesis es la de la hipersensibilidad ocular a la luz que supone la estimulación del nervio trigeminal intraorbitario por un aumento de la sensibilidad ocular a la luz.
A diferencia del cierre de los ojos tras estornudar, esta salida del aire a gran velocidad de nuestras narices (como verás, no existen sinónimos en el diccionario de la palabra estornudo) no es prácticamente universal. Se estima que en torno al 25% de la población estornuda cuando mira directamente a la luz.
¿Por qué los bebés tienen el hábito de quitarse los calcetines?
Calcetines fuera. Si tienes un bebé quizás haya entrado en una batalla sin cuartel que ríete tú de Sísifo: ponerle calcetines en sus piecitos para al poco quitárselos, y vuelta a empezar. El eterno retorno del que hablaba Nietzsche. Nos habéis preguntado a qué se debe esta costumbre de arrancarse esta prenda y si es beneficioso dejarles los pies al aire. En resumen: los bebés tienen pies muy sensibles y los calcetines les desconectan de su entorno y suelen sentirse incómodos con ellos puestos, por lo que es mejor que estén descalzos el máximo tiempo posible. Además, pueden interferir en su correcto desarrollo. Por ello, los expertos consultados explican que los calcetines deberían ser sólo un protector térmico cuando la temperatura es fresca.
“Estar descalzos no sólo les permiten descubrir esta parte de cuerpo, sino que además son un medio de aprendizaje y de desarrollo cognitivo porque les permite explorar un mundo de sensaciones a través de estímulos como la temperatura y la textura. Y también de desarrollo neurológico debido a que facilita la percepción espacial”, explica a Maldita.es Bibiana Pérez Ardanaz, especialista en Enfermería Pediátrica, profesora en el Departamento de Enfermería de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Málaga (UMA) y miembro de la Asociación Española de Enfermería Pediátrica (AEEP).
Para los bebés, la función de los pies y de las manos “es informar del mundo exterior”, aclara la enfermera pediátrica, y hasta los nueves meses de edad, "los niños tienen el doble de sensibilidad en los pies que en las manos. Los calcetines les quitan su forma de conectar con el entorno. Se sienten molestos”, señala la podóloga y también profesora en la UMA Ana Marchena Rodríguez a Maldita.es. Por eso, el calcetín debe ser sólo un protector térmico cuando sea necesario, pero nada más, opina Marchena.
Además, el calcetín y el ‘pelele’ (el pantalón enterizo que cubre los pies del bebé) pueden tener otros efectos negativos más allá de “aislar al bebé de una gran fuente de información que ayudará a su desarrollo en el gateo o a sus primeros pasos”, indica Marchena. Por la presión que se ejerce en sus uñas tan frágiles aún aumentan el riesgo de uñas clavadas en bebés.
“No podemos reprimir la sensibilidad táctil de los pies de los niños. El contacto con diferentes superficies favorece el desarrollo psicomotor”, incide también Bibiana Pérez. El pie del bebé debería estar libre porque en él hay mucho cartílago y grasa y, como dice la podóloga, “todo lo que comprima, aunque sea ligeramente, les resulta desagradable e intentan quitárselos ya que es conexión con el entorno. Si unos calcetines les resultan molestos, imaginad esos zapatitos de preandantes que imitan a los de los adultos. No son necesarios, y lo que es peor, son perjudiciales”.
Se ha observado que en los niños que andan habitualmente descalzos tienen los pies más anchos, menos deformidades en los pies y en los dedos y es especialmente influyente para una adecuada formación del arco plantar o puente. El andar descalzo reduce la prevalencia de las deformidades del pie plano y otras deformidades como los juanetes, añade Bibiana Pérez.
Continúa la enfermera pediátrica: “Estos niños descalzos tienen una mayor amplitud del movimiento y flexibilidad de los pies respecto a los niños calzados, por lo que tienen un mayor equilibrio y estabilidad que contribuirá a minimizar el riesgo de caídas. Y como andar descalzo también tiene beneficios sobre el desarrollo muscular en la zona del pie y del tobillo, estos niños están menos expuestos a sufrir lesiones derivadas de caídas o golpes”.
Es decir, el desarrollo del pie humano es crucial para el aprendizaje motor, ya que garantiza los requisitos básicos para la estabilidad de la marcha. Y este desarrollo óptimo del pie se produce en el entorno de los pies descalzos, resume Bibiana Pérez. Aunque esto no significa que deban estar descalzos en todo momento. En algunos casos y sobre algunas superficies, los zapatos protegen al pie de lesiones e infecciones, pero es importante elegir un calzado adecuado ya que pueden causar deformidad, debilidad y pérdida de movilidad, destaca la enfermera pediátrica.
En resumen, como señala Bibiana Pérez, para un desarrollo óptimo del pie y de sus estructuras óseas y musculares debemos fomentar que los niños caminen descalzos el mayor tiempo posible siempre y cuando las condiciones del suelo lo permitan: “Permitir que los bebés se sienten, gateen, y caminen por sí mismos y a su propio ritmo es la mejor manera de promover la coordinación y la habilidad para caminar”.
Antes de que os vayáis...
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En este artículo han colaborado con sus superpoderes José Ángel Morales-García y Rubén Pulido.
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