Aunque estas navidades las reuniones vayan a ser muy reducidas, hay una invitada que no necesita plato para sentarse en la mesa: la desinformación. Y si ésta siempre es un peligro, aún lo es más si hablamos de vacunas. Por si te ves en la situación de que los bulos sobre las vacunas contra la COVID-19 empiecen a circular a tu alrededor, aquí van las explicaciones que necesitas para entender por qué son mentiras y transmitírselo, con cariño, a tu familiar o conocido.
No, las vacunas contra la COVID-19 ni van a modificar tu ADN ni van a volverte transgénico
Algunas vacunas basan su funcionamiento en virus atenuados o desactivados y otras llevan una proteína de esos virus para que el cuerpo aprenda a reconocerlos y a defenderse de ellos. Las vacunas de ARN mensajero lo que hacen es introducir en nuestro cuerpo las instrucciones para que sea este quien genere la proteína del virus que el sistema inmunitario debe aprender a reconocer.
Hay quien teme que esto modifique nuestro ADN y "nos vuelva transgénicos" pero eso no es posible. Las moléculas de ARN interpretan las instrucciones del ADN y las llevan a los mecanismos celulares que deben cumplirlas. Al utilizar ARN mensajero se introduce una nueva instrucción pero no se modifica las que ya hay.
Además, las moléculas de ARN son muy frágiles y tras cumplir su función se degradan y desaparecen.
No, las vacunas contra la COVID-19 no contienen células ni tejidos de fetos abortados
Los virus que contienen las vacunas tradicionales se cultivan en células que pueden ser de origen animal o humano. Cuando se utilizan células humanas no se extraen de una persona cada vez que se necesitan células nuevas, sino que se utilizan lo que se llama líneas celulares: de unas células se cultivan otras, y de estas otras, y otras... Algunas de ellas son capaces de reproducirse un número ilimitado de veces: son las líneas celulares inmortalizadas.
En los años 60 se generaron dos líneas celulares inmortalizadas a partir de tejidos extraídos de dos fetos resultado de sendos abortos por motivos médicos (padecían graves enfermedades). Una de esas líneas celulares, llamada MRC-5, se ha empleado en la investigación de la vacuna desarrollada por AstraZeneca.
Esto es un debate muy delicado pero recuerda que ninguna célula que perteneciese a los fetos originalmente se ha empleado para estas investigaciones.
No, no hay ninguna evidencia de que las vacunas contra la COVID-19 causen esterilidad
Una de las estrategias de las vacunas contra la COVID-19 tiene que ver con una enzima llamada ACE2. Esta enzima está presente en tejidos de las vías respiratorias y forma parte del mecanismo que el coronavirus utiliza para entrar en esas células. Así que las vacunas tratan de encontrar una forma de impedir ese mecanismo. La enzima ACE2 se encuentra también en otras zonas del cuerpo, entre ellas los testículos. Por eso alguna gente asegura que la vacuna va a provocar esterilidad en masa.
No hay ninguna evidencia que apoye esta teoría. Aunque la vacuna se base en esa enzima eso no quiere decir que vaya a eliminarla o a inutilizarla. “Si una vacuna induce anticuerpos neutralizantes, éstos van a impedir la unión de la proteína de la espícula del virus a la ACE2 de las células", explica a Maldita Ciencia Sonia Zúñiga, investigadora de coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología. Además no hay ninguna mención a problemas de fecundidad como parte de los efectos secundarios de las vacunas en los informes sobre los ensayos clínicos que se han publicado hasta el momento ni tampoco se ha registrado como un posible síntoma o secuela de la COVID-19.
Datos, bulos y contexto sobre los efectos secundarios de las vacunas
Como ocurre con todos los medicamentos, las vacunas tienen efectos secundarios. En la mayoría de los casos estos son leves, transitorios y preferibles a padecer la enfermedad de la que protegen las vacunas, pero con las vacunas de la COVID algunos de ellos se han sacado de contexto y convertido en desinformación.
Es lo que ocurrió con el caso de una voluntaria del ensayo clínico de Pfizer cuyas falsas declaraciones sobre unos efectos secundarios "muy severos" no se correspondían con sus palabras. Según lo que contó sobre su caso, sufrió hinchazón en el brazo, náuseas, mareos y hasta 40 grados de fiebre. Al día siguiente se le había pasado todo excepto la hinchazón en el brazo. Ella nunca dijo que sus síntomas fueran "severos" ni "muy severos". Sin embargo, tener fiebre, marearse o que se te hinche el brazo son efectos secundarios normales, aunque no muy habituales, para cualquier vacuna.
Otro ejemplo es el de la reacción alérgica de dos personas cuando comenzó la vacunación en Reino Unido. Que una persona alérgica a algún componente de la vacuna desarrolle este tipo de reacción es un efecto secundario normal y esperable. En ese momento las autoridades médicas pidieron a todas las personas con un historial de "reacciones alérgicas significativas" que no acudiesen a vacunarse.
No todo lo que le ocurre a quien ha recibido la vacuna le ocurre porque ha recibido la vacuna
Una cosa que siempre hay que tener en cuenta es lo que ya explicamos aquí: correlación no implica causalidad. En este caso, si miles de personas prueban una vacuna es normal que a algunas de ellas les ocurran cosas negativas después, pero eso no quiere decir que eso sea culpa de la vacuna.
En ese mismo ensayo, el de Pfizer, cuatro participantes desarrollaron parálisis de Bell. Esto se ha convertido en algunos casos en afirmaciones de que fue la vacuna la que provocó esos casos, pero la verdad es que no hay ninguna prueba de que sea así. La parálisis de Bell es un trastorno transitorio que afecta a la movilidad de la cara y, según el informe y las estadísticas que conocemos, ocurrió entre los voluntarios del ensayo en la misma proporción que ocurre entre la población general.
Otro ejemplo es el de las 6 personas participantes en ese estudio que murieron durante su realización. Dos de ellas habían recibido la vacuna y 4 el placebo, y se trata de un porcentaje de fallecidos, 6 entre más de 43.200 voluntarios, que se corresponde con la tasa de fallecimientos de la población general. Eso no quiere decir que fuese a causa de la vacuna, algo de lo que de hecho no hay ninguna prueba.
No es cierto que tras recibir la vacuna rusa Sputnik V no se pueda beber alcohol en 2 meses
En comparación con otras desinformaciones, esta quizá sea la menos dañina (al fin y al cabo no beber es más salidable que beber), pero no deja de ser falso que las autoridades rusas hayan dicho que tras recibir la vacuna rusa Sputnik haya que pasar 56 días, unos 2 meses, sin beber nada del alcohol.
En realidad lo que han pedido es que quien la reciba no beba en los 3 días siguientes a cada dosis y que en los 42 días posteriores se reduzca el consumo de alcohol hasta límites razonables, ya que el exceso de alcohol interfiere en el desarrollo de la respuesta inmune que es precisamente lo que busca la vacunación. Tampoco se recomienda tomar medicamentos que supriman el sistema inmunológico en un plazo de 42 días mientras se establece la inmunidad al coronavirus.
Primera fecha de publicación de este artículo: 22/12/2020