Cueste (o haya costado) más o menos acostumbrarse, al salir de casa ya no solo comprobamos que no nos hemos olvidado del móvil, la cartera o monedero y las llaves. Y si no, en cuanto ponemos el primer pie en la calle, caemos en la cuenta: "¡Vaya! ¡La mascarilla!", y vuelta para dentro.
Como ya hemos contado en otras ocasiones en Maldita.es, quedarse en casa cuando sea posible, minimizar el número contactos y, en caso de tenerlos, que sea en exteriores y durante el menor tiempo posible hará menos probable que entremos en contacto con el SARS-CoV-2 y contagiarnos de COVID-19 o de contagiarlo, claro. También hemos explicado por qué, junto al resto de medidas, el uso de mascarilla reduce esta posibilidad, como han demostrado varios estudios científicos; y que, dependiendo de la actividad y situación cotidiana que realicemos, este también varía, según los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).
Los autores de este artículo, publicado en agosto de 2020 en la revista científica British Medical Journal, han elaborado una gráfica sobre cómo el riesgo de transmisión puede variar según el entorno, el nivel de ocupación, el tiempo de contacto y, una vez más, si se utiliza o no mascarilla. El periodista Eduardo Suárez ha compartido la imagen traducida en su cuenta de Twitter:
La mascarilla siempre reduce el riesgo
La primera distinción que establece la gráfica es si se usa o no mascarilla durante el desarrollo de cualquier actividad. Siempre que esta se utilice el riesgo será menor.
Dada esta premisa (recuerda ponerte la mascarilla y hacerlo bien), si el contacto es breve y en un espacio no muy transitado, el riesgo de contagio disminuye. También si estamos en silencio o hablamos en un tono de voz normal y si estamos en un sitio al aire libre o en un espacio cerrado pero bien ventilado.
El contacto prolongado, los sitios cerrados y hablar alto y gritar aumentan el riesgo
Por el contrario, si la actividad requiere un tiempo de contacto prolongado, en un lugar con mucha gente, el riesgo aumenta. Lo mismo sucede si gritamos o cantamos, ya que el aire que expulsamos puede impulsar las gotículas de saliva más lejos. Por último, la situación se complicará todavía más si estamos en un sitio cerrado y mal ventilado.
Sin embargo, estas no son las únicas condiciones que pueden influir en que entremos o no en contacto con el virus. Los autores del artículo inciden en que es posible que también deban tenerse en cuenta otros factores, como la carga viral o la susceptibilidad de las personas a la infección. "Toser o estornudar, incluso si es por una irritación o alergia en asintomáticos, también agravaría el riesgo de exposición en un espacio interior, independientemente de la ventilación", recuerdan.
Primera fecha de publicación de este artículo: 15/09/2020.