El youtuber Jordi Wild ha emitido un programa titulado “El gran debate sobre el cambio climático” en el que dos científicos intercambian posturas sobre la existencia o no de una emergencia climática. De un lado, Francisco Cacho, licenciado en Física, máster en Meteorología y meteorólogo en La Sexta, ha defendido que hay una emergencia; del otro lado, el licenciado en Biología y catedrático de Ecología en la Universidad de La Laguna José Ramón Arévalo ha defendido que el cambio climático humano existe pero que no se trata de una emergencia. Aportamos contexto y desmentidos sobre las afirmaciones producidas en el programa.
Consenso científico en torno al cambio climático humano: cómo sabemos que supera el 95%
“China emite muchísimo más”: la narrativa sobre la responsabilidad de la crisis climática
Contexto e información adicional sobre otros temas mencionados
Consenso científico en torno al cambio climático humano: cómo sabemos que supera el 95%
“Ese número mágico que habla el 90-96% del consenso dentro de la comunidad científica, en algún momento hablamos de cómo se fabricó (...) porque alguien tuvo que hacer las cuentas”, dice Arévalo. Al final del programa, indica que se basa en encuestas de editoriales científicas que preguntan de forma demasiado genérica para que sea imposible negarse: “¿Usted cree que hay cambio climático? Nadie va a decir que no a eso”.
Uno de los porcentajes más citados es el “97% de consenso”. Proviene de varios estudios de John Cook, investigador del Centro para el Cambio de Comportamiento de Melbourne y fundador de la web Skeptical Science. Por un lado, Cook y sus compañeros analizaron unos 12.000 resúmenes de artículos científicos publicados entre 1991 y 2011, de los que el 97% hablaban del ser humano como responsable del cambio climático. Por otro lado, entrevistaron a los autores de 2.412 de esos trabajos y observaron que cuanto más especialistas eran los autores en las ciencias del clima, más de acuerdo estaban con la responsabilidad humana.
Un trabajo de la Universidad de Cornell (Estados Unidos) analizó unos 3.000 estudios científicos revisados por pares publicados desde 2012 que evaluaban la responsabilidad del cambio climático. De ellos, 28 eran “implícitamente o explícitamente escépticos”, 845 lo respaldaban de forma implícita o explícita y el resto no cuestionaban la responsabilidad de la actividad humana. Concluyeron que el consenso científico sobre el cambio climático humano “excede el 99% de la literatura científica revisada por pares”.
Además de todo esto, hay que contar con el consenso explícito que manifiestan instituciones científicas como la NASA, la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia, las Academias Nacionales de Ciencias, Ingenierías y Medicina de Estados Unidos, el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático, la Academia Europea de Artes y Ciencias, el Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas y Berkeley Earth.
Relación entre temperatura y dióxido de carbono
Durante el programa se dice que la relación entre dióxido de carbono y temperatura está “un poco forzada”. Sin embargo, es bien conocido por la física que el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, como el metano o el óxido nitroso, tienen la capacidad de retener calor. Que el CO2 causa este efecto se conoce desde el siglo XIX y se ha medido directamente en laboratorios durante décadas, como muestra este repositorio científico.
En la atmósfera, esta correlación no se nota en periodos de tiempo relativamente cortos (años), pero sí es muy evidente a escalas temporales mayores (décadas), como explica este artículo de Skeptical Science.
Ampliando aún más el foco temporal, en algunos puntos del planeta se puede ver esta correlación de forma muy clara. Por ejemplo, esta reconstrucción de temperaturas y CO2 en la Antártida desde los últimos 800.000 hasta 1980 muestra cómo los momentos más cálidos y más fríos en ese lugar han coincidido con mayores y menores concentraciones de CO2, respectivamente.
Esto no significa que el CO2 u otros gases de efecto invernadero sean los únicos factores que pueden cambiar el clima de la Tierra a corto plazo. También influyen, por ejemplo, la cantidad de superficie blanca del planeta (los polos, Groenlandia, los glaciares…) porque determina la cantidad de radiación solar que este recibe y devuelve al espacio, o el océano, como explica el climatólogo Zeke Hausfather en Carbon Brief.
Relación entre aumento de temperaturas y actividad solar
Dentro de los argumentos sobre que la relación entre temperatura y CO2 “está un poco forzada”, se afirma que la temperatura global depende más bien con la actividad solar.
Primero, hay que aclarar que el Sol es la fuente principal de energía del sistema climático terrestre. “El clima de la Tierra, desde sus orígenes, no se entiende sin la radiación solar, base de la vida y del funcionamiento atmosférico”, indicaba a Maldita.es Jorge Olcina, presidente de la Asociación Española de Geografía.
Sin embargo, la radiación solar no es la causante del calentamiento global. Se sabe porque la cantidad de energía que recibe la Tierra por parte de esta estrella no ha aumentado en las últimas décadas, sino que muy al contrario, ha disminuido, según registros de la NASA. En paralelo, la temperatura media del planeta sí ha aumentado.
Otra razón es que, si el cambio climático estuviera realmente causado por el Sol, se esperaría un calentamiento de todas las capas de la atmósfera. Pero esto no ocurre. Según la explicación de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), los registros de satélites observan un calentamiento en la capa más cercana a la superficie (troposfera) y un enfriamiento de la capa superior (estratosfera).
La importancia del 0,04% de CO2 en la atmósfera
“La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera es del 0,04%. O sea, tiene 10.000 moléculas y cuatro de ellas son dióxido de carbono”, dice Arévalo en un momento del programa. Esto surge al indicar el CO2 en la atmósfera en porcentaje en lugar de en otra unidad estandarizada, las partes por millón (ppm).
Hablar de este valor en porcentaje puede ser desinformador, como explicaba Andrés González, doctor en Química Orgánica, explicaba a Maldita.es: “0,04% puede parecer un valor insignificante, prácticamente cero, que puede llevar a pensar que los efectos también son despreciables”. Además, lo importante para el clima no es cuánto porcentaje representa este gas en la atmósfera, sino cuánto ha aumentado su concentración en las últimas décadas. Esta concentración era de 285 ppm en 1850 (o un 0,029%), mientras que en marzo de 2024 es de 425 ppm (o un 0,043%).
Fuentes de emisión de metano
Francisco Cacho ha hablado del metano, diciendo que se piensa mucho en la ganadería pero que también se emite metano en las explotaciones de combustibles fósiles. Lo cierto es que cada vez conocemos más cuáles son las fuentes emisoras de este gas de efecto invernadero.
Entre las actividades humanas que emiten este gas están la producción y uso de combustibles fósiles, la agricultura, ganadería y gestión de residuos, que representan el 60% de las emisiones globales de metano, según Global Methane Budget. También existen emisores naturales, como pantanos, cuerpos de agua y fuentes geológicas, que representan el otro 40%.
El metano (CH4) tiene hasta 25 veces más potencial de calentamiento que el CO2 pero desaparece antes de la atmósfera, en unos 12 años frente a los cientos o mil años que puede permanecer el dióxido de carbono. Además, la presencia de metano en la atmósfera es mucho menor que la del CO2. En España, el metano representa el 14,4% de las emisiones de efecto invernadero frente al 79,8% que representa el CO2, según el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero.
Los impactos de un calentamiento global de 1,5 ºC
Arévalo dice que, si dentro de 100 años el planeta tiene 1,5 o 1,6 grados más, “eso no implicaría nada”. Se trata del principal objetivo del Acuerdo de París: “Mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC”.
El Grupo de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, siglas en inglés) preparó en 2018 un informe sobre lo que supondría este aumento de 1,5 ºC en la temperatura media mundial: aumento del riesgo de temperaturas extremas, de precipitaciones intensas y de sequías. También un riesgo considerable para la salud, la seguridad alimentaria, el suministro de agua y el crecimiento económico.
Por supuesto, todos estos impactos empeoran cuanto más aumente la temperatura media. También existen impactos que la comunidad científica considera que seguirán empeorando incluso limitando el calentamiento global (por ejemplo, la subida del nivel del mar) y que ya hay impactos irreversibles (como la pérdida de ecosistemas y especies).
La comparativa del cambio climático y el agujero de la capa de ozono como supuestas ‘modas alarmistas’
En un momento de la conversación sobre estudios climáticos, Arévalo recuerda el agujero de la capa de ozono y la preocupación social que rodeaba este problema. Es una narrativa que se utiliza cada cierto tiempo: que la crisis climática, igual que la capa de ozono, es otra “moda” alarmista que se olvidará en algún momento.
Pero el calentamiento global, como parte de la crisis climática, y el agujero de la capa de ozono son problemas distintos —con algunos puntos en común— para los que la reacción de la comunidad internacional ha sido muy diferente. Los países dejaron de producir las sustancias que agotan la capa de ozono, los gases clorofluorocarbonos (CFC), y esta capa está camino de recuperarse a mediados del siglo XXI. Pero actualmente se siguen quemando los combustibles fósiles que producen el calentamiento global.
Influencia del cambio climático en los incendios forestales
En un momento de la conversación en que se habla sobre incendios forestales, Cacho dice: “Yo creo que el cambio climático sí influye en los incendios”.
No se trata de una creencia, sino de un hecho. Aunque la crisis climática no es la única causa de los incendios forestales, sí aporta las condiciones para que estos ocurran y para que sean más graves, como olas de calor más intensas (de mayor temperatura, más extensión y más duración) y mayor estrés hídrico (las plantas están más secas y se queman con más facilidad).
El IPCC indica que desde 1980 hasta 2019 ha aumentado el riesgo de incendios forestales especialmente en Europa central, occidental y sur. También señala que con un calentamiento global de 1,5 ºC, el área quemada en Europa mediterránea podría aumentar un 50%.
Hay que matizar que, pese a este mayor riesgo, el área quemada en el sur de Europa ha disminuido ligeramente desde 1980, salvo en Portugal, debido en parte a que ahora existen mejores recursos para combatir el fuego. Sin embargo, la gravedad de los grandes incendios (los que queman más de 500 hectáreas) ha empeorado.
“China emite muchísimo más”: la narrativa sobre la responsabilidad de la crisis climática
En varios momentos del debate, Arévalo indica que China emite “muchísimos” más gases de efecto invernadero o dice que las políticas locales no van a tener impacto frente a lo que hacen países como “China, India y Rusia”.
Los tres países que emiten más gases de efecto invernadero cada año son, en este orden, China, Estados Unidos e India. Sin embargo, el aumento de la temperatura global se debe a las emisiones acumuladas históricamente, no únicamente las que se producen en un año. Si tomamos como referencia desde la época preindustrial, quienes más han contribuido a estas emisiones históricas son, por este orden, Estados Unidos, la Unión Europea y China.
También es un problema de perspectiva: Estados Unidos registra el doble de emisiones de CO₂ per cápita que China y parte de las emisiones del país asiático se deben a que fabrica los productos que consumen otros países.
Derribos de presas en España: una narrativa desinformadora
Haciendo estimaciones sobre mix energético para 2050, Arévalo menciona a la energía hidroeléctrica: “Las de presas, que aquí nos hemos encargado de quitarlas”.
Existe una narrativa que dice que en España se están derribando presas y embalses para “provocar” sequía. Es una desinformación. Lo que se está demoliendo en los cauces de los ríos son pequeñas barreras obsoletas, como azudes o presas pequeñas, que no embalsan agua ni tienen uso conocido o cuyo permiso ya ha caducado. Esto se hace para mitigar o evitar inundaciones, para preservar los ecosistemas de los ríos y porque es una obligación legal eliminar este tipo de construcciones si no tienen permiso.
También sabemos que es una desinformación porque, si realmente se estuvieran eliminando presas y embalses grandes, en España habría menos capacidad para acumular agua. Pero, en la España peninsular esta capacidad ha aumentado en la última década, en parte, por la construcción y ampliación de embalses.
Sobre embalses para uso hidroeléctrico, su capacidad también ha aumentado en la última década, según los datos del Boletín Hidrológico Semanal. En 2014, estos embalses podían generar hasta 22.215 gigavatios por hora (GWh) de energía, mientras que en 2024, pueden generar 23.011 GWh.
Contexto e información adicional sobre otros temas mencionados
En la conversación entre Jordi, Cacho y Arévalo se han mencionado algunos temas que no son el centro del debate ni tienen por qué ser desinformaciones, pero vemos interesante rescatar para quien quiera explorar más en profundidad y aportar más contexto:
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🌋 La erupción de Mauna Loa interrumpe los registros de CO₂ más importantes de la historia
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