“El precio de la luz será gratis casi todo el día”. Es algo que podemos leer en titulares algunas veces, cuando el Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE) marca un precio de cero euros, como ha pasado en varias ocasiones en marzo de 2024.
Este precio es relevante porque refleja a qué precio se compra y vende la electricidad en el mercado mayorista en cada hora y porque afecta a cuánto pagarán algunos consumidores (y a cuánto tienen que venderla quienes la producen). Pero esto no significa que la luz vaya a ser gratis para los consumidores.
Qué debe ocurrir para que el precio OMIE sea cero: mucha más oferta que demanda eléctrica
Juanjo Miralles, experto en tarifas eléctricas y asesoramiento energético y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, explica que el precio del mercado mayorista de electricidad es de cero euros “cuando la oferta es muy superior a la demanda”.
Esto ocurre cuando las renovables pueden cubrir fácilmente toda la electricidad que necesita el país, “cuando hace sol en todo el país o cuando hace mucho viento con una borrasca”, por ejemplo. También cuando la demanda energética es baja, “en los fines de semana, cuando los negocios y la industria no están trabajando”, o cuando las reservas de gas para generar electricidad están llenas, continúa Miralles. Lola Martínez, experta en mercado energético y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, añade a la ecuación el autoconsumo, que también ayuda a rebajar la demanda porque estos hogares no necesitan conseguir energía de su comercializadora, pues la tienen directamente disponible a través de sus paneles solares.
El mercado mayorista de electricidad determina el precio que cuesta la luz cada día para los grandes productores y consumidores. Este precio se determina para cada hora del día en base a la oferta y la demanda energética que exista a lo largo de 24 horas. La oferta la hacen las empresas que generan energía con diferentes tecnologías (por ejemplo, solar fotovoltaica, eólica, gas, nuclear…) y la demanda la establecen las empresas que compran esa energía y la venden a los consumidores (hogares, negocios, servicios…).
Una vez determinada la cantidad de energía que se necesita para una jornada concreta, las empresas que generan energía hacen sus ofertas y estas se ordenan de menor a mayor precio hasta que se cubra la demanda del día. El último precio es el más caro de la jornada y es el que acaba determinando cuánto cuesta la electricidad en el mercado para ese día, es el que casa la oferta con la demanda. Esto es lo que se denomina una fijación de precio marginalista.
Miralles explica este mercado haciendo un símil: “Imaginemos que tenemos que llenar un camión (demanda) con piedras (oferta). Primero entran las más baratas hasta que se agoten, luego las siguientes algo más caras hasta que se acaben. Si aún no hemos llenado el camión y la última piedra es de oro, todas las piedras del camión valen como el oro”.
Puedes ver el precio para cada hora en el portal de la OMIE, que recoge esta cifra para los mercados de la península ibérica (España y Portugal).
Hay tecnologías que generan electricidad de forma muy barata (las renovables) pero que dependen de condiciones no controlables (como el sol o el viento, que son intermitentes). También hay fuentes de energía que están siempre disponibles (combustibles fósiles) pero que son más caras para producir electricidad o incluso deben pagar por emitir gases de efecto invernadero (derechos de emisión). Todo esto afecta a cuánta energía se puede ofertar para cubrir la demanda.
Cero euros no significa gratis: el consumidor final sigue pagando otros costes de la electricidad
Tanto Martínez como Miralles destacan que aunque este mercado mayorista refleje precios de energía a cero euros, para el consumidor no es gratis. Hay conceptos de la factura que se siguen abonando: la potencia contratada, los peajes (gastos por usar la red de transporte y distribución de la electricidad), los cargos (precios para cubrir otros costes regulados, como la financiación de las renovables o el sobrecoste de producir energía fuera de la península ibérica) los impuestos (IVA e impuesto eléctrico) y el alquiler del contador.
También sucede que muchos consumidores están suscritos a una tarifa del mercado libre, la cual no se ve afectada por estas oscilaciones del precio OMIE. En estas tarifas, —la mayoría en los hogares españoles según la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC)— se acuerda un precio entre la comercializadora y el cliente para un periodo determinado, normalmente un año.
Quiénes se benefician de la energía a cero euros: PVPC y grandes consumidores
Quienes sí se benefician de los días de bajos precios son aquellos consumidores que tienen tarifas vinculadas al precio mayorista: las tarifas de precio voluntario para el pequeño consumidor (PVPC), reguladas por el Gobierno, y las tarifas indexadas. Las primeras están destinadas a pequeños negocios y hogares, especialmente a quienes tienen el bono social. Las segundas están disponibles para todo el mundo, pero Miralles indica que quienes suelen contratarlas son los grandes consumidores de electricidad: “Cadenas hoteleras, industrias, hipermercados y empresas electrointensivas (su facturación depende mucho del precio de la energía)”.
El PVPC (también llamada tarifa regulada o mercado regulado, para diferenciarla del mercado libre) calcula el precio para cada una de las 24 horas del día basándose en los precios del mercado mayorista. Si este registra cero euros, los consumidores del PVPC lo notarán en su factura, explican Miralles y Martínez. Hasta 2023, su precio dependía directamente de estos resultados. Desde el 1 de enero de 2024, también tiene en cuenta los precios a futuro: las comercializadoras estiman cuánto costará la energía los próximos meses y fijan una parte del PVPC. En 2024, el 75% de esta factura depende del precio OMIE y el 25%, de los precios a futuro, con la idea de que este porcentaje se equilibre en 2026.
Por su parte, las tarifas indexadas, explica Miralles, fijan el mismo precio que el del mercado mayorista. La comercializadora de electricidad acuerda con quien la contrata un fee (tasa, en inglés), “un valor que la comercializadora va a aplicar de margen [de negocio] a su consumidor”. “Este fee está ligado a una fórmula y es diferente para cada comercializadora. Puede ocurrir, por ejemplo, que una tarifa con un fee de un euro acabe siendo más cara que una tarifa con un fee de 15 euros”, detalla Miralles.
Otro beneficio que obtienen estas empresas con tarifa indexada es que no repercuten esta bajada de costes de la energía a los precios de sus productos. Miralles pone el ejemplo de los supermercados: “Cuando sube el precio de la luz, pueden subir el precio de sus alimentos. Pero cuando baja, esto no ocurre”.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes los malditos Juanjo Miralles y Lola Martínez.
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Este contenido ha sido elaborado con la metodología editorial independiente de Maldita.es y apoyado por Próxima Energía.