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Dudas y mitos sobre salud e infancia que hemos aclarado en Maldita Ciencia

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Aunque suene a perogrullada, el cuerpo de los niños no es como el de los adultos pero más pequeño. Los niños son seres en desarrollo y como tales, su organismo tiene diferencias que afectan a su salud, a cómo enferman y curan y a lo que puede ser un riesgo para ellos y no lo es, o no lo es tanto, para los adultos. Eso, unido a que los niños no siempre son capaces de expresar con claridad cómo se encuentran, lo que les duele o si están mejorando o empeorando, hace que haya muchas dudas relacionadas con su salud.

En Maldita Ciencia siempre os decimos que para casos concretos relacionados con una enfermedad, un diagnóstico o un tratamiento, las dudas siempre será mejor planteárselas a un profesional sanitario cualificado. Pero para dudas relacionadas con contenidos de ciencia y salud, aquí estamos para ayudaros, y estas son algunas de las que hemos resuelto relacionadas con los niños y su salud.

Qué nos dicen las evidencias sobre la relación entre la COVID-19 y los niños

Los niños se contagian tanto como los adultos, pero —en general— pasan la enfermedad de manera más leve y, sobre todo los de menos de diez años, la contagian menos. Es parte de lo aprendido acerca de los niños y la COVID-19 después de varios meses de pandemia, un periodo en que a menudo los pequeños, pese a la falta de evidencia, han sido considerados ‘supercontagiadores’.

El agosto de 2020 una nota de prensa que informaba de un resultado obtenido en EE UU anunciaba: “Investigadores del Hospital General de Massachusetts demuestran que los niños son transmisores silenciosos del virus (…)”. El titular fue recogido por medios de comunicación de todo el mundo y vinculado al riesgo de reabrir los colegios.

Pero el mensaje fue muy cuestionado por expertos: el trabajo, afirman, no ofrece evidencia alguna sobre capacidad de transmisión. En efecto, la nota de prensa fue corregida, y ahora resalta, sin más, el hallazgo de que los niños “tienen una alta carga viral a pesar de tener síntomas leves o ser asintomáticos”.

Qué son la enfermedad de Kawasaki y el síndrome de shock pediátrico y cuáles son sus síntomas

En un determinado momento de la pandemia comenzaron a circular alertas que relacionaban la infección con el SARS-CoV-2 con otras enfermedades pediátricas graves.

Una de ellas era la enfermedad de Kawasaki, de la que hablamos aquí. Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la enfermedad de Kawasaki es una enfermedad rara infantil que hace que se inflamen las paredes de los vasos sanguíneos en el cuerpo y que puede afectar cualquier tipo de vaso sanguíneo, incluidas las arterias, las venas y los capilares. Sus síntomas son:

  • Fiebre alta que dura más de cinco días.
  • Hinchazón de los ganglios linfáticos del cuello.
  • Picazón en la sección media y en la zona genital.
  • Labios rojos, secos y partidos y la lengua hinchada y enrojecida.
  • Palmas de las manos y las plantas de los pies rojas e hinchadas.
  • Ojos enrojecidos.

Aunque no puede prevenirse, las complicaciones posteriores son poco comunes y la mayoría de los niños que sufren la enfermedad se recuperan por completo, normalmente tras pocas semanas de haber mostrado los signos y síntomas. "Si tu hijo tiene fiebre que dura más de tres días, comunícate con el médico", es la recomendación de la Clínica Mayo. "También si tiene fiebre junto a cuatro o más de los síntomas", añade.

Otra de esas patologías fue el síndrome de shock tóxico pediátrico, del que también hablamos aquí. El síndrome de shock tóxico es una infección muy grave pero poco frecuente. Pueden padecerlo tanto adultos como niños, pero en niños ocurre con menos frecuencia. Es importante saber cómo prevenirla y a qué señales se debe estar atento ya que, con tratamiento inmediato, suele curarse. Algunos de los síntomas son los siguientes:

  • Fiebre elevada (al menos 38.8 °C).
  • Caída rápida de la tensión arterial (sensación de desfallecimiento).
  • Diarrea.
  • Dolor de cabeza.
  • Erupción en la piel, similar a una quemadura por sol.
  • Dolores musculares.

Otros signos también incluyen vómitos, confusión, debilidad, cansancio, orinar menos de lo habitual y tener sed.

La relación entre el crecimiento y la fiebre en los niños

Es una pregunta habitual que nos habéis hecho en muchas ocasiones: ¿qué relación hay exactamente entre la fiebre y el crecimiento de los niños? ¿Por qué después de un episodio de temperatura alta parecen haber dado un estirón? ¿Es la fiebre lo que les hace crecer o, por el contrario, es el crecimiento lo que hace que pasen unos días con la temperatura más alta de lo normal...?

"Esto es una percepción individual y no se produce cada vez que tienen fiebre pero detrás de esta apreciación hay algo de verdad", explica Gonzalo Oñoro, pediatra y uno de los autores del blog divulgativo Dos pediatras en casa.

La clave está en la acción de la hormona del crecimiento (GH por sus siglas en inglés), cuya producción puede aumentar durante los procesos febriles infantiles. "Es una hormona que se segrega principalmente durante las horas de sueño. Durante un proceso febril o infeccioso es normal que un niño duerma más horas de lo que lo hace habitualmente (la culpa es de las citoquinas, unas moléculas que el cuerpo segrega para combatir la infección, producen sueño) así que la secreción de la GH será mayor en estos periodos, lo que a la postre se traduce en un estirón", explica Oñoro. Podéis leer más sobre este tema aquí.

Uvas, ahogamientos y cómo prevenirlos

Según un estudio de la revista Nurs Child Young People, de 2017, las uvas consumidas enteras (con piel y con pepitas) son la tercera causa de asfixia relacionada con la comida en menores de cinco años. Otro estudio de la revista internacional de pediatría, Disease in Childhood, también publicó que “las muertes por asfixia son una de las principales causas de mortalidad infantil”, siendo las uvas uno de los alimentos más comunes. Aquí hablamos de este tema y qué hacer para evitar sustos

Gonzalo Oroño, pediatra en el centro de salud de Aravaca, en la Comunidad de Madrid, indica a Maldita Ciencia que “las uvas cumplen dos de los requisitos típicos de los alimentos que tienen una alta tasa de atragantamiento: que son redondas y que son fibrosas”

Por lo tanto, el pediatra señala que “a un niño pequeño cuando mastica un alimento redondo y todavía no ha entrenado mucho la masticación, le puede pasar que al morderlo le ruede dentro de la boca, no lo consiga masticar y al intentar tragárselo, no consiga que pase y se pueda asfixiar”. Además, explica Oroño, que a esto se añade el elemento de la piel de la uva, que es fibrosa, que puede hacer que un niño o incluso un adulto se atragante con más facilidad.

Lo preferible es que niños menores de cinco años no coman uvas y, si sus padres deciden dárselas, “que sean cortadas por la mitad”, explicaba en Twitter el pediatra Alberto García-Salido. La Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda no dar a los niños menores de 4-5 años de edad alimentos con los que podrían atragantarse e insiste en que cortemos los elementos redondos como las uvas, antes de dársela a un niño. 

Ir a la escuela infantil puede reforzar el sistema inmune de los niños (aunque el primer año enfermen más)

Al empezar a ir a la escuela, los niños entran en contacto con personas más allá de su círculo familiar y, con ello, con más patógenos que pueden causar enfermedades e infecciones. Por eso es habitual que los primeros meses de su vida escolar enfermen de vez en cuando. Nos preguntasteis si eso sirve a su vez para reforzar su sistema inmune. La respuesta es que sí, puede ocurrir.

Según las conclusiones de este estudio, es más probable que los niños que van a la escuela infantil enfermen de gastroenteritis aguda antes del primer año. Sin embargo, "la protección contra esta enfermedad persiste, al menos, hasta los 6 años", destacan los autores. Este otro estudio concluye que, mientras que asistir a la escuela infantil se asocia con un mayor número de resfriados durante el primer año, también lo hace con un menor número de casos durante los primeros años de colegio (hasta los 13 años), "presumiblemente a través de la inmunidad adquirida", barajan los autores.

No, comer mocos no previene enfermedades

Este bulo se originó en una web con consejos de medicina familiar y se refería a esta poco higiénica costumbre que tienen algunos niños. Pero es un bulo. Precisamente porque una función de los mocos es impedir la entrada de sustancias extrañas y bacterias a nuestro organismo NO deberíamos ingerirlos. No existe ningún estudio que recoja los supuestos efectos beneficiosos de esta peculiar práctica. Además, hurgarse en la nariz puede provocar hemorragias nasales graves, especialmente los niños. Puedes leer más aquí.

Niños y mascotas: cómo la convivencia afecta al sistema inmune

Nos preguntasteis cómo afecta al sistema inmune de los niños la convivencia de estos con mascotas, como perros y gatos. Lo cierto es que hay estudios que muestran que esta puede hacer que los bebés y niños, en el futuro, desarrollen menos alergias.

"El sistema inmunológico durante los primeros años de vida es inmaduro. Poco a poco se van formando las defensas", explica a Maldita Ciencia Margarida Castell Escuer, miembro de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) y catedrática de Fisiología en la facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la Universidad de Barcelona. "En general, vivir con mascotas tiene el papel de fomentar el desarrollo del sistema inmunitario", añade.

¿Es malo que niños y niñas se pinten las uñas?

Nos preguntasteis si es malo para la salud que los niños y niñas se pinten las uñas, por las sustancias químicas que llevan los pintauñas. Las expertas consultadas coinciden en que es mejor evitar esta práctica y, si se hace, que sea algo puntual.

La doctora Rita Rodrigues, dermatóloga del Grupo Pedro Jaén, afirma a Maldita Ciencia que la recomendación de los especialistas es que no se las pinten o lo hagan muy ocasionalmente. 

“El motivo es que las sustancias químicas presentes en los esmaltes de uñas pueden ocasionar alteraciones en las mismas como deshidratación, sequedad (descamación), alteración del color de la uña por el depósito de los pigmentos del esmalte, eccema irritativo por los productos para eliminar el esmalte e, incluso, eccema alérgico de contacto, entre otras complicaciones”, indica.


Primera fecha de publicación de este artículo: 18/02/2021

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