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MALDITA CIENCIA

Las afirmaciones falsas o sin evidencias científicas de Dolores Cahill en el programa americano The Highwire

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Nos habéis preguntado por una entrevista en el programa The Highwire Dolores Cahill. A lo largo de los 20 minutos que dura, la investigadora critica las directrices de los organismos políticos estadounidenses sobre el uso de la mascarilla y el confinamiento y amenaza con tomar acciones legales contra los responsables sanitarios que “están dejando morir” a la población en la epidemia por coronavirus.

Además, culpa a los medios de comunicación de estar ocultando un tratamiento preventivo y que podría funcionar contra la COVID-19 en base a vitaminas, hidroxicloroquina y zinc. Te contamos lo que sabemos sobre ello.

Dolores Cahill y Del Matthew Bigtree, defensores del movimiento anti-vacunas  

Dolores Cahill es bióloga y profesora en la facultad de medicina del University College de Dublín y presidenta del Irish Freedom Party, un partido político euroescéptico de extrema derecha en la República de Irlanda, lanzado el 8 de septiembre de 2018.

Por su parte, el presentador de The Highwire, el espacio televisivo americano que le da voz a Cahill en esta ocasión, es Del Matthew Bigtree, productor americano y defensor del colectivo anti-vacunas. Entre sus trabajos, es conocido el documental Vaxxed: Drom Cover-Up to Catastrophe (Vacunado: del encubrimiento a la catástrofe), de 2016, en el que se trata de establecer un vínculo entre las vacunas y el autismo en base a los estudios de Andrew Wakefield, un médico británico desacreditado sobre el que ya hablamos aquí.  

El uso de mascarilla sí reduce la posibilidad de contagio

La primera pregunta que el presentador plantea a Cahill es si las mascarillas realmente son efectivas para mantenernos sanos, a lo que esta contesta que, “si se tratase del ébola, sí, porque se transmite por el aire”, pero que el SARS-CoV-2 no se transmite por el aire, sino por gotículas que pueden caer en superficies, por lo que el uso de mascarilla no sería un método eficaz para frenar el contagio.

Como ya explicamos aquí, es cierto que, si una persona está contagiada de SARS-CoV-2, al toser, estornudar o hablar puede emitir gotas de saliva con la carga vírica suficiente para transmitir la infección. Al caer sobre objetos o superficies y dependiendo de las características de estos, el virus puede sobrevivir sobre ellos más o menos horas. Si nuestras manos entran en contacto con él al tocar una mesa, utilizar el pomo de una puerta o cualquier otro gesto habitual y al rato nos tocamos la cara, podemos contagiarnos. 

De ahí la importancia de las medidas de prevención: en primer lugar, mantener la distancia de seguridad interpersonal, para que, en el caso de expulsar gotículas, estas no lleguen a la gente de nuestro alrededor. Además, tratar de estornudar o toser en la parte interna del codo. Por otro lado, lavarnos las manos con agua y jabón, por si hubiésemos entrado en contacto con el virus, ya que este desintegra su capa de grasa y lo aniquila. En determinados casos, también es útil el uso de guantes, siempre que nos los pongamos, los utilicemos y retiremos de forma correcta. Entonces, ¿cómo puede ayudarnos el uso de la mascarilla?

Como ya te contamos aquí, las gotas de diámetro más pequeño pueden permanecer suspendidas en el aire (aerosoles) y, por consiguiente, es posible que las respiremos. Esto concluye estudios como este publicado en la revista Nature Medicine. La función de la mascarilla, además de impedir que la persona que tose o estornuda emita estas gotas, es filtrar las que quedan “flotando”, dependiendo del tipo que usemos, en el aire que inhalamos y el que exhalamos. Aquí te explicamos qué mascarilla es la más recomendable para cada colectivo y qué porcentaje de filtrado garantizan. 

La mascarilla no causa hipoxia ni estresa a tu sistema inmunitario 

Otra cosa que dice Cahill es que el uso de mascarilla puede producir hipoxia (falta de oxígeno en el organismo). Sin embargo, como ya explicamos aquí, no hay evidencias científicas que demuestren que su uso provoque a sus portadores una carencia de oxígeno.

Según explica María Elisa Calle, experta en Epidemiología y Salud Pública y profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, las mascarillas no son estancas: entra aire por los laterales y la parte superior y con ese aire entra el oxígeno y se elimina el dióxido de carbono. “Además, los tejidos utilizados dejan pasar el gas y el oxígeno es un gas [...]. Si fuera cierto [que causa hipoxia], los cirujanos que intervienen durante varias horas, estarían muertos y no solo cansados”, afirma Calle. “Una mascarilla funciona filtrando partículas, no gases. Para eso hacen falta dispositivos o máscaras antigas, no mascarillas”, aclara.

Otra de las afirmaciones que hace Cahill durante la conversación con Del Bigtree es que, "dado que la mascarilla te cubre y tienes menos oxígeno, “el sistema inmunitario se estresa” y “los virus latentes que están en tu cuerpo [...] reaparecerían”. “No solo tendrías más coronavirus, sino también otros virus latentes”, advierte. 

Sobre este tema ya hablamos en este otro artículo, donde explicábamos que, si bien no existen evidencias científicas que sugieran o demuestren que las mascarillas provoquen carencia de oxígeno, esta no podría ser la supuesta causa de una “disminución del sistema inmunitario”. 

"El uso esporádico [de mascarilla] que tienen que hacer los ciudadanos en desplazamientos en transportes públicos o en paseos callejeros, no significaría en sí mismo una actividad estresante”, explica a Maldita.es Alfredo Corell, profesor de Inmunología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid y miembro de la Sociedad Española de Inmunología. “Los sanitarios deben usar estas protecciones en sus trabajos profesionales diarios y de haber alguna relación entre su uso y el estrés (después de tantos años usándolas) estaría convenientemente documentada, y no se ha encontrado ninguna evidencia", concluye.

No hay evidencias de que la hidroxicloroquina sea un tratamiento eficaz y seguro contra la COVID-19

Cahill continúa diciendo que si los pacientes de riesgo hubieran tomado “una tableta preventiva de hidroxicloroquina cada dos semanas [...], no habrían tenido ningún síntoma”. 

A pesar de que hace unas semanas se propuso la hidroxicloroquina como un posible fármaco para tratar los síntomas de la COVID-19, con el transcurso de las semanas y los sucesivos avances y estudios científicos al respecto se ha ido descartando la recomendación de su uso en este tipo de pacientes. 

Ya el 22 de mayo, la revista The Lancet publicó los resultados del primer gran estudio (más de 96.000 participantes de 671 hospitales, 15.000 de los cuales tomaron hidroxicloroquina o cloroquina, ya fuese junto a antibióticos o sin ellos) que ofrece un análisis de la eficacia del fármaco para este fin. Son los propios autores quienes confirman no haber observado beneficio alguno de esta sustancia al administrarla de forma temprana tras el diagnóstico de COVID-19. De hecho, incluso llegaron a observar un aumento de arritmias cardíacas y mortalidad. 

Lejos de los prometedores resultados que se esperaban al comenzar a estudiar la repercusión del fármaco en pacientes infectados por el nuevo coronavirus, el 25 de mayo la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la pausa temporal en los ensayos con hidroxicloroquina mientras se examinan los datos de seguridad. 

Poco después volvió a retomarlos, pero el pasado 4 de julio anunció la suspensión de inmediato de los ensayos con hidroxicloroquina. Según explicó, los resultados provisionales muestran que produce “poca o ninguna reducción en la mortalidad de pacientes hospitalizados con COVID-19 en comparación con la atención estándar”. *

Tampoco las vitaminas son un tratamiento para la COVID-19 o pueden prevenir el contagio

Durante la entrevista, Cahill afirma que tomar vitaminas C y D, así como zinc, estimula el sistema inmunitario que, de esta manera, podría evitarse el contagio de coronavirus. Este es uno de sus argumentos para afirmar que, por lo tanto, ni la mascarilla ni el distanciamiento social serían necesarios. Según la investigadora, los medios de comunicación deberían haber informado de que lo oportuno era “tomar estos nutrientes en enero o febrero” y, en el caso de presentar síntomas “decir: si tenéis tos, podéis tomar hidroxicloroquina, acitromicina y zinc”.

Es cierto que los nutrientes de los que habla, las vitaminas, son importantes para el funcionamiento de nuestro organismo, pero en ningún caso se ha demostrado que “estimulen” nuestra respuesta inmune

Además, como ya te contábamos aquí y aquí, y según este informe de la OMS sobre la relación de la vitamina D con la prevención de infecciones respiratorias, "la suplementación con vitamina D para prevenir infecciones del tracto respiratorio no se hace de manera rutinaria. Para que esta intervención fuera efectiva, tendría que hacerse de forma continuada, antes de que empiece la infección respiratoria". Aquí indica que, por el momento, no hay evidencia de que ninguna medicina actual pueda prevenir o curar la enfermedad.  

Seguimos lejos de poder llegar a la inmunidad grupal

Tanto Cahill como Del Bigtree están de acuerdo en que las autoridades no le han declarado la guerra al virus, sino a la inmunidad de rebaño. Como ya explicábamos en este artículo, la inmunidad de grupo o de rebaño es la protección de una determinada población (al menos entre un 60 - 70% de ella) ante una infección debido a la presencia de un elevado porcentaje de individuos inmunes. 

De forma natural, cuando se produce un brote, al avanzar la epidemia y aumentar el número de individuos inmunes, disminuye la probabilidad de contacto entre un susceptible y un infectado, hasta que llega un momento en el que se bloquea la transmisión del agente infeccioso, según explica Nemesio Moreno Millán, médico especializado en medicina preventiva y técnico de salud en el Servicio de Atención Primaria de Santa Coloma de Gramanet (Barcelona) en un documento publicado por Asociación Española de Vacunología.

Según la Sociedad Española de Inmunología "adquirir la inmunización padeciendo la enfermedad supone un riesgo muy importante para la población, si consideramos que aproximadamente el 20% de los infectados requieren ingreso hospitalario y que un 5% llegan a fallecer”. Es decir, el número de fallecidos habría sido mucho mayor si la opción escogida hubiese sido la búsqueda de inmunidad grupal frente al confinamiento.

La vacuna contra la gripe no agudiza las reacciones adversas frente al coronavirus

Cahill afirma que en territorios como Wuhan o Lombardía hubo muchos más fallecidos por COVID-19 que en otros lugares porque había una gran tasa de vacunados contra la gripe. “No es que no hayan trabajado antes para desarrollar una vacuna, sino que en los estudios, cuando vacunaron modelos animales, estos animales cuando entraron en contacto de nuevo con el coronavirus desarrollaron una tormenta de citoquinas”, menciona la entrevistada. 

Además, hace referencia al mismo estudio del que habla la supuesta viróloga Judy Mikovits en el documental Plandemic, cuyas falsedades ya explicamos aquí. Por si fuera poco, Cahill confirma estar en todo momento de acuerdo con el discurso de Mikovits. 

En Maldita Ciencia ya os hemos hablado de este estudio, publicado en octubre de 2019. Para llevarlo a cabo se dividió en varios grupos a 6.120 trabajadores del Departamento de Defensa de Estados Unidos en función de si estaban vacunados contra la gripe en la temporada 2017-2018 y si dieron o no positivo en virus respiratorios, además de en otras categorías. El objetivo de esta investigación era "examinar la relación entre los virus respiratorios específicos y la vacunación contra la gripe" y así conocer si la vacunación contra la gripe podría influir en el riesgo de padecer otras enfermedades respiratorias (algo conocido como interferencia de virus).

Según los datos del estudio, hubo un aumento de las probabilidades de tener coronavirus (distintos del SARS-CoV-2 que provoca la COVID-19) y metapneumovirus humanos en los individuos que recibieron la vacuna contra la gripe. Para otros tipos de virus respiratorios no se encontró relación o el efecto era protector entre los vacunados contra la gripe.

Actualizado el 8 de julio con la decisión de la OMS de suspender los ensayos con hidroxicloroquina.

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