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MALDITA TECNOLOGÍA

Dentro de una app de videollamadas: horas y horas de contenidos explícitos “a medida” y a cambio de monedas virtuales

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Claves
  • Existen diferentes aplicaciones de videollamadas, como Candy Chat, Camstar o Suki. En ellas, cualquier interacción pasa por el pago en monedas virtuales y se premia el contenido sexualmente explícito creado “a medida” para el cliente
  • En Maldita.es hemos accedido como usuario a Candy Chat, la más popular en redes sociales y disponible también en las tiendas de aplicaciones, para analizar cómo funciona desde dentro y hemos recogido la experiencia de dos streamers 
  • Esta aplicación no tiene un control de acceso que bloquee la entrada de menores y solicita monedas virtuales para cualquier tipo de interacción con las streamers, incluidos los mensajes de texto
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Las aplicaciones de videollamadas son el espacio en el que las ‘modelos streamers’ y los usuarios y consumidores de estas apps se ven las caras con experiencias muy distintas. La modelo streamer creará contenido, a menudo sexualmente explícito, y el usuario lo consumirá en la aplicación. Hay diferentes aplicaciones disponibles pero su funcionamiento es similar: cualquier interacción pasa por el pago en monedas virtuales y se premia el contenido sexual creado “a medida” para el cliente. Cuanto más larga y personalizada sea esa interacción, mejor.

En Maldita.es nos centramos en el análisis y la experiencia dentro Candy Chat porque es la aplicación más popular en redes sociales y la única de las analizadas que se encuentra disponible en las tiendas de aplicaciones de Apple y Android. Además, hemos recopilado las experiencias de dos ‘modelos streamers’ en esta app y hemos podido comprobar su funcionamiento desde dentro como usuarios.

La experiencia de dos streamers en Candy Chat: ocho horas al día ofreciendo “todo lo que pide el cliente”

Sarai (nombre falso) cuenta a Maldita.es que actualmente trabaja en la aplicación de videollamadas Candy Chat y que vive de ello: “Ofrezco contenido para adultos, cariño. Soy streamer. Nos envía una captura del 5 de marzo para que veamos cuánto ha ganado. Se puede ver que ha acumulado 16.922 gemas –monedas virtuales con las que los usuarios pagan en la aplicación–, que hacen un total de 84,61 dólares. “Esto es lo que hago y más”, dice. Trabaja todos los días entre seis y ocho horas. Al preguntarle si lo que ofrece es contenido explícito señala que hace “lo que el cliente le pide”. Confiesa que, al principio, “le daba cosa”, pero ahora ha cambiado: “Lo que la gente diga de mí ya no me afecta. Estar sin dinero sí que me afecta”.

Fuente. Ganancias de la streamer.

Sarai explica que cada cliente le pide una cosa en cada videollamada: “Hay algunos que a veces me piden que haga pupú y que orine. Orinar sí que he orinado, pero pupú no”. Trata de simularlo frente a la cámara: “Lo que hago es poner una tela, uso cualquier cosa que tenga a mano. Ellos piden mucho el squirt –líquido transparente e inodoro que algunas mujeres pueden expulsar durante la excitación sexual– y uso leche. Leche, harina y lo pongo aguadito para que se lo crean. Todo es tratar de manejar al cliente”.

El caso de Yolanda (nombre falso) es diferente. Relata a Maldita.es que, durante una temporada, estuvo trabajando con Candy Chat todos los días desde las 9 de la mañana hasta las 8 de la noche. “Tenía todo el día la app abierta”, confiesa. 

Le dieron un número de WhatsApp con el que se comunicaba con su administradora, que le decía qué debía hacer. “Yo estoy en Perú, pero soy venezolana. No tengo cuenta bancaria, la que tengo es en Venezuela. Me decían que tranquila, que podría sacar el dinero por Binance”. Cuando llegó a la meta de 5.000 monedas su administradora dejó de contestarle. “Le escribía todos los días para preguntarle por el dinero y mientras seguía escribiendo a los usuarios para tener más monedas. Cuando quise sacar el dinero me dijeron que no sabían quién era mi administradora”, explica. Nunca le respondieron. Nunca cobró. “Me sentí estafada y bloqueé mi cuenta”, zanja.

La experiencia de un usuario en Candy Chat: monedas virtuales para cualquier interacción y cientos de mensajes en minutos

Entrar como invitado usuario a Candy Chat es muy sencillo. Solo hay que descargar la app e iniciar sesión. En un primer momento la propia aplicación nos crea un perfil con un nombre y una foto falsas y nos geolocaliza en España. Tendremos que marcar nuestras preferencias sexuales, aunque de forma predeterminada nos aparece “hombre que busca a mujer”. Antes de empezar a navegar, es necesario aceptar una serie de permisos para poder utilizar la aplicación, como activar el acceso a la cámara y el micrófono para las videollamadas o el acceso al contenido de nuestros álbumes de fotos.

Fuente. Registro en la app Candy Chat.

Segundos después de aceptar los permisos, empezamos a recibir mensajes y llamadas de streamers. Distintas chicas nos escriben desde sus perfiles para que podamos “conocernos”. Vemos su nombre, su supuesta edad, el país en el que residen y también una supuesta fotografía suya. A pesar de que recibimos sus mensajes, no podremos contestarles si no añadimos monedas a nuestro billetero virtual desde nuestras cuentas de App Store o Google Play.

Fuente. Interior de la aplicación Candy Chat.

Estas monedas virtuales serán las que los usuarios usen para pagar a las streamers a cambio de sus mensajes, vídeos, fotografías o llamadas, y que luego ellas cambiarán por dinero a través de Binance. Según una de estas agencias, Aymar Brisa Agency, una videollamada genera 40 monedas por minuto, una llamada de audio 20 monedas y un mensaje cuesta 3 monedas. Aymar Brisa Agency asegura que a través de esta aplicación se pueden facturar más de 400 dólares al mes. 

Fuente. Aymar Brisa Agency.

En los perfiles de las chicas vemos las imágenes, vídeos y audios que han publicado. Además, nos recuerdan las normas: la videollamada será pública durante los primeros 60 segundos –durante ese tiempo podrán verla el resto de usuarios– y después se volverá privada. En ese primer minuto no podrá emplearse “lenguaje ofensivo; pornográfico; desnudos; violencia; capturas o grabaciones de pantalla; contenido sangriento; menores de edad o acoso”. Si esto se produjera, las chicas pueden denunciar a los usuarios y la app bloqueará esos perfiles.

Hasta este punto, la aplicación no ha hecho ningún tipo de control de edad, de forma que no hay manera de impedir la presencia de menores en la plataforma –que además no cumple la normativa de desarrolladores de Apple y Android al ofrecer contenido sexual–. Cualquiera puede acceder como invitado y poner una edad, una foto y un nombre falso.

Los contenidos “hechos a medida” hacen que estas aplicaciones sean “más excitantes” para los usuarios, según los expertos consultados

La psicóloga, sexóloga y maldita Silvia Catalán explica a Maldita.es que lo que llama la atención de estas aplicaciones es que los vídeos o contenidos que reciben los usuarios están hechos a medida: “En una página porno los vídeos ya están hechos. Te pueden gustar más o menos, pero no son exactamente lo que tú pides”. Sin embargo, este tipo de plataformas ofrecen esa sexualidad, explícita o no, hecha para ti. “Hay una persona que está respondiendo a tus deseos y tus voluntades”, resalta. Estas aplicaciones, dice a Maldita.es el doctor en Sociología Liberto Carratalá, amplían el control que los hombres ejercen sobre la conducta de las mujeres streamers. “Es un rasgo característico de la dinámica misógina”, incide.

Estas apps, dice Catalán, fomentan que todos estemos más cerca de banalizar las relaciones o la exposición sexual. Las propias agencias, como Prima Donna, tratan de contrarrestar el impacto de esta tendencia justificando que ser streamer se enfoca en “conocer personas de cualquier parte del mundo y hacer amigos”. La experta, sin embargo, considera que es una estandarización del porno y la prostitución. Incide, además, en que si estos contenidos se empiezan a consumir desde muy jóvenes podría afectar a la forma en la que nos relacionamos. “Te relacionas de forma artificial. Pagas dinero para que esa persona te responda de una manera concreta. Acabas desvirtuando esa idea de relación social”, explica.

Ambos señalan que “la democratización” de estas plataformas hace que su acceso, tanto para consumirlas como para trabajar en ellas, sea más fácil. Carratalá resalta que mejorar la accesibilidad a este tipo de contenidos “facilita el incremento de la demanda”, lo que hace que “crezca la oferta debido a su rentabilidad”. Muchas chicas deciden trabajar como streamers. Una decisión que, según Carratalá, viene motivada por el contexto social: “Utilizan su cuerpo como un medio para lograr las metas culturalmente establecidas. Es la alternativa cuando una persona no tiene a su disposición los medios socialmente aceptados”. El sociólogo incide en el impacto que podría tener que los vídeos de las streamers se filtrarán fuera de la app: “Hablamos de un estigma social. Puede ser señalada, excluida o acosada. Hay casos, incluso, en los que la mujer podría ser víctima de chantaje, de violaciones y de maltrato, entre otros perjuicios”.

 

Metodología

Las ‘otras’ streamers: una promesa de trabajo, dinero e independencia que termina en videollamadas sexuales es una investigación de Maldita.es sobre la promoción en redes de las aplicaciones de videollamadas: plataformas de mensajería en las que las llamadas ‘modelos streamers’ tienen la misión de mantener conectados durante horas a usuarios que pagan por un contenido, en ocasiones, sexualmente explícito. 

Explicamos cómo funciona el proceso de captación desde cientos de perfiles de “agencias de streamers” en redes sociales, perfiles que gestionan los pagos en criptomonedas que reciben chicas de todo el mundo bajo la esperanza de un “cambio de vida”. Además, analizamos con ayuda de expertos los riesgos que plantea esta actividad desde el punto de vista de la ciberseguridad, los controles de edad y contenidos, así como el impacto del uso de estas apps para los usuarios y las propias streamers.

Maldita.es ha abordado en esta investigación el fenómeno de las aplicaciones de videollamadas desde diferentes ángulos: 

  • En un primer momento, hemos contactado a tres agencias de streamers diferentes para solicitar información como posibles chicas interesadas en primera persona. A través de los canales de Telegram fijados en sus cuentas de Instagram, hemos contactado con tres administradoras, las mujeres encargadas de gestionar el contacto entre la streamer, la agencia y la aplicación de videollamadas. Estas mujeres nos han ofrecido información sobre el trabajo de modelo streamer. No nos han solicitado información personal, más allá del nombre y de que superáramos la mayoría de edad, aunque no se ha comprobado que ninguno de estos datos fuera real a través de nuestro documento de identidad. En los tres casos, se han pasado todos los filtros y las administradoras estaban dispuestas a darnos de alta como modelos streamer. Un punto al que no hemos llegado. 
  • Maldita.es ha contactado con las responsables de dos agencias de streamers: Lollypop’s Agency y Candy Agency. Se les ha solicitado información para un reportaje y ambas han accedido explicando cuál es el funcionamiento de sus respectivas agencias, cuántas trabajadoras tienen o cómo se constituyeron.
  • Maldita.es también ha contactado, además, con dos mujeres que trabajaron como modelos streamer para saber en qué consistía su rol, qué información tenían antes de empezar, cuánto ganaban o cómo llegaron a ser streamers
  • Para tratar de recabar la máxima información sobre esta tendencia, Maldita.es ha accedido como usuario a una de las apps de videollamadas, concretamente a Candy Chat.
  • Con ayuda de un experto en ciberseguridad, hemos analizado el funcionamiento de esta aplicación. El objetivo ha sido conocer cómo funciona esta app desde dentro. Hemos creado un perfil y hemos tratado de contactar con las streamers, pero no hemos podido completar la experiencia. Hemos recibido llamadas y mensajes de streamers, pero no hemos podido contestar ni realizar videollamadas ya que se requería incluir fondos en la aplicación.

Esta investigación ha contado con la ayuda de diferentes personas expertas y malditos que nos han prestado sus superpoderes, gracias a quienes hemos podido abordar diferentes perspectivas y materias. Entre los malditos y malditas, han colaborado José Antonio Rodríguez, periodista y analista; José Luis Albi, especialista en marketing digital y social media; Silvia Catalán, psicóloga y sexóloga; Jorge Louzao, experto en ciberseguridad; y Miguel Vieito, jurista e investigador en Derecho. También hemos contado con la ayuda de expertos y expertas como Juanan Salmerón, abogado laboralista; Adrián Todoli, doctor en Derecho; Liberto Carratalá, doctor en Sociología; Laura Dávara, experta en Derecho Digital; y Borja Adsuara, experto en Derecho Digital, así como de la Asociación Diaconía España

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