Con la llegada de los teléfonos inteligentes y los ordenadores, editar o retocar una fotografía se volvió una tarea común y fácil de llevar a cabo: quitar las imperfecciones, aplicar un filtro para hacer más viva la imagen o incluso modificar los rasgos faciales de una persona son cosas que pueden hacerse sin tener que usar un programa complejo como Photoshop. La cuestión es que no es lo mismo editar una foto para cambiar ciertos aspectos de la misma que hablar de un deepfake y, sin embargo, sigue habiendo mucha confusión sobre las diferencias entre este concepto y una imagen manipulada.
La clave, esencialmente, está en que hablemos de imágenes fijas o en movimiento y que se hayan usado determinadas técnicas para hacer la edición. Graciela Padilla, profesora de Periodismo y Nuevos Medios en la Universidad Complutense de Madrid, explica a Maldita.es que una imagen manipulada “suele referirse a una imagen fija, cuyo resultado, tras manipularla creíblemente, siempre será un fotograma fijo”. “Tenemos manipulación fotográfica desde que existe la fotografía y el cine, pues nació con una sencilla tijera: recorto el fotograma, quito lo que no quiero, lo pego sobre otro fotograma y creo un fotograma nuevo”, ejemplifica Padilla.
Los deepfakes son imágenes en movimiento que alteran la cara y la voz de una persona
Los deepfakes, sin embargo, son vídeos reales manipulados digitalmente con el objetivo de crear imágenes falsas que sean igual de realistas. Básicamente, usan redes neuronales que han sido entrenadas para aprender los gestos, las expresiones faciales y las voces de determinadas personas, que luego utilizan para generar los vídeos en los que aparecen dichas personas hablando y actuando, tal y como os explicamos a fondo en Maldita.es.
Uno de los mejores ejemplos y más conocidos en España de esta técnica es el deepfake que realizó la cervecera Cruzcampo para uno de sus anuncios. En el spot aparece Lola Flores, fallecida en 1995, diciendo unas frases que nunca llegó a pronunciar en vida. Como explican en el making of, para crearlo nutrieron a la red neuronal de miles de intervenciones y vídeos de la artista, y a partir de la grabación de una actriz, fueron capaces de sustituir su cara por la de Flores y adaptar su voz a la de la cantante.
“El problema del deepfake es que no hablamos de foto fija, sino de una imagen viva, en movimiento: esa profundidad nos conduce a una mentira tan honda y tan bien hecha que es difícil de detectar”, analiza Graciela Padilla. La especialista advierte que ”los programas de deepfake permiten pegar una foto cualquier sobre otro rostro en un vídeo, y cambiarle la identidad, darle volumen, darle voz y darle vida, con un resultado tan exacto y tan verosímil que el receptor no tiene dudas de que ese vídeo es real, con todos los peligros y perversiones que esto puede entrañar”.
Un deepfake tampoco es lo mismo que una imagen generada por ordenador (Computer-Generated Imagery, en inglés), que es la tecnología que permite, por ejemplo, crear escenas o mundos que directamente no existen para series o películas. Podemos pensar en el universo de Harry Potter o de El Señor de los Anillos, pero no se limita sólo a la fantasía o a la ciencia ficción: se puede emplear para generar cualquier elemento en escenas y así evitar riesgos durante el rodaje o ahorrar elementos costosos en la realidad.
Padilla hace hincapié en la diferencia “porque las imágenes generadas por ordenador (CGI) suelen utilizarse para crear desde cero algo que normalmente no existe, que es 100% artificial”. “Aunque nos ‘creamos’ esas imágenes, no cuadra del todo con nuestra realidad, mientras que el peligro del deepfake lo vemos como tangible, posible y probable”, explica.
Una imagen manipulada puede usar técnicas simples y burdas
Como decíamos al principio, hay una diferencia clave y es el movimiento: una foto manipulada para que una persona parezca otra no indica que sea un deepfake. En Maldita.es señalamos algunas claves para identificar imágenes manipuladas, ya que es una técnica muy utilizada por los desinformadores. Un ejemplo es la manipulación de imágenes para hacer creer que mujeres de varios presidentes y expresidentes son en realidad transexuales, algo que hemos desmentido en varias ocasiones.
Por tanto, no debemos pensar cuando leemos medios de comunicación y vemos publicaciones en redes sociales que cualquier imagen manipulada es un deepfake. La edición de imágenes es una técnica común y accesible para el público que genera mucha desinformación. Los deepfakes, sin embargo, se refieren a imágenes en movimiento que han sido alteradas mediante tecnologías digitales, posiblemente basadas en inteligencia artificial, que consiguen modificar la apariencia física e incluso la voz de las personas a las que se imita. Por el momento, no son los deepfakes (aún) los que más problemas generan, pero sí los ‘cheapfakes’: vídeos manipulados, editados o descontextualizados con el objetivo de difundir bulos.