Un vaso de agua + una mesilla al lado de la cama + el transcurso de una noche = burbujitas dentro del líquido. Esto es algo sobre lo que nadie tiene dudas y que probablemente hayas visto con tus propios ojos alguna vez, no solo con esos ‘sumandos’, sino en contextos con otras muchas variables. La pregunta es: ¿qué pasa en ese vaso de agua para que se llene de burbujas que, como te aseguraste, antes no estaban ahí?
Lo cierto es que estas burbujas no dependen de que el agua esté o no en reposo (y mucho menos de que la superficie sobre la que descansa el vaso sea o no una mesilla de noche), sino del cambio que experimenta el gas en el líquido dependiendo de la temperatura de este. Por eso nunca verás esas pequeñas burbujas en el agua que guardas en la nevera.
Cuando llenamos el vaso con agua de grifo, el líquido normalmente está a menor temperatura que la ambiental. “Si dejamos el vaso quieto, la temperatura del agua aumenta para equilibrarse con la del entorno. Esto hace que la solubilidad (la capacidad de una sustancia de disolverse en otra) del aire disuelto en ella disminuya. A esa temperatura, el volumen de agua no puede contener más aire, así que el sobrante se manifiesta en forma de pequeñas burbujas”, explicaba en Muy Interesante Eugenio F. Aguilar, físico, escritor y divulgador científico. Y no solo en las que ves pegadas al cristal del recipiente: muchas de ellas desaparecen al llegar a la superficie.
Si te van los símiles, es un proceso parecido a los primeros instantes al calentar agua en una olla para cocer pasta, por ejemplo.
¿Y solo cambia la composición con los cambios de temperatura? Lo cierto es que estos también interfieren en el sabor. Si, en casos como este, has llegado a meter boca al vaso en cuestión, bebiéndote el agua que contenía, puede que lo hayas notado diferente. Esto ocurre porque, recién servida, el agua “contiene más oxígeno y no ha tenido tiempo a acumular polvo”. Sin embargo, “un vaso a la intemperie durante un rato variará, justo por lo contrario, porque tendrá menos oxígeno y una fina capa de polvo”, indicaba Aguilar.
Este artículo forma parte del 225º consultorio de Maldita Ciencia.