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Reimplantar dientes rotos, tripas más bajas según se acerca el parto y burbujas en el vaso de agua sobre la mesilla de noche. Llega el consultorio 225º a Maldita Ciencia

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¿Qué consultorio va a responder de una misma sentada por qué a las embarazadas les ‘baja’ el barrigón justo antes del parto y a qué se deben las burbujas en los vasos de agua que llevan tiempo sobre tu mesilla de noche? Pues el de Maldita Ciencia, por supuesto. Hoy, además, hablamos sobre temperatura corporal y reimplantes de nuestros propios dientes. ¿Pa’ qué más?

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¿Se puede reimplantar un diente roto?

¡BOOM! Porrazo de (o en la) boca. Contra el suelo, contra una puerta, al calcular mal la distancia botella de vidrio - boca… El resultado es el mismo: un diente volador. ¿Hay forma de que vuelva a formar parte de nuestra dentadura o podemos irnos despidiendo de él? Lo cierto es que depende.

“Primero es importante diferenciar entre diente fracturado y diente avulsionado”, explica a Maldita.es Simón Pardiñas, odontólogo y divulgador. Es decir, comprobar si el diente está simplemente roto o se ha arrancado de raíz.

Si el diente es definitivo (no de leche) y ha ocurrido esto último a causa de un traumatismo o un golpe, el experto señala que puede ser reimplantado en su lecho con un margen de pocas horas.

“Para ello, es importante buscar el diente, sujetarlo por la corona (nunca por la raíz, para no dañar las células), evitar frotarlo o limpiarlo, e introducirlo preferiblemente en un dispositivo de emergencia para estos casos (que contiene un líquido especial, llamado solución balanceada de Hank, que va a mantener las células del diente vivas hasta 24 horas)”, añade. Este tipo de casos suelen suceder especialmente en niños y deportistas.

¿Qué pasa si no disponemos de este dispositivo (cosa que puede pasar fácilmente)? Pardiñas recomienda introducir la pieza dental en leche o suero y llevarlo cuanto antes al dentista, para que este pueda reimplantarlo. Desde la Asociación Española de Endodoncia (AEDE) también se recomienda conservar los dientes naturales.

La extracción no debe ser la primera opción, ya que existen técnicas odontológicas que permiten conservar los dientes originales en un altísimo porcentaje. El cuerpo tiene capacidad de curación y debemos intentar mantener estos dientes”, explicaba la presidenta de la 43 edición del Congreso de AEDE, Ruth Pérez Alfayate.

En caso de dientes fracturados pero no arrancados de raíz, también es importante mantener el trozo de diente hidratado y llevarlo al dentista para valorar si es posible restaurarlo. Como explicamos en Maldita.es, los dientes no son huesos, por lo que no cuentan con las capacidades de estos, compuestos por tejidos vivos, como el colágeno. Por ejemplo, no pueden repararse en caso de fracturas (el esmalte dental no tiene esa capacidad).

“Para ‘arreglarlo’ debemos acudir al dentista y que utilice materiales e instrumental especiales. Dependiendo de la zona de la fractura puede requerir una endodoncia o incluso, si la pieza no es restaurable, su extracción”, concluye el experto.

¿Por qué salen burbujas en un vaso de agua con el paso de las horas?

Un vaso de agua + una mesilla al lado de la cama + el transcurso de una noche = burbujitas dentro del líquido. Esto es algo sobre lo que nadie tiene dudas y que probablemente hayas visto con tus propios ojos alguna vez, no solo con esos ‘sumandos’, sino en contextos con otras muchas variables. La pregunta es: ¿qué pasa en ese vaso de agua para que se llene de burbujas que antes no estaban ahí?

Lo cierto es que estas burbujas no dependen de que el agua esté o no en reposo (y evidentemente tampoco de que la superficie sobre la que descansa el vaso sea o no una mesilla de noche), sino del cambio que experimenta el gas en el líquido dependiendo de la temperatura de este. Por eso nunca verás esas pequeñas burbujas en el agua que guardas en la nevera.

Cuando llenamos el vaso con agua de grifo, el líquido normalmente está a menor temperatura que la ambiental. “Si dejamos el vaso quieto, la temperatura del agua aumenta para equilibrarse con la del entorno. Esto hace que la solubilidad (la capacidad de una sustancia de disolverse en otra) del aire disuelto en ella disminuya. A esa temperatura, el volumen de agua no puede contener más aire, así que el sobrante se manifiesta en forma de pequeñas burbujas”, explicaba en Muy Interesante Eugenio F. Aguilar, físico, escritor y divulgador científico. Y no solo en las que ves pegadas al cristal del recipiente: muchas de ellas desaparecen al llegar a la superficie.

Es un proceso parecido a los primeros instantes al calentar agua en una olla para cocer pasta, por ejemplo.

Estos cambios en la temperatura del agua también interfieren en su sabor. Si, en casos como este, has llegado a meter boca al vaso en cuestión, bebiéndote el agua que contenía, puede que lo hayas notado diferente. Esto ocurre porque, recién servida, el agua “contiene más oxígeno y no ha tenido tiempo a acumular polvo”. Sin embargo, “un vaso a la intemperie durante un rato variará, justo por lo contrario, porque tendrá menos oxígeno y una fina capa de polvo”, indicaba Aguilar.

¿Por qué la barriga de las embarazadas 'baja' cuando se acerca el parto?

Parece que llega el momento de ver la cara a quien se ha pasado los últimos nueve meses (puede que alguno menos) abultando una ya prominente barriga. Lo primero, por calendario; lo segundo, por la forma y la disposición de esta última. ¿Es cierto que una tripa ‘más baja’ (en inglés, baby dropping) quiere decir que se acerca el momento del parto? Pues sí.

Aunque no se observa en todos los embarazos, esta situación es bastante frecuente: “En las últimas semanas es normal sentir que la barriga baja. Se debe a que el bebé se encaja en la pelvis de la madre y provoca que el útero descienda un poco”, indica a Maldita.es Sonia Rombaut, coordinadora de obstetricia clínica de Dexeus Mujer. “De ahí la sensación de que la barriga baja”.

El encajamiento de la presentación fetal (normalmente la cabeza) dentro de la pelvis menor es un paso previo al inicio de la dilatación, según explica a Maldita.es Vicent Carmona, ginecólogo y maldito que nos ha prestado sus superpoderes. “Ese descenso de la cabeza hacia la pelvis lleva consigo un descenso o bajada del fondo uterino en las semanas previas al parto”, añade.

Este descenso puede suceder unas semanas antes de dar a luz o el mismo día del parto, así que no es motivo para preocuparse, según Rombaut. Es decir, no hay un día o una semana concretos a los que haya que prestar especial atención por ver si esto ocurre o no. “Además cada barriga es distinta y existen muchos factores que pueden influir en la forma. Por ejemplo la complexión física y la tonificación de los músculos abdominales de la madre, así como el número de embarazos anteriores”, concluye.

En mujeres que ya han dado a luz anteriormente, esta especie de ‘bajada de barriga’ ocurre normalmente más cercana al momento del parto: al haber pasado ya por ello, la pelvis suele necesitar menos tiempo para ‘ajustarse’ para el proceso. En madres primerizas, sin embargo, es habitual que ocurra con días e incluso semanas de anterioridad. El motivo es que sus músculos pélvicos necesitan ajustarse a la posición de nacimiento antes de que comience el parto.

Como consecuencia de una barriga más baja, la forma de esta puede variar. Además, “puede que resulte más fácil respirar” y que se experimente “menor ardor de estómago”, así como la necesidad de orinar con más frecuencia debido a la presión sobre la vejiga, como recuerdan desde el Children’s Hospital at Montefiore.

¿Por qué la temperatura del cuerpo es la que es?

Si juntamos a un montón de personas aparentemente sanas y medimos su temperatura corporal de la manera más exacta posible, tendremos un valor promedio de 37 ºC, con variaciones de grado o décimas según la edad, el momento del día, dónde se mide la temperatura (axila, recto, boca, tímpano, frente) el género y el momento del ciclo menstrual. Pero, ¿por qué es este valor lo que se considera normotermia? ¿Por qué el cuerpo tiene esa temperatura en estado normal? Se trata de una temperatura equilibrada para que el cuerpo se proteja de infecciones y que el metabolismo interno se mantenga estable.

Que el cuerpo humano (y muchos mamíferos) tenga una temperatura corporal cercana a los 37 ºC no tiene por qué tener una ‘razón’ o explicación, simplemente es una temperatura promedio y revela que nuestro organismo mantiene una temperatura constante e independiente de la temperatura ambiental. Esto es, la homeotermia. Cuando esta temperatura promedio varía, a más (fiebre) o a menos (hipotermia), es señal de que hay algún problema.

Pero, ¿existen ventajas a la hora de mantener la temperatura corporal en los 37 grados? Por supuesto, y a esto responde este artículo científico de 2010, liderado por dos investigadores de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York. Según concluye su investigación, los 36,7 ºC es una temperatura “óptima y cercana a la de los mamíferos” para que las infecciones fúngicas no se disparen y mantener el metabolismo interno estable.

Los autores plantean que hay muchas posibles explicaciones para el origen de la homeotermia y la endotermia, la capacidad de mantener esta temperatura de forma interna, pero ninguna encaja bien con el alto coste metabólico que tiene mantener esta temperatura. Este coste se refiere a que los seres homeotermos y endotermos invierten más energía en mantener su temperatura corporal que los ectotermos (cuyo calor corporal depende de las condiciones ambientales) y, por tanto, requieren alimentarse más.

El trabajo parte del hecho de que los hongos son capaces de infectar a muchísimos seres vivos: más de 270.000 especies pueden hacer enfermar a plantas y más de 50.000 hacen lo propio a insectos. Pero en mamíferos, sólo unos centenares de especies fúngicas causan enfermedades. La clave está en que, cuanto mayor sea la temperatura corporal del ser vivo, menos posibilidades tienen los hongos de sobrevivir.

Por contra, aumentar la temperatura corporal por encima de cierto límite tiene sus complicaciones. Además de que muchas proteínas necesarias en los mamíferos se desnaturalizan (pierden su forma y su función) al superar los 40 ºC, una mayor temperatura corporal tendrá un mayor coste metabólico, por lo que harán falta más recursos (comida, básicamente) para mantenerse.

Con esta información, el análisis científico hace un modelo donde se encuentre un punto de equilibrio entre evitar las infecciones de hongos y mantener un coste metabólico asequible. El resultado que obtuvieron de este modelo: 36,7 ºC, una temperatura cercana a los 37 ºC humanos y a la de otros mamíferos.

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En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito Vicent Carmona, ginecólogo.

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