Cuando llueve más de lo normal, los peligros para la salud aumentan. No solo como consecuencia de los daños directos —inundaciones, accidentes, ahogamientos—, también porque estas precipitaciones pueden ser un escenario ideal para que se propaguen ciertas enfermedades. Es el caso de algunas infecciones gastrointestinales y respiratorias, enfermedades transmitidas por vectores (mosquitos o garrapatas, que pueden causar malaria, dengue y zika, entre otros), enfermedades de la piel y enfermedades de transmisión hídrica, es decir, a través del agua (cólera, fiebre tifoidea, hepatitis A).
¿Qué relación hay entre las lluvias fuertes y las infecciones respiratorias y gastrointestinales? Como explica este artículo científico de 2019, en caso de inundación, el agua de la lluvia acumulada entra en contacto con las aguas residuales, contaminándolas y convirtiéndolas en un vehículo para gran cantidad de patógenos como norovirus, enterovirus o bacterias Campylobacter. Muchos de ellos causan infecciones gástricas y respiratorias.
La población estará expuesta a estos patógenos casi de manera inevitable en caso de inundaciones: por tareas de limpieza, por salpicaduras de vehículos y otros peatones o por contacto directo con el agua de inundación (al bañarse en ella o al beberla, a pesar de que esto último es extremadamente raro en países industrializados). Estudios de salud que se hacen después de episodios de lluvias, como este de España en 2018 o en Países Bajos en 2019, confirman que se reportan más casos de enfermedades gastrointestinales y respiratorios tras precipitaciones intensas.
Sobre las enfermedades transmitidas por vectores, existen registros y literatura científica que vinculan brotes de estos problemas de salud y periodos de intensas lluvias. ¿Por qué ocurre? Porque el agua estancada tras inundaciones, crecidas y lluvias supone el entorno ideal para que los mosquitos y garrapatas pongan sus huevos. A esto se suma que los programas para controlar los mosquitos y otros vectores no funcionan con normalidad cuando hay lluvias intensas u otros eventos meteorológicos extremos y que la población puede estar menos protegida ante las picaduras de mosquito (dormir fuera de casa por inundaciones), entre otros factores humanos.
Algunas de las enfermedades transmitidas por vectores en las que se ha visto un aumento tras lluvias intensas son la malaria, el dengue, la fiebre por virus del Nilo Occidental, fiebre del valle del Rift, el chikungunya y el zika.
Con respecto a enfermedades en la piel, estas pueden ocurrir por entrar en contacto directo con el agua contaminada, que puede causar infecciones en heridas, dermatitis y conjuntivitis, aunque ninguna de estas tienen un potencial epidémico, según la OMS. Además, el daño que las lluvias intensas producen en los edificios puede favorecer el crecimiento del moho, un conocido alérgeno que fomenta enfermedades dermatológicas y respiratorias.
Por último, hay patógenos que se transmiten mejor y son capaces de sobrevivir en escenarios de inundaciones y lluvias intensas, al tiempo que estas aguas pueden entrar en contacto con materia fecal de animales, que alberga microorganismos transmisibles a humanos. Causan lo que se conocen enfermedades de transmisión hídrica (cólera, hepatitis A, criptosporidiosis, campilobacteriosis, infección por E. coli, salmonelosis y leptospirosis…) en caso de consumo o contacto con agua contaminada (que se mezcla con aguas fecales o residuales).
No todas estas enfermedades se dan allá donde llueva: cada región del planeta tiene situaciones epidemiológicas y sanitarias diferentes.
Este artículo forma parte del 220º consultorio de Maldita Ciencia.