200 consultorios significan, en un cálculo rápido, 800 preguntas. ¡800 preguntas! Definitivamente, nos hemos pasado nuestro propio saber y ganar científico… Bromas aparte, ¡cómo no vamos a celebrar este hito! Empezamos a hacerlo el martes pasado, en la Twitchería científica semanal, en la que adelantamos la respuesta a las preguntas que hoy recogemos, escritas con buena letra, aquí.
Para seguir contestando, al menos, otras 200 más, os necesitamos, malditas y malditos: a vosotros y a vuestras preguntas. ¡No os las guardéis! Animaos y mandádnoslas por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). ¡Empezamos!
¿Pueden los protectores bucales mejorar el rendimiento del entrenamiento deportivo?
Otra de las preguntas que nos habéis planteado de cara al aniversario de nuestro consultorio científico es si es cierto que los protectores bucales pueden ser útiles también fuera de los deportes de contacto, llevándolos puestos para optimizar los entrenamientos de fuerza.
Para quienes estén menos familiarizados con ellos, los protectores bucales son dispositivos de protección que se colocan sobre los dientes y las encías para evitar lesiones, especialmente en deportes como el boxeo o el rugby. Su función es absorber y propagar el impacto del posible golpe que el jugador reciba en la cara, impidiendo que se produzca una lesión y aumentando, por tanto, su seguridad.
El motivo de su uso, como señalaba en Gaceta Dental Óscar Castro, presidente del Consejo General de Dentistas, es que la práctica inadecuada de deporte puede ocasionar fracturas, tanto dentarias como de los maxilares. De hecho, destacaba que hasta un 39% de los traumatismos dentales pueden tener como origen la práctica deportiva, disminuyendo, como cabe esperar, el rendimiento de estos profesionales. Según estimaciones de la Federación Dental Internacional (FDI), los protectores evitan entre 100.000 y 200.000 lesiones orales al año solo entre los profesionales de fútbol americano.
Ahora bien, ¿pueden estos utensilios ser útiles para optimizar entrenamientos en los que no existe peligro de lesiones bucales por contacto o golpes? Los estudios al respecto son escasos y, normalmente, con pocos participantes, pero algunos de sus resultados apuntan a que el acto de apretar la mandíbula permite aprovechar más eficazmente la fuerza. De ahí que usar un protector bucal como medida de protección en este gesto pueda ser recomendable en determinados casos.
El porqué parece estar en algunas de las consecuencias de su uso. Por ejemplo, como señala a Maldita.es Sara Tabares, directora deportiva de PERFORMA y autora del libro Ellas entrenan, “alinean la mandíbula y con ello toda la musculatura” (favoreciendo la estabilidad de los levantamientos). También se relacionan con la prevención del dolor de cabeza por excesiva tensión mandibular (al hacer fuerza, no sobre el propio esmalte dental, sino sobre este material) e incluso el aumento de la producción de fuerza (especialmente, los que están hechos a medida).
“Este último beneficio se relaciona con el hecho de apretar los dientes, [...] un gesto natural cuando hacemos un esfuerzo máximo”, explica en RV Strength Víctor Vázquez, atleta de powerlifting y experto en ciencias de la actividad física y el deporte. Esto es algo que aunque, a priori, no tendría por qué ir relacionado con el uso de protector bucal, sí lo está con el hecho de que, al apretar los dientes sin protector, podemos provocar daño sobre el esmalte.
“El uso del protector bucal va a hacer que tengamos una mayor tendencia a apretar los dientes”, continúa Vázquez. Y esto, ante un esfuerzo máximo, hará que “en vez de tender a gritar y, por tanto, a abrir la boca [...] aprovechemos mejor los beneficios de la mordida”.
Aquí también entra en juego lo que en inglés se conoce como concurrent activation potentiation (CAP), potenciación de activación concurrente, un fenómeno que describe cómo la fuerza general se optimiza al activar músculos que no son parte de la zona involucrada en el movimiento específico. Es decir, crear tensión en el cuerpo, incluidos la cabeza y el cuello, tiene efectos posteriores en otros músculos. Esto significa que, aunque el protector bucal en sí no tenga efectos milagrosos en relación a la fuerza, permite la tensión de otra zona del cuerpo sin aumentar el riesgo de lesiones en cuello y boca, beneficiando el entrenamiento.
Ahora bien, no cualquier tipo de entrenamiento. Según las conclusiones de una reciente revisión sistemática de 27 estudios publicada en el International Journal of Environmental Research and Public Health, los protectores bucales podrían promover efectos beneficiosos ergogénicos (creación de energía) en acciones específicas, principalmente aquellas para las que se requiere potencia muscular de las extremidades inferiores.
Como apuntan los autores, estos hallazgos no son extrapolables a otras disciplinas, como la agilidad o la rapidez, en las que “los estudios no reportaron resultados consistentes sobre el potencial beneficio de usar protectores bucales en el rendimiento deportivo”.
En definitiva, y como señala Elena Popadic, experta en ciencias de la vida por la Universidad de McMaster (Canadá), a pesar de que el hecho de que usar protector bucal mejore la fuerza aún está en debate y lejos de ser concluyente, “apretar es una práctica común entre los levantadores de pesas” y un protector bucal “puede ayudar a facilitar” esta gesto. “Si bien su beneficio de fuerza muscular es cuestionable, vale la pena reconocer su papel en la prevención de problemas dentales, dolores de cabeza por tensión y flujo de aire y, por lo tanto, será una adición útil a la bolsa de deporte de cualquier persona”.
¿Por qué algunos animales se mueven en círculos?
Tras la publicación de un vídeo de unas ovejas dando vueltas en círculos y grabado, supuestamente, en Mongolia, se han viralizado de nuevo vídeos de otras especies de animales moviéndose siguiendo este mismo patrón. Nos habéis preguntado mucho por este aparente ‘fenómeno repentino’, aunque, como decimos, varios de estos vídeos no sean actuales.
Lo primero que se debe destacar es que estos círculos de animales no tienen un único origen ni una única causa: habría que conocer las circunstancias de cada caso para poder sacar conclusiones. “Estamos hablando de un fenómeno que unifica especies tremendamente dispares. Habría que estudiar cada una de ellas en detalle”, señala a Maldita.es Antonio Jose Osuna Mascaró, doctor en Biología. Lo que sí podemos hacer es proponer posibles explicaciones teóricas para las distintas especies y casos.
Las protagonistas de uno de los vídeos por los que nos habéis preguntado son hormigas legionarias, que acostumbran a desplazarse en fila india siguiendo una sustancia que ellas mismas segregan llamada feromonas, un tipo de señales químicas, hasta morir de cansancio. En este caso, en vez de en fila de a una, parece que el rastro de feromonas se torna en una trayectoria circular, dando origen así a un fenómeno conocido como espiral de la muerte. Ahora bien, lo cierto es que no se conocen exactamente las razones que les lleva a dar vueltas, como explica a Maldita.es Xim Cerdá, investigador de la Estación Biológica de Doñana y presidente de la Asociación Ibérica de Mirmecología.
José Manuel Vidal-Cordero, entomólogo en la Estación Biológica de Doñana, también ha explicado el fenómeno en Twitter y en un vídeo de TikTok.
@jmvidalcordero Mirmecocosas: ¿Conocías la existencia de la espiral de la muerte? | #espiraldelamuerte #deathspirals #ants #hormigas #formicidae #hymenoptera #insects #insectos #biodiversidad #biodiversity #wildlife #learnontiktok #aprendeentiktok #cienciaentiktok #scienceontiktok ♬ Al Corro de la Patata - Grupo Encanto
Pero, como decíamos, las hormigas no son los únicos animales a los que se ha filmado andando en círculos. Otro ejemplo son los caballos. Según Diego Delgado Fumero, estudiante de Veterinaria y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, el porqué en este caso probablemente se trate de la detección de una amenaza. De ahí que, al estar rodeados y acorralados por vallas que les impiden dispersarse y alejarse (que sería lo habitual) den vueltas en círculos, con afán de supervivencia y protección.
Si hablamos de los bancos de peces nadando en círculos, probablemente estén desplazándose con normalidad, aunque en un espacio reducido, como señala Fumero. “De hecho, en las jaulas y tanques de acuicultura también nadan en círculos de una forma similar. Seguramente tenga que ver con que los bancos de peces son más hidrodinámicos y dificultan ser comidos”.
¿Y qué ocurre con los renos? Un ciclón de estos animales puede tratarse de una estrategia de supervivencia para evitar que los cazadores se centren en un animal en particular. Las crías, además, suelen quedarse en el centro, como aclara el estudiante de Veterinaria. Se trata de un control de posibles peligros en los que la manada “se cierra en un comportamiento de grupo, evitando el peligro pero sin perder el contacto con sus compañeros de grupo; esto provoca la formación de un círculo”, añade Osuna Mascaró.
Ahora centrémonos en el famoso vídeo de las ovejas. Las causas, en este caso, pueden ser varias, según los expertos. Una es la estereotipia, un comportamiento repetido en animales “aburridos” o estresados, como se ha visto con cierta frecuencia en animales de zoológicos. Es decir, un posible trastorno por vivir encerrados con pocos estímulos, como indica el doctor en Biología.
Al tratarse de la oveja de una especie gregaria, estos trayectos circulares también podrían ocurrir por imitación de un individuo como respuesta al estrés, siendo un indicador de defensa ante ataques por depredadores. “Este comportamiento gregario hace que se muevan en función del movimiento del grupo y pueden no tener una dirección clara”, afirma a Maldita.es Pilar Santolaria, veterinaria y catedrática de Producción Animal de la Universidad de Zaragoza
En un individuo, la falta de coordinación en movimientos se asocia a enfermedades que cursan con encefalopatías, como la listeriosis. En rumiantes como las ovejas la cenurosis, conocida modorra o torneo, también es común. El motivo es una tenia que se desarrolla en el cerebro del animal, tal y como apunta Isabel Casasús, investigadora en el Departamento de Ciencia Animal del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) de Aragón en declaraciones a Maldita.es.
¿El riesgo de muerte es igual en una persona no fumadora que una persona que deja de fumar a los 35?
Igual has leído esta noticia de hace unas semanas: dejar el tabaco antes de los 35 años iguala el riesgo de muerte con el de una persona que nunca ha fumado. Cuando se publicó, nos enviásteis varias consultas preguntando si esto era así, si ‘daba igual’ lo que se fumase antes de esta edad. No hay una respuesta clara a estas preguntas, pero sí os podemos contar qué es lo que dice el estudio del que proceden estos datos y afirmaciones.
Lo más importante que debes saber sobre este trabajo es que en todo momento se habla de mortalidad asociada a fumar y dejar de fumar. No se entra a valorar el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y graves para la salud, ni de la pérdida de calidad de vida que conlleva el tabaquismo.
La investigación de la que os hablamos es un trabajo científico publicado en la revista JAMA Network Open en octubre de 2022, en el que participaron personal de investigación de la Sociedad Americana del Cáncer, los departamentos de Salud Poblacional de la Universidad de Oxford y el Instituto de Biología Molecular Médica de la Universidad Nacional de Malasia.
En el estudio, de cohorte prospectivo se contó con 551.338 adultos de Estados Unidos, de los que se recogieron sus datos demográficos (edad, sexo y perfil racial y étnico); si fumaban, no fumaban o habían dejado de fumar; y sus datos de mortalidad desde enero de 1997 hasta diciembre de 2018. El objetivo, en principio, era ver cómo los riesgos de fumar y los beneficios de dejarlo cambiaban entre diferentes perfiles demográficos.
Para estudiar esto, emplearon la razón de tasas (o rate ratio) de mortalidad entre distintos fumadores y no fumadores. Esta manera de medir, propia de estudios de epidemiología, permite comparar incidencias, mortalidad o eventos que ocurren entre dos grupos: uno de interés de estudio (en este caso, fumadores) y otro de comparación (no fumadores). Si la razón de tasas es 1, indica que ambos grupos tienen el mismo riesgo de que el evento a estudiar (en este caso, morirse) ocurra; si es mayor de 1, el grupo de interés tienen más riesgo; y si es menor de 1, menos riesgo.
Con esto, el estudio observó que la razón de tasas de mortalidad de personas que fuman toda su vida frente a personas que no fuman es de 2,80. Esto indica que las personas fumadoras de este estudio tuvieron casi el triple de probabilidades de morir que quienes no fuman. Hasta aquí, pocas sorpresas en lo que se sabe sobre fumar y la probabilidad de morirse.
Pero el estudio aporta, además, algo muy interesante: compara la mortalidad de personas que han dejado de fumar en diferentes edades y la de no fumadores. Así, quienes dejaron de fumar antes de los 65 tuvieron 1,74 probabilidades más de morir que los no fumadores; antes de los 55, 1,47; antes de los 45, 1,21; y antes de los 35, 1,03. Este último valor, como vemos, está muy cerquita del 1, que indicaría mismo riesgo de morir en ambos grupos.
Razón de tasas de mortalidad en hombres, mujeres y en total, según edad. Cuanto más cerca están de la franja vertical, menos riesgo de mortalidad tuvieron los participantes. | Fuente: Association Between Smoking, Smoking Cessation, and Mortality by Race, Ethnicity, and Sex Among US Adults, ‘JAMA Network Open’.
Un comentario editorial que publicó la propia revista científica destaca algunas conclusiones de este trabajo. En primer lugar, que dejar de fumar en algún punto de la vida beneficia a todos, independientemente de la edad. Si lo que se busca es bajar el riesgo de morir, no hay un momento en el que sea “demasiado tarde”, o al menos en este trabajo no se ha visto. En línea con esto, valoran que los efectos del tabaquismo en la mortalidad “no parecen ser irreversibles”.
Además, disponer de datos y cifras tangibles es muy útil para profesionales de salud pública, que pueden orientar sus mensajes y políticas con más precisión, según la franja de edad a la que quieren dirigirse. Estaba claro que dejar de fumar “cuanto antes, mejor”, pero ahora hay más cifras que apoyan y sustentan la afirmación.
Otras conclusiones del trabajo que también son interesantes son que el riesgo de mortalidad en hombres y mujeres es similar o que el mayor riesgo de mortalidad sucedió en personas blancas no-hispanas (3,00). Esto último se achaca a que este grupo poblacional fuma más cigarrillos al día, más a diario y a edades más tempranas que otros grupos raciales y étnicos; aunque en las poblaciones negras e hispanas suele haber una menor proporción de personas que dejan de fumar.
Aunque este trabajo científico es riguroso, se ha hecho con una muestra amplia (más de medio millón de personas) y durante un rango temporal considerable (21 años), también tiene sus limitaciones. La primera de ellas es que el estudio solo trabaja con la mortalidad como parámetro, sin contar la pérdida de calidad de vida o exposición a enfermedades crónicas, o como lo expresan los investigadores, “los riesgos de fumar y los beneficios de dejarlo pueden estar siendo infravalorados”.
Otra limitación importante es que no se segregó a los participantes en función de si contaban con una enfermedad en el momento del comienzo del estudio. Esto es relevante porque las personas con enfermedades previas que, además, fuman suelen tener más probabilidad de dejar el tabaco y, a su vez, más riesgo de morir.
Una limitación adicional es que no se incorporaron variables geoespaciales, en las que se pueda observar el código postal de los participantes, el nivel de renta, las políticas públicas que se le aplican o las políticas de control del tabaco. No olvidemos, como explican los investigadores Pedro Gullón y Manuel Franco en The Conversation, que las personas con peor posición socioeconómica tienen más riesgo de tener una peor salud y una muerte prematura.
Además de todo esto, repetimos la cantinela que hemos indicado en otras ocasiones de Maldita.es: un solo estudio —por muy sólido que sea, como es el caso— no es suficiente para probar algo, en este caso, que dejar de fumar antes de los 35 es lo mismo que no haber fumado nunca. Hacen falta más trabajos científicos que puedan reproducir estos resultados en otros países, grupos poblacionales o circunstancias.
¿Es cierto que cuando nos gusta algo se nos dilatan las pupilas?
Parece algo propio de una serie de dibujos animados: la protagonista ve/huele/come/escucha algo que le encanta y, de repente, las pupilas se le dilatan como si volvieran el iris completamente negro. ¿Realmente ocurre a los humanos algo similar cuando estamos ante algo que nos gusta? Pues rotundamente sí, y es una asociación tan investigada que se emplea en muchas investigaciones de pupilometría —la ciencia que investiga la respuesta pupilar— como técnica no invasiva y para conocer cómo respondemos ante determinados estímulos.
Para empezar a explicar esto, traemos un artículo de 1960 publicado en la revista científica Science, que supone una de las primeras evidencias de que el aumento del tamaño de la pupila se puede asociar a estímulos que, al menos, nos resultan interesantes. En este trabajo, se invitó a seis participantes (tres mujeres y tres hombres) a observar varias fotografías: de bebés, de madres con bebés, de hombres semidesnudos, de mujeres semidesnudas y de paisajes.
Como se ve en la gráfica de arriba (que es el que aparece en el trabajo de Science) el equipo de investigación concluyó que los humanos dilatamos las pupilas cuando vemos “algo que nos resulta interesante”. Señalan también que la dilatación de las pupilas es diferente según el sexo. Eso sí, con los estándares de investigación actuales, seis participantes se consideraría una muestra demasiado pequeña para afirmar tal cosa.
Otro trabajo de 2003 publicado en el International Journal of Human-Computer Studies concluyó que la dilatación de las pupilas es un indicativo del procesamiento emocional. Esto quiere decir que, cuando nos estimulan con algo que nos afecta emocionalmente —para bien, pero también para mal—, las pupilas se dilatan. ¿Cómo lo comprobaron? Expusieron a 30 participantes a diferentes clips de audio que consideraban cargados de contenido emocional: tanto positivo, (un bebé riéndose), como negativo, como una pareja discutiendo). Como comparación de audio ‘neutro’, usaban ruidos de ambiente de oficina.
Como ejemplo de técnica empleada en estudios de pupilometría, tenemos dos estudios. Uno de 2007, donde participaron 14 mujeres a las que enseñaron diferentes fotografías sugerentes (de sus parejas sexuales, entre otras), demostraron que las pupilas se dilataban más durante la fase más fértil de su ciclo menstrual. Otra investigación de 2019 reveló que las pupilas se dilataban más cuando los participantes mostraban más interés o preferencia por ciertas canciones.
¿Por qué ocurre esto? Hay investigaciones en neurociencias que apuntan a una fuerte correlación entre la dilatación pupilar y la actividad en el locus cerúleo, una región del tallo cerebral altamente implicada en el enfoque atencional. Por este motivo, la principal hipótesis es que esta reacción de la pupila esté asociada a aquellas tareas, objetos y eventos a los que prestamos atención. Esto se ve en otros estudios en los que se emplea la pupilometría para observar y analizar cómo cambia su tamaño cuando resolvemos problemas, cuando recibimos una sorpresa u observamos/apreciamos obras de arte.
Todavía no hemos terminado...
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En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Sara Tabares, experta en ciencias de la actividad física y del deporte, y Diego Delgado Fumero, estudiante de Veterinaria.
Sara Tabares forma parte de Superpoderosas, un proyecto de Maldita.es en colaboración con FECYT que busca aumentar la presencia de científicas y expertas en el discurso público a través de la colaboración en la lucha contra la desinformación
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