¡Qué pasa, malditas y malditos! Ya está aquí el artículo con más proporción de curiosidades por palabra de toda Maldita.es. Esta semana resolvemos una duda aprovechando nuestro artículo sobre la regla y el crecimiento, hablamos de por qué se recomienda usar una cuchara en un vaso caliente, por qué tomamos paracetamol con la fiebre a pesar de que estos síntomas forman parte de nuestras defensas y dedicamos el apartado de curiosidades animales a un insecto muy poco querido: las cucarachas.
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¿Las cucarachas pueden sobrevivir sin cabeza varias semanas?
Cucarachas. Hay a quienes la aparición de este insecto alado (sí, tienen alas) genera pánico. Si eres una de esas personas, quizá debas dejar de leer en este momento: vamos a contar cómo y por qué las cucarachas son capaces de (sobre)vivir sin cabeza durante días, incluso más de una semana.
Las cucarachas no sólo sobreviven sin cabeza, donde tienen el cerebro, sino que son capaces, incluso sin él, de aprender a levantar o bajar las patas para evitar descargas eléctricas. Es decir, aun sin cerebro, pueden aprender. No obstante, la respuesta de escape ante estímulos nocivos es menor en cucarachas decapitadas que en especímenes completos.
Existen estudios que han observado cómo las cucarachas descabezadas son capaces de moverse ‘muy activamente’ hasta 10 días después. La cucaracha roja o americana (Periplaneta americana) llega a sobrevivir “varias semanas en un tarro” después de ser decapitada “con mucho cuidado” y habiendo sellado la herida con cera dental, según contó a Scientific American el entomólogo de la Universidad del Valle de Delaware (Estados Unidos) Christopher Tipping.
¿Y por qué una cucaracha es capaz de sobrevivir a la ‘guillotina’? Uno de los motivos es que "no tienen la enorme red de vasos sanguíneos que tenemos los humanos, ni diminutos capilares sobre los que se necesita mucha presión para que fluya la sangre", explicó a Scientific American Joseph Kunkel, biólogo investigador del desarrollo de las cucarachas y profesor de la Universidad de Massachusetts Amherst (Estados Unidos). Además, después de cortarles la cabeza, muy a menudo sus cuellos se sellan sólo con la coagulación y no hay una hemorragia incontrolada, añadió.
Además, las cucarachas respiran a través de espiráculos por todo su cuerpo. Por otro lado, estos insectos son de ‘sangre fría’ o poiquilotermos, por lo que sus necesidades metabólicas son reducidas. Como explicó Kunkel, un insecto “puede sobrevivir durante semanas con la comida de un día. Mientras algún depredador no se los coma, se quedarán quietos y sentados".
Estos animales tienen, además del cerebro, acumulaciones de tejido nervioso llamados ganglios en sus distintos segmentos (cabeza, tórax y abdomen) capaces de desempeñar funciones nerviosas básicas, por lo que "sin el cerebro, el cuerpo puede seguir funcionando en términos de reacciones muy simples. Pueden ponerse de pie, reaccionar al tacto y moverse", aclaró Tipping.
Si la fiebre es una reacción de nuestro cuerpo para defenderse contra virus y bacterias, ¿por qué la tratamos y tomamos medicamentos antipiréticos como el paracetamol?
En la asignatura de Conocimiento del Medio, Biología o Ciencias Naturales, se explicaba a los alumnos qué ocurría en nuestro cuerpo cuando necesitaba defenderse de patógenos. En este cursillo básico de inmunología, se contaba la importancia de la piel, las mucosas y de mecanismos como la fiebre, que aumenta nuestra temperatura corporal. En conjunto, ‘ponen más difícil’ a virus y bacterias su replicación en el organismo.
Pero, al igual que existe la fiebre, también está el paracetamol, el medicamento antipirético (destinado a controlar la fiebre) por excelencia. ¿Tiene sentido ‘quitarnos’ la fiebre si es precisamente uno de los mecanismos que tiene el organismo para defenderse?
Marta Valenti, doctoranda en microbiología y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, detalla a Maldita.es que la fiebre es uno de los muchos procesos que se activan en nuestro organismo para combatir los patógenos “de los que no somos conscientes porque no dan ninguno o muy pocos síntomas”.
Para entender esto, es necesario explicar qué es lo que hace nuestro cuerpo cuando ‘activa’ su sistema de fiebre. Este mecanismo, detalla Valenti, “se desencadena por la acción de una sustancia conocida como prostaglandina E2 (PGE2) en el hipotálamo”, la zona de nuestro cuerpo en la que se controla la temperatura, el hambre y la sed.
A su vez, diferentes células del organismo comienzan a producir citoquinas, “proteínas que permiten la comunicación entre células y la respuesta inmune”. Dentro de estas citoquinas se encuentran las denominadas ‘citoquinas pirogénicas’, “que son aquellas que van a favorecer la síntesis de PGE2 y con ello la fiebre”.
Entendiendo esto, los antipiréticos como el paracetamol son medicamentos “que inhiben la producción de PGE2 y bloquean el proceso febril”. Aun así, “la producción de las citoquinas proinflamatorias sigue funcionando correctamente porque no se ven afectadas por el fármaco”, comenta la doctoranda. Esto consigue que, aunque se elimine la fiebre y sus síntomas, “nuestro organismo siga siendo capaz de luchar contra el agente infeccioso”.
Teniendo clara la explicación de la fiebre y el paracetamol a nivel microscópico, ¿la eficacia de nuestras defensas baja cuando no existe fiebre? Para resolver esta cuestión, Valenti aporta varios estudios científicos en pacientes reales (como esta revisión, publicada en 2013; o este artículo de 2015 publicado en la revista New England Journal of Medicine) en cuyos resultados no se aprecian diferencias en la duración de la infección ni en la mortalidad entre pacientes que usen antipiréticos y los que no, ya sean en población infantil o adulta.
Esto es, que la enfermedad va a durar lo mismo en el cuerpo, con o sin paracetamol, con la diferencia de que el medicamento antipirético, al bloquear la fiebre, “contribuye al bienestar de los pacientes”.
Por último, la experta recuerda que “se debe evitar siempre la automedicación” y que debemos “consultar con un médico o farmacéutico antes de iniciar un tratamiento con paracetamol”. Aunque este fármaco históricamente se ha podido obtener sin receta, es importante recordar que existen riesgos asociados a un consumo superior a las dosis recomendadas, como explica este artículo de The Conversation.
¿Es útil usar una cucharilla de metal para evitar que un vaso se resquebraje al echar un líquido caliente en él?
Hacía tiempo que no teníamos la oportunidad de explicar ‘ciencia de estar por casa’, pero esta semana le habéis puesto solución: una de las preguntas que nos habéis enviado es si realmente sirve de algo meter una cucharilla de metal en un vaso de cristal vacío antes de llenarlo con agua u otro líquido muy caliente para evitar que el recipiente se resquebraje.
En general, cuando aumentan su temperatura, los materiales se dilatan, es decir, también aumenta su volumen. Ocurre lo contrario cuando se enfrían: se contraen y su volumen, en esta ocasión, disminuye. Esta es la razón por la que el cristal se rompe al entrar en contacto, de pronto, con un líquido a una temperatura mucho mayor.
¿Qué ocurre con el vaso de vidrio al agregar agua caliente? En su estado natural, el cristal hace que el objeto presente una temperatura más bien baja. “Al agregar agua caliente, este se dilata, aumentando su volumen; pero esta dilatación no es uniforme”, explica en su canal de YouTube el Museo Interactivo Mirador (MIM) dedicado a la ciencia, en Chile.
La parte que antes entra en contacto con el calor es la capa interna, por lo que aumenta su volumen (se calienta rápidamente) antes de que lo haga la parte externa. Esto causa un ‘choque de presiones’ y hace que el cristal se rompa o se resquebraje. El motivo es que el vidrio no es un buen conductor del calor, es decir, “el calor no logra transitar fácilmente por su estructura”, como explica el MIM. De ahí que no llegue con la misma rapidez a la parte externa que a la interna.
Lo que conseguimos introduciendo una cucharilla de metal en el interior es que, al verter el líquido caliente, esta ‘recoja’ parte de la temperatura, al ser el metal un material que sí conduce bien el calor, reduciendo así la temperatura a la que ‘se enfrenta’ el cristal y, por tanto, la diferencia de presión entre sus capas interna y externa.
Sin diferencia de presión, no hay grieta: “Ahora podemos seguir echando café caliente sin peligro de rotura, porque la taza en su totalidad ha tenido la posibilidad de calentar un poco (o muchos). En definitiva, metiendo las cucharillas metálicas en el vaso, ralentiza el salto del calentamiento, evitando que se rompa la taza”, concluye la página web de Zientzia.
¿Es cierto que los niños dejan de crecer o lo hacen más lentamente cuando empiezan a tener vello facial?
La semana pasada resolvimos una de vuestras dudas sobre la relación que hay entre la primera regla y el crecimiento en mujeres: sí que existe relación entre la progesterona, una de las hormonas vinculadas al ciclo menstrual, y el desarrollo esquelético. Aprovechando ese consultorio, nos habéis preguntado si existe algún proceso similar al de la menarquia en varones y si la aparición del vello facial indica que el niño deja de crecer o lo hace a un ritmo más lento. La respuesta rápida es que no: el vello facial no está directamente relacionado con el crecimiento de los varones. Os contamos un poco más.
Según explica Guillermo López Lluch, experto en metabolismo e inmunología y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, el crecimiento en los varones se produce cuando comienzan a liberar más testosterona (una hormona sexual que se produce en hombres y mujeres) a partir del desarrollo de los testículos: “Esta testosterona estimula la secreción de la hormona del crecimiento, que produce el crecimiento de los huesos y el aumento de la musculación”.
Esta liberación de testosterona, detalla López, “se incrementa a partir de los 14-15 años hasta llegar a los máximos a los 18 o 19, a partir de los cuales se estabiliza”. Es en tal periodo cuando se produce lo que coloquialmente denominamos ‘estirón’. Estas hormonas (testosterona, hormona del crecimiento y otras hormonas sexuales) son las responsables de este ‘estirón’, pero también del cierre de los cartílagos del crecimiento y la finalización del crecimiento, como indica la Asociación Española de Pediatría (AEP).
Por otro lado, la aparición del vello facial está asociado a la segregación de varias hormonas sexuales denominadas andrógenos, que son la testosterona, pero también la dihidrotestosterona. Aunque tengan nombres similares, funcionan de manera independiente, según la literatura científica disponible. A su vez, es necesario que el organismo también posea receptores de estas hormonas —técnicamente hablando, reguladores de la transcripción de genes activados por andrógenos—. En resumen, es necesario tanto una segregación de hormonas como una parte genética que sea capaz de recibir estas hormonas.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes Marta Valenti y Guillermo López Lluch.
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