El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño de tejido real o potencial, o que se asemeja a él, según la definición de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP por sus siglas en inglés).
Alrededor del 30% de la población de España dice haber sufrido dolor en las últimas 48 horas y casi un 80% en los últimos seis meses. El dolor supone la mitad de las consultas médicas de atención primaria y su prevalencia e intensidad es mayor en mujeres y a mayor edad, señala la Sociedad Española de Neurología (SEN) en una nota de prensa. Para concienciar sobre este problema el 17 de octubre se celebra el Día Mundial contra el Dolor.
El dolor se convierte en crónico cuando dura más de tres meses, se asocia un importante malestar emocional y/o una discapacidad funcional y no se explica por otra condición, según la 11ª edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11). Según la Sociedad Española del Dolor (SED), el dolor crónico no para cuando lo hace la causa que lo originó, “sino que persiste en el tiempo, afecta severamente a la esfera emocional, familiar y laboral, pudiéndose considerar una enfermedad en sí mismo”. Lo sufre el 17% de la población española, cerca de ocho millones. De ese porcentaje, el 11%, casi un millón de personas en España, tiene un dolor crónico discapacitante que origina problemas de movilidad o de funcionalidad.
El dolor crónico más frecuente es el lumbar (18%), seguido por el dolor cervical (16%) y la migraña (11%). En hombres la situación dolorosa más habitual es el dolor de espalda crónico lumbar y en mujeres la artrosis, según los datos de la SED.
Además, el confinamiento del año 2020 por la pandemia de COVID-19 supuso que casi el 60% de las personas con dolor crónico empeoró su estado de salud, según una encuesta de la SED presentada en junio de 2020. En cuanto a los efectos de la propia enfermedad, “parece ser que el COVID-19 ha generado afectación de dolor neuropático”, un infradiagnóstico en este tipo de dolor y la aparición de ese malestar tras pasar la COVID-19 y en la COVID persistente, destacó Alan Luis Juárez-Belaúnden, coordinador del Grupo de Estudio de Dolor Neuropático de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Tipos de dolor
María Madariaga, médica anestesista y vocal de Comunicación de la SED, explica a Maldita.es que el dolor se clasifica en varias categorías según su origen y cómo afecta a la persona que lo sufre.
Un tipo de dolor es el nociceptivo, captado por los receptores del dolor o nociceptores, cuyo descubrimiento fue precisamente galardonado con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina este 2021. Este se divide a su vez en dos tipos: somático, que es un dolor sordo constante y localizado por la activación de los sensores del dolor de la piel, músculos y articulaciones; y visceral, que es un dolor profundo, opresivo y mal localizado producido por los sensores de las vísceras del tórax, del abdomen y de la pelvis.
El dolor neuropático, en cambio, se produce cuando hay daño de las estructuras nerviosas y puede ser espontáneo, sin estímulo que lo genere, o producirse por una respuesta alterada a estímulos normales. La SEN estima que hasta 3 millones de personas en España lo padecen y tiende a cronificarse por ausencia de respuesta al tratamiento inicial: “El dolor neuropático se considera como uno de los peores dolores, con afectación en las esferas física, psicológica y funcional en la vida diaria de la persona en un 85% de casos”.
El dolor mixto es una aflicción nociceptiva y neuropática combinada.
El dolor nociplástico es el daño en que se produce una sensibilización del sistema nervioso central sin una lesión aparente del tejido y se genera dolor, “un dolor continúo real sin saber dónde se produce la lesión”. Un ejemplo de dolor nociplástico es el producido por la fibromialgia y el dolor abdominal por colon irritable, señala Madariaga.
Los distintos impactos del dolor
El dolor es “una experiencia biopsicosocial, fruto del dolor absoluto que registra el cerebro”, explica la SED. Eso significa que la trascendencia del dolor va más allá de los aspectos físicos que desencadena. Este malestar merma considerablemente la calidad de vida de quienes lo padecen, lo quea su vez influye de forma negativa en su entorno social, laboral y en sus relaciones personales: “El dolor crónico afecta no sólo al que lo sufre, sino a todos aquellos que le rodean, especialmente a la familia más cercana”.
Esa dimensión psicosocial del dolor, además de la meramente biológica, lo convierte en uno de los motivos más frecuentes de absentismo laboral y desempleo. El dolor multiplica por seis la probabilidad de absentismo laboral, con importantes disminuciones en la capacidad laboral y productiva.
Se estima que su coste es de alrededor de un 3% del Producto Interior Bruto (PIB) en Europa, tanto de forma directa (camas hospitalarias, gasto farmacológico...), como indirecta (bajas laborales, disminución de la productividad, pensiones, indemnizaciones...), y del 2,5% en España: 16.000 millones de euros anuales.
Falta de formación y compresión hacia el problema y retrasos en el diagnóstico y el tratamiento
Pese al elevado número de personas que lo padecen y su impacto negativo en la sociedad, hay un gran déficit de conocimiento sobre los mecanismos y manejo del dolor entre los profesionales sanitarios, un acceso inadecuado al tratamiento frente al dolor agudo y no se reconoce que el dolor crónico es un problema de salud grave, según la Declaración de Montreal del año 2010 de la IAPS que proclamó el tratamiento del dolor un derecho humano fundamental.
En España las personas con dolor crónico tardan de media 2,2 años en ser diagnosticadas y el retraso medio para recibir un tratamiento que pueda disminuir o acabar con el problema es de 1,6 años, señala la SED. Madariaga denuncia que en el Grado en Medicina “no existe ninguna asignatura en que los estudiantes aprendan los tipos, causas y cómo se cronifica el dolor. Cualquier profesional de la salud tendría que tener formación básica en dolor”.
“Hace falta invertir muchos más recursos económicos en querer aliviar el dolor”, señala a Maldita.es Eva García Perea, directora del Departamento de Enfermería de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) especializada en el manejo del dolor crónico. La experta destaca que la sociedad no comprende el dolor crónico: “Sólo si se padece o ha padecido dolor de más de 3 ó 6 meses de duración se puede llegar a entender”.
Lo indica también Madariaga: “El problema del dolor crónico es que no se ve y los pacientes se sienten incomprendidos. No se entiende que tu enfermedad sea el dolor. El paciente se siente una carga para su familia y sus cuidadores. Hay poca compresión a nivel social”. La anestesióloga considera “fundamental” la implicación de toda la familia, de los empleadores y de las administraciones públicas para paliar el dolor: “Hay que visibilizar el dolor”. García Perea destaca que “hay que creer a cualquier persona que diga que tiene dolor. El paciente que dice que tiene dolor lo tiene”.
La incomprensión “no hace más que agravar el malestar que sienten. Es necesario que se sientan comprendidos y apoyados”, señala a Maldita.es Casandra Isabel Montoro Aguilar, profesora en el Departamento de Psicología de la Universidad de Jaén cuyo campo de investigación es el dolor crónico.
Las causas del dolor
Para Juan Sabadell López de Arbina, fisioterapeuta especializado en ejercicio terapeútico en pacientes con dolor crónico y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, el dolor es “una pandemia”. Detrás de este gran número de personas afectadas hay muchos factores como el sedentarismo, malos hábitos de vida, estrés crónico y poco entrenamiento de fuerza, señala el experto. El fisioterapeuta destaca que cierta corriente médica “se ha centrado en abordar el dolor como un síntoma asociado a un daño del tejido y esto es un profundo fracaso del sistema sanitario, pues el dolor va mucho más allá del daño tisular”.
El dolor agudo puede convertirse en crónico cuando tarda más de lo habitual en curarse. Y lo hace mediante una activación persistente por los impulsos dolorosos de la lesión original. “Cuando la inflamación del tejido no se reduce u ocurren otras lesiones mayores, se mantienen o aumentan los impulsos dolorosos más allá de las primeras semanas y se va sensibilizando todo el sistema del dolor”, resume Madariaga.
Además, un mismo dolor no será vivido de igual forma por distintas personas porque “los mensajes que el dolor envía a nuestro cerebro son interpretados de forma diferente por las distintas personas, y porque nuestra experiencia individual en la vida diseña la forma en que experimentamos y expresamos nuestro dolor”, destaca la SED en su web.
¿Cómo reducir la posibilidad de desarrollar dolor crónico?
Además de tratar el dolor crónico, hay formas de prevenirlo o al menos de disminuir las posibilidades de que aparezca. Una dieta y un peso saludable, el ejercicio regular, evitar prácticas dañinas como fumar o beber demasiado alcohol, así como trabajar y descansar en distintas posturas saludables son formas de hacerlo, según la SED. “La obesidad es una de las enfermedades metabólicas que más predispone a padecer dolor”, destaca la vocal de la SED. Además, esta sociedad científica también destaca que ayuda hacer respiraciones profundas para controlar el estrés y participar en actividades agradables que lo reduzcan cuando sea posible y buscar terapia psicológica cuando sea necesario.
Para que los pacientes con dolor agudo puedan prevenir que transicione a un dolor crónico, la SED recomienda tomar medicación antiinflamatoria como el ibuprofeno (siempre bajo control de un profesional sanitario), aplicar frío y/o calor en las zonas doloridas, hacer ejercicio terapéutico, acudir a fisioterapia, controlar el estrés y obtener apoyo psicológico.
El fisioterapeuta Juan Sabadell aconseja a las personas que conviven con el dolor que no abandonen “por mucho que les hayan dicho que no tiene cura o que su etiqueta de dolor es para toda la vida” y destaca “que el cerebro aprende a no generar dolor”. También pide a los pacientes que “no tengan miedo a moverse, que se dejen ayudar y que nunca pierdan la esperanza”.
Mala salud mental y riesgo de adicciones en personas con dolor
El malestar crónico tiene graves efectos en otros aspectos de la salud de las personas. Hay una relación entre la presencia de dolor y su coexistencia con trastornos mentales como la ansiedad y la depresión, así como del desarrollo o recaída en adicción, que tiene una prevalencia del 15% de la población general frente a un 40% en caso de la población con dolor, indica a Maldita.es la farmacéutica y neurocientífica experta en adicción y dolor Lucía Hipólito, maldita que nos ha prestado sus superpoderes y también es profesora titular en la Facultat de Farmàcia de la Universitat de València.
El dolor clínico suele ir de la mano frecuentemente con otras molestias como las dificultades para dormir, los desórdenes psicoemocionales, el catastrofismo, las conductas evitativas y la reducción de la actividad por miedo al dolor, el aislamiento social progresivo, la incapacidad y el impacto en las actividades de la vida diaria, aclara a Maldita.es Monika Salgueiro, investigadora en el campo del dolor crónico, psicóloga, doctora en Neurociencias y profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
“Los efectos que produce el dolor sobre el funcionamiento normal del cerebro, especialmente en áreas relacionadas con la regulación de los estados afectivos y de la adicción, pueden promover la aparición de estrés, ansiedad e incluso consumo de drogas (legales e ilegales)”, aclara Hipólito. El 70% de las personas con dolor neuropático pueden llegar a desarrollar un trastorno psicológico, como ansiedad, depresión, alteraciones en el sueño y fatiga crónica, destaca la SEN.
La labor del psicólogo en personas con dolor crónico se centra en abordarlo de forma personalizada, a través del entrenamiento en estrategias de afrontamiento adaptativas y eficaces, indica la psicóloga Casandra Isabel Montoro. Así, se busca evitar que el dolor se convierta en el centro de la vida del paciente. La terapia psicológica, en concreto la distracción cognitiva, puede reducir los síntomas depresivos y dar lugar a un manejo eficaz del dolor, reduciendo el uso de medicación, según una investigación en la que ha participado Montoro. También deben abordarse las alteraciones cognitivas en la memoria y la atención por ser “uno de los problemas que con mayor frecuencia reportan estos pacientes e influyen en gran medida en su calidad de vida”, añade la psicóloga.
Las técnicas basadas en el modelo cognitivo-conductual dan herramientas a la persona con sufrimiento físico para reducir los síntomas de ansiedad y depresión, reelaborar las ideas distorsionadas acerca del dolor, disminuir las conductas evitativas de la actividad por miedo al dolor, aportar estrategias de afrontamiento efectivas, favorecer una mayor funcionalidad e incorporación a las actividades de la vida diaria, añade Salgueiro.
La psicóloga añade que la falta de apoyos familiares y el aislamiento social aportan una mayor vulnerabilidad y contribuye a cronificar el dolor y amplificar su impacto. En cambio, una red sólida de apoyos ayuda a mitigar el dolor y aumentar el bienestar. Por ello, la información es clave para los familiares y allegados de una persona con malestar crónico: “Comprender los porqués, saber qué esperar, entender los cambios que pueden sucederse en distintos momentos es importante para poder realizar un acompañamiento adecuado a la persona afectada”. Este cuidado a un ser querido implica “saber escuchar más allá de las palabras, acompañarle en el proceso, implicarse en el tratamiento, celebrar los avances y saber entender los momentos en los que no se consigue avanzar y también pedir ayuda u orientación profesional si se necesita”.
Pero no sólo el dolor está detrás de una peor salud mental, sino que el propio dolor crónico altera cómo vivimos el dolor, al producir cambios estructurales en regiones del cerebro que modulan el dolor. De esta forma, posiblemente el dolor crónico disminuye la habilidad para regularlo, según un estudio publicado en Nature Reviews Neuroscience.
Mayor riesgo de suicidio
Si estás pasando por una mala situación personal, padeces alguna enfermedad mental o tienes pensamientos suicidas, puedes recibir ayuda de tu médico de cabecera o acudir a Urgencias. También puedes acudir a una persona de tu confianza, comunicarle lo que te está sucediendo y buscar la compañía de alguien que te aprecie y con quien te sientas a gusto.
Otros recursos disponibles son el Teléfono de la Esperanza, con el que puedes contactar llamando al 91 459 00 55 o al 717 003 717 (aquí tienes el listado completo del teléfono de sus sedes en España y otros lugares del mundo), y el Teléfono contra el Suicidio, disponible en el 91 138 53 85.
Por todo lo anterior, no es de extrañar que las personas con dolor crónico tenga más probabilidad de cometer suicidio que el resto de personas. Un trabajo científico encontró que las personas con migrañas tenían el doble de riesgo de intentar suicidarse. “Hay un alto riesgo de suicidio en pacientes que tienen dolor crónico porque se produce mucho aislamiento, no te permite hacer vida normal y en muchas ocasiones no tiene cura, pero en España no tenemos estudios que avalen este incremento de riesgo”, explicó a El Confidencial Concha Pérez Hernández, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital Universitario de la Princesa.
Para Hipólito, la sociedad no comprende cómo es convivir con el dolor y señala que “normalmente se culpa al paciente que sufre trastornos afectivos, como si el paciente pudiera controlar su estado afectivo. Vivir con dolor supone una pérdida de la calidad de vida que impacta tanto en la salud mental como en la actividad social del paciente”. La SED señala que “el dolor suele limitar la habilidad para trabajar, disfrutar y para cuidar de uno mismo”.
Diferencias en el dolor y su tratamiento entre hombres y mujeres
Ya hemos dicho que las mujeres generalmente padecen en mayor intensidad y con más frecuencia el dolor: un 41% de las mujeres y un 27% de los hombres dicen tener situaciones dolorosas que les afectan “bastante o mucho”, señala la Encuesta Nacional de Salud de España 2017. Además lo sufren en más partes del cuerpo y con una duración mayor que en hombres. Pero las mujeres tienen una mayor probabilidad de prescripción de analgésicos una vez corregido el efecto de la mayor prevalencia e intensidad del dolor en ellas.
“Estos resultados señalan que las mujeres no reciben una adecuada atención sanitaria en relación con la causa subyacente de sus síntomas. Las consecuencias son que la posible enfermedad puede seguir causando dolor y malestar, reduciendo la posibilidad de beneficiarse de la prescripción de un tratamiento adecuado al demorar el diagnóstico, así como los efectos secundarios del uso de medicamentos. El sesgo de género afecta a la salud de las mujeres mediante la medicalización de su malestar”, explicó a Público Elisa Chilet Rosell, doctora en Salud Pública e investigadora del Grupo de Investigación de Salud Pública de la Universidad de Alicante.
Otro estudio señaló que pese a los mayores niveles de dolor y que sea más frecuente en mujeres, ellas reciben un tratamiento menos agresivo contra ese malestar. Además, una investigación concluyó que los hombres que se sometieron a una operación cardíaca recibieron analgésicos con mayor frecuencia que las mujeres mientras que ellas recibieron más sedantes, unos fármacos que a diferencia de los analgésicos en general no afectan a las causas últimas del dolor. Todo esto lo contamos en un artículo sobre los sesgos de género en la ciencia.
Las causas de estas situaciones es que los profesionales sanitarios tienen sesgos de género a la hora de abordar el dolor. Así, los factores y estereotipos sociales perpetúan la brecha de género en el dolor crónico, destaca una revisión de la literatura científica hecha por un equipo de la Unidad de Dolor del Hospital Universitario La Fe de Valencia y publicada en 2020 en la Revista de la Sociedad Española del Dolor.
Tratamientos contra el dolor
Aunque el dolor es una experiencia individual y no todos los tratamientos tienen la misma efectividad para todas las personas, hay diversas opciones disponibles para paliar el dolor, que deben ser siempre recomendadas y controladas por un profesional sanitario. Lo indica Madariaga: “El dolor siempre es tratable. El agudo posoperatorio es en gran medida curable. El dolor crónico es mejorable parcialmente. Se pueden reducir los síntomas aunque no es curable”. Se puede llegar a convivir con el malestar siempre que se dé un manejo personalizado y efectivo del dolor, añade Montoro Aguilar.
La SED da ocho categorías de métodos contra el dolor. Además, recomienda mantener la actividad física y mental, hacer ejercicio diario como caminar o nadar, mantener siempre una postura correcta, usar calzado adecuado, mantener la actividad social y contactos con la familia y amigos.
La medicación se receta en algunos tipos de dolor. En algunos dolores, “el único remedio verdaderamente efectivo son los opioides, derivados de la morfina, que si se utilizan correctamente son muy seguros”. Los antidepresivos también suelen ser utilizados para aliviar el dolor, explica la SED. A veces, las inyecciones hacen que la medicación sea más efectiva al aplicarse cerca del lugar que genera el dolor o de los nervios que transmiten esa sensación.
La estimulación eléctrica puede reducir el dolor en ciertas áreas pero, aclara la SED, normalmente sólo se recurre a esta técnica cuando otros métodos más simples han fallado. La estimulación eléctrica transcraneal ha mostrado su efectividad en la modulación de la actividad cerebral. Al ser aplicada en las áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento del dolor y las emociones, puede reducir tanto la percepción de dolor como mejorar el estado de ánimo, destaca la psicóloga Montoro Aguilar, que investiga esta técnica.
Bloquear el nervio causante del dolor puede ser la mejor fórmula frente al dolor. Esto se logra con agujas guiadas por rayos X o TAC, sustancias químicas, frío o calor.
Los programas especiales de tratamiento del dolor, que se aplican en algunas unidades de dolor, enseñan al paciente a convivir con su dolor y lograr una mayor calidad de vida, aunque no logre eliminar el dolor. La neuropedagogía del dolor es el tratamiento con mayor porcentaje de éxito en la práctica clínica, indica el fisioterapeuta Juan Sabadell.
Los ejercicios de rehabilitación y movimientos controlados de las extremidades con dolor pueden ayudar a restaurar la elasticidad de las articulaciones y músculos y una mejor calidad de vida. El ejercicio terapéutico “ayuda a mejorar nuestra funcionalidad y poner en marcha todo el engranaje de sistemas corporales que se ven entorpecidos por el proceso de dolor”, añade Sabadell, quien recomienda también evitar el miedo al movimiento.
Debido al ya mencionado efecto psicológico del dolor, el apoyo psicológico es habitual junto al tratamiento farmacológico. “Un buen profesional en psicología se ha de convertir en el candil que ilumine el camino y sirva de esperanza para la mitigación del dolor crónico y el sufrimiento emocional”, resume Montoro.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes l@s maldit@s Juan Sabadell López de Arbina y Lucía Hipólito.
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Primera fecha de publicación de este artículo: 17/10/2021