Como existen muchos bulos y desinformaciones alrededor de la crisis climática, un fenómeno de alcance mundial, hemos agrupado a continuación algunos de los argumentos de los negacionistas de la emergencia climática y las respuestas, porque con datos se rebaten las mentiras.
"El cambio climático no está causado por el ser humano y no hay consenso científico al respecto. Además, los estudios tergiversan los datos"
Es falso. Hay un claro consenso científico al respecto. Durante las últimas décadas, organismos internacionales como las Naciones Unidas –a través del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés)–, la NASA, centros de investigación y universidades de todo el mundo han estudiado el impacto del ser humano en el clima y en el medio ambiente del planeta, encontrando numerosas evidencias científicas de su influencia. Estas investigaciones se realizan siguiendo el método científico, un proceso que siguen los investigadores para explicar fenómenos, establecer relaciones entre hechos y enunciar leyes que expliquen esos fenómenos. En este proceso los científicos utilizan datos fiables.
"La temperatura del planeta dejó de aumentar desde 1999 hasta El Niño del 2014"
Es falso. Los datos de la NASA muestran que, si tomamos como referencia la media de temperaturas de la superficie de la Tierra entre 1951 y 1980, la temperatura aumentó de 1999 a 2014. De hecho, 18 de los 19 años más cálidos han ocurrido desde 2001.
"No están aumentando los fenómenos meteorológicos extremos. No hay datos que lo demuestren"
Es falso aunque con matizaciones. Según el Informe de Síntesis del Quinto Informe de Evaluación del IPCC (el más reciente, de 2014) desde mediados del siglo XX han aumentado los eventos de precipitaciones intensas, las sequías en el Mediterráneo y en la zona de África Occidental, y los días y noches cálidos: tanto golpes como olas de calor. También se han incrementado los ciclones más intensos en el Atlántico Norte.
Lo que ha disminuido son los días y noches fríos, y también han descendido las sequías en el centro de América del Norte y en Australia noroccidental.
Estos datos son respaldados por informes anteriores del mismo organismo. De hecho, en el Cuarto (publicado en 2007), ya se afirmaba que “las estimaciones de la destructividad potencial de los huracanes muestran una tendencia sustancial al alza desde mediados de la década de 1970, con una tendencia hacia una mayor duración de tormenta y una mayor intensidad”. El informe expone que el número de huracanes de categoría 4 y 5 aumentó en aproximadamente un 75% desde 1970. Los mayores incrementos se registraron en los océanos Pacífico Norte, Pacífico-Índico y Sudoeste. Además, el número de huracanes en el Atlántico Norte también ha estado por encima de lo normal en nueve de los últimos 11 años, culminando en la temporada récord de 2005.
El texto recoge “el gran aumento en el número y la proporción de huracanes fuertes a nivel mundial desde 1970, incluso cuando el número total de ciclones y días de ciclones disminuyó ligeramente en la mayoría de las cuencas”. Por tanto, solo en el caso de ciclones sí estaríamos ante una ligera disminución, mientras que los huracanes han tenido un gran aumento tanto en número como en proporción.
No obstante, Fernando Valladares, profesor de investigación en el CSIC y en la Universidad Rey Juan Carlos, aclara que, aunque los ciclones tropicales hayan disminuido “ha aumentado su intensidad, y la relación de esta intensidad con el cambio climático se analiza con modelos”.
En el caso de las inundaciones, Valladares recalca a Maldita Ciencia que existe una nutrida evidencia del riesgo creciente con el cambio climático y que “atmósferas más calientes contienen más agua y eso conlleva más tormentas y mayor riesgo de inundaciones”.
En cuanto a las sequías, aunque sea difícil establecer una frecuencia general dada su variabilidad, este otro estudio publicado en la revista Nature muestra que se establecen más rápido y son más intensas.
"Según la NASA, los incendios en la cuenca del Amazonas están por debajo de la media de los últimos 15 años"
Es incompleto. Aunque es cierto que la NASA publicó un artículo el 16 de agosto de 2019 que decía que “a fecha del 16 de agosto de 2019 las observaciones de satélite han indicado que la actividad de incendios total en la cuenca del Amazonas fue ligeramente inferior a la media de los 15 años anteriores”, el artículo fue actualizado el 22 de agosto y la frase quedó así: “A fecha del 16 de agosto de 2019, el análisis de los datos de satélite de la NASA ha indicado que la actividad de incendios total a lo largo de la cuenca del Amazonas este año ha estado cerca de la media de los últimos 15 años”.
De hecho, el 23 de agosto la NASA publicó otro artículo que dice: “los científicos usando los satélites de la NASA para rastrear la actividad de los incendios han confirmado un incremento en el número y la intensidad de incendios en el Amazonas brasileños de 2019, haciendo este año el más activo en incendios en la región desde 2010”.
Como ya os explicamos en Maldita Ciencia, la superficie quemada en la Amazonia brasileña y también el número de focos de incendios detectados por satélite en Brasil y en la Amazonia brasileña son los mayores desde 2010, según el brasileño Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE).
"No hay deforestación en el planeta. La superficie de bosques no está disminuyendo. La reforestación y el crecimiento natural de los bosques compensan la pérdida por tala o incendios"
Es falso. Este argumento suele apoyarse en un artículo que la revista científica Nature publicó en agosto de 2018 donde se afirmaba que la cobertura arbórea ha crecido un 7,1% y el suelo desnudo a nivel global ha disminuido en 1,16 millones de kilómetros cuadrados (un 3,1%) en el período 1982-2016 según datos de satélite a nivel global. “El artículo también dice que no es lo mismo recuperar bosques secundarios de zonas templadas que perder bosques tropicales en general, con muchísimo más carbono acumulado por hectárea”, puntualiza a Maldita Ciencia Lluís Brotons, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF).
En la misma línea se expresa a Maldita Ciencia el científico Michael Coe, director del Programa Amazónico en el Centro de Investigación Woods Hole (EEUU): “Sería muy escéptico con la afirmación de que no hay deforestación neta. Más importante aún, uno no puede simplemente intercambiar bosques longevos de los trópicos por bosques que vuelven a crecer en las latitudes medias o altas. Son completamente diferentes”.
Un argumento que comparte también Matt Warren, ecólogo en el Instituto de Innovación de la Tierra (EEUU), quien matiza que el artículo de Nature se refiere a pérdida o ganancia de cubierta arbórea, en general, cuando no es igual perder un bosque u otro. “No podemos equiparar los bosques tropicales con los bosques de montaña de otras regiones y, además, los bosques existentes están cada vez más fragmentados y degradados. Por otra parte, los bosques secundarios (bosques en regeneración) no son equivalentes a los bosques de crecimiento antiguo en términos de almacenamiento de carbono o biodiversidad”, resalta a Maldita Ciencia.
Si miramos más investigaciones, otra publicada en Science concluyó que entre el año 2002 y 2012 la masa forestal global disminuyó en 1,5 millones de kilómetros cuadrados. Además, un artículo publicado en 2015 cifra en 93.896 kilómetros cuadrados el aumento de la superficie desnuda entre el 2000 y 2012. En esa misma línea, este otro artículo científico estimó en 450.000 kilómetros cuadrados la pérdida de bosques entre el año 2000 y 2005 y en 560.000 kilómetros cuadrados menos de bosques entre 1990 y 2000.
"La deforestación no está demostrada. Según la FAO en el último quinquenio la superficie de los bosques apenas ha variado, disminuyendo sólo un 0,08%"
Es falso. En realidad lo que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) publicó en 2015 en su informe Evaluación de los recursos forestales mundiales es que “la tasa anual neta de pérdida de bosques ha disminuido del 0,18 por ciento en la década de 1990 al 0,08 por ciento durante el período 2010-2015”. Eso no significa que no haya deforestación alguna. De hecho, la FAO también informó que, mientras que en 1990 los bosques cubrían el 31,6 por ciento de las zonas terrestres del planeta -unos 4.128 millones de hectáreas-, en 2015 se había pasado al 30,6 por ciento -cerca de 3.999 millones de hectáreas-.
Además, en su informe 2018 El estado de los bosques del mundo, la FAO afirma que “la deforestación es la segunda causa más importante del cambio climático después de la quema de combustibles fósiles y representa casi el 20% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero”.
"Los bosques producen mucho oxígeno pero también consumen grandes cantidades por lo que su aportación es nula. No son 'pulmones' ni mucho menos"
Falta el contexto. “Los bosques están reciclando unas pocas partes por millón de dióxido de carbono y oxígeno cada año, pero la atmósfera contiene 210.000 partes por millón de oxígeno, que se acumularon en la atmósfera hace miles de millones de años. Por lo tanto, si hay alguna contribución neta de oxígeno por parte de los bosques, es increíblemente pequeña”, explica el investigador Michael Coe.
El ecólogo Mat Warren aclara lo que significa esta aportación neta. “Es cierto que el bosque amazónico suministra aproximadamente el 20% (el número real es alrededor del 16%) de todo el oxígeno producido en la Tierra. Sin embargo, también consume oxígeno a través de la respiración de las plantas y la respiración de los microbios que descomponen la biomasa de las plantas muertas (autótrofos y respiración heterotrófica). Por lo tanto, la contribución neta de la Amazonia al suministro global de oxígeno es cercana a cero”, afirma el experto.
Sin embargo, la expresión de que la Amazonia son “los pulmones de la Tierra” no alude solo al oxígeno. “Se refiere a su importancia clave para el intercambio de gases con la atmósfera”, aclara Valladares. El científico explica que la Amazonia, en su función clave de regular grandes ciclos de la materia y la energía del planeta, regula e influye en el ciclo del agua mediante la transpiración de sus billones de árboles, y en el del carbono, almacenando toneladas de CO2 que, de otra forma, “estarían en la atmósfera calentando aún más el planeta”.
Primera fecha de publicación de este artículo: 24/09/2019