¡Bienvenidos un viernes más, malditas y malditos, al Consultorio Científico de Maldita Ciencia! Como cada semana, hemos investigado sobre algunas de las dudas que nos habéis enviado a través de nuestro e-mail ([email protected]), WhatsApp (655 198 538), Twitter y Facebook y aquí tenéis las respuestas, calentitas y listas para saciar pequeñas pero importantes inquietudes. ¡A por ello!
¿Sienta mal o es indigesto el pan recién horneado?
Nos habéis preguntado si comer bollos o panes calentitos, recién sacados del horno, puede “sentar mal” al estómago. No hemos encontrado ningún estudio que apoye esa idea, y todo parece provenir de una recomendación que se ha transmitido sin evidencias científicas de generación en generación.
Sin embargo, a día de hoy el motivo por el que se recomienda dejar reposar el pan recién hecho es por gusto y no por salud: según algunos estudios, el momento óptimo para apreciar las cualidades de éste es a las 8 horas de su horneado, no porque sino siente mal, sino porque nos sabrá mejor.
Iban Yarza, periodista especializado en los procesos de fabricación del pan, explica a Maldita Ciencia que, para poder apreciar los aromas y sabores, el tiempo de reposo dependerá, entre otras cosas del tipo de pan: algunos se comen calientes, otros se dejan enfriar horas, algunos panes incluso días. "Evidentemente una barra es un pan del día, no es lo mismo que una hogaza de 2 kilos, así que tendrá que reposar menos", concluye.
Además, ¿no hay panes que siempre comemos calientes? Es el caso de la pizza, el pan chino, algunas tortas, cocas y empanadas (hechas con masa de pan), etc. "Nadie se queja de que le siente mal la pizza y es masa de pan", matiza Yarza. "De hecho, casi todos los almidones y farináceos los tomamos calientes: pasta, arroz, patatas, etc".
Como decíamos, la idea de que comer pan caliente sienta mal viene de lejos: este manual para hacer pan de 1837 ya recoge que una de las reglas de oro al prepararlo era dejarlo enfriar y reposar 12, 24 e incluso 48 horas. El porqué de que esta recomendación se haya transmitido de generación en generación, según este artículo del historiador David Walbert, se sustentaba en supuestas y variadas hipótesis.
Por un lado se creía que el pan recién cocinado, al ser más denso y pastoso, era más difícil de digerir porque sus partículas no se separaban tan fácilmente. Por otro, algunas teorías médicas del momento creían que la temperatura y la humedad de los alimentos repercutían en el temperamento y salud de una persona. En éste caso, el pan húmedo y caliente, se decía, "los desequilibraría".
Según Yarza, hay otros motivos por los que se ha transmitido esta recomendación (no comer el pan caliente) de generación en generación: "Hoy en día comemos pan por gusto, pero antiguamente no era así, sino este tenía una función únicamente nutricional", explica, y añade que una persona podía comer hasta 500 gramos de pan al día como único alimento.
De ahí que en todas las culturas haya dichos evitando que la gente coma el pan recién horneado: si está caliente, sacia mucho menos. "Si comes tal cantidad, no es que te haya sentado mal por estar caliente, sino que quizá hayas engullido demasiado". Y peor aún si lo has hecho con mantequilla/aceite/manteca.
Otra de las hipótesis se sustenta en el proceso de fermentación: quizá este aún no había terminado en el horno, y lo hacía en el estómago. Es cierto que, para conseguir el resultado que vemos en bollos y panes, es necesario este proceso bioquímico durante el que, por acción de las levaduras, se desprende alcohol (etanol) y dióxido de carbono. De ahí que el resultado sea un alimento ligero y esponjoso. En teoría, estos residuos dificultarían nuestra digestión pero, no hemos encontrado ninguna evidencia de esto ni de que el pan pueda seguir fermentando en nuestro estómago.
"Cuando el pan sale del horno, su temperatura interna se acerca a los 100ºC, es decir, ahí no queda nada que pueda fermentar: la muerte térmica de las levaduras y bacterias que producen la fermentación se produce entre los 50 y los 60 ºC", explica Yarza. "Es decir, cuando el pan sale del horno es estéril y no fermenta", añade.
¿Es cierto que orinar tras mantener relaciones sexuales reduce el riesgo de infecciones de orina?
En torno a la cistitis (una molesta inflamación de la vejiga a causa de una infección urinaria) existe una buena ración de bulos y mitos. Ya hablamos en Maldita Ciencia de que, aunque es una idea muy extendida, de hecho el arándano rojo no ha demostrado ser una forma eficaz de tratar estas infecciones.
Ahora nos habéis preguntado si es cierto que orinar después de mantener relaciones sexuales se considera una forma eficaz de prevenir la cistitis y, en ese caso, por qué se recomienda solo a las mujeres. La respuesta es que sí parece ser una forma de prevenir este problema, aunque su eficacia es difícil de asegurar y de medir y es especialmente recomendado para algunos casos en concreto, como el de mujeres que ya han padecido infecciones de orina antes. Se recomienda más a mujeres que a hombres por una cuestión anatómica.
Las infecciones de orina se producen cuando las bacterias causantes entran por el tracto urinario, suben por la uretra y llegan a la vejiga, donde causan la inflamación. Hay distintas formas en que esas bacterias pueden entrar en ese conducto, y una de ellas pueden ser las relaciones sexuales, donde el contacto entre las zonas genitales favorece el movimiento de las bacterias.
A partir de ahí, estas pueden empezar a remontar la uretra, de forma que orinar puede ser una forma de expulsarlas de ese conducto y así reducir las probabilidades de que lleguen a la vejiga, evitando la infección. Sin embargo, la eficacia de esta medida es difícil de evaluar con precisión ya que influyen otros factores como la cantidad de agua que bebamos normalmente o el estado de nuestro sistema inmune o de la flora vaginal en ese momento.
Los resultados de los estudios realizados hasta ahora son moderados. Por ejemplo, en este se concluía que las mujeres que orinan en los 15 minutos después del coito tienen menos probabilidades de sufrir una infección de orina, pero el mismo estudio reconoce sus limitaciones (no contaba con un grupo de control bien diseñado). En este otro estudio se concluía que en general, orinar tras las relaciones sexuales no ayuda a evitar las infecciones de orina, pero sí podría ayudar a reducir la probabilidad de sufrirlas en mujeres que ya las han padecido antes.
El motivo de que esta recomendación se haga principalmente a las mujeres es que en ellas la uretra es más corta y por tanto es más fácil que se produzca la infección. En los hombres, la uretra es más larga y las bacterias lo tienen más difícil para recorrerla entera. Por eso, si bien orinar después del sexo sigue siendo una buena costumbre, no es igual de eficaz como medida de prevención de la cistitis.
¿Funciona la terapia con delfines?
Otra de las dudas que nos habéis hecho llegar durante la semana es si es cierto que la interacción con delfines puede influir positivamente en ciertos trastornos infantiles como el síndrome de Down, autismo, parálisis cerebral e incluso coma y otros, según aseguran los centros que ofertan la llamada delfinoterapia
Entre otras vías, la duda procede de este tuit que muestra a través de un vídeo cómo estos animales "tranquilizan" (supuestamente) a niños. Este artículo del Huffington Post incluso se refiere a un delfín, Mateo, como un ayudante de terapia indispensable e "infinitamente paciente con las necesidades especiales de los niños" en un centro que ofrece esta terapia en Curaçao, una isla en el sur del mar Caribe.
Sin embargo, no hay evidencias científicas de que la terapia con delfines tenga efectos positivos fuera del placebo: hay que tener en cuenta que recibir este tratamiento supone viajar a un lugar nuevo, navegar por océanos tropicales y disfrutar de un ambiente de optimismo que podría influir en el estado de ánimo del niño. Gran parte de la información sobre los beneficios de esta técnica, además, procede de anécdotas personales o estudios científicos con métodos difusos e intereses económicos.
Entre las supuestas herramientas de curación de estos animales, según explica este artículo de Hal Herzog, profesor de Psicología en la Universidad de California, destacan los llamados "campos de fuerza de bioenergía" que generan al comunicarse entre sí, además de la capacidad de alterar directamente las ondas cerebrales humanas. Otras webs, añaden que estas señales "son capaces de afectar a la doble hélice genética y estimulan al sistema nervioso central del paciente y la liberación de hormonas ligadas a la relajación y mitigación del dolor".
Nada de todo esto tiene sentido científicamente, pero puede convertirse en la última esperanza de muchos padres dispuestos a hacer cualquier cosa y a cualquier precio para ayudar a sus hijas e hijos.
Algunas investigaciones han evaluado los métodos utilizados en estudios que probaban la efectividad de la terapia. Los resultados desvelaron que en ninguno de los casos se seguía los estándares mínimos necesarios para que estos fuesen válidos (muy pocos casos estudiados, control inadecuado de los grupos, incapacidad de separar los beneficios de la interacción con delfines del efecto placebo e intereses económicos evidentes). Es decir, no hay bases para creer que la terapia con delfines sea efectiva para ningún desorden de la salud.
De hecho, este método puede tener repercusiones negativas para sus pacientes como enfermedades en la piel, mordiscos, golpes e incluso embestidas y los costes son muy elevados.
¿Puede curarse el autismo a través de la alimentación?
Como colofón al consultorio de esta semana, aquí está la respuesta a otra de vuestras dudas. Nos habéis preguntado si el autismo puede curarse a través de la alimentación. Sin embargo, las evidencias científicas al respecto no son lo suficientemente sólidas como para poder asegurar que esto ocurra: una dieta restrictiva no es solución al autismo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los Trastornos del Espectro Autista (TEA) se caracterizan por la alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, así como por un conjunto de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo. María José Mas, neuropediatra, explica a Maldita Ciencia que su causa es desconocida y no parece única, sino más bien debida a la compleja interacción de múltiples factores genéticos y ambientales que intervienen en el neurodesarrollo.
Durante los últimos años, numerosos estudios han investigado la posibilidad de que este tipo de trastornos estuviese de alguna forma ligado a problemas del aparato digestivo, dado que muchos síntomas de los pacientes de TEA están relacionados con complicaciones gastrointestinales.
Según esta revisión publicada en la revista Frontiers in Cellular Neuroscience, tanto los problemas gastrointestinales como el estreñimiento y la diarrea son más comunes en niños con TEA que en los grupos que no padecen este trastorno (un 42% frente a un 20%, respectivamente). Este problema repercute en su comportamiento: que un paciente con TEA sufran dolencias gastrointestinales puede influir en su nivel de ansiedad y ser la causa de agresiones tanto a sí mismos como a quienes le rodean.
Varios estudios han demostrado que la flora intestinal (conjunto de especies bacterianas, en su mayoría beneficiosas, que habitan en nuestros intestino) está directa o indirectamente asociada a los síntomas de los TEA. De hecho, los niños con este trastorno presentan una flora intestinal menos diversa. Este estudio explica que la normalización de este conjunto de especies bacterianas en personas con autismo podría mejorar muchos de sus síntomas conductuales.
Por ello, es habitual la discusión sobre cómo podría influir la alimentación en los pacientes con este trastorno y si, a través de la misma, podría minimizarse la gravedad de algunos de los síntomas. En concreto, se habla de posibles intolerancias alimentarias y alergias de estos pacientes y la correspondiente dieta carente de gluten y caseína o lácteos, es decir, eliminar de la dieta pan y bizcochos, yogur, crema, leche o helado, etc.
Sin embargo, si no existe un problema alimenticio concreto, como la celiaquía o la intolerancia a la lactosa, "el uso de dietas tan restrictivas, que eliminan alimentos propiamente infantiles, merman la inclusión social en niños que ya lo tienen difícil de por sí", indica Mas.
"Los niños con TEA tienen limitada su capacidad de expresarse, si algo no les sienta bien, la digestión es molesta o dolorosa, raramente lo expresarán de forma explicita", explica Mas. "En estos casos, es buena idea investigar una posible intolerancia o alergia, pero con la cautela necesaria y siendo muy conscientes de que la dieta mejorará la digestión y por tanto el ánimo del niño, pero no mejorará su autismo".
Esa es también la conclusión de este estudio del European Journal of Nutrition,que apunta que no existen evidencias suficientes para afirmar que una dieta restrictiva a sea beneficiosa para los síntomas principales de TEA en niños.
Y como cada semana...
... queremos agradeceros que contéis día tras día con nosotros y nos enviéis tanto aquello de lo que sospecháis como esas preguntas sin respuesta que que (hasta ahora) no sabíais como quitaros de la cabeza. Siempre que podamos y, mientras esté en nuestra mano, intentaremos resolver todos vuestros interrogantes. ¡Nos encanta! Sin embargo, os recordamos que no somos médicos, quienes realmente serán la mejor opción para diagnósticos y casos concretos. ¡Buen finde!