Es septiembre y hace menos calor, hay menos gente pero nos está brillando el sol. En Maldita Ciencia queremos estrujar los últimos días del verano en el hemisferio norte haciendo un consultorio fresquito, con frutas de temporada y ameno, para que la vuelta al cole, al trabajo o a la rutina nos sea llevadera para todas y todos. Esta semana hablamos del mito sobre beber agua después de comer cerezas, por qué se llama al intestino delgado ‘el segundo cerebro’, si nos puede sentar mal un alimento justo en el momento de comerlo y si tomar yogur durante el tratamiento con antibióticos puede ser útil.
Pero antes, recordad que nos podéis hacer llegar todo el resto de preguntas que tengáis por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). ¡Vamos a ello!
¿Es cierto que no se debe beber agua después de comer cerezas?
¿Cuántos de nuestras malditas y malditos han escuchado alguna vez este dicho? La temporada de cerezas en el hemisferio norte acaba de terminar (va desde abril hasta agosto) y, coincidiendo con esto, nos habéis preguntado por qué hay de cierto en que no se debe beber agua después de comer cerezas. Seguro que alguien se habrá hinchado de esta fruta y habrá tenido dudas sobre si debía beberse un vasito de agua después del manjar, así que vamos a resolverlo de manera rápida: este dicho no tiene sentido y no hay ningún indicio de que tomar agua después de unas cerezas sea perjudicial (siempre que hablemos de cantidades humanas racionales, tanto de cereza como de agua).
En Maldita Alimentación no nos cansamos de hablar de los múltiples beneficios que tienen las frutas y verduras (y más si son de temporada y de proximidad). En el caso concreto de las cerezas, esta revisión publicada en 2018 recopila 29 estudios y ensayos en humanos donde se ve cómo mejoran diferentes indicadores de salud: descenso de la presión arterial, mejora del sueño, reducción de dolores musculares causados por hacer deporte y del riesgo de desarrollar artritis y diabetes, entre otras.
Ahora bien, ¿hay algo en las cerezas que impacte en la digestión? Lo cierto es que las cerezas, al igual que otras frutas, son un alimento rico en fibras y que puede ayudar a realizar la digestión. Como explicamos en Maldita.es, la fibra es parte responsable de la sensación de saciedad y ralentiza el proceso digestivo, haciendo que los azúcares presentes en esta fruta (y en el resto de la comida) se absorban más lentamente y evitando una subida repentina de la glucosa.
Por ello, incidimos en que en unas cantidades razonables de cereza para un humano estándar no son perjudiciales. Comer demasiada fibra sí podría ocasionar molestias puntuales como flatulencias, sensación de hinchazón y diarrea. Si la cantidad diaria recomendada de fibra por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, siglas en inglés) es de 25 gramos, y el margen problemático está por encima de los 50 gramos de fibra y hay 1,5 gramos de fibra por cada 100 de cerezas (contando solo la parte comestible, sin el hueso), estamos hablando de tomar 1,7 kilos de cerezas al día para que superen la cantidad recomendada o 3,3 kilos para superar el margen que se considera excesivo.
¿Y qué pasa con el combo ración de cerezas + vasito de agua? ¿Es problemático? Lo cierto es que no. Como ya explicamos en Maldita Alimentación, beber agua en las comidas (sea de fruta o de cualquier alimento) no entorpece la digestión ni hace que nos siente mal, siempre que hablemos de cantidades razonables de líquido. La única preocupación con las cerezas y el agua es en cuanto a su almacenamiento y lavado: es importante guardarlas sin lavar y sin tapar en la nevera y lavarlas una vez vayamos a comerlas.
Productores y profesionales relacionados con las cerezas saben que esta afirmación popular está ampliamente extendida. Por ejemplo, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida Cereza del Jerte, el mayorista de frutas SanLucar o la empresa de catering en aviones LSG Group tachan este conocimiento como mito.
¿Por qué se dice que el intestino es ‘el segundo cerebro’?
En Maldita.es ya os hemos resuelto muchas dudas sobre el cerebro, como por qué no se te ‘congela’ cuando comes o bebes algo frío, qué son los pensamientos intrusivos o cómo funcionan las ilusiones ópticas y auditivas. Ahora nos habéis preguntado por qué se dice que el intestino es ‘el segundo cerebro’ y si tiene sentido esta afirmación. Pese a que este órgano del sistema digestivo también cuenta con millones neuronas, dicha denominación no es del todo ajustada y puede llevar a una comprensión incorrecta de sus funciones.
El intestino es denominado el “segundo cerebro” porque un investigador estadounidense, Michael Gershon, publicó un libro con ese título hace más de 20 años, según explica a Maldita.es José Antonio Uranga, biólogo, investigador del departamento de Ciencias Básicas de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos, experto en patología digestiva y maldito que nos ha prestado sus superpoderes.
El autor defendía que el gran número de neuronas situadas en las paredes del tubo digestivo y sus funciones, algunas tan importantes como la liberación de serotonina (un neurotransmisor que genera nuestro cerebro y que influye en nuestro estado de ánimo), “bien merecían esa calificación”.
Desde entonces, el término se ha ido popularizando “por comodidad de lenguaje o por el atractivo que tiene el mundo ‘neuro’, si bien no es una denominación correcta y puede llevar a una comprensión incorrecta de sus funciones”, valora Uranga.
Es cierto que en el intestino hay múltiples neuronas agrupadas en redes que recorren el tubo digestivo, formando el sistema nervioso entérico (SNE). Pero, tal y como subraya el biólogo, hay muchísimas menos que en el cerebro. Mientras que algunas investigaciones señalan que el intestino tiene entre 200 y 600 millones de neuronas, otras indican que el cerebro cuenta con unas 100.000 millones.
“Tampoco son las únicas fuera del sistema nervioso central, ya que el sistema nervioso entérico forma, junto con el resto de neuronas y sus células acompañantes fuera del encéfalo y la médula espinal, el sistema nervioso periférico”, afirma.
La función principal del SNE es controlar la digestión. Jay Pasricha, director del Centro Johns Hopkins de Neurogastroenterología, explica que este sistema se encarga de la deglución (el paso de los alimentos u otras sustancias desde la boca hacia el estómago), la liberación de enzimas que descomponen los alimentos y el control del flujo sanguíneo que ayuda con la absorción y eliminación de nutrientes.
Además de estimular y coordinar los movimientos de las distintas capas del tubo digestivo para favorecer la digestión, Uranga explica que el SNE también es el responsable de la sensibilidad al dolor y hace de intermediario entre el sistema nervioso central y distintos metabolitos (sustancias producidas durante el metabolismo) producidos por las bacterias intestinales.
Estas funciones de comunicación entre células están mediadas por neurotransmisores. “Pero, en realidad, todas las células del cuerpo se comunican y relacionan entre sí mediante hormonas, neurotransmisores u otras moléculas, por lo que tampoco en este aspecto el intestino es diferente”, comenta Uranga.
Por último, hay que tener en cuenta que “el cerebro es algo más que neuronas o moléculas de señalización”. Su función característica es la cognitiva y “eso es algo de lo que carece el intestino o cualquier otro órgano que no sea el ‘único’ cerebro”.
¿Puede un alimento sentarte mal justo al comerlo?
La comida. El mejor momento del día para muchos. Salvo que tengas alguna intolerancia alimentaria o sufras una repentina intoxicación. Por no hablar de las alergias alimentarias. Pero el malestar que pueden generar estas situaciones tardan un tiempo en notarse porque es necesario que llegue al estómago para notar sus efectos. Nos habéis preguntado si es posible que ya en la boca, antes de digerirlo, haya alimentos que nos causen rechazo en el cuerpo. Y la respuesta es que sí.
Hay varias situaciones y casos en que una comida nos puede sentar mal al ingerirla, e incluso antes debido al olor. La leche agria o una comida en estado de putrefacción, por ejemplo, puede activar el centro del vómito por el nervio olfatorio al captar el olor y provocar náuseas e incluso vómito, como señala a Maldita.es la tecnóloga de los alimentos y nutricionista Beatriz Robles.
También puede ocurrir con las personas que tienen dispepsia o gastritis tengan sensación de dolor con determinados alimentos como la cebolla o los que contienen cafeína. Además, ciertos alimentos pueden estimular la secreción de ácido gástrico de forma que “sientas el típico ardor de estómago aunque no tengas una gastritis crónica”, añade Robles.
Lo que no es posible es que un alimento contaminado por microorganismos o sus toxinas produzca síntomas de intoxicación alimentaria inmediatamente tras ingerirlo. “Tienen que pasar al menos unas horas”, concluye la experta.
¿Es útil tomar yogur durante los tratamientos con antibióticos?
Cualquier excusa es buena para que hablemos de antibióticos en Maldita. Tenemos recopilados los mitos más comunes sobre ellos, las cinco dudas principales y el problemón de salud que ya supone la resistencia antimicrobiana. Esta semana nos habéis consultado en Twitter si es útil tomar yogur durante los tratamientos con antibióticos. En teoría, este alimento ayudaría a reducir la diarrea asociada a los antibióticos, un síntoma común de estos tratamientos. En la práctica, la evidencia es limitada y aunque sí que hay estudios que han conseguido demostrar que los yogures alivian esta diarrea, también hay ensayos clínicos que no consiguen probar estos beneficios.
Según apunta Uranga, “con los tratamientos antibióticos, y más si son prolongados, pueden dañar nuestra flora bacteriana, por lo que cualquier complemento como los probióticos puede ayudar a regenerarla y evitar una proliferación excesiva de bacterias perjudiciales”. Así, Uranga opina que “sí, sin lugar a dudas”, los yogures pueden ayudar durante los tratamientos antibióticos.
Los probióticos son aquellos alimentos que tienen microorganismos vivos en su composición. En los yogures, estos microorganismos son esenciales en su fabricación, como explica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN). El dietista-nutricionista Juan Revenga explica en su página web cómo se fabrica el yogur más simple de todos: se usa leche pasteurizada y se le añaden dos tipos de bacterias, Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus, para que se produzca la fermentación de la leche y dé origen al yogur.
Una recopilación de la evidencia científica hasta 2013 sobre el papel del yogur y leches fermentadas en la alimentación saludable recogió un apartado dedicado a cómo estos alimentos impactan en la diarrea asociada a antibióticos. Sobre yogures, concretamente, presentan cuatro ensayos clínicos en humanos (ver 1, 2, 3 y 4) en los que investigaron si este problema de salud mejoraba cuando se entregaba un yogur con determinadas bacterias frente a dar un placebo. Dos de ellos encontraron resultados significativos, con menos cuadros de diarrea o más cortos; pero otros dos, a pesar de observar diferencias, no eran estadísticamente significativas.
Una revisión sistemática y metaanálisis más reciente, publicado en 2015, buscó los ensayos estudios en este sentido hasta septiembre de 2014. Encontró, por un lado, que los estudios sobre este asunto son muy diferentes entre sí y que el consumo de yogur no muestra un efecto consistente a la hora de reducir este tipo de diarrea. Por otro lado, una revisión de Cochrane de diciembre de 2015 sí que encontró suficientes evidencias de que dosis controladas de ciertas bacterias probióticas (Lactobacillus rhamnosus y Saccharomyces boulardi) podrían prevenir este tipo de diarrea en niños.
Beatriz Robles, tecnóloga de alimentos y dietista-nutricionista, precisa a Maldita.es que las dosis diarias de estas bacterias probióticas para las que se ve un beneficio son muy altas, de unos cinco mil millones de UFC (unidades formadoras de colonias, una unidad de medida empleada en microbiología), mientras que en un yogur hay por norma unas 10 o hasta 100 millones de UFC. “Habría que comer muchos, muchos yogures para alcanzar dosis tan elevadas”. Además, estas dos bacterias concretamente no se encuentran en los yogures, precisa la tecnóloga*.
Con todo lo anterior, se puede afirmar que la evidencia sobre si el yogur ayuda durante el tratamiento con antibióticos es limitada. . En estos casos, nuestra recomendación es atender a lo que indique el médico o médica, que conocerá qué antibiótico está recetando y qué tipo de yogur es recomendable tomar, si es que se recomienda alguno.
Todavía no hemos terminado…
Antes de decir adiós, os recordamos una vez más: no somos médicos, somos periodistas. Puedes contar con nosotros para todo aquello que esté en nuestra mano, ¡por supuesto! Pero si lo que necesitas es un diagnóstico concreto y/o tienes dudas médicas específicas, la mejor opción será que recurras a un profesional sanitario que estudie el caso y te recomiende la solución o tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen fin de semana!
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito José Antonio Uranga, biólogo e investigador del departamento de Ciencias Básicas de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos.
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*Este artículo ha sido actualizado el 5 de septiembre de 2022 para agregar unos comentarios de Beatriz Robles sobre la revisión de Cochrane del uso de probióticos para prevenir la diarrea asociada a antibióticos. Una versión anterior de este artículo afirmaba que en población infantil sí se veía un beneficio del uso de yogures, lo cual no es del todo correcto.
Este contenido es apoyado por la iniciativa “Alimentando el cambio” de DANONE en el que Maldita.es colabora elaborando contenidos independientes según su metodología.