Seguro que en los últimos meses has recibido por WhatsApp o has visto en redes sociales alguna que otra teoría de la conspiración. Algunas de ellas, por muy inverosímiles que parezcan, se difunden en varios países: como la que asegura que la nieve caída este invierno es falsa o de plástico o la que afirma que la toma de posesión de Biden estaba "pregrabada" y que se vio 11 horas antes en España. Tampoco podían faltar las relacionadas con el 5G o con la vacuna contra la COVID-19. Te recopilamos algunas de ellas:
La teoría que asegura que la nieve es de plástico o falsa porque no se derrite y se pone negra al acercarle la llama de un mechero
Con la nevada en España por la borrasca Filomena se difundió un vídeo en el que una mujer aseguraba que "no es nieve de verdad, es puro plástico" porque al acercarle un mechero no se derrite y se pone de color negro. Es un bulo, como os explicamos en Maldita.es.
Al acercar la llama a la bola de nieve esta no se derrite sino que se sublima, es decir, pasa directamente a estado gaseoso. El color negro que adquiere la nieve y "el olor a plástico quemado" del que habla la persona del vídeo proceden del combustible del mechero que se está utilizando.
La misma teoría circuló en Estados Unidos con la llegada de la nevada. Como explicaron nuestros compañeros de PolitiFact, miembro del International Fact-Checking Network (IFCN), al que también pertenece Maldita.es, vídeos muy similares se difundieron en este país, asegurando que la nieve era falsa y que había sido generada por el Gobierno estadounidense. En estos vídeos, al igual que en España, se afirmaba que “las bolas de nieve no se derriten, sino que comienzan a desarrollar marcas de quemaduras negras”.
Pero como os decimos, se trata de un bulo. Como indica la física Mar Gómez, "el color negro es porque el combustible del mechero no termina de quemarse por completo y deja restos en la nieve de ahí el olor a plástico quemado" y cuando se aplica la llama a la nieve "no se derrite, sino que se sublima, pasa directamente a estado gaseoso".
La teoría de la conspiración que dice que la toma de posesión de Biden estaba "pregrabada" y que se vio 11 horas antes en España
Tras la toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, celebrada el pasado 20 de enero en Washington DC, comenzó a circular una teoría de la conspiración que aseguraba que la ceremonia estaba pregrabada y que fue retransmitida en España 11 horas antes. Se basan en unas declaraciones de una persona llamada Charlie Ward, quien no ha aportado ninguna prueba para demostrar que la toma de posesión se vio horas antes en España.
Estas publicaciones, difundidas entre otras personas por el abogado de Trump, Lin Wood, enlazan a un vídeo de una tertulia sobre la toma de posesión en la que uno de sus participantes, llamado Charlie Ward (residente en España, según su página web), asegura que recibió "la inauguración en directo a las 7 de la mañana hora española, 10 horas antes de que se hiciera público". "Estaba pregrabado", asegura.
Pese a que Ward dice que le enseñó el vídeo de la toma de posesión "a mucha gente", la realidad es que en ningún momento aporta públicamente ningún tipo de prueba que demuestre lo que dice.
A través de una búsqueda avanzada no encontramos ningún otro usuario o página web que aporte pruebas para demostrar que la toma de posesión de Biden se retransmitió en España 11 horas antes de que esta diera comienzo. Por otra parte, esas supuestas imágenes "pregrabadas" no aparecen recogidas por ningún medio de comunicación. Sigue leyendo el artículo completo aquí.
La teoría de las redes 5G
Otra teoría conspirativa que se ha difundido mucho en los últimos meses es la que involucra a las redes 5G, a las que se les atribuyen efectos perjudiciales para la salud para los que, de nuevo, no hay hasta la fecha ninguna evidencia.
Hemos hablado de este tema varias veces en Maldita Ciencia, una de ellas aquí, dentro de nuestra colaboración con el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud. Ahí podéis leer más sobre qué es exactamente el 5G y cómo funciona, pero como resumen, a día de hoy no hay evidencias ni se han encontrado pruebas de que este tipo de ondas pudiesen repercutir en nuestro organismo.
Otra versión de esta conspiración asegura que Wuhan fue la primera ciudad china en implantar redes 5G y que la enfermedad que causa el coronavirus es resultado de un exceso de exposición a esas ondas. Tal y como ha explicado FullFact, medio de fact-checking británico donde también se difundió la teoría, no hay evidencias de que fuese así. En octubre de 2019 tres empresas estatales de telecomunicaciones chinas anunciaron la instalación de tecnología 5G en varias ciudades, y en la noticia publicada por Reuters en aquel momento se decía que otras grandes ciudades como Pekín o Shangai ya estaban cubiertas.
Las afirmaciones falsas que afirman que la vacuna contra el coronavirus va a cambiar tu ADN
En los últimos meses también se han compartido en redes sociales mensajes que afirman que las vacunas de ARN mensajero, como la de Moderna y Pfizer, alteran nuestro ADN. Es un bulo. Las vacunas de ARN mensajero no podrían de ninguna forma interferir en la secuencia de ADN de nuestras células, tal y como os hemos explicado en Maldita Ciencia.
Esta teoría también fue difundida en un vídeo en el que varias personas, entre ellas la activista anti-vacunas y promotora de ciertas teorías de la conspiración, Judy Mikovits, hablan sobre las vacunas contra el coronavirus. Entre las afirmaciones falsas que sostienen, que la vacuna de ARN mensajero (ARNm) no cumple con la definición de vacuna, que estas van a cambiar nuestro ADN y que causan efectos adversos en el 80% de las personas vacunadas. Pero nada de esto es cierto. Lee el artículo completo en este enlace.
Los chemtrails y por qué es una conspiración tan resistente
La teoría sin evidencias científicas de que nos envenenan con chemtrails no para de difundirse en todo el mundo. ¿Tú también has oído hablar de estas supuestas estelas peligrosas? ¿No sabes de dónde ha salido esta teoría de los chemtrails o qué tiene de cierto? No existe ninguna evidencia científica a favor de esta conspiración, y sí muchas en contra.
Para empezar, el posicionamiento público de los mayores expertos en ciencias atmosféricas, que en 2016 afirmaron no haber encontrado ninguna prueba de esta supuesta práctica. Se trató de una encuesta realizada por investigadores de la Universidad de California en Irvine en la que 76 de los 77 científicos encuestados no solo aseguraron no haber hallado esas evidencias, sino que además las supuestas pruebas a favor son fácilmente explicables.
Además, el tamaño de esta supuesta conspiración implicaría que cientos o miles de personas estuviesen involucradas, desde altas autoridades internacionales hasta operarios de a pie y pilotos, y sin embargo, ninguno de los implicados ha roto nunca el secreto. No, tampoco cuatro trabajadores de la AEMET que habrían confesado en un informe a la UE que España está siendo rociada con dióxido de plomo. Esto es un bulo que lleva tiempo circulando y que nosotros desmentimos aquí.
El problema es que esta es una conspiración muy difícil de erradicar, especialmente en las personas que creen en ella. Por un lado, es científicamente complicado demostrar que algo no existe, como mucho se puede explicar la falta de evidencias, cuestionar los argumentos a favor y demostrar su debilidad o falta de lógica.
Por otro, todos hemos visto esas estelas en el cielo y sabemos que no siempre se comportan igual, así que es fácil pensar que está ocurriendo algo desconocido u oculto. También es fácil asociarles determinados efectos negativos, como un dolor de cabeza o una mala racha meteorológica. La relación causa-efecto puede aparecer así en nuestra cabeza y puede ser muy difícil convencernos de lo contrario.
Por último, la idea de una megaconspiración puede ser difícil de aceptar pero, una vez aceptada, queda sellada a prueba de bombas: cualquier argumento o evidencia en su contra puede provenir de alguien involucrado en la conspiración y por tanto, no ser tenida en cuenta por los que creen en ella. Continúa leyendo en este enlace.
Primera fecha de publicación de este artículo: 25/02/2021