¿Ansiedad? ¿Malestar? ¿Angustia? Pueden ser síntomas de la sobreexposición de información que a veces experimentamos en Internet. Hemos hablado largo y tendido de las consecuencias que tiene para nuestra privacidad y nuestra identidad online publicar un exceso de información en espacios online pero, ¿qué hay de los efectos en nuestra salud mental? ¿Qué hacemos si nos preocupa que haya demasiados contenidos o imágenes sobre nosotros colgados para la posteridad?
No hay un manual de instrucciones que nos sirva para lidiar con el malestar psicológico, sino que más bien nos tocará reconciliarnos con la forma con la que nos relacionamos con Internet y nuestras redes sociales. Es lo que nos recomienda Aurora Gómez, psicóloga especializada en comportamientos digitales: “La trampa es que cuando se siente ansiedad, no hay por qué bloquearla. La ansiedad es el canario en la mina que nos dice que hay un peligro. Si sientes ansiedad porque están esos datos ahí, no hagas un ejercicio de respiración, sino un ejercicio de privacidad de tus datos”.
Lo que no es una preocupación para el presente, puede serlo en el futuro
¿Por qué podemos sentirnos mal o experimentar ansiedad por algo aparentemente inofensivo, como colgar mucho contenido en redes, por ejemplo? Ocurre al comenzar a pensar que, en un futuro, la publicación de esa información pueda tener un efecto negativo sobre nosotros. “La ansiedad es la respuesta a la amenaza, a un peligro real o imaginario. En este caso el peligro es real: tú haces una foto ahora y en un futuro puedan usar tus datos biométricos para algo que no has autorizado”, señala Gómez.
Como indica la especialista, muchas veces no somos conscientes de que exponer cierta información en redes o en espacios online puede tener un efecto directo en nuestras vidas y no es hasta que lo percibimos que notamos ese malestar o esa angustia que ganamos consciencia de ello. Ejemplos de ello son que seamos víctimas de algún fraude porque se han usado nuestros datos para suplantar nuestra identidad, que se nos deniegue un puesto académico o laboral por publicaciones en redes sociales o simplemente saber que lo que publicamos puede llegar a manos y ojos desconocidos.
Contenidos virales que llegan a personas desconocidas: ¿estamos preparados para ello?
En otra ocasión, una persona de nuestra comunidad nos preguntó qué hacer si unas fotos o un vídeo en el que aparecemos se vuelve viral y empieza a compartirse en varias plataformas a la vez. Su caso fue el de un vídeo que colgó en TikTok siendo menor y que terminó incluso en plataformas privadas. La solución en ese caso no es fácil, ya que no es posible eliminar de un plumazo todas las veces en las que se haya replicado, sino que habrá que contactar con las plataformas correspondientes y, en determinados casos, buscar ayuda legal.
Las consecuencias a nivel psicológico de un evento así pueden ser duras, recuerda Gómez, especialmente el lidiar con la falta de control. Un ejemplo muy claro de esto son los casos de sextorsión: una persona (normalmente una mujer) envía imágenes de carácter sexual a otra y esta amenaza con publicarlas a menos que la víctima haga algo por ella. Es un tipo de chantaje recurrente que tiene que ver con la popularización de las redes sociales (y que en ocasiones se usa incluso para engañarnos y cometer un fraude).
Gómez recuerda que este tipo de casos inciden en el victim blaming o el ‘echarle la culpa a la víctima’: “Como tú no sabes usar la tecnología y cómo tú has enviado esas imágenes, te mereces que te engañen o que te estafen”. Esa sensación es la que luego lleva a sufrir episodios de ansiedad e incluso de depresión que requieren de atención médica y psicológica. También a nivel legal: es tan común que, en 2019, la Agencia Española de Protección de Datos puso en marcha un canal prioritario para retirar este tipo de contenido sensible de Internet.
Un plan de seguridad digital: pequeños pasos para aliviar el posible malestar o la angustia
Sabemos que a veces simplemente no podemos controlar todo esto. A lo mejor colgar cierta información o producir contenidos es un requisito profesional y es parte de tu trabajo, es noticioso y aparece en medios de comunicación, lo cuelgan personas de nuestro entorno… Es verdad, no siempre depende de nosotros. La cuestión es que, independientemente de la razón, la forma de lidiar con ello a nivel psicológico y emocional está en la actitud y la relación que establecemos con Internet, remarca Gómez.
“Pensar que no podemos librarnos de esa sensación de la noche al día es difícil, pero pensar que podemos tomar pequeños pasos y decisiones de privacidad alivia: tener un plan de seguridad digital y saber qué pasos pequeñitos vamos a dar en nuestra privacidad”, recomienda la psicóloga.
¿Qué pasos serían esos? Aquí se abre una abanico de posibilidades, en función del nivel de actuación sobre nuestra privacidad que queramos alcanzar. Podemos empezar por configurar nuestras redes sociales para limitar quién ve qué sobre lo que publicamos, controlar la forma en la que usamos nuestras aplicaciones, y acostumbrarnos a eliminar contenido, cuentas y servicios que ya no utilicemos. Esto incluye nuestros perfiles en redes sociales, para que lo que subamos a ellos no quede pululando por ellas si ya no las estamos usando. En determinadas ocasiones, podremos hacer uso de nuestro derecho de supresión (más conocido como derecho al olvido), en caso de que se muestre en Google información que no debería estar ahí. También podemos aprender sobre qué servicios digitales son más o menos cuidadosos con nuestra privacidad. En Maldita Tecnología tenemos un repositorio con aplicaciones que recogen menos datos que los servicios más populares.
Por último, nos tocará ejercitar el sentido común y concienciarnos del tipo de información que no deberíamos subir a redes sociales o a otros espacios online, por ejemplo para no exponer datos personales, para que no suplanten nuestra identidad, o simplemente para que gente desconocida no tenga acceso como un libro abierto a lo que hacemos y dejamos de hacer en nuestro día a día. Para conocer más sobre este asunto, te invitamos a repasar la Maldita Twitchería con especialistas legales, psicológicos y en privacidad que nos aconsejan cómo protegernos de esta sobreexposición en Internet.
Primera fecha de publicación de este artículo: 27/05/2022