De entre los diferentes riesgos a los que se enfrentan los niños cuando dan sus primeros pasos en Internet, el grooming es uno de los más perjudiciales por el severo daño que puede causar en la vida del menor. Este concepto se refiere a cuando un adulto se hace pasar por un menor de edad para entablar relación con otro y abusar sexualmente de él o chantajearle para conseguir material íntimo. ¿Qué ocurre en muchos casos? Que los menores no consiguen controlar la situación y, en vez de buscar ayuda, ceden a la extorsión por miedo a las repercusiones.
Pese a que el intento de chantajear a menores en el ámbito sexual no es exclusivo del mundo online, esta práctica sí que se ha extendido en estos espacios con los años. Tras el confinamiento por la pandemia de COVID-19, la Fundación ANAR elaboró un informe que evidenciaba que los casos de ciberacoso habían aumentado en un 264% y las consultas sobre el grooming se habían incrementado en un 466%. En un estudio de 2018 con adolescentes españoles entre 12 y 15 años, se encontró que un 12% de ellos habían sido en algún momento víctimas de solicitudes sexuales por parte de adultos en el año anterior.
La educación digital es la mejor manera de prevenir esta práctica y su efecto en los niños
“Un padre, madre o tutor debe hablar con los menores sobre lo que hacen online desde el momento en que estos empiezan a utilizar los dispositivos. Esta comunicación nos puede dar la oportunidad de conocer sus actividades, las páginas que visitan, las personas con quienes tienen contacto… generando un clima de confianza al tiempo que vamos educándolos en el uso y para el uso de estas herramientas”, nos explica Maialen Garmendia, profesora de Sociología en la Universidad del País Vasco y miembro del equipo español de la red de investigación europea “EU Kids Online”.
Luchar contra esta práctica tiene casi todo que ver con la educación digital que se le da a los niños y el acompañamiento que reciban de sus parientes, y eso es algo en lo que están de acuerdo los especialistas en esta intersección entre menores y tecnología, como discutimos a fondo en nuestro programa de Twitch. No solo porque todo lo que tiene que ver con Internet y los dispositivos conectados es una novedad para los más pequeños y les abre la puerta a un mundo en el que el contenido es incontrolable, sino porque para que aprendan a usarlo con cabeza, también los padres tienen que entender la tecnología.
Es por eso que, muchas veces, no ven peligro en que sus hijos tengan ordenadores o consolas sus cuartos; al contrario, entienden que es lo habitual. Recientemente, se viralizaba en Twitter un hilo de una tuitera que pedía que se tuviera en cuenta la presencia de estos dispositivos en un espacio no controlado por los padres, ya que ello podía llevar a casos de grooming y sextorsión sin que lo supiesen.
“No se trata de prohibir, no se trata de espiar. Se trata de acompañar y supervisar. Como en todo, los/as niños/as necesitan guía y educación. Educación en la responsabilidad, en la intimidad, en el respeto, y un largo etc.”, señalaba.
Prohibir el uso de la tecnología o las redes sociales no evita el problema y puede ser contraproducente
La razón de tener los dispositivos en un espacio común y no en su cuarto desde el primer momento no tiene que ver con prohibir o espiar su uso, sino en poder supervisar durante un tiempo la actividad del menor en Internet y comprobar que conocen las dinámicas de los espacios y las plataformas que frecuentan, así como las prácticas con las que podrían intentar engañarles depredadores sexuales: “Del mismo modo que les preguntamos sobre el colegio les podemos preguntar sobre su actividad en Internet o las amistades y contactos que tienen”, señala Garmendia.
Así, es muy importante comunicar desde el principio algunas pautas para que puedan estar pendientes de aquellos signos que indiquen un peligro, por ejemplo, que una persona con la que chatean pero que no han visto nunca les pida que se saquen fotos íntimas comprometidas o se desnuden ante una webcam.
“Debemos enseñarles que si no le cuentan su vida ni le muestran sus fotos a cualquier desconocido que ven por la calle tampoco deben hacerlo online, y tratar de concienciarles sobre algunos peligros y consecuencias de determinadas prácticas que están ya generando su huella digital”, continúa la especialista. “También podemos comentar con ellos noticias sobre las consecuencias de algunas prácticas de riesgo que podamos conocer a través de la prensa o algún otro medio de comunicación”, de modo que entiendan lo que podría pasarles.
Garmendia también opina que prohibir el uso de dispositivos no lleva a ninguna parte y que puede llegar a ser contraproducente: “Todavía hoy hay menores que ocultan sus problemas por miedo a que les corten el acceso a Internet”.
Pautas para elaborar un buen decálogo de educación digital
En caso de que seas una de esas personas que crea que es la única manera de evitar esos riesgos -y en vista de que obviamente es imposible que un adulto esté pendiente de la actividad online de sus hijos el cien por cien del tiempo-, la especialista nos da alguna opción más (aunque siga considerando la educación supervisada como la mejor): consensuar normas sobre qué páginas se pueden visitar y cuáles no, por ejemplo, o directamente instalar “filtros de control en los dispositivos que impidan el acceso a determinados contenidos o alguna aplicación que limita el tiempo de uso y permite monitorizarlo”. De este tipo de herramientas te hemos hablado a fondo en Maldita.es, también de cómo elegir una que no vulnere la privacidad de los más pequeños.
María Lázaro, directora de Desarrollo y Marketing de Adigital y autora de 'Redes sociales y menores. Guía práctica', nos contaba que para evitar este tipo de casos y, en general, lograr que nuestros hijos realicen un uso responsable de la tecnología, se podría recurrir también a establecer mediante una especie de “contrato” los tiempos y los límites del uso que le dan a ciertos dispositivos.
Estas medidas van en línea con las que proponen iniciativas y asociaciones dedicadas específicamente a la protección de los jóvenes en el ambiente digital, como Pantallas Amigas o Internet Segura 4 Kids (INCIBE) en España, y que además nos dan algunos consejos sobre cómo actuar en caso de haber sido víctima de un caso de grooming: crear una red de apoyo para el menor, recoger información del caso y comprobar que realmente cuentan con material sexual de la víctima, poner una denuncia e incluso buscar ayuda psicológica.