¡Hola, malditas y malditos! Volvemos un martes más cargados con respuestas a vuestras preguntas sobre tecnología. Os contamos para qué se están usando los microchips tecnológicos que se ponen bajo la piel, qué es el metaverso y qué tiene que ver con Facebook y qué diferencias hay entre la privacidad de una cuenta corporativa de Google y una personal (las de Gmail).
Si tenéis otras dudas tecnológicas, podéis escribirnos a través de cualquier canal: Twitter, Facebook, al correo electrónico [email protected] o a través de este formulario. Allá vamos con el consultorio de esta semana.
¿Para qué sirven los implantes de chips que se pone la gente bajo la piel? ¿Son peligrosos?
Probablemente hayas visto películas y series de ciencia ficción en la que los personajes llevan microchips y otro tipo de implantes tecnológicos para controlar cosas o activar dispositivos. Aunque puede que nos siga sonando distópico, esta tendencia es una realidad en países como Suecia, donde miles de personas llevan uno de estos implantes subcutáneos. Ahora bien, ¿para qué los usan allí exactamente? ¿Qué son estos chips y para qué sirven?
A diferencia de otros “wearables”, esa tecnología que podemos llevar puesta como si de una prenda más de vestir se tratase, los microchips instalados bajo la piel no son accesorios que puedan ponerse y quitarse a lo largo del día. A pesar de ello, una pequeña encuesta revela que en España un 20% de la población estaría dispuesta a implantarse uno que sustituyera al smartphone y sus funciones, según refleja el informe “Y después de los Smartphone, ¿qué? Ciudadano Cyborg” de Línea Directa realizado en 2019.
Estos microchips tienen más o menos el tamaño de un grano de arroz y se suelen colocar entre los dedos pulgar e índice de la mano. Algunos utilizan un sistema de identificación por radiofrecuencia (RFID, como los chips que se les pone a los animales de compañía) y otros, más avanzados, son implantes NFC, la tecnología que se usa para hacer pagos con el móvil o con una tarjeta con contactless, por ejemplo.
¿Para qué se usan? Hay países en los que se ofrece esta solución tecnológica en un entorno laboral: por ejemplo, desde 2017, la empresa sueca Epicenter, ofrece estos chips a sus empleados para realizar pagos en las máquinas expendedoras, usar la impresora, etc. Todo esto se puede hacer acercando el chip a unos cinco centímetros de estos dispositivos.
Otra de sus aplicaciones es la de almacenar información como si de una memoria externa se tratase o llevar a cabo acciones en nuestro móvil. Eso sí, de momento la capacidad de almacenamiento de estos dispositivos no es muy grande, o sea que no es como si pudiésemos controlar el teléfono sin siquiera tocarlo.
En España no existe ninguna regulación sobre este tipo de dispositivos, pero sí hay personas que ya los llevan en su piel. Una de ellas es Pau Adelantado, un sociólogo y diseñador gráfico que desde 2018 lleva un chip subcutáneo y que según contó a Xataka, el ponérselo le resultó “prácticamente indoloro”.
De la misma manera, Tamara P. Banbury, estudiante de doctorado en la Universidad Carleton (Canadá), afirma en The Conversation que “el procedimiento de implantación no es difícil ni extremadamente doloroso”. Banbury se considera una “cyborg voluntaria”, un término que define como una persona “involucrada en la comunidad y en la práctica de implantar tecnología debajo de su piel con fines de mejora o aumento”.
El hecho de que no sea doloroso no quiere decir que sea buena idea ponérselo uno mismo en casa. “Su uso debe estar regulado y contrastado por personal sanitario. Se pueden generar infecciones u otro tipo de complicaciones”, afirma a Maldita.es la neurocientífica Liset M. de la Prida, directora del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal del CSIC.
Los posibles problemas médicos que nos podría provocar un implante de este tipo no son los únicos debates generados en torno al implante de microchips. El tema que sale a relucir cada vez que se habla de esta tecnología es el de la privacidad. Cuando la empresa estadounidense “Three Square Market” ofreció a sus trabajadores reemplazar la tarjeta de empleado por uno de estos microchips subcutáneos, hubo reacciones negativas que lo vinculaban con una “vigilancia perniciosa” por parte de la empresa, asegura The Guardian.
Tamara P. Banbury, en cambio, cree que “los chips implantados no son útiles para la vigilancia o el seguimiento encubiertos”, explica en The Conversation, puesto que “la tecnología de microchip disponible actualmente no es capaz de rastrear la ubicación de las personas”. Pau Adelantado opina en la misma línea y explica a Xataka que un implante NFC “no emite ni recibe información si no tiene un campo de NFC cerca. Y estos campos necesitan una distancia cortísima (de entre 2 y 5 cm) para actuar”.
De momento, muchas de las acciones que podemos llevar a cabo con un microchip implantado bajo la piel podemos hacerlas con nuestro móvil, tarjeta de empleado en el caso de las empresas o nuestra tarjeta bancaria. Pero estas no son las únicas funciones que permiten los implantes subcutáneos, De la Prida explica que hay otros usos, como el de ofrecer información médica.
Este es el servicio que ofrecía “Verichip, que pretendía incluir información personalizada para usar en caso de emergencia, por ejemplo”, ya en el año 2004. De hecho, fue el primer implante en humanos de este tipo que fue aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos, en ese año.
En vista de los usos que se le pueden dar hoy en día a estos microchips, Liset M. de la Prida ve “poco sentido implantarse un chip para controlar el móvil en una persona normal”. Sí ve utilidad, por ejemplo, “si se trata de un paciente con trastornos del movimiento” a los que este tipo de tecnología podría ayudar.
Sea como sea, de momento sólo se puede hablar de un desarrollo real de esta tecnología en unos pocos países como Suecia o Japón. Como afirma Liset M. de la Prida, se trata de un “mercado en expansión” que de momento busca “ampliar” sus aplicaciones, pero al que le queda todavía un largo camino por delante.
¿Qué es el metaverso y qué tiene que ver con Facebook?
Este verano ha dado mucho que hablar el metaverso, sobre todo a raíz del anuncio de Facebook de querer convertirse en “una compañía del metaverso''. ¿Pero qué es exactamente y qué tiene que ver con esta red social? Y lo más importante: ¿existe a día de hoy algo parecido a un metaverso?
El metaverso se refiere a un mundo que sólo existe en el ámbito digital, pero en el que se pueden realizar actividades y experiencias como si estuviéramos en la vida real. Por ejemplo, tener reuniones de trabajo, quedar con amigos, comprar propiedades, acudir a conciertos o jugar, todo a través de unas gafas de realidad virtual. Y estas actividades tienen sus propias reglas sociales, políticas y económicas. Como resume a Maldita.es Édgar Martín-Blas, CEO de Virtual Voyagers, una empresa enfocada en estas experiencias virtuales, es “como cuando Mary Poppins entra al cuadro pintado en el suelo del parque y aparecen dentro de él”.
Las plataformas Roblox o Upland son algunos ejemplos de lo que podemos llamar metaverso. Incluso el popular juego Fortnite, aunque no se desarrolle con elementos de la vida real, supone “una puerta de entrada para millones de personas a estos entornos virtuales”, en palabras de Martín-Blas. De hecho, en el plan ‘Estrategia España 2050’, presentado hace unos meses por el Gobierno de España para los retos que encaramos las próximas décadas, ya se habla del “crecimiento del metaverso y la realidad virtual. Así, serán cada vez más frecuentes empleos como jardinero de Minecraft o entrenador de avatares”.
El origen de este término se remonta a la década de los 90, cuando se menciona en la novela de ciencia ficción Snow Crash, de Neal Stephenson. El autor considera que el metaverso será el sucesor de Internet, un mundo basado en la realidad virtual y en el que estaremos inmersos, pues ahí se desarrollará gran parte de nuestra vida y marcará nuestra posición social.
Puede que todo esto te haga pensar en un capítulo de Black Mirror, la serie de ciencia ficción de Netflix, porque, efectivamente, dedicó un capítulo a ello: Striking Vipers, el primer capítulo de la quinta temporada, en el que dos viejos amigos se reencuentran y mantienen una aventura exclusivamente a través de un juego de realidad virtual.
¿Cómo ha evolucionado esta predicción? Para Alberto Murcia, profesor de Filosofía en la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y especializado en el estudio cultural de los videojuegos, el metaverso sería “un Internet encarnado, pues las fronteras se difuminan y el mundo virtual y el real formarían parte de la misma realidad”. Sin embargo, esa realidad todavía no existe, no al menos tal y como lo vaticinaba Stephenson.
“Estamos en una fase que llamaríamos mainstream, donde la tecnología ya es apta para el consumo masivo y muchas marcas (Apple, Facebook, Microsoft, TikTok…) ya están invirtiendo billones de dólares en este universo”, nos comenta Martín-Blas, de Virtual Voyagers.
Para él, “la democratización de este universo comenzó cuando se eliminó la complejidad de las gafas al no requerir un ordenador de alta gama y cuando su precio bajó de los 400 dólares”. Desde el punto de vista tecnológico, el reto está en el “acceso” a ese mundo virtual por parte de millones de usuarios y la interacción con elementos de nuestra vida real.
El impulso que está teniendo el metaverso en los últimos años viene asociado al crecimiento de las criptomonedas (las monedas virtuales) y a los NFT, un token no fungible que representa a un elemento digital único e intercambiable y que certifica tu propiedad sobre él. Por eso, la economía que se pueda generar en el metaverso tendría como protagonista fundamental a las criptomonedas, una divisa digital.
Este punto es importante para el investigador de la UC3M, ya que los magnates tecnológicos que más impulsan el metaverso, como Mark Zuckerberg (Facebook), Tim Sweeney (Epic, Fortnite) o Tim Cook (Apple), ya han mostrado su interés por tener ciudades “autónomas” en las que no rijan las leyes estatales. “Con su propio sistema económico, sus propias reglas y gobiernos, sin límites gubernamentales, impuestos o investigaciones para ponerles coto, estos directivos encuentran en el metaverso la plasmación de sus ideales libertarios”, explica Murcia.
Algo en lo que coinciden el CEO de Virtual Voyagers y el profesor es que el fuerte del metaverso es que afecta a un “todo”, como lo fue Internet en sus primeras décadas. “Se abrió un mundo nuevo para hacer mil actividades, como la formación, el trabajo o, posteriormente, las compras”, apostilla el primero. “Estar en Internet en su momento se trataba de una experiencia total en la que nuestros cuerpos se transformaban en otra cosa que podía, literalmente, habitar espacios que no tienen una dimensión real”, completa el segundo.
Además del ocio, el metaverso también puede ser utilizado como lugar de trabajo. Existen diversas plataformas, como GatherTown, que ofrecen a las compañías un metaverso en el que llevar a cabo sus reuniones y trabajos en equipo, para evitar las clásicas largas videoconferencias. O Nottopia, el proyecto de la Universidad de Nottingham para dar sus clases a través de la realidad virtual. Una vez más, estas son plataformas diseñadas para un objetivo más sencillo que el universo complejo y virtual que proponen ejecutivos como Mark Zuckerberg, de Facebook.
¿Qué implicaciones sociales tiene este metaverso que se busca diseñar? El investigador universitario señala que todo depende de si estas tecnologías dependerán solo de empresas privadas, como Epic o Facebook: “Acabaremos formando parte de un mundo pensado por y para la explotación de los recursos mentales de los usuarios, que pasaremos a ser consumidores, como ya pasa en plataformas como YouTube, Twitch o la propia Facebook”. Señala, además, “el peligro que pueden tener estas tecnologías si se convierten en indispensables para tener ocio o una vida digna”.
“Al eliminar el espacio de trabajo y llevarlo al metaverso, podría pasar que tu empleador te obligara a una constante disponibilidad en este espacio virtual. O que nadie te obligase a fichar porque los sistemas autónomos del metaverso ya habrán realizado un cálculo de productividad según tu uso del mismo a través de tu huella digital, que se conformará con toda nuestra actividad en otros lugares virtuales, como pasa ahora con las cookies”, concluye Murcia.
¿Qué diferencias a nivel de privacidad hay entre una cuenta corporativa de Google y una personal (Gmail)?
Tanto si usas un móvil Android, como si en tu día a día recurres a alguno de los servicios de Google, seguramente te sea familiar la construcción “@gmail.com”. Gmail es el proveedor de correo electrónico de Google y a las cuentas personales se le añade ese dominio cuando se crean.
Sin embargo, también es posible que el correo que emplees en tu trabajo lo gestiones a través de Gmail, aunque el dominio pertenezca a tu corporación. Esto es lo que se considera una cuenta corporativa de Gmail, un programa que ofrece Google a través de su producto Google Workspace (antiguo G-Suite). De esta forma, aunque tu dirección sea [email protected], la plataforma sobre la que funciona es Gmail, con herramientas añadidas para utilizar en este contexto.
La pregunta es:¿qué diferencia hay en lo que respecta a nuestra privacidad y al uso de nuestros datos según usemos una cuenta personal o una de empresa? Es la duda que nos manda uno de nuestros malditos esta semana y que tratamos de resolver analizando la Política de Privacidad de la compañía, el documento en el que se especifica para que se usan nuestros datos (y que muchas veces pasamos por alto).
Según señalan en su Política de Privacidad, Google supervisa los correos que recibimos y enviamos a través de Gmail (tanto el personal como el corporativo) para cuestiones de seguridad, como antivirus y protección frente a spam o contenido ilegal, y para agregar funciones inteligentes, como el corrector ortográfico: de ahí que muchas veces te salgan sugerencias para completar palabras o frases.
También analiza los eventos o las videollamadas que programamos a través de Gmail para añadirlos al calendario o para ordenar la bandeja de correos “prioritarios”. Google remarca que no analizan “los correos de Google Workspace con fines publicitarios ni para crear perfiles de publicidad”.
Tal y como nos señalan desde Google, en el caso de las cuentas personales recogen “información como ubicación, idioma en el que se realiza la búsqueda, las búsquedas en Google o YouTube, etc. para ofrecerte mejores servicios, mejores respuestas y también mejorar nuestros propios productos”, pero no aseguran que no ven nuestro contenido de Gmail, Drive o Fotos, para mostrarnos anuncios, en línea con su Política de Privacidad.
En cuanto a las cuentas corporativas, desde Google señalan que tampoco recopilan datos que luego puedan usar para su beneficio. “La información que las empresas, los centros educativos y los organismos públicos guardan en nuestros sistemas solo les pertenece a ellos y Google no adquiere ningún derecho de propiedad sobre esos datos, ya se trate de propiedad intelectual de empresa, información personal o una tarea de clase”, agregan.
Google sí tiene acceso a ciertos datos sobre nuestra cuenta con la empresa, ya sea la corporativa o la personal. Tal y como te contamos en este artículo, ofrece a los usuarios la opción de gestionar parte de la información que tiene la compañía sobre ellos y controlar algunos de los usos que se le dan. Por ejemplo, si quieres que almacene tu historial de búsqueda, los sitios en los que has estado o los vídeos que has visto en YouTube (y que eso luego se use para perfilarte). También permite escoger si quieres ver anuncios personalizados según tus intereses y cuáles son estos.
Si bien la empresa asegura que no se usa el contenido de los correos para colocar publicidad por internet, sí que recoge los llamados metadatos: es decir, información acerca de cómo enviamos un email. ¿Por ejemplo? A qué destinatarios va dirigido, las horas en las que enviamos correos, cuántos recibimos al día, desde dónde los mandamos, a qué tipo de cuentas, incluso los asuntos de los correos, en los que solemos resumir el tema del que estamos hablando.
Por la cantidad de metadatos que recoge la empresa y que luego pueden ser usados para hacer un perfil del usuario al que se le pueda colocar publicidad, las organizaciones en defensa de los derechos digitales y la privacidad no recomiendan esta herramienta si se busca un servicio de correo electrónico que cuide nuestros datos.
Antes de que os vayáis...
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