Posiblemente lo hayas visto en las noticias últimamente: una obra de arte digital vendida por 69 millones de dólares, el primer tuit de la historia vendido por 2,9 millones y una columna del New York Times subastada por 475.000 euros. ¿Qué nexo de unión hay entre ellos? Todos son tokens no fungibles (NFT, si cogemos las iniciales del inglés), archivos digitales que tienen una identidad única y un propietario definido.
La duda es lógica: ¿para qué iba a querer alguien pagar tanto dinero por una columna que se puede consultar gratuitamente en internet o por poseer una cosa tan abstracta como un tuit?
Al final, todo es una cuestión de exclusividad. Los NFT utilizan la tecnología blockchain para certificar su carácter único y diferenciarse del resto de archivos digitales que hay en internet. Como ya te explicamos en este artículo, podemos imaginarnos el funcionamiento del blockchain como el de un bloc de notas guardado dentro de una caja fuerte. En este bloc se apuntan transacciones entre individuos y su contenido no se puede alterar. ¿Por qué? Porque sólo se pueda acceder a él y hacer un cambio si todos los participantes que escriben en documento se ponen de acuerdo para ello.
Así es como funciona, por ejemplo, el bitcoin. Tanto los NFT como las criptomonedas comparten forma de funcionar y de asegurar su autenticidad: toda una comunidad descentralizada (en el caso del bitcoin no es necesario que haya ningún banco central que las regule) comprueba las transacciones y da el OK cuando hay algún cambio en la libreta. Con los NFT ocurre igual.

¿Hay diferencias entre la moneda y una obra de arte única en formato digital que se venda a un coleccionista cualquiera? Sí, la hay. Lo explica de forma muy gráfica Laleh Samarbakhsh, profesora de Finanzas en la Universidad de Ryerson (Toronto) en este artículo de The Conversation.
“La principal diferencia entre los NFT y los bitcoins es el hecho de que los estos últimos son limitados y fungibles (se puede intercambiar un bitcoin con otro y ambos tienen el mismo valor y precio). Los NFT son únicos pero ilimitados y no fungibles (no hay dos obras iguales). Aunque los NFT pueden revalorizarse (al igual que los bienes inmuebles) no pueden intercambiarse por otro NFNT”, explica la profesora.
Archivos digitales como valor de inversión
Uno de los motivos del boom de estos archivos es su capacidad para ser coleccionados y su valor como inversión. Es decir, aunque pueda resultar raro porque no estamos acostumbrados a verlo en formato digital, una obra de arte vendida en formato NFT es única y su precio puede aumentar en el futuro en función de la oferta y la demanda o del caché del autor. Tal y como ya ocurre en el mercado tradicional del arte.
¿Estamos ante una moda pasajera o una burbuja que puede pinchar en cualquier momento? Sinceramente, no hay una respuesta cien por cien fiable para esta pregunta. Según reconoció el artista Beeple (ese del que hablamos al principio que vendió una obra NFT por 69 millones de dólares) a la BBC, “personalmente sí que pienso que habrá una burbuja. Y podríamos estar en ella ahora mismo”.
Para Samarbakhsh, la respuesta no está tan clara. A su juicio, el verdadero potencial de los NFT “aún está por descubrir”. “También está por ver si los grandes actores de la industria del arte, el diseño o la moda se lo creerán o no. Una cosa es segura: los NFT abrieron la puerta a la identificación y valoración de muchos artistas digitales y las funcionalidades del blockchain se utilizarán en las futuras valoraciones de muchos activos”, considera la profesora.