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MALDITA CIENCIA

Rápidos o lentos, solo o acompañado… No hay orgasmos 'buenos' o 'malos' para el organismo

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Claves
  • El cuerpo humano no distingue si un orgasmo es bueno o malo, rápido o alcanzado con herramientas de estimulación: es una respuesta refleja y automática
  • Tener un orgasmo no siempre equivale a tener placer: lo primero es una respuesta fisiológica, mientras que lo segundo tiene una dimensión psicológica más compleja
  • Acostumbrar al cuerpo a orgasmos rápidos puede ser un problema para disfrutar de otras experiencias sexuales, pero no es un asunto de salud, sino de educación sexual
 
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Al hablar sobre sexualidad, hay ocasiones en las que se hace una distinción entre tener orgasmos ‘buenos’, con placer, con otra persona, que requiera su tiempo; y orgasmos ‘malos’, esos a los que se llegaría a través de herramientas de estimulación —como un conocidísimo aparato para el clítoris—, rápidos y casi por inercia. ¿Tiene sentido diferenciar entre unos y otros?

A nivel de salud, entendida como algo solamente fisiológico, no. Las sexólogas contactadas por Maldita.es dicen que el cuerpo humano no distingue entre un orgasmo ‘bueno’ o ‘malo’, con estimulación manual o mediante utensilios: tener un orgasmo es —en la mayoría de casos— una experiencia positiva para la salud. Pero también advierten de que tener únicamente orgasmos ‘rápidos’ puede hacer que, en otros escenarios sexuales, sea más difícil disfrutar o alcanzar este clímax, no por un problema fisiológico, sino de hábito sexual.

El organismo no distingue entre un orgasmo ‘bueno’ o ‘malo’

Algunas publicaciones y contenidos clasifican los orgasmos como ‘buenos’ o ‘malos’. Sin embargo, desde el punto de vista fisiológico (del cerebro, del cuerpo humano y de todos los procesos bioquímicos que conlleva), esta distinción no existe.

Irene Martínez Cuevas, psicóloga, sexóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, explica, en primer lugar, que el orgasmo “es una respuesta refleja (automática) del sistema nervioso autónomo”, el sistema encargado de controlar las acciones involuntarias, como esta o los latidos del corazón, por ejemplo.

Aunque es posible llegar al orgasmo de muchas maneras, como agrega Martínez, el organismo “no percibe de manera diferente la respuesta orgásmica, si acaso con mayor o menor intensidad”, dependiendo de cómo lo alcance. Las sensaciones, como el placer o la culpa, pueden intervenir en cómo se experimenta el orgasmo, “pero esto es más un asunto moral, no orgánico”.

Silvia Catalán, psicóloga especializada en sexología clínica y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, detalla que los orgasmos “no son buenos ni malos, simplemente son”. “Los orgasmos están en el cerebro y el cuerpo, y ni uno ni otro saben identificar la fuente de ese placer”. Añade que el cuerpo puede tener orgasmos sin ningún tipo de estimulación genital, “como escuchando una pieza musical, saboreando un postre o estimulando la parte de atrás de las rodillas”.

Soraya Calvo, doctora en Equidad e Innovación en Educación, sexóloga y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, coincide: “Podríamos decir que cada orgasmo es diferente al anterior. No tiene sentido hacer etiquetas dicotómicas sobre un fenómeno que es continuamente cambiante y puede variar por muchos factores: más o menos intensidad, más o menos duración, etcétera”.

Contenidos que hablan de orgasmos ‘malos’: un estudio sobre la distinción entre placer y clímax

Sobre este tema, circulan contenidos que hablan de orgasmos ‘malos’ y cuyo argumento es un trabajo científico publicado en 2019. Por ejemplo, “por qué llegar al clímax no es siempre señal de buen sexo”, “un estudio revela que existen ‘orgasmos malos’” o “no, no todos los orgamos son placenteros o deseados”.

Aunque el estudio es real, este no dice que existan “orgasmos malos”, sino que es posible tener una mala experiencia de placer durante prácticas sexuales, a pesar de que se alcance el orgasmo. Su conclusión principal es que el sexo consentido y los orgasmos no tienen por que ser “experiencias unilateralmente positivas”.

Los investigadores preguntaron a 726 participantes por malas experiencias relacionadas con el orgasmo, como que este hubiera ocurrido durante una práctica sexual forzada, manteniendo sexo “por compromiso” o bajo presión o agobio por alcanzarlo. El trabajo analizó 289 de estas situaciones y encontró “evidencias convincentes” de que, a pesar de alcanzar el clímax, “estas experiencias pueden ser percibidas como malas, menos placenteras o tener un impacto negativo en sus relaciones, sexualidad y salud mental”.

Esto no indica que el orgasmo fuese ‘malo’ o ‘bueno’, sino que tenerlo “puede ser una experiencia enteramente negativa y que no equivale a ofrecer consentimiento sexual, disfrute, excitación y/o un efecto positivo”, dicen los autores.

Esto último es muy interesante para trabajos sobre agresiones sexuales en criminología, en los que una persona acusada de agresión sexual podría defenderse de su delito alegando que la otra persona estaba excitada o ha tenido un orgasmo, a pesar de que esto “no demuestra consentimiento en estos escenarios y debería desestimarse”, según los autores de un trabajo sobre excitación sexual y orgasmos en abusos y agresiones sexuales.

Los ‘problemas’ de optar por un orgasmo rápido

Las expertas en sexología coinciden en que tener un orgasmo es —en la mayoría de casos— una experiencia positiva para la salud física y mental. También en que, si este se vive solamente como un proceso rápido, monótono y vinculado al uso de objetos para masturbarse, podrían aparecer problemas. Sin embargo, insisten, estos no tienen que ver con la salud, sino con la educación sexual.

Martínez apunta que “los hábitos masturbatorios rápidos y finalistas (como ver el orgasmo como meta principal), podrían llegar a generarnos algún problema en la interacción sexual con otras personas si es la única herramienta que conocemos para llegar al orgasmo”.

“Cuando aprendemos a masturbarnos con, por ejemplo, contenido pornográfico muy concreto o con herramientas de estimulación muy potentes, durante mucho tiempo y sin variar con otras técnicas, nos terminamos acostumbrando a un nivel de intensidad muy concreto. Cuando la interacción es con otra persona, esto es difícil de conseguir, lo que puede provocar frustración y, muy a la larga, algún tipo de trastorno”, resume Martínez.

Calvo dice que la estimulación intensa que logran algunos vibradores “puede generar una respuesta orgásmica muy rápida, difícil de conseguir cuando lo hacemos de manera más ‘analógica’, como utilizando los dedos”. Agrega que hay personas que, desde que usan herramientas de estimulación, “tienen más dificultades para lograr orgasmos a través de la masturbación”.

Pero esto no se debe a que el cuerpo haya tenido cambios fisiológicos o problemas de salud, sino a algo más simple: “Nos acostumbramos a conseguir un orgasmo rápido, sin excitación previa, sin mucho esfuerzo y casi sin darnos cuenta de los diferentes estadios de estimulación por los que pasa nuestro cuerpo”. “Vamos del 0 al 100 en cuestión de minutos o segundos, y dejamos el juego de la erótica y el deseo”, responde Calvo.

Por último, Catalán comenta que herramientas como el Satisfyer “acostumbran a nuestro cuerpo y a nuestro cerebro a tener orgasmos rápidos”. Es decir, aunque la herramienta no es un problema en sí, sí puede serlo “el hecho de acostumbrarse a ella”.

De ahí su recomendación: alternar los métodos de masturbación y que el Satisfyer (y similares) no sea la primera elección de juguete sexual: “Antes de usarlo, deberíamos conocernos muy bien y saber cómo reacciona nuestro cuerpo”, concluye.

En este artículo han colaborado con sus superpoderes las sexólogas Irene Martínez Cuevas, Soraya Calvo y Silvia Catalán.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 17/07/2023

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