Para los rumores, mitos, bulos y medias verdades no hay excepciones: no hay temática que se les resista y que no sean capaces de "infectar". Desde el inicio, están preparados para intentar confundirnos. ¿Desde el inicio? Que sí, literalmente: desde el encontronazo entre el espermatozoide y el óvulo.
Por eso en Maldita Ciencia nos remontamos al origen, nunca mejor dicho, para explicar la verdadera progresión de este proceso: el porqué de que los espermatozoides no sean mini-superhéroes y por qué el óvulo no "se queda parado" esperando con los brazos abiertos al susodicho más fuerte.
No hay partes activas o pasivas
Comencemos por el principio. "Tras mantener relaciones sexuales y que el semen se haya depositado en la vagina, a los espermatozoides todavía les queda un largo camino por recorrer hasta poder encontrar al óvulo y fecundarlo", explica a Maldita Ciencia Montserrat Boada, directora de los laboratorios de reproducción asistida de Dexeus Mujer. Según Boada, suponiendo que no haya ninguna otra alteración importante que afecte la fertilidad del hombre o de la mujer, las posibilidades de fecundación dependerán del día del ciclo, de la calidad seminal, de las condiciones cervico-vaginales, del buen funcionamiento ovárico y de la integridad de las trompas de Falopio.
"Sería equivocado pensar que la parte femenina no tiene un papel activo en la selección de qué espermatozoide llega a fecundar", explica a Maldita Ciencia Rita Vassena, directora científica del grupo de clínicas de reproducción asistida Eugin*. "Tanto el tracto reproductor femenino (vagina, cérvix, útero, orificio útero-tubárico y trompa) como el mismo óvulo están diseñados y actúan constantemente como proceso de selección, con la expectativa de que solo los espermatozoides más eficientes lleguen a fecundar", aclara.
Además, recuerda que, desde un estudio realizado hace casi 30 años se sabe que, aunque decenas de millones de espermatozoides se depositan en la vagina durante el coito, no más de mil llegarán hasta las trompas y, de ellos, pocas decenas podrán llegar cerca del óvulo y tener la oportunidad de fecundar. "Así pues, la contribución femenina a la selección y fecundación es todo menos pasiva", confirma Vassena.
El espermatozoide no es autosuficiente, sino que necesita la ayuda del resto de la "patrulla"
Corrígenos si nos equivocamos, pero desde las charlas en la clase de biología de chavales hasta en los propios chistes de adultos, la fecundación se nos ha representado como una carrera de obstáculos que el espermatozoide tiene que superar hasta llegar al óvulo: un pequeño renacuajo que se menea rápidamente hasta alcanzar su "diana", que le espera con paciencia. Autosuficiente, veloz y ágil. Pero, ¿lo hace solo? ¿De verdad compite ferozmente con el resto? Resulta que no.
Este estudio del Instituto de Tecnología de Massachusets (MIT) señala que los espermatozoides colaboran entre sí y navegan en conjunto, no de manera solitaria, realizando un movimiento espiral hasta dar con el óvulo. De esta manera, se protegen y se echan un cable los unos a otros, "exploran" más a fondo el aparato reproductor femenino y tienen más posibilidades de dar con el ovocito, que, de hecho, tampoco "espera sentado" su llegada.
Aunque el óvulo no se mueve por sí solo, el aparato reproductor femenino acorta distancias y facilita la fecundación
Como apunta la investigación del MIT, los espermatozoides se mueven principalmente a lo largo de las paredes del cuello uterino, el útero y el oviducto. Esto significa que deben lidiar con dos propiedades de los fluidos por los que viajan: su viscosidad (o 'grosor') y la variación de velocidad que estos presentan. Un desafío en toda regla.
"Aunque cada espermatozoide es autónomo en su movimiento, el que pueda o no llegar hasta la trompa de Falopio está también controlado por el medio vaginal y el pH y estructura del moco vaginal y cervical", explica a Maldita Ciencia José Luis Gómez Palomares, ginecólogo de la reproducción y miembro de la junta de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF).
Es evidente la importancia que tiene la movilidad de los espermatozoides para navegar contracorriente, llegar al oviducto donde está el óvulo y fecundarlo. Ahora bien, el aparato reproductor femenino facilita su llegada acortando las distancias: aunque el óvulo no tiene capacidad de movimiento propio, las trompas de Falopio poseen unos cilios (una especie de pelitos) que ayudan a este a desplazarse en sentido descendente, desde el ovario hacia el útero. Es en ellas, en las trompas, donde debe producirse la fecundación.
A la llamada del óvulo
Además, el óvulo emite distintas señales químicas que atraen a las células masculinas por el tracto reproductivo femenino. Las secreciones femeninas actúan activando, 'capacitando', a los espermatozoides, según explica a Maldita Ciencia Marina Martínez García, investigadora del departamento de genética en el laboratorio Colaiacovo de la Escuela de Medicina de Harvard (Estados Unidos). "Esto incluye la activación de enzimas que modifican la composición externa, el movimiento y la membrana de los espermatozoides", añade la experta.
Siguiendo estas señales es como los espermatozoides localizan y llegan al óvulo. "El óvulo desprende sustancias que atraen al espermatozoide por un mecanismo de atracción química llamado quimiotaxis. Una de las sustancias que desprende y que sirve como pista para los espermatozoides es la hormona progesterona, pero hay otras que están actualmente bajo investigación", aclara Vassena.
El óvulo tiene la "responsabilidad" de "seleccionar" el espermatozoide más adecuado
A pesar de que el óvulo no tenga la movilidad que tiene el espermatozoide, sí juega un papel muy importante en el proceso de fecundación. En su membrana tiene unos receptores que deben reconocer al espermatozoide para permitir que esta se produzca.
Según explica Gómez Palomares, la capa externa que rodea los ovocitos de los mamíferos está formada por un tipo concreto de proteínas, llamadas glucoproteínas, que pueden ser de cuatro clases ZP1, ZP2, ZP3 y ZP4. "Si este [el óvulo] no las produce en la suficiente cantidad y calidad, el espermatozoide no será capaz de fecundarlo", explica el experto.
Por otro lado, el ovocito controla el que, en la mayoría de ocasiones, solo sea un espermatozoide el que le fecunde. "Tiene, digamos, la llave para abrir y cerrar la ventana en la que podrá ser fecundado", indica el experto.
"Además, aquellos espermatozoides que no posean la proteína específica para que el óvulo los reconozca, no tendrán ninguna opción y se quedaran fuera, adheridos a esa capa externa o por los alrededores", señala Boada.
Es decir, aunque muchos espermatozoides se unan la capa externa del óvulo, la denominada reacción cortical de este evita que más de uno se fusione. "Para ello, libera los llamados 'gránulos corticales' que hacen que la capa externa se 'endurezca' y bloquee la poliespermia (fertilización por más de un espermatozoide)", explica Martínez García.
El orgasmo femenino podría facilitar el proceso de fecundación
Los espermatozoides que logran atravesar el cérvix y llegar al cuerpo del útero tendrán algo de ayuda en su próxima etapa. Las paredes de este se contraen en movimientos similares a los de las olas (peristálticos) y ayudan a los espermatozoides a llegar hasta la entrada de las trompas, un orificio muy pequeño y lleno de sustancia mucosa, en pocos minutos.
"En muchas especies, la fuerza y movimiento de los espermatozoides por sí solos no son suficientes para que estos entren en el orificio, por lo que se necesitan sustancias específicas presentes en la superficie de los óvulos para pasar, otro punto de selección por parte del tracto femenino", indica Vassena.
Hay algunos estudios que sugieren que el orgasmo femenino también podría desempeñar un papel importante en el proceso de fecundación. ¿Cómo? Las pequeñas contracciones de la vagina durante este podrían contribuir al ascenso del esperma por el tracto femenino, según explica Martínez García. Sin embargo, los propios autores indican que hace falta más investigación sobre el tema.
"Además, en muchas especies, las hembras somos capaces de almacenar esperma hasta la ovulación. Este almacenamiento puede ser de horas, días (hasta 5 días en humanos), meses o años en algunas especias de reptiles", explica la experta. "Esto da lugar, por ejemplo, a que pueda haber selección de esperma de distintos machos".
*Hemos corregido el cargo de Rita Vassena.
Primera fecha de publicación de este artículo: 05/08/2020