Todas las personas producimos hormonas sexuales. Se trata de sustancias que están involucradas tanto en el desarrollo de los órganos sexuales como, durante la pubertad, de los caracteres sexuales secundarios, que son las características sexuales que no están directamente involucradas en la reproducción y que difieren entre sexos. Por ejemplo, el crecimiento de las mamas, el ensanchamiento de las caderas o la menstruación, por un lado; o el aumento de masa muscular y ósea, el crecimiento del vello corporal y la gravedad de la voz por otro.
¿Por qué hablamos de hormonas sexuales “masculinas” o “femeninas”?
Las hormonas sexuales se dividen en estrógenos, las conocidas como hormonas “femeninas” como el estradiol, que desarrolla y mantiene las características sexuales “femeninas”; y los andrógenos, las hormonas “masculinas", como la testosterona. Estas son las encargadas de inducir tanto la aparición del pene y los testículos como de los caracteres sexuales secundarios “masculinos” durante la pubertad. Ahora bien, aunque coloquialmente se hable de “hormonas femeninas” y “hormonas masculinas”, tanto hombres como mujeres cis sintetizan ambas. Eso sí, en diferentes cantidades.
¿Qué es el hiperandrogenismo?
En este contexto, el hiperandrogenismo es una condición médica caracterizada por la producción excesiva de andrógenos (esas “hormonas masculinas”) en el organismo femenino. Ocurre entre el 5 y el 10% de las mujeres en edad reproductiva.
Como adelantábamos, aunque en menor cantidad que los hombres, las mujeres también producen testosterona. Según un estudio de 2018, los niveles de esta hormona sexual en ellos son, de media, entre 15 y 20 veces superiores a los registrados en ellas. Mientras que en hombres sanos la horquilla habitual fluctúa entre los 7,7 y los 29,4 nanomoles por litro (nmol/L), en mujeres premenopáusicas estos lo hacen entre 0 y 1,7 nml/L.
Ahora bien, en la mujer, los niveles ‘normales’ de andrógenos dependen de muchas circunstancias. No solo de factores como la edad o la fase del ciclo menstrual, sino también de qué tipo o cómo se mide la testosterona (testosterona total, testosterona libre, otros andrógenos, como la androstenediona y la dihidrotestosterona…), según explica a Maldita.es Marcelino Gómez Balaguer, coordinador del Grupo Gónada, Identidad y Diferenciación Sexual de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Por lo tanto, los rangos hormonales mencionados hacen referencia a los valores medios en la población, pero estos varían entre individuos.
“Hay que ser cuidadoso y consciente de lo complejo de la fisiología humana. Tampoco hay que confundir sexo cromosómico (XX y XY) con sexo gonadal (testículos y ovarios), sexo hormonal (concentración de hormonas como el estradiol y la testosterona) o sexo fenotípico (los caracteres sexuales de la persona)”, continúa Gómez, y añade que “todas las piezas del puzzle no siempre encajan de la manera en la que entendemos que deben de encajar por ser las más frecuentes; sino que en la naturaleza hay otras formas de entrelazarse”.
¿Repercuten los valores hormonales en el rendimiento deportivo?
Los andrógenos aumentan la masa muscular. Sin embargo la evidencia científica sobre lo que eso supone para un aumento del rendimiento deportivo es variada y controvertida. De hecho, actualmente existe un debate tanto científico como ético al respecto. Puedes leer más en profundidad en este artículo.