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MALDITA CIENCIA

Preguntas y respuestas sobre la asexualidad

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‘Orientación afectiva y/o sexual hacia nadie’ podría ser una buena definición para el concepto ‘asexualidad’. Quienes se consideran asexuales no sienten atracción afectiva y/o sexual por otras personas y, en caso de tenerla, ocurre de forma diferente a como la afectividad y la sexualidad están habitualmente codificadas y normativizadas en nuestra sociedad. Al igual que el resto de orientaciones, se trata de una parte intrínseca de la persona y no de una elección, al contrario de lo que podría suponer, por ejemplo, el celibato. 

Como afirma en su página web la Red de Educación y Visibilidad Asexual (AVEN, por sus siglas en inglés), la asexualidad no empeora ni mejora la vida. “Simplemente representa un conjunto de necesidades y desafíos diferente al de la mayoría de las personas sexuales”.

Al igual que en el resto de orientaciones afectivas y/o sexuales, no hay una causa concreta que ‘genere’ que una persona sea asexual. “No es un trastorno ni ningún tipo de alteración física ni emocional”, explica a Maldita.es Iván Rotella Arregui, sexólogo y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS). “Se trata simplemente de una vivencia más de la sexualidad”, añade. 

No hay mucho que la ciencia pueda demostrar o rebatir en el tema, como en ninguna otra orientación afectiva y/o sexual. “Hay una cosa que la ciencia cada vez tiene más en consideración: la autodefinición de las personas, cómo se consideran ellas”, señala a Maldita.es Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS). 

Actualmente, hay todo un movimiento que tiene que ver con la asexualidad y personas que tienen claro y se definen como personas asexuales: un amplio espectro en el que la necesidad (o no) de determinados vínculos es muy variable. 

La asexualidad no impide otro tipo de atracción o vínculos afectivos

Que una persona no experimente atracción afectiva y/o sexual no significa que no pueda tener interés emocional o amoroso. “Tampoco que no puedan tener actividad sexual y cambios fisiológicos a nivel de la respuesta”, afirma Molero. De hecho, existe una diversidad considerable en la comunidad asexual: no se trata de una categoría o una etiqueta que exija cumplir determinadas características o gustos, sino que el espectro es muy amplio. 

La cuestión es que, socialmente, tendemos a relacionar el amor romántico, por ejemplo, con el deseo sexual. Pero no es necesariamente así y para las personas asexuales la diferenciación suele ser muy clara y evidente. 

De hecho, las personas asexuales pueden sentir atracción de naturaleza romántica, en el caso de desear una relación sentimental con otra persona; estética, cuando aprecian la apariencia de esa persona; o incluso sensual, si tienen el deseo de participar en actividades sensuales (no sexuales) como abrazar o besar. La diferencia es que estas no derivan en la necesidad de actuar sexualmente sobre ese estímulo, aunque sí puedan suponer satisfacción. 

“Las personas asexuales que experimentan estas u otras formas de atracción a menudo se sentirán atraídas por un género en particular [o varios]”, señala la AVEN. Es decir, al igual que el resto, alguien asexual puede seguir teniendo una orientación heterorromántica, homorromántica, birromántica o panromántica. Pero esto no es indispensable: pueden estar satisfechos con las amistades cercanas o simplemente consigo mismos.

La asociación añade que, sexuales o no sexuales, todas las relaciones se componen del tejido de la conexión interpersonal. “La comunicación, la cercanía, la diversión, el humor, la emoción y la confianza son tan importantes en las relaciones no sexuales como en las sexuales”. 

En este espectro de posibilidades de la asexualidad puede haber quienes, incluso, tengan prácticas masturbatorias puntuales o con mayor o menor frecuencia. Como explica Molero, la frecuencia suele ser pequeña, pero puede ocurrir. “Masturbarse o no masturbarse no es necesariamente un signo que refleje que eres una persona asexual. La masturbación es una opción, una posibilidad más dentro de la erótica propia y hay personas que la practican y personas que no, independientemente de tu identidad o tu orientación de deseo”, añade Roella. 

La asexualidad no supone un problema para la gente que la experimenta

Para alguien asexual, el no tener interés afectivo y/o sexual por otras personas no supone ningún problema. Esta es la diferencia principal con quienes tienen un bajo deseo o una disfunción sexual. A los últimos su estado “les produce angustia, malestar y les influye en sus relaciones interpersonales”, señala Molero. A las personas asexuales, no. 

Añade que, en los cuestionarios para los estudios con personas que se consideran asexuales y personas que dicen tener bajo deseo sexual, las diferencias son claras: no tienen en absoluto que ver las puntuaciones, los porcentajes o la valoración de las preguntas y situaciones en uno y otro grupo. 

“La asexualidad solo es un problema si para la persona que la vive es un problema. Pero, generalmente, desde el momento que reconocen y aceptan su orientación, no tienen por qué experimentar problemas diferentes a cualquier otra persona”, explica Rotella. 

Es diferente si su orientación dificulta las relaciones con su alrededor, “sobre todo en las relaciones amorosas o de pareja”, si la otra persona no comparte la misma orientación, como señala Molero: “En este tipo de relaciones sentimentales, el tema sexual suele ser importante y muchas veces es este el conflicto. No la propia desgana o la falta de deseo de la persona que se considera asexual”. 

Ser asexual no significa tener miedo a las relaciones sexuales

No mantener relaciones sexuales, en el caso de las personas asexuales, no tiene nada que ver con los prejuicios o el miedo a estas. “En su proceso biográfico de sexuación la persona ha ido descubriendo que su deseo y su atracción funciona así, es así. El miedo a mantener relaciones sexuales suele deberse a otras cuestiones y pueden trabajarse con profesionales de la Sexología. Son cuestiones muy distintas”, aclara Rotella.

Molero coincide en que, a nivel clínico, es posible hacer un diagnóstico diferencial para saber si se trata de asexualidad o miedo al sexo. “Hay muchos indicadores: una persona que tiene miedo a tener relaciones sexuales, normalmente lo dice. Miedo al dolor, a la brusquedad, a no pasárselo bien… Y es todo su cuerpo el que reacciona a través de ese temor”, explica la experta. En el caso de la orientación asexual, no es así. 

Gris-asexualidad y demisexualidad

Dentro del amplio espectro que supone esta orientación afectivo-sexual, nos topamos con quienes se definen como gris-asexuales o demisexuales. Los primeros en ocasiones sí experimentan atracción sexual, pero de bajo impulso, “sin querer llevarlo a la práctica o en muy pocas ocasiones”, explica el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP). 

Según la AVEN, estas personas pueden haber tenido algunas experiencias sexuales en el pasado, pero normalmente fugaces y sin hacerles sentir representadas. “Es un tema muy subjetivo basado en la interpretación personal de sentimientos y experiencias intrínsecas. El punto común suele ser que han tenido una apariencia de sexualidad mucho más baja que casi todos los que se identifican como sexuales”, añade.

“Además, dentro de la gran diversidad entre las personas asexuales, podemos encontrar a las demisexuales, aquellas que necesitan que haya un vínculo emocional con una persona para poder sentir atracción por ella. Sin ese vínculo no hay atracción por nadie”, explica Rotella. 

El ISEP añade que podría definirse como una “asexualidad temporal hasta que conocen a la persona ‘adecuada’, ya que no experimentan atracción sexual primaria (apariencia del otro), pero sí atracción sexual secundaria (conexión normalmente romántica o de la cercanía de dos personas en una relación)”.


Primera fecha de publicación de este artículo: 04/10/2021

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