Durante 2023 y hasta abril de 2024, se han reportado en Europa cerca de 60.000 casos de tosferina, una infección respiratoria y bacteriana que afecta especialmente y en su forma más grave a bebés menores de un año. Esto supone un aumento de casos de más de un 10% en comparación con 2022 y 2021, según datos del Centro Europeo para la Prevención de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés).
Este repunte no pilla por sorpresa: “Cada tres a cinco años se esperan epidemias, incluso con una alta cobertura de vacunación”, añaden desde el ECDC. Además de su periodicidad, la presencia de personas no vacunadas o con una vacunación incompleta o la disminución de la inmunidad también han contribuido a la situación actual.
¿Qué es y cómo se transmite la tosferina?
La tosferina es una enfermedad respiratoria causada por una bacteria, la Bordetella pertussi, y que afecta especialmente a las vías altas (nariz y cavidad nasal, boca, faringe y laringe). “Se trata de una enfermedad muy contagiosa: una sola persona puede infectar a entre 12 y 17 personas más”, explicaba en Twitch Inmaculada Cuesta, enfermera, matrona y secretaria de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas (ANENVAC). En caso de contagios en colegios y guarderías, añadía la experta, suele contagiarse entre el 50 y el 80% de las personas con las que se ha tenido contacto, llegando al 90% dentro del núcleo familiar.
Esta alta capacidad de contagio es consecuencia de la forma en que se transmite: a través de las gotitas de Flügge, las pequeñas gotas de saliva y moco que expulsamos al estornudar, toser e incluso hablar.
En cuanto al número anual de casos, la incidencia de la tosferina tiene un comportamiento cíclico: los casos reportados aumentan entre cada tres y cinco años. “Aparece en forma de ola”, señalaba Cuesta y añadía que en España, como en el resto de Europa, también se ha dado un aumento de casos, especialmente significativo en comunidades autónomas como País Vasco, Aragón o Cataluña. “Junto al carácter cíclico de la enfermedad y el desuso tanto de las mascarillas quirúrgicas como del resto de medidas preventivas y de higiene tras la pandemia, este es el contexto por el que están aumentando los casos”, explicaba la experta.
¿Catarro? Si la tos suena “como un gallo”, punto para la tosferina
La tosferina comparte primeros síntomas con los de un resfriado común: congestión nasal, moqueo, estornudos, tos, fiebre… De ahí que distinguir cuál es el motivo que los causa, si una tosferina o un catarro, pueda complicarse.
Es a partir de la primera o la segunda semana cuando suelen aparecer las diferencias características de esta enfermedad, especialmente durante los ataques de tos: “A medida que progresa aparecen los síntomas tradicionales: ataques de tos seguidos de un fuerte silbido (“gallo”) al coger aire, vómitos con la tos y agotamiento”, recoge la Asociación Española de Pediatría (AEP) en ‘AEP en familia’.
Sobre la tos, añaden, es intensa y suele durar unas dos semanas, momento a partir del que normalmente disminuye en frecuencia y gravedad. Hay excepciones en las que el enfermo puede tardar meses en recuperarse completamente, según subraya la asociación. De ahí que también se conozca a la tosferina como “la tos de los cien días”.
El mejor tratamiento: la vacunación preventiva
A pesar de que existe tratamiento para los casos de tosferina diagnosticados basado en antibióticos con receta médica, la mejor forma de hacerle frente es la prevención. “Existe vacuna segura y eficaz contra la tosferina”, recordaba Cuesta. Esta es combinada, lo que supone que un pinchazo supone defensa inmunitaria frente a tétanos, difteria y tosferina. “Es de acceso público y se puede comprar en la farmacia con receta médica”, añade la experta. Además, forma parte del calendario vacunal.
Por su alta probabilidad de contagio y de enfermedad grave, los lactantes menores de un año (especialmente de menos de seis meses), son el grupo de mayor riesgo. La estrategia para evitar o reducir el contagio en los primeros meses de vida es la vacunación de la madre durante el tercer trimestre del embarazo. Esto, como explica Cuesta, permite a los lactantes disponer de anticuerpos hasta que ellos mismos reciben el fármaco, a los dos meses (inmunidad pasiva). “Se trata de una forma de inmunización que ofrece una doble protección, a la madre y al recién nacido (protección directa e indirecta)”, señala un artículo publicado en la revista Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica.
Desde la implantación de la vacunación frente a tosferina de la mujer embarazada (una vacuna que se pone en cada embarazo, aunque ya se haya puesto en otro anterior), y salvo excepciones concretas, los casos en lactantes “no son casos fatales”: “En España ha habido un caso reciente en el que un niño falleció por tosferina con un mes de vida. Caso en el que la madre no se había vacunado”, recuerda la experta.
Con el tiempo, la protección que la vacuna confiere se va perdiendo, por ello se vuelve a administrar a los dos, cuatro y 11 meses e incluso a los seis años. En algunas comunidades autónomas, como Asturias, también se incorporó la vacunación contra la enfermedad en adolescentes. “Al estar en un entorno en el que se interactúa con tantas personas, hay más probabilidad de contagio. En estas edades, los brotes tienen repercusiones importantes, especialmente en la familia”, explica la enfermera.
Aun así, mientras que la tosferina en un lactante es grave, en un adulto o adolescente suele ser “molesta”. “Como adultos, podemos pasar la enfermedad, pero no con la misma gravedad. Sobre todo pensando en complicaciones, hospitalización, ingreso en UCI o incluso fallecimientos”, recordaba Cuesta a Maldita.es en Twitch.
¿Nos vacunamos todo lo que nos tendríamos que vacunar?
Las coberturas vacunales, la proporción de personas vacunadas frente a una determinada enfermedad en una región, son de acceso público y pueden consultarse en la página web del Ministerio de Sanidad.
En relación a la tosferina, aunque la cobertura de vacunación en mujeres embarazadas es alta, de alrededor de un 87%, “esto supone que todavía hay más de un 10% que no se vacuna”, como recordaba Cuesta. En niños de hasta 11 o 12 meses también es alta. Sin embargo, conforme van creciendo, la cobertura disminuye. “El cuidado que los padres ponen para proteger a un niño se va relajando un poco. De ahí que las coberturas vacunales en adolescentes no sean todo lo buenas que son en los niños más pequeños”, contextualizaba la experta.
¿Qué cobertura vacunal necesitamos para no tener casos de tosferina? “No hay una cifra concreta”, respondía la experta. “Por cómo se comporta esta bacteria, seguiremos teniendo casos. Lo importante es evitar que la enfermedad grave”.
“Que yo me vacune no quiere decir que tenga la garantía de evitar el contagio, pero los casos son menos graves y evitan complicaciones. Las vacunas suponen una protección personal, pero también grupal y solidaria con las personas de nuestro alrededor. Son seguras y eficaces. A veces evitan la enfermedad, pero lo que sí que evitan siempre son las complicaciones graves”, concluía Cuesta.