Normalmente entre los 45 y los 55 años y como consecuencia natural del envejecimiento biológico, la menstruación cesa en las mujeres, dando lugar a la menopausia. Los cambios hormonales con los que esta se relaciona son origen de síntomas tanto físicos como de salud mental, distintos en cada persona e interfieren en mayor o menor medida en su calidad de vida. Pero no solo ocurren en el momento concreto de la menopausia, sino a lo largo de todo el climaterio, el período de transición entre la etapa reproductiva a la no reproductiva de la mujer que ocurre tanto antes, como durante y después de la menopausia. Estos, como es de esperar, también interfieren en la práctica de ejercicio físico.
Por ejemplo, la reducción de estrógenos, hormonas sexuales principalmente femeninas, puede provocar la pérdida de hasta un 20% de la masa ósea. “Aquí va un dato: una de cada dos mujeres, según la Sociedad Estadounidense de Endocrinología, tendrá osteoporosis tras la menopausia y sufrirá fractura a lo largo de su vida. Este riesgo se puede reducir entrenando fuerza. Si no queremos ser frágiles, hay que entrenar”, subraya a Maldita.es Sara Tabares, directora de Performa Entrenadoras Personales y autora del libro Ellas entrenan +40.
Entre los cambios asociados a esta etapa de la vida de las mujeres, también deben mencionarse los relativos al estado de ánimo, los dolores articulares y los sofocos, entre otros. De hecho, según Tabares, hasta el 85% de las mujeres reportan estos últimos.
Según un metaanálisis de 10 estudios en los que participaron un total de 35.445 mujeres, los sofocos relacionados con la menopausia se manifiestan a lo largo de una media de cuatro años. Los síntomas más molestos comienzan aproximadamente un año antes del final del periodo menstrual, momento a partir del que empiezan a disminuir.
“Los sofocos irrumpen en la noche y el día de las mujeres. El ejercicio puede ser positivo, pero hay que saber cómo reaccionar cuando te pillan, de repente, entrenando: bajar la intensidad, hidratarse, abrir ventanas, sacar un abanico y normalizar”, explica Tabares.
Otra de las repercusiones fisiológicas de esta etapa es la cantidad y calidad de sueño que, deteriorándose con el envejecimiento, parece empeorar aún más por y durante la menopausia (también a causa de otros cambios en la vida de la mujer). Esto puede reducir el rendimiento físico, además de estar implicado en otros trastornos de salud.
“Estos son solo algunos de los síntomas. Comprenderlos, aceptarlos y tener herramientas para vivir mejor es algo de lo que deberíamos ser conscientes, para no acrecentar las cajas de una industria que se lucra generando insatisfacción, haciendo que veamos esta etapa como la decadencia, sino como una oportunidad para introducir cambios en nuestros hábitos. Entre ellos el ejercicio”, propone Tabares. “No se trata de pasar los días intentando entrar en la talla del pantalón que teníamos con 20 años. No es lo mismo poner años a la vida, que dar vida a los años. El entrenamiento está ahí para hacer posible esto último”.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes Sara Tabares, experta en ciencias de la actividad física y del deporte.
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Este artículo forma parte del 228º consultorio de Maldita Ciencia.