Con la entrada en vigor de la ley de bienestar animal, desde el 29 de septiembre de 2023 puede que hayas dudado sobre el motivo por el que se considera necesario que te marques una formación si pretendes tener un perrete o las causas por las que se considera importante castrar a los gatos antes de sus seis primeros meses. Aprovechando nuestra Twitchería, te contamos las evidencias científicas detrás de estas decisiones legislativas.
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¿Por qué será necesario hacer un curso para tener un perro, como propone la ley de bienestar animal?
Una de las medidas de la ley de bienestar animal que más dudas está generando es la obligatoriedad de los responsables de perros de recibir un curso formativo para el correcto cuidado de sus animales de compañía. ¿Por qué se considera necesario? El objetivo es la correcta y responsable tenencia, “muchas veces condicionada por la ausencia de conocimientos en el manejo, cuidado y tenencia de animales". Es decir, aprender y comprender su comportamiento en pro de su bienestar. Salvo para aquellos animales utilizados en actividades específicas y profesionales, así como los perros de caza, la ley no menciona excepciones.
Ante esto mucha gente se habrá preguntado ‘¿por qué, si siempre he tenido perro, ahora tendría que hacer un curso, si nunca lo he necesitado’?. “Yo creo que hay que darle la vuelta al argumento. No es una cuestión de obligación o no obligación, sino de que, por suerte, la ciencia ha avanzado y cada vez se sabe más sobre el comportamiento de los animales”, explicaba en la Twitchería de Maldita.es David Ordóñez, experto en comportamiento canino e intervenciones asistidas con animales y maldito que nos prestó sus superpoderes.
“Muchos de nuestros comportamientos como humanos han ido en contra de ese bienestar. Ahora se prohíben porque la propia ciencia nos ha indicado a lo largo de los años, por ejemplo, que los métodos de educación que están basados en el refuerzo positivo son mucho más efectivos que aquellos que se basan en el castigo”, añade el experto. La cuestión es que, en muchas ocasiones, para ser conscientes de estas evidencias y saber aplicarlas, hace falta conocimiento y formación.
Además de existir literatura científica sobre esta línea, el aprendizaje también tiene que ver con otros aspectos de la convivencia con el perro, gato o cualquier otro animal de compañía. Bajo el punto de vista de Ordóñez, “es justo intentar darle a la sociedad ese conocimiento para que haya una mejor convivencia”.
De hecho, no a todo el mundo le gustan los animales. En este contexto, la formación también sería útil para saber cómo gestionar situaciones en las que ambas partes [los animales y las personas que prefieran mantenerse alejadas de ellos] se relacionaran, “para poder tener una buena convivencia”. También para saber “por qué tenemos que llevar al parque a un perro y que pueda socializar con otros o por qué un gato tiene que tener cubiertas una serie de necesidades en casa para que no sufra estrés”. “Para eso están esos cursos de formación, no tanto por una voluntad política de obligación, sino, como digo, por intentar mejorar esa cuestión, el bienestar animal”, concluye el experto.
Con la ley, ¿qué collares para perros quedan prohibidos y por qué?
Con la ley de bienestar animal, aunque es algo que ya se tenía en cuenta en determinadas normativas locales y nacionales (como en Madrid, en Cataluña o en Valencia), quedan prohibidos determinados tipos de collares caninos. ¿Cuáles son los que se recomiendan y cuáles los que quedan fuera de uso para este tipo de mascotas y por qué?
Más que de correas, que es quizá cómo solemos referirnos de forma coloquial a estos instrumentos a los que la ley hace referencia, se trata del complemento que rodea el cuello del animal. Así lo recordaba en la Twitchería de Maldita.es David Ordóñez, experto en comportamiento canino e intervenciones asistidas con animales y maldito que nos prestó sus superpoderes. Concretamente, la norma prohíbe el uso de “cualquier herramienta de manejo que pueda causar lesiones al animal, en particular collares eléctricos, de impulsos, de castigo o de ahogo”.
Si, en general, hablamos de elementos de manejo desde un punto de vista comportamental, deberían ser herramientas cómodas, que estén adaptadas y que sean ergonómicas para el animal. Por ejemplo, arneses que no cubren la zona del pecho, reteniendo las patas. Estos se desaconsejan dado que “los perros no tienen clavícula” (al menos, como tal), como señalaba Ordóñez. En su caso, el miembro torácico sólo sirve como sostén y locomoción. De ahí que, en los cánidos, la clavícula esté generalmente ausente y que utilizar elementos restrictivos, “pueda ser peligroso”.
Lo mismo ocurre con el uso de elementos en el entorno del cuello que puedan causar algún tipo de dolor. Por esta zona, como recuerda el experto, pasan muchos elementos importantes dentro de la fisiología del perro, desde parte del sistema linfático, la tráquea, arterias y venas principales…: “Por tanto, debemos protegerla, intentar no tenerla cubierta, tampoco con un elemento, en este caso un collar, que sea acolchado o muy ancho”.
Esto es lo que restringe la ley, además del uso de los collares que causan un dolor evidente en el animal (de estrangulamiento, de púas, eléctricos…), que se han utilizado durante mucho tiempo en lo que se conoce como el entrenamiento o adiestramiento 1.0 para que el perro dejase de tirar de la correa.
“Yo hablo siempre de una educación 3.0 es decir, una educación que tenga esto más que superado. En la que no sea necesario poner en riesgo la salud del perro con este tipo de elementos”, propone Ordóñez. “La ley recoge perfectamente este espíritu: prohibir algo que ya lo estaba en ciertas normativas locales y autonómicas (Cataluña, Valencia o Madrid), y que ahora se hace efectiva a nivel nacional. Deberíamos entender que no es necesario causar un daño físico a un animal para que aprenda a caminar de manera adecuada, sino que existen técnicas más o menos novedosas que no necesitan de la aplicación de estos collares”.
En conclusión y en opinión del experto, lo “bueno” que tiene esta norma y el verdadero logro es que “pone en el centro del debate el concepto de bienestar animal, del cuidado de sus necesidades, de qué es lo que necesita un perro, un gato o cualquier otro animal para estar bien”.
¿Cómo educar para que el perro no tire de la correa?
No hay forma humana de conseguirlo: por mucho que lo intentas y mucha resistencia que pones, tu perrete sigue tirando y tirando de la correa al salir a pasear. La ley de bienestar animal prohíbe “cualquier herramienta de manejo que pueda causar lesiones al animal, en particular collares eléctricos, de impulsos, de castigo o de ahogo”, también de cara a tratar de evitar daños por estos tirones. ¿Qué consejos podemos seguir, como responsables del animal, para conseguirlo?
David Ordóñez, experto en comportamiento canino e intervenciones asistidas con animales y maldito que nos prestó sus superpoderes, proponía en la Twitchería de Maldita.es tres sencillas técnicas.
En primer lugar, si habitualmente no lo hacíamos, “premiar” al perro (con comida, al principio, puede ser más útil) cuando sigue nuestro paso. “Si le dirigimos, un ‘muy bien, chico’ y le damos un premio, vamos a reforzar la conducta para que se siga comportando de la misma manera: sin tirar de la correa”, detalla el experto.
Otra forma es pararnos cada vez que tire, reanudando el paso cuando deje de hacerlo. “Esto es algo que, a largo plazo, va a hacer aprender al perro”. Por último, Ordóñez propone cambiar de dirección y tomar la contraria en el momento que el animal comience a hacer fuerza. Así, dejará de tirar. Es en ese momento cuando podemos premiarle y felicitar su comportamiento. “Son técnicas muy sencillas que, evidentemente, hay que aplicar con rigor y, sobre todo, con mucha paciencia. Suelen tener buenos resultados y sirven tanto para cachorros como para perros más adultos, al estar basadas en fundamentos del aprendizaje y la psicología”.
La página web de Noblecan sobre adiestramiento canino profundiza en estos consejos y propone, además, utilizar cambios de ritmo (andar de lento a deprisa y viceversa); realizar cambios de dirección (esta vez, voluntariamente), avisando al perro con alguna palabra (por ejemplo ‘gira’); trabajar con distracciones para el perro y suprimir poco a poco los premios de comida por mucho más refuerzo positivo afectivo. Es decir, espaciar las golosinas y reemplazarlas por palabras y por caricias tras repetir con éxito la sesión durante varios días, hasta que el perro se acostumbre a caminar al lado de su responsable sin tirar de la correa.
La Sociedad Americana de Comportamiento Animal coincide en que los métodos de entrenamiento son más efectivos cuando se enfocan en enseñar al animal qué hacer, en lugar de castigarlo por comportamientos no deseados. La literatura científica sobre los efectos de los métodos de adiestramiento canino también señala que los entrenamientos en base a premios generan mayor bienestar en los perros de compañía.
¿Por qué se recomienda esterilizar a los gatos, algo que la ley de bienestar animal obliga a hacer antes de que cumplas seis meses?
Otro de los puntos de la nueva ley de bienestar animal que ha generado dudas es la obligatoriedad de la esterilización quirúrgica de todos los gatos antes de cumplir seis meses, excepto en los que estén inscritos en el registro de identificación como reproductores y a nombre de un criador registrado en el Registro de Criadores de Animales de Compañía y en los que, por criterio veterinario justificado, se desaconseje.
Esto, según señalaba en la Twitchería de Maldita.es David Ordóñez, experto en comportamiento canino e intervenciones asistidas con animales y maldito que nos prestó sus superpoderes, tiene que ver con el sentido común.
De hecho, como recordaba el experto, el método CER [pág. 13-14] (captura, esterilización y reintroducción) para el control de los gatos que viven en colonias o gatos ferales o callejeros, ya se especifica dentro de la ley y, por tanto, es obligatorio. De hecho, ya se ha aplicado en muchos ayuntamientos de España y “ha permitido que hayan desaparecido muchas de esas colonias y que las pocas existentes tengan un número de individuos muy reducido, y tendente a desaparecer, de una forma ética”. Ahora, en relación a los animales de compañía, que van a estar en casa, “también existe esa parte de obligación, si no van a dedicarse a la cría”.
Por un lado, en las hembras la esterilización se relaciona con una vida más larga y más sana, ya que “ayuda a prevenir las infecciones uterinas y el cáncer de mama, fatal en alrededor del 90% de los gatos”, según la Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (ASPCA, por sus siglas en inglés). También proporciona mayores beneficios a los machos, reduciendo el riesgo de cáncer de testículos. Se trata de un arma poderosa para reducir el número de animales en las calles y el riesgo de exceso de población de estos animales.
“La esterilización en las especies canina y felina es uno de los procedimientos quirúrgicos electivos que realizan con mayor frecuencia los veterinarios que atienden dichas especies”, señala la Asociación de Veterinarios Españoles especialistas en Pequeños Animales (AVEPA). El motivo principal son “los beneficios que la esterilización presenta tanto para la salud del animal (reducción de la prevalencia de patologías del aparato reproductor y ciertas neoplasias) como para el propietario del mismo (control de camadas indeseadas y de algunos problemas de comportamiento)”.
A pesar de que se trata de un tema que genera debate, si se tiene en cuenta el derecho reproductivo del animal, “el sentido de la ley es evitar el abandono, las camadas indeseadas…”. La idea es “responsabilizar a la persona para evitar este tipo de cuestiones. De lo contrario, el animal seguiría su instinto de reproducción”.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes el maldito David Ordóñez, experto en comportamiento canino e intervenciones asistidas con animales.
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