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MALDITA CIENCIA

Flotadores y manguitos, lentillas en la piscina y calor para las picaduras de mosquito. Llega el consultorio 218º de Maldita Ciencia

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Para los de interior y para los de costa: veranees donde veranees, se viene consultorio científico summer edition. Hoy hablamos sobre flotadores y manguitos y por qué no confiar a estos dispositivos la seguridad de niñas y niños, sobre por qué tampoco el bronceado resultado de ‘darse rayos’ es saludable (como no lo es ninguno), sobre algún que otro truco para reducir el escozor de las picaduras de mosquito y sobre usar lentillas al darnos un chapuzón en playas o piscininas.

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¿Son peligrosas las cabinas de rayos UVA?

Darse ‘unos rayos’ para evitar quemaduras solares en nuestras próximas vacaciones no es recomendable: no existe el bronceado saludable, tampoco el conseguido entre cuatro paredes y unos cuantos fluorescentes. De hecho, ese tono dorado que nuestra piel adquiere tras la exposición a la radiación ultravioleta es consecuencia, en sí mismo, de que ya se ha producido en ella daño solar. “Nuestra piel intenta defenderse y protegerse del daño que produce la radiación ultravioleta generando un exceso de melanina”, explica a Maldita.es Andrea Allende, dermatóloga y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

Como es de suponer, en la afirmación ‘ningún bronceado es saludable’ también se contempla el conseguido en máquinas de rayos UVA, consideradas carcinógenas. Aunque las sesiones de rayos UVA no suelen ser prolongadas (duran unos cuantos minutos), la radiación recibida es más intensa y concentrada, con lo que esto conlleva: a corto plazo, quemaduras en la piel; a medio-largo plazo, daños sobre las células cutáneas.

Estos últimos generan radicales libres que, a su vez, causan daños acumulativos en el ADN de las células: “La piel tiene memoria y todo ese daño que se va produciendo se va acumulando. Llega un momento en el que los daños en el ADN son tantos que se producen determinadas mutaciones, lo que predispone y aumenta el riesgo de cáncer cutáneo”, recuerda Allende.

Sobre el mito que recomienda tomar el sol poco a poco o ir a las cabinas de bronceado para preparar la piel para el verano, al tratarse, supuestamente, de un comportamiento preventivo y beneficioso para que el sol no produzca quemaduras en la piel: no, esto no es así. “Es cierto que las quemaduras se producen con las primeras exposiciones solares, pero este comportamiento no tiene ningún sentido: al final, consiste en generar un daño solar en la piel, primero con las cabinas de bronceado y luego, además, con la exposición al sol”.

Entre las medidas políticas que el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) propone considerar, se incluye el “prohibir a los menores y disuadir a los adultos jóvenes de utilizar instalaciones de bronceado, para proteger a la población en general del posible riesgo adicional de melanoma y carcinoma de células escamosas”, en base a la solidez de la evidencia existente.

De hecho, estas cabinas ya están prohibidas en varios países tanto dentro (Francia) como fuera (Australia) de la Unión Europea. En España, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) advierte sobre el riesgo que supone su uso.

¿Son útiles los flotadores y similares en niños y niñas que no saben nadar?

¿Flotador? ¿Manguitos? Si tú también te has preguntado alguna vez cuál es el dispositivo de flotación más seguro para niños y niñas que no saben nadar, la respuesta es simple: cuidado y precaución. Muchos de estos utensilios generan una falsa sensación de seguridad que puede terminar con una menor supervisión del adulto responsable y, en el peor de los casos, con el ahogamiento del pequeño o la pequeña.

Sobre el flotador tal y como lo conocemos, esa especie de donuts lleno de aire, los expertos coinciden en que es completamente desaconsejable. “Los flotadores hinchables no son recomendables”, recuerda en su página web el Ministerio de Sanidad. Miguel Assal, instructor del Servicio de Atención Médica de Urgencias (SUMA) y divulgador sobre primeros auxilios y emergencias señala a Maldita.es que son muchos los niños fallecidos por ahogamiento a causa de estos dispositivos: “Se cuelan por el agujero y, cuando los padres se quieren dar cuenta, el niño ya está en bajo el agua”. Tampoco son recomendables, según la Asociación Española de Pediatría (AEP), los flotadores de cuello.

En este contexto también se contemplan las burbujas y los churros de corcho que se agarran a la espalda de niños y niñas para ayudarles a flotar. “Pero hay que contar con el peligro de que sean estos mismos instrumentos los que dejen al niño boca abajo. Si esto ocurre, de no haber vigilancia por parte de un adulto, se pueden ahogar”, indica Assal. “De ahí que estos dispositivos tampoco se consideren completamente seguros”.

Sobre los manguitos, que se colocan en ambos brazos, estos pueden resbalarse muy fácilmente, sobre todo cuando ya se ha aplicado el factor de protección solar o el niño ya está mojado. Debido al material del que están hechos, también pueden pincharse y desinflarse.

“En un segundo intento de lanzarse al agua [una vez mojados], es posible que los manguitos resbalen, como si estuviesen colocados sobre vaselina”, como puede verse en este vídeo.

Sobre el dispositivo de flotación que Assal considera más seguro, este sería el chaleco, siempre y cuando esté homologado. “Está claro que un chaleco o cualquier otro flotador no homologado no cumple con las condiciones para que se le pueda confiar la seguridad del niño en todo momento”. Además, “debido a que son bastante aparatosos, impiden el libre movimiento del niño por lo que no son nada útiles para que el niño aprenda a nadar”, recuerdan en su blog de 20 minutos los pediatras Elena Blanco y Gonzalo Oñoro (dos pediatras en casa, en redes sociales).

A pesar de que el chaleco siempre hará que el niño esté boca arriba, tampoco debe descuidarse la supervisión por parte de un adulto: el efecto ‘tranquilidad’ nunca debe confiarse a un elemento flotador. De hecho, ningún dispositivo será seguro por sí mismo si no se usa únicamente como complemento a la vigilancia por parte de los padres o responsables del pequeño.

En el caso de los churros que no están agarrados al cuerpo, la situación es diferente: normalmente se utilizan en contextos en los que la niña o el niño sabe nadar o, al menos, mantenerse a flote y decide si permanecer sobre el churro o no.

Infografía de la campaña de prevención de ahogamientos infantiles #OjoPequeAlAgua

“Es frecuente que los padres piensen que, si están utilizando un elemento flotador, los niños van a ser independientes, cuando realmente ocurre todo lo contrario. Por muy seguros que estos objetos parezcan, suponen un riesgo”, recuerda Assal. De ahí que la supervisión de nuestros hijos sea básica. “Tenemos que tener en cuenta que los niños pueden ahogarse en tan solo un palmo de agua y en menos de un minuto (incluso en la bañera)”, continúa.

Por norma general, se tiende a pensar que, en caso de emergencia, el niño va a chillar o a llamar la atención de sus padres o responsables pero no: “Cuando alguien está bajo el agua no podemos oírle gritar, lo que hace que se diga que los ahogamientos son muertes silenciosas, ya que por mucho que el niño pida ayuda, si no le estamos vigilando, no vamos a ser capaces des darnos cuenta de que algo le pasa”, recuerdan Blanco y Oñoro.

Para evitar ahogamientos, según recomienda Assal, debemos mirarles, como mucho, cada 10 segundos y mantenerles a la distancia máxima de un brazo. Así, si ocurre algo, podemos alargarlo y coger alcanzar al pequeño.

De nuevo: la prevención es algo básico. De ahí que también sea imprescindible, como recuerda Assal, que las piscinas estén valladas; que nunca se deje a un niño con un sistema de flotación sin supervisión dentro del agua y enseñarles a nadar desde que son pequeños.

Infografía de la campaña de prevención de ahogamientos infantiles #OjoPequeAlAgua

¿Es perjudicial para los ojos meterse a la piscina o al mar con lentillas?

Quizá es algo que se lleva haciendo toda la vida o es la primera vez que lees sobre ello, pero hay gente que se baña (en la piscina, en el mar o en una charca cualquiera) usando lentillas. ¿Es esta una práctica dañina o perjudicial? Sí, sí y mil veces sí. No es aconsejable ni bañarse ni ducharse con las lentillas puestas. Lo más recomendable es que el único líquido que toque las lentillas sea, o bien el específico para ello, o bien las lágrimas que produce el organismo de manera natural.

Tanto los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, siglas en inglés), como la Academia Americana de Oftalmología y la Sociedad Española de Oftalmología (SEO) coinciden en que el agua y las lentillas no son una buena combinación. El motivo es que el agua no es inerte y contiene microorganismos que, si se dan las condiciones, pueden causar un problema de salud. Un microbio al que le viene ‘genial’ el bañito con lentillas es el Acanthamoeba.

El Acanthamoeba es un género de protozoo que está muy presente en la naturaleza, especialmente en ambientes acuáticos como ríos, lagos, estanques y agua del grifo. La inmensa mayoría de sus especies son inofensivas para los humanos, pero cuando se dan las condiciones ideales, estos organismos pueden causar una infección importante en el ojo llamada queratitis por Acanthamoeba. Es poco común, pero peligrosa.

En este caso, las condiciones ideales se dan en la superficie de las lentillas: cuando estos protozoos se instalan en ella contaminándola, pueden conducir a la formación de un biofilm de hongos, bacterias y virus (una ‘urbanización’ de microbios, compleja y difícil de eliminar), explica Elena Salobar García Martín, profesora de Inmunología, Oftalmología y ORL de la Universidad Complutense de Madrid.

Los síntomas de esta infección son inflamación de la córnea, lagrimeo, enrojecimiento, dolor intenso y deterioro de la visión. El problema, explica García Martín, es que es difícil de diagnosticar “porque a menudo se confunden sus síntomas con queratitis por virus del herpes simple y por hongos, infecciones más comunes”. Un diagnóstico más tardío, agrega, puede ocasionar que la úlcera que se forma en la córnea sea “incontrolable e intratable”.

Además de este riesgo de infección, las lentillas en contacto con el agua pueden cambiar de forma, hincharse y pegarse al ojo. Estas alteraciones pueden ser incómodas e incluso lesionar el ojo, resumen los CDC.

En definitiva, es totalmente desaconsejable que las lentillas entren en contacto con el agua al bañarse o al ducharse. Esto también aplica si se opta por guardar las lentillas en agua del grifo: existe riesgo de infección y lesión en los ojos. Como solución para que las personas que necesitan lentillas (o gafas) quieran seguir viendo en el agua, los CDC recomiendan usar gafas de natación graduadas.

¿Desaparece el escozor de una picadura de insecto si aplicamos calor?

“Es temporada de mosquitos y este es el truco definitivo para quitarte su picor en minutos”. “El escozor de una picadura de mosquito desaparece poniendo esa zona a unos 50 ºC”. Contenidos en redes sociales hablan de un life hack para las picaduras de los mosquitos: aplicar calor local en la zona del picotazo. ¿Funciona? La literatura científica que ha explorado esto apunta que sí, es un remedio útil para aliviar los síntomas de picor y dolor. Pero no es inocuo —hay riesgo de quemarse la piel— ni es 100% efectivo.

Este truquito de aplicar calor local no solo es un remedio casero, también es el mecanismo de los bolígrafos térmicos contra las picaduras. Estos dispositivos tienen una punta de metal o cerámica que se calienta con energía hasta unos 50-60 ºC y se aplica sobre la parte de la piel picada durante unos segundos.

Un trabajo científico de 2011 probó en una muestra de 146 participantes la eficacia de uno de estos bolígrafos térmicos. Estos participantes habían recibido una picadura de un insecto (avispa, mosquito o abeja) y se aplicaba calor para ver cómo evolucionaba el prurito, la hinchazón y el dolor a los 60 segundos, a los 5 y a los 10 minutos, mediante una escala subjetiva de dolor/picor.

El producto, según los autores, funcionaba y conseguía resultados en ese lapso de tiempo: la media de puntuaciones de picor era de un 6 antes del tratamiento, 2 después de un minuto, 1 después de cinco minutos y 0 después de 10 minutos. Eso sí, el estudio cuenta con una limitación a destacar: no había grupo control para comparar los resultados.

Otro estudio de 2023 analizó los datos de 1.750 participantes, que en total recibieron 12.000 picaduras en las que el 95% se trataron con calor local. Un 5% de ellas se pedía que se trataran algo más tarde, para hacer así un grupo control en el trabajo. Mediante cuestionarios, los autores concluyeron que el calor local lograba reducir un 57% el picor en el primer minuto después del tratamiento, y hasta un 81% a los 5-10 minutos; una reducción mucho más notoria que el grupo control.

¿Por qué funciona el calor local? Existen dos mecanismos posibles. En primer lugar, hay que entender que cuando un mosquito pica, es la saliva del insecto y sus proteínas lo que inicia la reacción del sistema inmune que origina el picor, como explicamos en este artículo de Maldita.es. Así, el calor puede romper la estructura de las proteínas (desnaturalizar), haciendo que estas no tengan las mismas propiedades que desencadenan la reacción histamínica.

El otro mecanismo tiene que ver con la activación y supresión de receptores de picor en la piel. La saliva del mosquito activa un receptor concreto que altera los elementos químicos y la liberación de histamina. El calor local, por otro lado, activa otro receptor que ‘detiene’ la señal de la saliva del mosquito, inhibiendo y anulando la sensación de picor.

Hay que tener en cuenta que este tratamiento de calor local no siempre es efectivo. En los estudios que hemos citado había varios participantes que no reportaron beneficios, algunos porque tuvieron una anafilaxia (una reacción alérgica grave a la picadura de insecto, que el calor local no puede tratar) o bien porque este tratamiento no les hacía efecto.

Otro elemento a considerar es que aplicar calor local, si se hace mal, puede generar una quemadura que inicia otro problema de salud. Kevin Wang, profesor asistente de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, explicaba a VeryWell Health que algunos pacientes pueden usar elementos “demasiado calientes” que van a generar una quemadura o una irritación. A esto se le suma que ya existen productos efectivos para los síntomas de las picaduras de insectos, como pomadas y antihistamínicos.

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