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MALDITA CIENCIA

Mitos, datos y estudios sobre la ¿mala? letra de los médicos y sus riesgos

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Parece más un chascarrillo o una leyenda urbana que todos hemos escuchado: que la letra de los médicos es ilegible, complicada de entender y que se trata de una especie de encriptado entre el médico de familia y la farmacia. 

Bromas aparte, la literatura científica ha explorado de diferentes modos este problema y algunos estudios apuntan a que los profesionales médicos podrían tener una caligrafía difícil de entender, aunque el número de registros que se analizan o médicos que participan en estos experimentos es limitado

No obstante, sí que se pone el foco en que las recetas y los informes clínicos son datos muy valiosos y sensibles en los que un error puede tener implicaciones en la salud del paciente. Una mala caligrafía puede suponer administrar un medicamento que no toca o no indicar la dosis correcta.

A esto se le añade que, como indica el Real Decreto 1718/2010, de 17 de diciembre, sobre receta médica y órdenes de dispensación, todos los datos e instrucciones que se escriben en una receta médica “deberán ser claramente legibles, sin perjuicio de su posible codificación adicional con caracteres ópticos”. Esto es: que los médicos no solo deben escribir con letra clara por el bien de la salud, sino que la legislación les obliga a ello.

Estudios que confirman la mala caligrafía médica

Un artículo científico publicado en 2014 en la Revista de Osteoporosis y Metabolismo Mineral recopila estudios y experimentos que se han realizado desde la década de los 60 para confirmar que los médicos tienen una caligrafía complicada. 

Hay literatura que ha intentado confirmar esto, comparando caligrafías de diferentes profesiones y géneros. Un estudio de la Universidad de Kansas (EEUU), por ejemplo, seleccionó a 20 trabajadores de siete profesiones distintas (contables, abogados, constructores, científicos, médicos, mecánicos e ingenieros) y se les pidió escribir la misma frase en 17 segundos. El resultado fue que la letra de los médicos no era ni mejor ni peor. Eso sí, hay que tener en cuenta que la población de estudio es sumamente reducida (10 hombres y 10 mujeres) y que los participantes sabían que era un experimento, por lo que podrían esforzarse por hacerse entender.

Otros estudios que exploran a posteriori la letra médica sí que parecen haber confirmado esta leyenda urbana. Una investigación de un hospital universitario en Suiza publicada en 2011 evaluó la lectura de las recetas médicas ya dispensadas y encontró que el 52% de estas tenían mala legibilidad y el 4% eran completamente ininteligibles. Además, encontraron que las recetas peor redactadas también tenían errores de prescripción. Solo un 2% de las recetas tenían un nivel ‘bueno’ de legibilidad.

Esta otra investigación de 1999 realizada en el Hospital de Cook County, en Chicago (EEUU), encontró que el 16% de sus médicos tenían una caligrafía ilegible y el 17% la tenían “apenas legible”.

Por otro lado, otro estudio publicado en 2002 que observó reportes médicos de especialidades de un hospital de España (entre los que estaba medicina general, cardiología, gastroenterología, respiratorias, neurología, oncología y diferentes tipos de cirugía) encontró que el 15% de estos eran parcial o completamente ilegibles (obtuvieron un 1 o 2 en una escala de 4). Aunque no parece un porcentaje muy alto, los investigadores concluyeron que eran cifras “evitables” y que podían resolverse pasándose a un sistema de recetas que no necesitara tomar notas a mano. Como curiosidad: las peores puntuaciones de este estudio se las llevaron los profesionales de la cirugía.

Para ser justos, no se trata de un problema que se pueda atribuir exclusivamente a los médicos y también hay que señalar a otras profesiones que se dedican a redactar recetas, como los farmacéuticos. En este estudio en Yemen, que recopiló 2.178 prescripciones realizadas por farmacias comunitarias de la ciudad de Saná entre 2015 y 2016, encontró que sólo el 0,87% de las recetas se consideraban “de buena calidad” de lectura y que las que eran ilegibles contenían entre 5 y 20 errores de prescripción. Estos errores podían corresponder tanto a datos de pacientes (peso, dirección, edad) como a los medicamentos recetados (fallos de escritura, instrucciones, cantidad o intervalo de dosis).

Los riesgos de una mala caligrafía para la salud

El principal riesgo de tener una mala letra es que no se entienda bien la información. Y si esa información es una cuestión de salud, este problema cobra una mayor importancia.

Según relata a Maldita.es Guillermo Melgar, farmacéutico y responsable de la cuenta de divulgación @FarmaEnfurecida, esta caligrafía problemática “puede dar lugar a malentendidos en los medicamentos a recetar”, aunque reconoce que la dosis de los fármacos o preguntar al paciente para qué son da bastantes pistas para orientarse. “Pero sí que hay compañeros que, por bobadas como estas, han dado un medicamento incorrecto”.

Las experiencias que cuenta a Maldita.es Marián García, farmacéutica y divulgadora tras la cuenta @boticariagarcia, van en ambos sentidos. “Durante los primeros años en los que no existía la receta electrónica me encontré de todo. Algunos médicos que escribían muy bien, otros con caligrafía ‘aceptablemente buena’ y también me topé con algún otro que, en función del día, emitía recetas que eran lo más parecido a un jeroglífico egipcio que yo he visto en España”. También recuerda a una doctora que, para que todo quedara bien claro, “escribía todo en mayúsculas para evitar confusiones”.

Existen casos extremos en los que la prescripción de un fármaco erróneo ha llevado a la muerte. Este caso documentado en el año 2000, muy citado por otras investigaciones que exploran los problemas de la caligrafía médica, es la indemnización de 450.000 dólares que recibió la familia de un paciente después de que un médico recetara 20 mg de Isordil (un medicamento para la insuficiencia cardiaca) y el farmacéutico interpretó como Plendil (un antihipertensivo), cuya dosis máxima es de 10 mg al día. El paciente acabó falleciendo tras 6 días tomando una sobredosis de este último fármaco y tanto médico como farmacéutico tuvieron que abonar la mitad de la indemnización.

Sin irnos a los casos más sonados, otras investigaciones apuntan a que la letra ilegible de las recetas hará que otros compañeros sanitarios dedicados a entregar fármacos tengan que invertir esfuerzo y tiempo en comprender qué medicamento se da y en qué dosis. “El tiempo y la frustración que conlleva este trabajo de investigación es mucho mayor que el esfuerzo adicional que se necesita para poner un punto sobre la i o una t”, critican los investigadores este artículo científico sobre la mala letra médica.

Por último, este mismo estudio comenta que una mala caligrafía ilegible en las historias clínicas de los pacientes “puede tener implicaciones médicas y legales”. No solo cuando se administra un fármaco incorrecto y se denuncia, sino también cuando los informes redactados a mano deben transferirse al historial médico, con la posibilidad de que haya errores permanentes en este valioso documento de salud. “Pocas confesiones de médicos resultan más perjudiciales el hecho de que admitan no entender su propia letra”, señalan los investigadores.

Principales hipótesis: rapidez con la que se redactan las recetas, conductas adquiridas en la carrera de Medicina o tradición de antaño

Es complicado saber a ciencia cierta cuál es la razón por la que los médicos tienen una mala letra. Esta perspectiva médica, por ejemplo, recuerda que las notas médicas que se tomaban de antaño “únicamente servían para que el doctor tuviera un registro propio de qué le había ocurrido al paciente y estas se consultaban por el mismo médico que las redactaba”, por lo que no había un interés en escribir de manera legible. A día de hoy, los médicos también deben contar con una red de profesionales sanitarios “que no tienen por qué tener conocimientos de criptología para entender sus notas”.

Esta otra investigación sobre la legibilidad de las notas de médicos de hospitales de Filipinas concluye que la principal razón es que “la mayoría de doctores tienen prisa a la hora de escribir recetas y esto ocurre, sobre todo, cuando están sujetos a mayor fatiga o en las horas punta de trabajo”.

También está la hipótesis de manías adquiridas durante el grado o licenciatura de Medicina. Gary Larson, médico oncólogo en el Instituto Integris del Cáncer en Oklahoma (EEUU), responde en este artículo de Forbes que en la facultad era necesario tomar muchos apuntes y de manera rápida, “lo que acababa por deteriorar la caligrafía con el paso del tiempo y se hacía hábito”.

Soluciones: la digitalización de las recetas y cursos para mejorar la escritura manual

Melgar explica que cuando empezó a ejercer como farmacéutico “había muchas recetas hechas a mano, que parecían electrocardiogramas y no se sabía lo que ponía”. Ahora, con las recetas electrónicas, admite que estos problemas ya no se dan tanto, “y se está perdiendo el arte de interpretar la letra del médico”.

La solución que cuenta García cuando se topaba con una receta complicada era simple: “Trabajaba en un pequeño pueblo de Cuenca y cuando esto ocurría no tenía más que levantar el teléfono y contactar directamente con el médico para descifrarlo”. Por suerte, con la receta electrónica ya implantada, “el porcentaje de recetas escritas manualmente en nuestro país es ahora mismo muy bajo y esto hace que la famosa ‘letra de médico’ ya casi sea recordada con nostalgia”. 

Como explican los farmacéuticos y coinciden artículos científicos, parece que la digitalización de las recetas y de los historiales médicos está resolviendo este problema.

Ahora bien, esto no es una solución automática: “También se corre el riesgo de que, de nuevo con la excusa de las prisas y del exceso de trabajo, se introduzca una jerga informática a base de abreviaturas y palabras inventadas, plagada de faltas de ortografías, sobre todo con las tildes, que podrían hacer legible pero no entendible o correctamente interpretable el texto”, concluye esta investigación.

Una solución alternativa para la legibilidad de las recetas a mano, que como afirma Melgar “siguen existiendo en las consultas privadas”, es entrenar a profesionales sanitarios con cursos para mejorar su caligrafía. Esta carta científica relata los resultados de un estudio piloto en Italia para mejorar la letra de los médicos. Cuentan, en sus conclusiones, que no solo mejoraron su caligrafía, sino que percibieron de manera más notoria los problemas para la salud que puede tener una mala letra.


Primera fecha de publicación de este artículo: 17/02/2022

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