La idea de que los animales son capaces de sentir de alguna forma que se van a producir algunos desastres naturales, como los seísmos, que el ser humano de momento no puede predecir ni física ni tecnológicamente, está muy extendida. En la reciente erupción del volcán de la isla de La Palma, en Canarias, algunos contenidos han asegurado que los los animales fueron capaces de sentirla antes de que ocurriese.
Más allá de la creencia popular, ¿es cierto que los animales pueden sentir anticipadamente este tipo de eventos? Las evidencias disponibles son poco sólidas, a pesar de que se ha estudiado esta posibilidad como una forma de ayudar a predecir estos fenómenos, y algunos estudios hayan dado resultados positivos. Revisiones de esos estudios señalan que esos resultados son poco concluyentes por distintos motivos y apuntan a la dificultad general de estudiar este tema.
Existen registros históricos de comportamientos animales anormales antes de un terremoto u otro fenómeno sísmico, como la erupción de un volcán, correspondientes con distintos momentos y lugares, desde Grecia varios siglos antes de Cristo hasta un destructivo terremoto que en el año 1975 ocurrió en la ciudad china de Haicheng. Sin embargo, pasar de los casos anecdóticos a las evidencias científicas no es sencillo.
Es muy difícil estudiar científicamente ese supuesto comportamiento predictivo
Una revisión de estudios sobre este tema publicado en 2018 concluía que es difícil medir experimentalmente qué se considera un comportamiento animal anormal, pero que los experimentos no son el único problema porque también la recopilación de datos y su interpretación son a menudo poco consistentes.
"La mayoría de las publicaciones sobre este tema aseguran haber observado comportamiento animal anormal previo [a un seísmo] pero pocos autores sustentan sus afirmaciones", dicen los autores del texto, y enumeran algunos de los motivos por los que no es posible sacar conclusiones: no se describe ni se mide en qué consiste ese comportamiento anómalo, los tiempos de observación son demasiado cortos, no se tienen en cuenta factores ambientales como la temperatura o las precipitaciones que pueden afectar al comportamiento animal, tampoco su salud o la posible presencia de depredadores, o se recoge el comportamiento animal solo después de que se haya producido el temblor (introduciendo posibles sesgos), entre otros.
Seis vacas, cinco ovejas y dos perros: el último intento, por ahora, de medir este fenómeno
Una forma de intentar superar esas dificultades y limitaciones se basa en la tecnología disponible para seguir el comportamiento animal.
Un estudio publicado en verano de 2020, realizado por científicos del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, llevó a cabo un experimento en el que colocaron sensores de movimiento a varios animales (seis vacas, cinco ovejas y dos perros) de una granja situada en una zona de actividad sísmica habitual en el norte de Italia y controlaron su comportamiento durante varios meses. En ese periodo de tiempo se registraron miles de eventos sísmicos en la región, entre ellos 12 terremotos de puntuación 4 o mayor en la escala Richter que se utiliza para medir la intensidad de estos fenómenos.
Los investigadores señalaron que se dieron patrones de comportamiento anómalos hasta 20 horas antes de los terremotos, que empezaban antes cuando más cerca estaban del epicentro de los seísmos y y eran más evidentes si se miraban en conjunto y no animal por animal.
Los autores reconocen que no está del todo claro cómo o por qué los animales percibirían, según sus resultados, que se va a producir un temblor antes de que sea perceptible por el ser humano, aunque proponen dos hipótesis: los animales podrían sentir el aumento de iones presentes en el aire a causa de un incremento en la presión de las rocas del suelo y el subsuelo, o podría ocurrir también que fuesen capaces de oler algunos de los gases que se liberan durante estos procesos aunque sea en cantidades pequeñas.
Sin embargo, otros equipos de investigadores han puesto en duda sus conclusiones, asegurando que se basan en un análisis incompleto de los datos, que los supuestos patrones de comportamiento anticipatorios no se pueden distinguir de patrones aleatorios y que, por lo tanto, esas anomalías en el comportamiento de los animales no sirven para predecir los seísmos.
El equipo del Instituto Max Planck sigue investigando este tema a día de hoy. "Actualmente tenemos cabras con dispositivos de seguimiento en los alrededores del Monte Etna, y hemos sido capaces de predecir las cuatro últimas erupciones uno o dos días antes del evento", asegura a Maldita.es Sabine Knopf, investigadora de ese grupo, en cuya opinión "hay una evidencia creciente de que los animales pueden predecir los desastres naturales, pero necesitamos más datos y series temporales más largas para probar esto más allá de toda duda".
Primera fecha de publicación de este artículo: 22/09/2021