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MALDITA CIENCIA

La tradición navideña de la revista médica BMJ: ciencia, humor y originalidad revisada por pares

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La ciencia, como actividad humana que es, no es ajena a las celebraciones y acontecimientos del calendario. Las personas que investigan y trabajan en ella hacen cosas como el resto de los mortales en estas fechas: las investigadoras comen turrón, los departamentos juegan a la lotería de Navidad y las revistas científicas, como el British Medical Journal (BMJ), tienen sus propias tradiciones navideñas.

El BMJ es una revista científica-médica publicada semanalmente desde 1840 por la Asociación Médica Británica. Las investigaciones que publica suelen ser muy citadas por otros científicos y medios de comunicación. Además, es una revista del primer cuartil (el 25% de las revistas científicas con más impacto y prestigio) y cuenta con una extensa política de integridad de sus publicaciones.

Pero todo este rigor no les impide echar unas risas a finales de diciembre: el número especial de Navidad del BMJ. Con motivo de esta tradición científica, se han logrado publicar artículos en esta revista científica en los que se habla de la idiotez de los varones, la mala salud de los presidentes de gobierno o los escáneres cerebrales que justifican que el espíritu navideño se encuentra en este órgano.

El origen de la tradición navideña del BMJ

Desde 1982, el BMJ edita un número especial de Navidad, coincidiendo con la semana de Navidad y Año Nuevo. Este acoge publicaciones originales, con un toque de sátira, humor o sobre temáticas temas propias de la época. Los autores y editores insisten, eso sí, en que no dan cabida a “falsedades, bulos ni estudios inventados”: siguen siendo igual de rigurosos en su selección.

La idea original era que este número solo tuviera una edición, la de 1982, para ofrecer a los lectores un respiro de los artículos científicos escritos en jerga técnica y poco accesible. El editor de la revista por entonces, el hematólogo Stephen P. Lock, explicó al New York Times que la idea era presentar “otra cara de la medicina”, con una lectura más ligera basada en rarezas, relatos e historias extrañas. Todo ello, sin rebajar los estándares científicos de la revista.

Todos los artículos del número de Navidad deben pasar por el mismo proceso de revisión por pares y competitividad, así como por los altos estándares de calidad (rigurosidad metodológica, transparencia, novedad científica) que se publican en cualquier momento del año. Las fechas aquí son importantes: la revista necesita recibir los artículos para el número de Navidad, como muy tarde, el 31 de agosto.

Seleccionamos algunos de los artículos que más representan el espíritu de este número del BMJ para que te sirvan como tema de conversación en las próximas semanas y tengas un enfoque científico de la Navidad.

El sexo masculino, más propenso a recibir el título a la ‘muerte más idiota del año’

Los hombres suelen ejercer más comportamientos de riesgo, suelen acabar en mayor proporción en las emergencias hospitalarias y suelen morir más por causas evitables como accidentes de tráfico. Esta afirmación está bien documentada en multitud de evidencias científicas.

Pero estos datos no responden, por sí solos, a una pregunta más fundamental, ¿cuál de los sexos humanos es más idiota? Según este trabajo publicado en el número de Navidad de 2014, el sexo masculino es el más tonto, algo que se desprende a que suele ser el que más recibe el Premio Darwin, los galardones a las muertes más idiotas del año.

Este artículo es el que más tiempo de visita ha recibido en la historia de los números de Navidad del BMJ. Si se suma el tiempo total de lectura de todos los visitantes del BMJ, se ha leído nada más y nada menos que durante cuatro años, 52 días, 32 minutos y 24 segundos, según las estadísticas de la propia revista.

La filosofía de los Darwin es otorgar un premio a quienes “eliminan accidentalmente su propio ADN durante el transcurso de una gran idea que sale tremendamente mal”, esto es, morirse por ser extremadamente estúpido. Los premiados (siempre a título póstumo) deben cumplir unos estrictos criterios: morir o quedar estériles por una acción estúpida en la que demuestren una asombrosa falta de sensatez, llevada a cabo por ellos mismos, encontrarse en su sano juicio (ser mayor de edad y no sufrir de una discapacidad mental) y que el acontecimiento sea verificable.

Como ejemplo de premio, uno de los galardonados en 2022 fue un soldado ruso que reemplazó una placa antibalas de su chaleco por un portátil que encontró por ahí y que no pudo soportar el impacto de bala, que acabó con su vida.

Ganadores del Premio Darwin, según sexo. La línea H0 indica el porcentaje esperable de recibir este premio si se cumpliera la hipótesis de que varones y hembras son igual de idiotas. Según esta gráfica, no lo son. | Fuente: The Darwin Awards: sex differences in idiotic behaviour

Con todo esto, la investigación del BMJ recopiló las nominaciones y galardonados al Premio Darwin entre 1995 y 2014 y recogieron el sexo de estos. Mediante un análisis estadístico, comprobaron que los galardonados tienen un 88,7% de probabilidades de ser sexo varón, siendo además esta diferencia entre sexos estadísticamente significativa (para los que entienden esto, un p-valor menor a 0,0001), lo que quiere decir que es altamente improbable que se haya dado por casualidad. Se ha dado, simplemente, por tontos.

El origen (y sentido científico) de la nariz roja de Rudolph

A los malditos y malditas os sonará este artículo en el que explicamos por qué la característica nariz de Rudolph, uno de los renos de Papá Noel, tiene color rojo. La clave está en la microcirculación nasal, los vasos sanguíneos y la sangre que recorren la nariz.

Precisamente, el estudio científico que responde a esta consulta está incluido en el número de Navidad del BMJ de 2012. Se trató de un estudio observacional en el que encontraron que la microcirculación nasal de los renos es muy rica en riego sanguíneo (con un 25% más de riego que la nariz humana) y les otorga la capacidad de resistir a las bajas temperaturas a las que están expuestas en el trineo de Santa Claus. Obviamente, el brillo rojizo de la nariz de Rudolph es una exageración propia de los cuentos navideños.

‘El fantasma de las navidades pasadas’: la pobreza de 1896 sigue afectando a la del siglo XX

Estamos ante el artículo más citado de todos los números especiales de Navidad del BMJ, según las estadísticas que maneja la propia revista. Aunque los trabajos anteriores estaban escritos en cierto tono de humor y curiosidad, este se trata de un paper en el que se discuten temas más duros, como la pobreza y su efecto en la salud. Todo ello, en el contexto de la obra Un cuento de Navidad, de Charles Dickens.

El trabajo, publicado en la edición especial del 2000, tiene el objetivo de comparar cómo los patrones de mortalidad de finales del siglo XX en Londres se corresponden con los patrones de pobreza de esta ciudad en el siglo XIX. Esto es: pronosticar cómo la pobreza de hace más de 100 años afecta a la salud de los ciudadanos del presente.

Para ello, emplearon un censo de Londres del filántropo e investigador social Charles Booth, que data de 1896, digitalizando sus datos y cotejándolos con los distritos del Londres de finales del siglo XX. Dicho censo recogía datos muy interesantes incluso para los estándares actuales: condiciones de vida y trabajo, vida y empleo de las mujeres, organización de la industria y el comercio, efectos de la migración, actividades de ocio y vida religiosa de los londinenses. Gracias a esta información, los investigadores pudieron obtener índices de pobreza relativa por distritos, tanto los de finales del siglo XIX como del siglo XX.

Detalles del censo de Londres de Charles Brooth sobre pobreza. En amarillo, los hogares con mayor clase social; en negro, los de menor.

Con esta información, los autores concluyeron que los patrones de algunas enfermedades tienen sus raíces en la pobreza del pasado. Lo resumen en la siguiente frase: “La relación entre los patrones espaciales de pobreza (distritos que pasan más penurias) y los patrones espaciales de mortalidad (distritos en los que hay más enfermedades relacionadas con la pobreza) es tan sólida que en un siglo en Londres no se ha conseguido alterar”.

Todo esto conecta con la moraleja final del cuento de Dickens, que acaba con Ebenezer Scrooge compartiendo su riqueza con los desfavorecidos después de observar en sueños cómo afectaría su avaricia a la salud del pequeño Tim. “La hipótesis del Espíritu de las Navidades Futuras parece ser cierta: las desigualdades en salud no han bajado, en parte porque la avaricia en el pasado sí conduce a futuras desigualdades en salud”, zanja el trabajo.

Evidencias de que el espíritu navideño está en el cerebro

Hay personas que sienten al 100% el espíritu navideño y relacionan estas fechas con paz, amor, integración, solidaridad, celebración… A otros, por un motivo u otro, no les resultan agradables estas fechas, y prefieren superar las fiestas cuanto antes, incluso sin celebrarlas. ¿Por qué ocurre? Según este artículo del especial de navidad de 2015, la clave está en el cerebro.

Según los autores del trabajo, existe una red de espíritu navideño en el cerebro humano que engloba a muchas áreas de la corteza cerebral, y que esta se activa más en aquellas personas que celebran la Navidad y la relacionan con elementos positivos, algo que no ocurre de manera tan marcada en personas que presentan emociones neutras o que, directamente, no celebran la navidad.

El equipo examinó los cerebros de 20 personas residentes en Copenhague con imágenes por resonancia magnética funcional, 10 de personas que celebraban la Navidad y otras 10 de personas que no tenían ninguna tradición asociada a estas fechas. Así, los participantes observaron diferentes imágenes, algunas con motivos navideños y otras sin relación a las fiestas.

Al mismo tiempo, el escáner iba detectando los cambios en la oxigenación y el flujo de sangre en el cerebro. Con esto se pueden crear mapas de activación, donde se aprecie qué partes del cerebro se involucran con un proceso mental en particular (en este caso, ver imágenes que evocan a la Navidad).

Mapas cerebrales del grupo navideño, no-navideño y comparativa entre ambos grupos. Las partes coloreadas indican áreas cerebrales que se activan al ver imágenes navideñas, en comparación con observar imágenes sin relación con las fiestas. | Fuente: ‘Evidence of a Christmas spirit network in the brain: functional MRI study’

Para cerrar el trabajo, el equipo de investigación apunta a que harán falta más investigaciones para comprender los circuitos cerebrales asociados a esta o cualquier otra festividad y que los resultados, “aunque sean alegres e intrigantes”, deben interpretarse con cuidado. Como nota final, quisieron agradecer a “todas las personas que difunden calidez, amabilidad y generosidad, independientemente de la época del año”.

Ostentar una presidencia del gobierno puede perjudicar a la salud

Nadie duda que ser elegido como responsable de la presidencia de un gobierno es un trabajo estresante y con mucha responsabilidad. Se puede desempeñar con más o menos acierto, desde luego, ¿pero es que nadie piensa en la salud de los presidentes y presidentas? ¿No pasa ese estrés y responsabilidad factura en los mandatarios? Estas son las preguntas de inicio de este artículo especial navideño del BMJ en 2015.

Es harto conocido que sufrir estrés tiene efectos en toda la salud —física, mental y social—, con riesgo de favorecer enfermedades con capacidad para reducir los años de vida: enfermedades cardiacas, obesidad o diabetes. Las y los presidentes, como humanos, que son, no están exentos de estos riesgos. Para ello, el equipo se puso a investigar los datos de mortalidad de presidentes y de candidatos a la presidencia que finalmente no lograron su objetivo electoral.

Para mayor rigurosidad, emplearon una muestra geográfica y temporal bastante amplia: presidencias de 1722 a 2015 de Australia, Austria, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Irlanda, Italia, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos. En total, 540 candidatos a la presidencia analizados: 279 que lograron ser presidentes y 261 aspirantes.

Los datos apuntaban que los candidatos que lograron la presidencia vivían, de media, 4,4 años menos que sus colegas que no obtuvieron la cartera. Con esto, las conclusiones del equipo fueron que ser elegido presidente o presidenta del gobierno se asocia (que no causa) a un aumento del riesgo de mortalidad en comparación con los candidatos que no fueron elegidos.

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