“Y voló. Y me hizo volar. Y me encantó todito”, dicen las reseñas de los lectores de nuestro consultorio semanal, viernes tras viernes. ¡Así que aquí seguimos! Amenizándote esas últimas horas que te quedan para entrar de lleno en el fin de semana. Hoy, el turno es de las arenas movedizas, pero también de la dentera, de las marcas o cicatrices post acné y, ojo, de los patos.
¿Que la experiencia se te hace corta? ¿Que, de hecho, te hace caer en otras dudas que quieres resolver en base (por supuesto) al conocimiento científico al respecto? Cero problemas. Si ocurre, aquí estamos para ayudarte. Puedes enviárnoslas por Twitter, Facebook, correo electrónico ([email protected]) o a través de nuestro chatbot de WhatsApp (¡guárdate el número! +34 644 22 93 19). Y sin más dilación…
¿Qué es la dentera?
Sentimos empezar tan a saco, pero imagínate, ya, ahora mismo, el sonido que hace una tiza o las propias uñas de nuestras manos al apretarlas con fuerza contra una pizarra. Sino, el ruido de algunas sillas al arrastrarlas por el suelo o la sensación que surge al chuperretear algo de sabor agrio. ¿Qué sientes? Dentera, ¿verdad? Precisamente uno de los conceptos por los que nos habéis preguntado esta semana y que la Real Academia Española (RAE) define como una sensación desagradable en los dientes y encías al comer sustancias agrias o ásperas al gusto, oír ciertos ruidos desapacibles, tocar determinados cuerpos o simplemente recordar cualquiera de estas cosas.
La dentera “es una de las reacciones cerebrales más primitivas que existen”, explicaba en Aragón Radio José Manuel Moltó, ex vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se trata de una respuesta a un hecho que nos resulta desagradable, sobre todo a nivel auditivo, aunque puede haber otras circunstancias.
Es el caso, por ejemplo, de sabores (como los agrios) o texturas (¿conoces a alguien que no soporte la piel del melocotón?). La dentera, según el experto, es bastante universal y no se debe confundir con fobias o situaciones de mero desagrado: “Es distinta”. Si lo pensamos bien, estas situaciones no producen las mismas consecuencias de la dentera, como la piel de gallina o esa sensación en dientes y encías, que sí origina el sonido que hace una puerta cuando se ha atascado una piedrecita bajo ella o el de la fricción entre dos metales.
Una de las cosas curiosas de la dentera es que, con solo pensar en la situación que la causa, se pueden reproducir con facilidad las sensaciones que nos provoca. “Piensas en alguien pasando los dedos por la pizarra y probablemente más de uno, según lo estoy comentando, está sintiendo que se le eriza la piel. No con la intensidad con la que pasaría cuando de verdad está ocurriendo, pero también”, indicaba Moltó en el programa.
Como explicaba Moltó, los sonidos que nos hacen tener dentera son bastante parecidos a los que emiten nuestros primos hermanos, los primates, al detectar un peligro potencial, y que emplean como señal de alerta generalizada. Es por ello que, al escuchar algo similar, “nos ponemos en guardia, alterados, mirando a ver qué puede pasar en ese momento”.
Un estudio publicado en 1986 y ganador en 2006 del Premio Ig Nobel de ese año apunta que, en el contexto de nuestro rango auditivo (entre los 20 y 20.000 hertzios aproximadamente), son las frecuencias medias las que más nos irritan, ya que nuestro oído es más sensible a ellas.
Los sonidos incluidos en estas frecuencias medias (entre 2.000 y 5.000 hertzios) son muy similares a estos gritos de alarma de los chimpancés. De ahí que la hipótesis de los investigadores sea que nuestra reacción a los sonidos que nos dan dentera proceda del instinto de huida de los depredadores en el pasado. “Sabemos que se trata de una respuesta grupal que, básicamente, pone en marcha todas las respuestas orgánicas de alerta. Nos prepara para una posible huida”, indicaba Moltó.
También un estudio de 2012 comprobó que los sonidos dentro de este rango son capaces de activar la amígdala, una parte del cerebro involucrada en las respuestas relacionadas con el miedo que, a su vez, aumenta la actividad en la corteza auditiva.
"Nuestra especulación fue que la razón por la que el sonido de las uñas en una pizarra tiene una cualidad aversiva casi universal es que desencadena en nosotros un reflejo automático e inconsciente de que estamos escuchando un grito de advertencia", señalaba en la página web de la Universidad de Vanderbilt (Tennessee, Estados Unidos) el autor principal del primer estudio, el psicólogo Randolph Blake.
En el caso de sabores y texturas, la dentera funcionaría como una especie de sugerencia de nuestro cuerpo para avisarnos de que el alimento podría estar en malas condiciones para que, al menos, consideremos la posibilidad.
Ahora bien, ¿a qué se debe esa sensación en encías y dientes? ¿Qué parte de nuestro cuerpo es la ‘culpable’? A pesar de que sabemos que el ‘brazo ejecutor’ es el cerebro, la fisiología de la dentera y todas las situaciones que se producen alrededor de ella “no son bien conocidas”. Según Moltó, “ni siquiera lo son los núcleos cerebrales donde probablemente ocurra esto”: “Es posible que sea sencillamente una reacción primitiva en las zonas más antiguas de nuestro cerebro y es muy difusa. No son cosas que pasen en un núcleo muy concreto”.
El porqué de la piel de gallina y esa sensación tan concreta en dientes y encías, por lo tanto, sigue siendo un misterio.
¿Por qué tras el acné se crean surcos en la piel?
Otra de las preguntas que nos habéis enviado esta semana está relacionada con un proceso dermatológico en el que, posiblemente, muchos de nosotros nos hayamos visto involucrados en algún momento de nuestra vida: el acné. Concretamente, queréis saber por qué, al acabar con los granitos que caracterizan esta situación, se crean marcas y surcos en la piel. Lo cierto es que no siempre aparecen estas secuelas y que, de aparecer, algunas de ellas tienen solución (que nada tienen que ver con remedios caseros).
Como explica la Fundación Piel Sana de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), el acné es un proceso inflamatorio, normalmente en cara, pecho y espalda, que afecta a la unidad pilosebácea (el folículo del pelo y la glándula sebácea, encargada de sintetizar el sebo). Aunque normalmente surge en la etapa juvenil, también puede aparecer en otras etapas de la vida, como en recién nacidos y adultos.
Los granos, pústulas o nódulos que caracterizan al acné son consecuencia de un aumento en la producción de grasa y un taponamiento de los folículos. Que aparezcan más o menos de ellos no depende de un solo factor, sino que están involucradas condiciones como la herencia, las hormonas (la más importante), la secreción sebácea o de sebo, la dieta y, por supuesto, posibles infecciones o alteraciones en la barrera epidérmica.
Las cicatrices o marcas del acné, como reconoce la web especializada en salud KidsHealth en un artículo revisado por la dermatóloga Patrice M. Hyde, “pueden parecer un doble castigo”: “Primero tuviste que soportar los granitos y ahora tienes cicatrices que te lo recuerdan”. Las más notables suelen ser consecuencia de las formas más graves de acné, sobre todo en las que se generan nódulos, quistes o bultos dolorosos llenos de pus debajo de la piel. También tendrán peor pinta si se manipularon o explotaron los granos.
En cualquier caso y se trate del tipo de acné del que se trate, lo recomendable es buscar tratamiento en cuanto aparezca. Así habrá menos posibilidades de que derive en un tipo de acné más serio y, con ello, en cicatrices más pronunciadas. “El tratamiento activo y precoz del acné supone evitar la aparición de secuelas. Fundamentalmente cicatrices y pigmentaciones (manchas). El dermatólogo tiene diversas armas para mejorar estas lesiones secundarias: peeling, láser, luz pulsada intensa, infiltración con corticoides o rellenos. Siempre es necesario contar con el especialista para realizar este tipo de tratamiento y conseguir los resultados adecuados”, recuerda la AEDV.
Las marcas o manchas derivadas del acné, de tono rojizo o marrón que ‘se quedan’ en nuestra piel una vez desaparece el grano o la pústula, no suelen necesitar tratamiento, pero dependerá de si son leves o severas.
Si son leves, un dermatólogo puede recomendarte una microdermoabrasión o una exfoliación química. De ser graves, existen varios tipos de tratamiento que pueden ayudar a mejorarlas como el rejuvenecimiento facial, donde el láser elimina la capa superior dañada de la piel; la dermoabrasión, en la que se desgasta la superficie de la piel, que se reemplazará por una capa de piel nueva más lisa, o la terapia láser fraccionada, que actúa en un nivel más profundo que las anteriores.
En el caso de las cicatrices, como ocurre en cualquier otra parte del cuerpo, se trata de parches de piel permanentes que crecen sobre una herida, como describe MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Estas, en general, se forman, entre otras situaciones, "cuando el cuerpo se cura después de una cortadura, un raspón, una quemadura o una llega", en este caso, un grano, pústula o nódulo.
En las causadas por el acné, las hay de diferente apariencia: o bien con una depresión gradual o bien de bastante profundidad. En el caso de las primeras, "a veces los médicos inyectan material debajo para elevarla y dejarla al nivel de la piel normal", señalan desde KidsHealth. Por último, y en el caso de cicatrices muy profundas, el médico puede recomendar una cirugía para retirarlas.
¿Qué son las arenas movedizas y cómo actuar si caes en ellas?
El cine y la televisión nos han enseñado que si acabamos en unas arenas movedizas podemos morir engullidos por este terreno. Pero, en realidad y debido a nuestra densidad, aunque nos atraparan las piernas, en ningún caso nos enterrarían vivos. Os explicamos qué son y qué hacer si te atrapan las arenas movedizas.
Las arenas movedizas son un fluido no newtoniano, es decir, una sustancia cuya viscosidad varía con la tensión que se le aplica. Son del tipo dilatante: aumentan su viscosidad al aumentar la presión aplicada.
Las típicas arenas movedizas están formadas por arena fina, arcilla y agua salada. En reposo, su viscosidad es mayor. Ahora bien, ante una fuerza externa sufren un proceso de licuefacción, lo que significa que pasan de estado sólido a líquido. A mayor estrés, más líquidas se convierten las arenas y mayor capacidad de hundirnos. Eso sí, una vez acabada esa presión, se solidifican. Por ello, no es fácil escapar de ellas: al moverte rápido se hacen líquido, te hundes y al quedarte quieto se solidifican y cuesta salir. ¡Menuda trampa!
Aunque sea difícil escapar, es imposible que animales no humanos o personas nos hundiésemos del todo. Esto se debe a que nuestra densidad es similar o menor a la de las arenas y, a lo sumo, nos arrastrarían hasta ocultar la mitad de nuestro cuerpo.
Pese a que no nos fuesen a ahogar, puede ser difícil escapar de ellas. Además, al formarse habitualmente en zonas de mareas bajas, de no salir a tiempo, la persona ‘atascada’ podría ahogarse al llegar la marea alta
Vale, no moriremos ahogados en la arena pero, ¿qué hacer para salir si estamos atrapados hasta la cintura? Como puedes ver en el siguiente vídeo, la mejor opción es, primero, mover una pierna en círculos para empujar el agua hacia la arena y hacer que se licúe nuevamente. Una vez convertido en líquido, será más sencillo sacar la pierna a flote, apoyarla en la superficie y hacer lo mismo con la otra. Una vez fuera, mejor moverse despacio para disminuir la presión ejercida y evitar que se licue demasiado la arena… o acabarás hundiéndote de nuevo.
¿Es seguro para la salud y para el comportamiento animal tener un pato como mascota?
Parece que durante el verano vuestras consultas se vuelven más peculiares de lo habitual. Hoy nos toca aclarar si es buena idea tener un pato (esos animales que tienen penes y vaginas con forma de sacacorchos) como mascota. La respuesta corta es que, con las condiciones y cuidados adecuados, si se han criado en cautividad y mientras tengan compañía de otros miembros de su especie, estos animales sí pueden ser una mascota, según los expertos consultados por Maldita.es.
En opinión de Virgilio Beltrán, biólogo experto en aves y maldito que nos ha prestado superpoderes, “si se le proporcionan los cuidados adecuados a su especie (alimentación, ejercicio, cuidados,...) casi cualquier animal criado en cautividad se puede convertir en mascota”. Eso sí, “es difícil asegurar que esas condiciones se puedan dar al 100%”. Beltrán se opone a extraer animales del medio natural para convertirlos en mascotas por razones éticas y de salud física y psíquica del animal nacido libre y salvaje.
“Si el animal está bien cuidado no debería suponer ningún riesgo para la salud ni para su propio comportamiento. Pero estará peor en espacios cerrados”, indica a Maldita.es Juan Pedro Ayuso, de la Unidad Analítica Regional de Sanidad Animal de Castilla-La Mancha y maldito que también nos ha prestado sus superpoderes.
Estos animales necesitan mucha agua dulce, que ensucian con frecuencia, por lo que habrá que limpiarla con bastante regularidad. En definitiva: tener patos implica limpiar mucho. Además, pueden ser bastante ruidosos, según indica en la web especializada en mascotas PetMD la veterinaria Sandra Mitchell, quien (¡sorpresa!) tiene patos como mascota. Advierte, además, que su cuidado implica más trabajo que el necesario para criar gallinas.
Para su cuidado, se necesita un corral completamente cerrado a prueba de depredadores y un patio vallado para su ‘tiempo libre’. Además, según Mitchell, también es recomendable disponer de un área cerrada como lugar seguro cuando no puedan estar vigilados. La veterinaria recomienda rodearlo con una valla eléctrica y cubrirla con una red para halcones, incluso en zonas urbanas.
También se necesita un espacio con agua, dado que su vida gira en torno a este elemento (y, cuanto más grande, mejor). Un agua que, por cierto, se debe cambiar con regularidad, por la rapidez con la que estas aves la ensucian. Mitchell explica que ella cambia el agua varias veces al día.
Los patos también tienen unas necesidades nutricionales exclusivas, por lo que no se deben alimentar exclusivamente con comida para gallinas, sino con alimento para aves acuáticas disponible en tiendas especializadas. Como golosinas, pueden servir verduras y frutas frescas como zanahorias, tomates maduros, calabaza, plátanos, maíz, judías verdes y coles de Bruselas.
Un piso sin espacios abiertos no es lugar para cuidar y criar un pato-mascota: necesitan vivir al aire libre. Además, son animales sociales y muy sociables que se llevan muy bien entre ellos y se deprimen con bastante facilidad si están solos o enjaulados durante mucho tiempo. Tener un solo pato es malo para su salud emocional. La web especializada en mascotas Pet Assure recomienda encarecidamente tener, al menos, otro pato para que se hagan compañía, aunque lo mejor sería tener tres o cuatro.
A su favor, y a diferencia de las gallinas, los patos no huelen y no tienen parásitos como garrapatas, señala Pet Assure.
Antes de que os vayáis...
Como cada viernes, os recordamos que estamos aquí para resolver todas las dudas y preguntas que tengáis en relación a temas científicos. Ahora bien, si lo que te inquieta tiene que ver con un diagnóstico, tratamiento o afección personal, lo único que podemos aconsejarte es que acudas a un profesional sanitario que valore personalmente tu caso para así recomendarte el tratamiento más adecuado. ¡Gracias por leernos y buen primer fin de semana del año!
En este artículo han colaborado con sus superpoderes Virgillio Beltrán, biólogo y Juan Pedro Ayuso, especializado en sanidad animal.
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