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MALDITA CIENCIA

¿Por qué nos gusta tanto explotar las burbujas de plástico del material de embalaje?

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Recibimos un paquete en casa que contiene un recipiente frágil y, dentro de la caja (de cartón, normalmente), un maravilloso envoltorio de burbujas de plástico protege nuestro pedido. Muchas malditas y malditos que se han visto en esta situación prestarán mucha más atención en explotar las ‘burbujitas’ del plástico antes que al producto pagado. ¿Por qué nos gusta tanto? ¿Hay algo de ciencia en esa satisfacción? Aunque no existe una respuesta definitiva (de hecho, no a todo el mundo le entusiasma), las evidencias parecen apuntar a que es una actividad relajante, desestresante y que ayuda a mantenerse entretenido.

Un estudio publicado en la revista Psychological Reports en 1992 experimentó con un pequeño grupo de 30 personas si explotar papel de burbujas ayudaba a reducir el estrés. En las autoevaluaciones que completaron, los participantes mejoraron su nivel de energía y se sintieron menos cansados y más relajados después de estallar diferentes burbujas de plástico, sin que el nivel de tensión descendiese de manera significativa. En conclusión: este pequeño experimento, tras una sesión de explotar burbujas, consiguió que los participantes redujeran su estrés.

Ahora bien, al mismo tiempo, otro estudio publicado también en Psychological Reports en 1994 comprobó que explotar plástico de burbujas también podría aumentar la ansiedad (evaluándola con el autoinforme de inventario de rasgos de ansiedad), en comparación con un grupo de control que no hizo nada durante el tiempo del experimento.

En la discusión del estudio —que contó con 36 participantes—, los autores consideran que estos resultados son “contrarios a lo esperado” tras el experimento de 1992, pero que puede deberse a que algunos aspectos del estado anímico (como puede ser la energía o el cansancio) son más maleables que la ansiedad, “que puede ser una característica más estable y, por tanto, más resistente al cambio”.

Sobre algo tan concreto como es explotar pequeñas cápsulas de aire preparadas para amortiguar golpes existe poca evidencia científica. Además, la que hay puede resultar contradictoria, poco sólida y con muestras reducidas (30 y 36 participantes).

Sin embargo, la evidencia sí encuentra resultados positivos en aquellas prácticas de movimientos con el cuerpo —normalmente las manos— e inconscientes que se hacen en tareas como una llamada, trabajar, esperar o estudiar una asignatura. Esto es lo que se denomina fidgeting, un término que no tiene traducción del inglés, pero que te explicamos con ejemplos: golpear un lápiz en una libreta, agitar una pierna, jugar con algún objeto del escritorio o mover los dedos con algún patrón específico. Por supuesto, explotar burbujas de plástico podría entrar en esta categoría.

A pesar de que realizar estas prácticas se ha asociado tradicionalmente con estar distraído, nervioso o desinteresado, un trabajo de fin de máster de la Universidad de Lund (Suecia) defendido en 2016 recopila literatura científica que probaba los beneficios de estas prácticas de fidgeting: una reducción de los niveles de estrés y ansiedad, un aumento de la concentración, y una activación voluntaria cuando se está aburrido o poco estimulado. Un artículo de 2013 publicado en Frontiers mostró que estas prácticas contribuyen a retener el conocimiento que se está adquiriendo.

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