Hay picos y morreos. También besos en otras partes del cuerpo: de la mejilla, a la frente pasando por la mano o el cuello. Mientras que algunos se usan para saludar, con otros se pretende expresar cariño o respeto o vivir un momento de pasión. En el Día Internacional del Beso, desde Maldita Ciencia aprovechamos para contaros de dónde vienen los besos, qué pasa en nuestro cuerpo cuando nos los damos, qué beneficios tienen y cómo es el beso perfecto.
La filematología es la ciencia que estudia el beso
“A algunos nos gusta más, y a algunos nos gusta menos, pero el hecho de que los humanos decidamos besarnos, al menos por las razones por las que lo hacemos, ha traído a muchos científicos de cabeza durante mucho tiempo”, afirma a Maldita Ciencia Amaia Ochoa de Amezaga, experta en neurociencias y maldita que nos ha prestado sus superpoderes. El acto de besarnos en la boca tiene infinidad de finalidades “y con él podemos expresar no sólo amor y pasión, sino también respeto y amistad”.
Su estudio es tan complejo que estamos ante una ciencia que recibe su propio nombre del griego: la filematología. Esta ciencia estudia todo sobre los besos. Desde sus orígenes, evolución, función biológica o los tipos que existen hasta las reacciones neuro y fisicoquímicas que provoca al que lo da y al que lo recibe.
Marcel Danesi, autor del libro La historia del beso: el nacimiento de la cultura popular, cuenta a Maldita.es que “el comportamiento de tocarse los labios es tan emocionalmente poderoso que despierta un gran interés entre todos, de ahí su tratamiento en las leyendas, la filosofía y la ciencia”. También ha tenido “enormes consecuencias jurídico-sociales a lo largo del tiempo, desde la prohibición hasta la celebración”.
Al besarnos utilizamos hasta 34 músculos faciales y quemamos hasta 26 calorías por minuto
Al besarnos utilizamos diferentes músculos faciales, tal y como cuenta Ochoa. Un editorial publicado en la revista científica The American Journal of Medicine indica que un beso simple usa sólo dos músculos y quema de dos a tres calorías. Pero un beso más sexual y apasionado implica entre 23 y 34 músculos faciales y 112 músculos posturales (músculos que desempeñan un papel importante en el mantenimiento de las posturas corporales). Besándonos podemos llegar a quemar hasta 26 calorías por minuto.
Danesi, que también es profesor de semiótica y antropología lingüística en la Universidad de Toronto, cuenta que al besarnos, se liberan un conjunto de sustancias químicas en el cerebro que unen a las personas emocionalmente o no —en el caso de aquellos que no se sienten atraídos entre sí—. Es a lo que nos referimos cuando hablamos de tener química.
“Si funciona, todo lo que nos rodea parece detenerse y de hecho nos obsesionamos con el besador. Ese beso nunca se olvida en toda la vida. E incluso podría afectar a todos los besos y encuentros románticos posteriores, aparentemente para recuperar esa magia”, señala.
Besarnos disminuye el estrés, aumenta la sensación de placer y puede reforzar nuestro sistema inmunitario
Besarnos conlleva una serie de ventajas tanto físicas como nerviosas, según resalta Ochoa. Al juntar nuestras bocas, “compartimos la saliva, que contiene hormonas sexuales”. “En términos sexuales, la boca, con su mucosa, es tremendamente sensible a la testosterona, aumentando así la intensidad hacia un beso más apasionado y excitante”. Al llegar a este beso más profundo, el llamado “beso con lengua”, “se reduce el estrés, ya que disminuyen notablemente los niveles de cortisol (una hormona clásica del estrés)”.
Después entran en juego también otras moléculas. Por un lado, la dopamina, “un neurotransmisor que media el placer en el cerebro y es clave en el circuito cerebral de la recompensa”. “Esta molécula aumenta durante el beso y por ello nos estimula a querer más”, cuenta la experta en neurociencias. También entra en juego la oxitocina, “una hormona sexual responsable de esas sensaciones que experimentamos en el enamoramiento, de excitación y de apego”.
Besarnos también puede mejorar el acto sexual que puede o no seguir tras el beso, según la experta: “Nuestros labios, nuestra lengua, contienen una inmensa cantidad de terminaciones nerviosas, haciendo de nuestra boca un órgano increíblemente sensible para ser sexualmente estimulado”. De hecho, los labios son de 100 a 200 veces más sensibles que las yemas de los dedos, según un editorial publicado en la revista científica The American Journal of Medicine.
Elena Daprá, psicóloga clínica experta en bienestar emocional en la empresa y en psicología de la imagen, confirma a Maldita Ciencia que besarnos aumenta la sensación de placer. Además, indica que, al hacerlo, ejercitamos la musculatura y, por lo tanto, disminuye la posibilidad de que nos salgan arrugas. “Si esos músculos los ejercitas, son más potentes y se caen más tarde”, señala Daprá, que además es miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.
Por otro lado, subraya que besarnos puede reforzar nuestro sistema inmunitario, ya que “a través de la boca nos pasamos muchas bacterias”. En solo 10 segundos se pueden compartir hasta 80 millones de bacterias, según un estudio publicado en 2014.
Cuándo y por qué empezamos a besarnos
El acto de besar no es nuevo. Ochoa explica que hay murales egipcios y textos en sánscrito (una lengua clásica de la India) que describen ya el beso romántico, “siendo estas las referencias más antiguas documentadas (3.500 a.C)”.
Danesi subraya que a lo largo de la historia las tradiciones han influido en la forma en que las personas perciben los besos. Según cuenta, en la época medieval el beso surgió como una práctica romántica secreta como forma de liberación, especialmente para las mujeres, “para decidir a quién amar, y no a quién se esperaba que amaran”. “Ejemplos como los de Romeo y Julieta, basados en dos personajes reales, son una prueba indirecta de ello”, sostiene.
Pero, ¿por qué nos besamos? “Aquí entran dos escuelas de científicos”, comenta Ochoa. Por un lado, según indica, existe un grupo que cree que el acto del beso es un ‘comportamiento aprendido’, a diferencia del innato que se hereda genéticamente.
El beso no está extendido en todas las culturas. De hecho, según la experta, aproximadamente un 10% de las poblaciones humanas no se besan para nada y aún menos lo hacen con un objetivo sexual o romántico.
Un artículo publicado en el portal AnthroSource de la Asociación Americana de Antropología indica que no hay ninguna evidencia de que el beso sexual y romántico como lo entendemos en nuestra cultura sea universal. Los autores comprobaron que solo el 46% de las 168 culturas implicadas en el estudio tenían la costumbre generalizada de tocarse los labios.
En esta investigación se detectó una “fuerte correlación” entre la frecuencia del beso romántico o sexual y la complejidad social de una sociedad: cuanto más compleja socialmente es una cultura, mayor es la frecuencia de este tipo de besos.
Frente a los antropólogos que rechazan la hipótesis de que el beso haya surgido por motivaciones evolutivas relacionadas con la supervivencia de la especie, Ochoa cuenta que hay otros expertos que entienden el beso como “un acto más enraizado en nuestra biología más primaria”.
Por un lado, la experta en neurociencias recuerda que el beso sexual o romántico expone a quienes se lo dan a la saliva del otro y a ciertas enfermedades. Por otro, menciona que en el mundo animal, el tacto y el olfato tienen una importancia muchísimo más importante que para el ser humano.
Un artículo publicado en la revista European Journal of Obstetrics Gynecology and Reproductive Biology indica que los humanos y otros primates han sido considerados principalmente como "animales ópticos" con poderes de visión muy desarrollados pero un sentido del olfato relativamente poco desarrollado. Pero, según sus autores, la importancia del olfato humano se ha subestimado.
“Está claro que los animales dependen mucho más del olfato que nosotros los humanos, un sentido que no tenemos tan desarrollado. Es por ello por lo que, en un sentido más sexual, nosotros necesitemos acercarnos más, acto que propiciaría la conducta del beso en sí mismo”, señala Ochoa.
Además, según recoge la revista de divulgación científica Scientific American, en 1960 el zoólogo y autor británico Desmond Morris indicó que los besos podrían haber surgido a partir de los primates que masticaban la comida y después se la daban en la boca a sus hijos. De esta forma, comenzó a asociarse un sentimiento de placer de comer con el de juntar los labios. Esto, sumado a las terminaciones nerviosas que poseen los labios y a las reacciones que tienen lugar en el cuerpo humano, podría haber provocado la evolución del beso.
Qué hay detrás del beso perfecto
En el “beso perfecto” intervienen múltiples factores. Algunos están fuera de nuestro control, según resalta Daprá. “Hay gente que besa mejor o peor y eso lo podemos arreglar. Lo que no podemos arreglar es eso de si hay química o no”, cuenta.
Para Ochoa, hablar de un beso perfecto es “casi imposible”. “¿Quién no recuerda su primer beso? Podemos haber aprendido muy bien a dar besos apasionados, pero no tanto un beso afectivo o al revés. Podemos dar un beso con un fin muy sexual pero no estar suficientemente excitados. El contexto, la persona… un beso perfecto requiere de mil variables que deben confluir al mismo momento y para una persona concreta”, comenta. Porque el beso perfecto para una persona no tiene por qué ser perfecto para otra.
En este artículo ha colaborado con sus superpoderes la experta en neurociencias Amaia Ochoa de Amezaga. Gracias a vuestros superpoderes, conocimientos y experiencia podemos luchar más y mejor contra la mentira. La comunidad de Maldita.es sois imprescindibles para parar la desinformación. Ayúdanos en esta batalla: mándanos los bulos que te lleguen a nuestro servicio de Whatsapp, préstanos tus superpoderes, difunde nuestros desmentidos y hazte Embajador.
Primera fecha de publicación de este artículo: 13/04/2021