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MALDITA CIENCIA

Qué dice el estudio sobre la 'tormenta de recuerdos antes de morir' y por qué se están malinterpretando sus resultados

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Imagen destacada de Peter Thoeny.

¿Has escuchado alguna vez eso de que ‘la vida pasa delante de nuestros ojos antes de morir’? ¿Te ha ocurrido en persona? (Si estás leyendo esto después de vivirlo es buena señal). Nos habéis preguntado por estas cuestiones a las que hace referencia un estudio publicado en la revista Frontiers in aging neuroscience en febrero de 2022 y que mencionan las campañas publicitarias de algunas marcas de bebidas alcohólicas. Tanto en el artículo científico como en la nota de prensa se menciona que los resultados sugieren que el cerebro permanece “activo y coordinado” durante el tiempo que se está ‘muriendo’ y que se observa una actividad cerebral similar a la que ocurre cuando soñamos, recordamos algo o meditamos.

Aunque es cierto que el estudio apunta a todos estos elementos, no debe pasarse por alto que se trata de un artículo que hace referencia a un único caso, un paciente con unas características particulares que pueden afectar a la interpretación de su actividad cerebral durante su tránsito a la muerte: con un hematoma subdural (acumulación de sangre entre la cubierta y la superficie del cerebro) tras un traumatismo craneoencefálico y que se encontraba bajo los efectos de la anestesia y con medicación anticonvulsionante

Además, las casualidades imprevistas que se dieron en el estudio hacen muy complicado, incluso imposible, repetir el experimento, esta vez con otro paciente que sirva de control, lo que es una de las bases de la investigación científica. Por último, aunque el estudio mencione que experimentos en animales han arrojado resultados similares, esto no se puede extrapolar a todos los humanos con experiencias de tránsito o cercanas a la muerte. Os contamos en profundidad.

Lo que dice el estudio y la casualidad de la recogida de datos

El artículo científico presenta un registro de encefalograma de un cerebro humano que se está muriendo: un paciente de 87 años que sufrió una parada cardiorrespiratoria tras un hematoma subdural. Esto es interesante porque, como señala el resumen del artículo y comenta Javier Guerrero, doctorando en neurociencia cognitiva y computación y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, es el primer trabajo que presenta evidencias de cómo funciona la actividad neural en un cerebro humano muriéndose, en un escenario no experimental y en condiciones clínicas súbitas o graves.

En ocasiones anteriores se había podido obtener datos de este registro cerebral en pacientes con experiencias cercanas a la muerte y que habían logrado sobrevivir, en pacientes con enfermedades crónicas o en experimentos con animales. Pero, en esta ocasión, se dio la casualidad de que la muerte del paciente coincidió con el momento en el que se le estaba realizando el escáner: sufrió una para cardiaca y falleció in situ.

Según explica José Ángel Morales, doctor en Neurobiología del Departamento de Biología Celular de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y maldito que nos ha prestado sus superpoderes, en estos registros “se ve que el cerebro no está parado en esa transición a la muerte, sino que está mostrando actividad”. Dicha actividad se observa en las oscilaciones neurales, “unos patrones [en la actividad cerebral] que se producen en cada momento del día o en función de la actividad que se esté desarrollando: estar durmiendo, despierto, soñando, meditando, etcétera”.

Así, el estudio explica que las oscilaciones neurales que se ven justo en el momento cercano a la muerte son similares a las que, en condiciones normales, suceden en procesos relacionados con la memoria, con recordar cosas de nuestro pasado, meditar o soñar. “Llama la atención que justo en el momento de morir, cuando tu actividad cerebral debería ser cero, aparezca ese patrón de actividad neuronal”, destaca Morales.

En una entrevista publicada en la BBC, Ajmal Zemmar, coautor de la investigación y neurocirujano en la Universidad de Louisville (Estados Unidos), reconoce que esta situación fue “toda una casualidad”: “No teníamos planificado hacer este experimento ni registrar estas ondas cerebrales”.

El estudio propone varias hipótesis para explicar el registro cerebral similar al de la visualización de recuerdos

El hecho de que un registro cerebral sea similar a otro no concluye lo que algunos medios han publicado: que los humanos tenemos una ‘tormenta de recuerdos’ cuando estamos muriendo. De hecho, el estudio original dedica buena parte del texto a plantear varias hipótesis sobre por qué se podría haber encontrado este registro cerebral.

Los investigadores reconocen que el traumatismo que sufrió el paciente —y su hemorragia posterior— puede influir en la actividad cerebral que se registra. Además, la parada cardiorrespiratoria que sufrió y le provocó la muerte hizo que llegara menos oxígeno al cerebro, lo que provoca que las neuronas se excitabilicen, “lo que genera una serie de ondas relacionadas con la actividad cerebral, a pesar de que eso no quiere decir que tu cerebro esté activo”, recala Morales.

Por otro lado, plantean que la anestesia a la que estaba sometido el paciente durante la prueba y la medicación anticonvulsionante que recibió también podrían haber alterado el registro de oscilaciones neurales. El problema en este sentido, dice la investigación y recuerda el doctor en Neurobiología, es que no existe un paciente control con el que se puedan comparar estos datos: primero, porque las casualidades del estudio lo impiden y segundo, porque no se puede poner a un paciente de manera voluntaria en una situación cercana a la muerte.

El estudio reconoce que hay pacientes que han sufrido experiencias cercanas a la muerte y, de manera subjetiva, han descrito tener recuerdos del pasado, alucinaciones o haberse sentido como ‘en meditación’. Sin embargo, apunta Morales, no hay una traducción fisiológica de esto, no es algo que la investigación científica pueda medir: “Tenemos cierta tendencia a romantizar el momento de la muerte, pensando que esto es un mecanismo fisiológico cerebral para que sea ‘más bonito’, más dulce, ‘viendo’ ese tipo de imágenes”.

El propio Zemmar recalca que las investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte “tiene algo de místico y espiritual”, pero que es “imposible” saber si efectivamente los humanos tenemos esa tormenta de recuerdos antes de fallecer.

Guerrero, por su parte, reconoce que el artículo es “interesante, bonito y nos enseña cosas nuevas del proceso de morir”, pero coincide en que no se pueden sacar conclusiones como la ‘tormenta de ideas’ que se apunta. “Para atraer clics y hacer titulares morbosos sobre la muerte está genial, pero para ser rigurosos científicamente no va mucho más allá”.

En este artículo ha colaborado con sus superpoderes los malditos José Ángel Morales y Javier Guerrero.

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Primera fecha de publicación de este artículo: 06/04/2022

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