En la asignatura de Conocimiento del Medio, Biología o Ciencias Naturales, se explicaba a los alumnos qué ocurría en nuestro cuerpo cuando necesitaba defenderse de patógenos. En este cursillo básico de inmunología, se contaba la importancia de la piel, las mucosas y de mecanismos como la fiebre, que aumenta nuestra temperatura corporal. En conjunto, ‘ponen más difícil’ a virus y bacterias su replicación en el organismo.
Pero, al igual que existe la fiebre, también está el paracetamol, el medicamento antipirético (destinado a controlar la fiebre) por excelencia. ¿Tiene sentido ‘quitarnos’ la fiebre si es precisamente uno de los mecanismos que tiene el organismo para defenderse?
Marta Valenti, doctoranda en microbiología y maldita que nos ha prestado sus superpoderes, detalla a Maldita.es que la fiebre es uno de los muchos procesos que se activan en nuestro organismo para combatir los patógenos “de los que no somos conscientes porque no dan ninguno o muy pocos síntomas”.
Para entender esto, es necesario explicar qué es lo que hace nuestro cuerpo cuando ‘activa’ su sistema de fiebre. Este mecanismo, detalla Valenti, “se desencadena por la acción de una sustancia conocida como prostaglandina E2 (PGE2) en el hipotálamo”, la zona de nuestro cuerpo en la que se controla la temperatura, el hambre y la sed.
A su vez, diferentes células del organismo comienzan a producir citoquinas, “proteínas que permiten la comunicación entre células y la respuesta inmune”. Dentro de estas citoquinas se encuentran las denominadas ‘citoquinas pirogénicas’, “que son aquellas que van a favorecer la síntesis de PGE2 y con ello la fiebre”.
Entendiendo esto, los antipiréticos como el paracetamol son medicamentos “que inhiben la producción de PGE2 y bloquean el proceso febril”. Aun así, “la producción de las citoquinas proinflamatorias sigue funcionando correctamente porque no se ven afectadas por el fármaco”, comenta la doctoranda. Esto consigue que, aunque se elimine la fiebre y sus síntomas, “nuestro organismo siga siendo capaz de luchar contra el agente infeccioso”.
Teniendo clara la explicación de la fiebre y el paracetamol a nivel microscópico, ¿la eficacia de nuestras defensas baja cuando no existe fiebre? Para resolver esta cuestión, Valenti aporta varios estudios científicos en pacientes reales (como esta revisión, publicada en 2013; o este artículo de 2015 publicado en la revista New England Journal of Medicine) en cuyos resultados no se aprecian diferencias en la duración de la infección ni en la mortalidad entre pacientes que usen antipiréticos y los que no, ya sean en población infantil o adulta.
Esto es, que la enfermedad va a durar lo mismo en el cuerpo, con o sin paracetamol, con la diferencia de que el medicamento antipirético, al bloquear la fiebre, “contribuye al bienestar de los pacientes”.
Por último, la experta recuerda que “se debe evitar siempre la automedicación” y que debemos “consultar con un médico o farmacéutico antes de iniciar un tratamiento con paracetamol”. Aunque este fármaco históricamente se ha podido obtener sin receta, es importante recordar que existen riesgos asociados a un consumo superior a las dosis recomendadas, como explica este artículo de The Conversation.
En este artículo han colaborado con sus superpoderes Marta Valenti.
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