Y ya que hablamos de estornudar, y antes de llegar al momento del cierre involuntario de los ojos, nos habéis preguntado por qué si miramos al sol directamente (algo que no debemos porque puede dañarnos la vista) o a una luz brillante artificial, eso puede provocar una serie de estornudos seguidos en algunas personas. Os explicamos los posibles mecanismos detrás de este reflejo tan involuntario como cerrar los ojos instantes después de estornudar (aunque lo cierto es que no se sabe mucho sobre el tema).
Resulta que este fenómeno tiene diversos nombres en la literatura científica: reflejo fótico de estornudo (RFE), reflejo solar de estornudo, reflejo lumínico de estornudo o incluso como síndrome ACHOO (síndrome de estornudos heliooftálmicos incoercibles autosómico dominante por sus siglas en inglés). Y, como decimos, no está claro por qué ocurre. Existen tres hipótesis sobre las razones neurofisiológicas detrás de estos estornudos reflejos.
La teoría de la sumación óptico-trigeminal propone que el estímulo de una luz persistente produce fotofobia y lo hace normalmente a través de dos vías de nuestro sistema nervioso. El estornudo fótico se podría producir si se estimula la rama maxilar del nervio trigémino, una de esas vías.
La teoría de la generalización parasimpática afirma que la activación simultánea de ramas parasimpáticas (la parte del sistema nervioso que favorece la relajación) vecinas por un solo estímulo, que sería la luz en este caso, genera el estornudo.
La tercera hipótesis es la de la hipersensibilidad ocular a la luz que supone la estimulación del nervio trigeminal intraorbitario por un aumento de la sensibilidad ocular a la luz.
A diferencia del cierre de los ojos tras estornudar, esta salida del aire a gran velocidad de nuestras narices (como verás, no existen sinónimos en el diccionario de la palabra estornudo) no es prácticamente universal. Se estima que en torno al 25% de la población estornuda cuando mira directamente a la luz.