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Seguro que has pasado por la desagradable situación de salir a la calle cuando hace frío y tener la necesidad de ir al baño a orinar con más frecuencia de lo normal. Esta situación, que es totalmente normal en humanos, se denomina diuresis inducida por frío, existe amplia literatura científica que explica por qué sucede y revela un mecanismo de supervivencia que nuestro organismo emplea ante el frío extremo.
Para explicar por qué sucede, en primer lugar debemos aclarar que esto tiene relación con la vasoconstricción provocada por la bajada de temperatura exterior a nuestro cuerpo. Como detallamos en este artículo, la vasoconstricción (esto es, que las arterias y venas se hacen más estrechas) cuando hace mucho frío es periférica, es decir, que afecta a manos, pies, labios o a la capa externa de la piel. Esto hace que la sangre que debería enviarse a estas partes del cuerpo se redirija a órganos cuya función es más importante para la supervivencia, como el corazón, los pulmones o los riñones.
Esta página del centro de especialidades urológicas Arkansas Urology y este artículo del medio especializado en noticias de salud Healthline explican que cuando sucede esta vasoconstricción, aumenta la presión arterial porque está circulando la misma cantidad de sangre pero en un espacio más reducido.
Este aumento de la presión es recibido por los riñones, los órganos responsables de filtrar la sangre y el exceso de líquido, que tendrán un mayor aporte de sangre y acabarán produciendo más orina que se acumula en la vejiga. Es en este último órgano donde se guarda el pis y cuanto más lleno esté, enviará al cerebro mensajes con más intensidad para indicar la urgencia de encontrar un sitio donde evacuar.
Estudios sobre diuresis inducida por frío
Un estudio publicado en 1993 invitó a siete hombres en buen estado de salud a exponerse en un espacio más frío de lo normal (a 12 °C) y en pantalones cortos para confirmar si una exposición al frío provoca una respuesta diurética mayor que en un entorno con temperatura más cálida. Para ello, los hombres bebieron una cantidad idéntica de agua tanto en el día que se expusieron al frío como en las pruebas de control posteriores, en las que tenían que permanecer en una habitación con una temperatura más agradable (a 22 °C). Aunque el tamaño de la muestra es pequeña (por lo que sus conclusiones nunca se pueden tomar como definitivas) y el propósito de la investigación era observar si la exposición al frío hacía variar algunos parámetros de la orina (cosa que no se consiguió confirmar), sí que pudo concluir que estar en un entorno más frío se asocia a expulsar más orina.
Este otro estudio preliminar, publicado en 2013, explora cómo varía la cantidad de orina en pacientes que reciben hipotermia terapéutica, un tratamiento que hace descender de manera controlada la temperatura corporal de una persona (puedes leer más en este artículo que explica la trayectoria clínica de la hipotermia inducida). Así, la investigación recopilaba datos clínicos de 179 pacientes que habían recibido este tratamiento después de sufrir un paro cardiaco. Una de las conclusiones a las que llega la investigación es que las personas que recibían hipotermia inducida expulsaban una mayor cantidad de orina.
Por último, este artículo monográfico del New England Journal of Medicine publicado en 2012, que explora la literatura científica de la hipotermia accidental (cuando la temperatura corporal desciende por debajo de los 35 ºC por causas externas), recoge que las personas que han sufrido esta situación requieren reponer un volumen considerable de líquidos por las pérdidas de la orina inducida por el frío.
Primera fecha de publicación de este artículo: 11/11/2021
